Cómo tener éxito en tu camino
ÉXITO. ¡Qué palabra tan atractiva! Quienes lo identifican con el progreso en el mundo laboral se esfuerzan por ir ascendiendo en su empresa hasta hacerse ricos e importantes. Claro, aunque ese es el sueño de muchos, la mayoría no consigue hacerlo realidad.
En buena medida, el verdadero éxito depende de tres claves: elegir bien el principal objetivo en la vida, usar sabiamente el tiempo y energías, y demostrar iniciativa.
Muchos cristianos han comprobado por sí mismos la gran satisfacción que produce participar activamente en el ministerio. En efecto, jóvenes y mayores logran encontrar el éxito dedicándose al servicio de tiempo completo. No obstante, hay quienes piensan que la obra del Reino es un tanto aburrida y optan por relegarla a un segundo plano y centrarse en otras metas. ¿A qué pudiera deberse esta actitud? Joven, ¿qué puedes hacer tú para no perder de vista lo que realmente vale la pena? Sí, ¿qué te permitirá tener “éxito en tu camino”? (Jos. 1:8.)
Las actividades después de clase
Los jóvenes cristianos no deben dejar que ninguna actividad los lleve a descuidar el servicio a Dios. ¿Has encontrado tú ese equilibrio? Si así es, te felicitamos: vas camino del éxito.
Algunos, sin embargo, se entregan con pasión a actividades que tienen lugar fuera de horas de clase, sea en su centro educativo o en algún otro lugar. Aunque lo que hagan no sea necesariamente malo, deberían preguntarse: “¿Cuánto tiempo me consume? ¿A qué compañías, ambientes y actitudes me expone? ¿Podría convertirse en el centro de mi vida?”. Uno puede obsesionarse tanto con una afición que no le queden apenas tiempo ni energías para Dios. Sin duda, es muy importante tener claras las prioridades (Efe. 5:15-17).
Pensemos en el caso de Stefan.a “Cuando tenía 12 años —relata—, me uní a un equipo de voleibol. Gané muchos premios y medallas, y tuve la oportunidad de convertirme en una estrella del deporte.” No obstante, se dio cuenta de que aquello lo estaba perjudicando espiritualmente. Por ejemplo, andaba tan cansado que se quedaba dormido leyendo la Biblia. Además, participaba con pocas ganas en el servicio del campo. “El deporte —señala— me dejaba sin fuerzas y, de hecho, estaba afectando mi amor por la verdad. Sabía que no estaba dando lo mejor de mí.”
¿Deberías ir a la universidad?
La Biblia deja claro que el cristiano tiene la obligación de mantener y cuidar a su familia (1 Tim. 5:8). Ahora bien, ¿es imprescindible que curses estudios universitarios para cumplir con ese deber?
Algo que deberías examinar es el efecto que pudiera tener la universidad en tu relación con Jehová. Y hay un ejemplo bíblico que puede ayudarte a hacer este análisis.
Baruc tenía una honrosa comisión en el servicio de Jehová: ser el secretario del profeta Jeremías. Sin embargo, en cierto momento dejó de valorarla como debía y se volvió ambicioso. Jehová observó su actitud, y por ello le advirtió a través de Jeremías: “Tú sigues buscando cosas grandes para ti. No sigas buscando” (Jer. 45:5).
¿Qué “cosas grandes” andaba buscando? Tal vez quería gozar de prestigio en el mundo judío. O quizás deseaba una mejor posición económica. Sea como fuere, se le había olvidado cuáles son los valores más importantes en la vida: las cosas espirituales (Fili. 1:10). No obstante, hizo caso de la advertencia divina y, como recompensa, sobrevivió a la destrucción de Jerusalén (Jer. 43:6).
¿Qué lección extraemos del consejo que Jehová le dio? Recordemos que el error de Baruc fue buscar para sí mismo cosas grandes. Por eso, sería bueno que te preguntaras: “Si tengo la preparación necesaria para mantenerme, ¿de verdad me hace falta invertir tiempo, dinero y esfuerzo en la educación superior? ¿Estaría justificado que lo hiciera tan solo por lograr mis aspiraciones o las de mis padres u otros parientes?”.
Fijémonos en el caso de Aleksander, quien es programador informático. Sus colegas lo convencieron para que hiciera un curso intensivo de especialización. Cuando quiso darse cuenta, ya no tenía tiempo para las actividades cristianas. “Vivía en una agitación permanente —explica—, y la conciencia me molestaba porque no lograba alcanzar mis metas espirituales.”
Entregados al trabajo
La Palabra de Dios anima a empleados y patrones a ser industriosos y responsables. De hecho, el apóstol Pablo escribió: “Cualquier cosa que estén haciendo, trabajen en ello de toda alma como para Jehová, y no para los hombres” (Col. 3:22, 23). Sin embargo, aunque es necesario ser laboriosos, es mucho más importante mantener una buena relación con nuestro Creador (Ecl. 12:13). Si nos volcamos en el trabajo, el servicio a Dios puede quedar fácilmente en segundo término.
Además, nos arriesgamos a quedarnos sin energías para cumplir con nuestras responsabilidades en la congregación y en el hogar. Recuerda que el rey Salomón recomendó que evitáramos el extremismo cuando indicó que realizar el “doble de duro trabajo” es tan absurdo como correr “tras el viento”. El cristiano que pierde de este modo el equilibrio suele verse sometido a una tensión nerviosa constante. De hecho, pudiera convertirse en esclavo del trabajo y terminar completamente agotado tanto física como emocionalmente. En tales circunstancias, es imposible que llegue a “regocijarse [...] y vea el bien por todo su duro trabajo” (Ecl. 3:12, 13; 4:6). Lo que es peor, le faltarán las fuerzas y el ánimo necesarios para atender sus deberes familiares y espirituales.
Considera el siguiente ejemplo. Janusz, quien vive en Europa oriental, se metió de lleno en un negocio de plantas. “La gente del mundo —recuerda— me admiraba por ser una persona cumplidora y con mucha iniciativa, pero mi espiritualidad estaba por los suelos. Primero dejé de predicar, y luego, de asistir a las reuniones. Aunque los ancianos me dieron buenos consejos, no les hice caso, pues me había vuelto muy orgulloso. Terminé apartándome de la congregación.”
Tu vida puede ser un éxito
Ya hemos visto tres tipos de problemas que pueden enredarnos y perjudicar nuestra espiritualidad. ¿Has notado que alguno de ellos te esté afectando? Si así es, te animamos a examinar los siguientes pasajes bíblicos, preguntas y comentarios, pues te ayudarán a determinar si vas camino del verdadero éxito.
Las actividades después de clase. ¿Estás inmerso en ellas? ¿Les dedicas el tiempo que antes reservabas a las labores espirituales? ¿Ya no te atrae tanto estar con los hermanos? En tal caso, harías bien en imitar al rey David, quien oró a Jehová: “Dame a conocer el camino en que debo andar” (Sal. 143:8).
¿Qué le sucedió a Stefan, a quien mencionamos al principio? Un superintendente viajante le hizo esta observación: “Hablas con auténtica pasión de tu futuro en el voleibol”. Stefan recuerda: “Aquel comentario me impactó. Me di cuenta de que me había pasado de la raya. Enseguida corté la relación con los chicos del equipo y busqué amistades en la congregación”. Ahora se dedica con entusiasmo al servicio de Jehová. ¿Qué recomendación tiene para los jóvenes? “Pregúntales a tus amigos, a tus padres o a los ancianos si han observado que te estás alejando de Jehová por culpa de los deportes u otras actividades.”
¿Por qué no les dices a los superintendentes de tu congregación que estás dispuesto a servir a los hermanos en lo que haga falta? ¿Podrías brindar tu apoyo a los mayores que necesiten compañía o algún tipo de ayuda, sea con las compras o con las tareas del hogar? Además, siempre puedes aprovechar tu juventud para participar en el ministerio de tiempo completo y así llevar a la gente el mensaje que da alegría a tu vida.
La universidad. Jesús señaló que quien “busca su propia gloria” comete un error (Juan 7:18). Antes de decidir si debes seguir estudiando, recuerda que Dios espera que sus siervos “se aseguren de las cosas más importantes” (Fili. 1:9, 10). ¿Lo has hecho tú?
Aleksander, el programador informático del que ya hablamos, explica que al final hizo algunos cambios: “Tomé en serio las recomendaciones de los ancianos y simplifiqué mi vida. Comprendí que no necesitaba proseguir mi preparación académica. Eso solo me habría robado tiempo y energías”. A partir de ese momento, comenzó a colaborar con más interés en las actividades de la congregación. Con el tiempo llegó a graduarse de un curso que hoy se conoce como Escuela Bíblica para Varones Solteros. Sin duda, siguió el consejo de aprovechar “el tiempo oportuno” para ampliar su formación cristiana (Efe. 5:16).
El trabajo. ¿Estás demasiado inmerso en tu empleo? ¿Ha afectado la comunicación con tu familia? ¿Te permite centrarte en los asuntos espirituales? Por ejemplo, ¿estás esforzándote por mejorar tus presentaciones en el Salón del Reino? ¿Son tus conversaciones edificantes? No olvides nunca este consejo bíblico: “Teme al Dios verdadero y guarda sus mandamientos”. Si lo pones en práctica, recibirás muchas bendiciones de Jehová y verás “el bien a causa de [tu] duro trabajo” (Ecl. 2:24; 12:13).
¿Cómo le fue a Janusz con su negocio? No muy bien. En vez de alcanzar el éxito, terminó sin dinero y lleno de deudas. Pero entonces decidió acudir a Jehová. Puso sus asuntos en orden y hoy sirve de precursor regular y anciano. “Como estoy satisfecho con lo esencial y me esfuerzo por ayudar espiritualmente a los demás —explica—, vivo en paz y con el corazón tranquilo.” (Fili. 4:6, 7.)
Joven, detente un momento a hacer una evaluación sincera de tus motivos y prioridades. Recuerda cuál es el único camino que conduce al verdadero éxito. Ciertamente, servir a Jehová debe ser siempre para ti lo más importante en la vida.
Quizás debas efectuar algunos cambios e incluso olvidarte de algunas cosas innecesarias. Pero así podrás ver cuántas bendiciones se obtienen al hacer “la buena y la acepta y la perfecta voluntad de Dios” (Rom. 12:2). No hay duda: si sirves a Jehová con toda el alma, tendrás “éxito en tu camino”.
[Nota]
a Se han cambiado algunos nombres.
[Ilustración y recuadro de la página 31]
Las claves para tener “éxito en tu camino”
Con tanto que hacer, ¿cómo puedes evitar que se vean afectadas las cosas que realmente valen la pena? Deteniéndote un momento para reflexionar sobre tus motivos y prioridades. Tal vez encuentres útiles las siguientes preguntas:
LAS ACTIVIDADES DESPUÉS DE CLASE
▪ ¿A qué actitudes me exponen?
▪ ¿Cuánto tiempo exigen de mí?
▪ ¿Se están convirtiendo en el centro de mi vida?
▪ ¿Me consumen el tiempo que antes dedicaba a las actividades espirituales?
▪ ¿Me exponen a malas compañías?
▪ ¿Me atraen más las amistades del mundo, o las de la congregación?
LA UNIVERSIDAD
▪ Si tengo la preparación necesaria para mantenerme, ¿de verdad me hace falta invertir tiempo, dinero y esfuerzo en la educación superior?
▪ ¿Necesito realmente un título universitario para ganarme la vida?
▪ ¿Qué efecto tendría la universidad en mi asistencia a las reuniones?
▪ ¿Me he “[asegurado] de las cosas más importantes”?
▪ ¿Debería fortalecer mi confianza en que Jehová nunca nos deja sin ayuda?
EL TRABAJO
▪ ¿Permite mi empleo que me regocije y “vea el bien por todo [mi] duro trabajo”?
▪ ¿Me deja tan agotado física y emocionalmente que me cuesta cumplir con mis deberes familiares y espirituales?
▪ ¿Le dedico tanto tiempo que apenas me comunico con mi familia?
▪ ¿Me enredo tanto en el trabajo que descuido mi espiritualidad?
▪ ¿Se ha visto afectada la calidad de mis presentaciones en el Salón del Reino?
[Ilustración de la página 30]
Jehová aconsejó a Baruc que huyera de la ambición