Por ejemplo, uno puede llamar la atención de su hijo al verdaderamente milagroso proceso de la reproducción en el cual una célula fecundada se divide y multiplica de acuerdo con un plan arreglado de antemano hasta convertirse en un bebé humano, y preguntar: ‘¿No crees que Aquel que diseñó este maravilloso proceso reproductivo es el mejor juez de cómo los humanos deberían usar las facultades de reproducción que Dios les dio?’ (Sal. 139:13-17)