No hay ninguna duda sobre el tremendo contraste que existe entre la condición espiritual del pueblo de Dios en la actualidad y la de los apóstatas y otras personas que dicen conocer y adorar a Dios, pero que por sus obras lo repudian (Tito 1:16).
... Mis propios siervos comerán, [...] beberán, [...] se regocijarán, [...] clamarán gozosamente a causa de la buena condición de corazón, pero ustedes [apóstatas] darán alaridos a causa del dolor de corazón y aullarán a causa de puro quebranto de espíritu”.