Pero el efecto que de ella viene después es tan amargo como el ajenjo . . . no te acerques a la entrada de su casa, para que no des a otros tu dignidad, . . . ni tengas que gemir en tu futuro cuando se acaben tu carne y tu organismo. . . . regocíjate con la esposa de tu juventud.”—Pro. 5:3-11, 18.
... Por eso, para verdadera felicidad de familia los cónyuges tienen que circunscribir sus intereses sexuales a sus propios cónyuges legales.—Pro. 5:15-21.