Para referirse a reuniones, también se emplea la palabra qa·hál, relacionada con un verbo que significa “convocar; congregar”. (Éx 35:1; Le 8:4.)

Para designar reuniones íntimas de diversa índole, se empleaba la palabra hebrea sohdh, que significa “habla confidencial; intimidad”. (Sl 83:3; Job 29:4.)

reuniones: 1:844

reuniones: 1:844; 2:432

A veces los reyes convocaron reuniones (1Re 8:5; 2Cr 20:4, 5), y Ezequías usó a corredores para convocar al pueblo a Jerusalén con ocasión de la gran celebración de la Pascua que tuvo lugar en su día. (2Cr 30:1, 2, 10-13.)

En la congregación de Israel eran importantes las reuniones para adorar a Jehová y examinar su ley. (Dt 31:12; Ne 8:1-8.)

Reuniones de congregación.

En algunas reuniones la mujer podía orar o profetizar, siempre que llevase una cobertura para la cabeza. (1Co 11:3-16; véase COBERTURA PARA LA CABEZA.)

Tampoco celebraba reuniones dominicales, porque utilizaba el día de descanso judío, el sábado, para predicar a los judíos, pues ese era su día de reunión.

A los primeros cristianos judíos no les resultó difícil conducir reuniones ordenadas y educativas para el estudio de la Biblia, pues tenían el modelo básico de las sinagogas, cuya organización conocían bien.

De igual manera, en las reuniones de la congregación cristiana se leían públicamente las Escrituras inspiradas.

El apóstol Pablo mandó que sus cartas se leyesen públicamente en las reuniones de las congregaciones cristianas, y dio instrucciones para que las congregaciones intercambiaran sus cartas unas con otras a fin de que también pudieran leerlas. (Col 4:16; 1Te 5:27.)

No obstante, todos los hechos que se han presentado indican con claridad que es apropiado usar la expresión “amén” como conclusión de una oración, y muy en particular lo indica el comentario de Pablo en 1 Corintios 14:16 respecto a la costumbre de los cristianos de decir “amén” en sus reuniones al concluir una oración.

El copero principal solía estar presente en las reuniones y en las conversaciones reales.

Mantengan el orden en las reuniones de congregación

Este requisito de diligencia aplica a todos los ministros (“ocupémonos en este ministerio”), pero con especial fuerza a aquellos que están en posición de presidir en las reuniones y actividades de la congregación: “El que preside, hágalo con verdadera solicitud”. (Ro 12:7, 8, 11.)

Sin embargo, cuando Pablo escribió a la congregación cristiana de Corinto, dio instrucciones de que en sus reuniones no hablasen todos en lenguas, puesto que si entraban extraños e incrédulos y no entendían nada, llegarían a la conclusión de que estaban locos.

Por consiguiente, las reuniones brindaban la oportunidad de examinar y considerar a cabalidad las Escrituras. (Col 4:16.)

Hubo creyentes que tuvieron el privilegio de ofrecer sus casas para las reuniones de la congregación. (Ro 16:1-15.)

Parece ser que cuando el apóstol escribió su carta a los Romanos, este Gayo era su “hospedador”, así como el de la congregación, lo que permite pensar que las reuniones de la congregación corintia se celebraban en su hogar. (1Co 1:14; Ro 16:23.)

Cristiana que vivía en Colosas o en Laodicea, o en sus alrededores, y en cuya casa celebraba sus reuniones una congregación a la que Pablo envió saludos. (Col 4:15.)

Jesús había prometido que estaría con sus seguidores en sus reuniones (Mt 18:20), y también les aseguró que estaría ‘con ellos’ en su obra de hacer discípulos “todos los días hasta la conclusión del sistema de cosas”. (Mt 28:19, 20.)

Ambos efectuaron excelentes obras cristianas y mostraron hospitalidad, no solo al acoger a algunas personas, sino también al celebrar las reuniones de congregación en su casa, tanto en Roma como en Éfeso.