Proverbios
8 ¿Acaso no está llamando la sabiduría?
Y el discernimiento, ¿no está alzando su voz?+
3 Junto a las puertas de acceso a la ciudad,
en las entradas de las puertas,
no deja de gritar con fuerza:+
5 Ustedes, inexpertos, aprendan lo que es prudencia;+
ustedes, insensatos, consigan un corazón capaz de entender.*
6 Escuchen, porque lo que digo es importante,
mis labios hablan lo que es justo.
7 Porque mi boca susurra la verdad
y mis labios detestan la maldad.
8 Todas las palabras de mi boca son justas;
ninguna de ellas es retorcida o engañosa.
9 Todas son claras para el que tiene discernimiento
y correctas para los que han encontrado conocimiento.
11 Porque la sabiduría es mejor que los corales,
ninguna otra cosa deseable se puede comparar con ella.
13 Temer a Jehová significa odiar lo malo.+
Odio la soberbia, el orgullo,+ el mal camino y las palabras perversas.+
16 Gracias a mí, príncipes siguen gobernando
y nobles juzgan con justicia.
19 Mi fruto es mejor que el oro —incluso que el oro refinado—,
y mi producto es mejor que la plata más fina.+
20 Ando por el camino de la rectitud,
en medio de los senderos de la justicia;
21 a los que me aman les doy una buena herencia
y les lleno por completo sus almacenes.
22 Jehová me produjo como el principio de su actividad,*+
el primero de sus logros de hace mucho tiempo.+
24 Fui producida* cuando aún no había aguas profundas,+
cuando no había manantiales que rebosaran de agua.
25 Antes de que las montañas fueran puestas en su lugar,
antes de que hubiera colinas, fui producida,
26 cuando él aún no había hecho ni la tierra ni sus campos
ni los primeros terrones del suelo.
27 Cuando él preparó los cielos,+ yo estaba allí.
Cuando trazó el horizonte* sobre la superficie de las aguas,+
28 cuando colocó* las nubes arriba,
cuando estableció las fuentes de las profundidades,
29 cuando le decretó al mar
que sus aguas no fueran más allá de donde él les había ordenado,+
cuando puso* los cimientos de la tierra,
31 Yo me alegraba por la tierra, hecha para ser habitada,
y les tenía un cariño especial a los seres humanos.*
32 Y ahora, hijos míos, escúchenme.
¡Felices los que siguen mis caminos!