Sin duda, los datos expuestos tocante al culto a los difuntos y mártires, y la inmortalidad del alma, en vez de dar testimonio elocuente de una fe cimentada en las enseñanzas de Jesús, denotan la gran influencia que ya ejercía el paganismo en los cristianos apóstatas de la Roma de los siglos II a IV de nuestra era.