ROMANOS
Notas de estudio. Capítulo 3
a los judíos se les confiaron. En Dt 29:29 Moisés escribió: “Las cosas reveladas nos pertenecen a nosotros [los israelitas] y a nuestros hijos para siempre”. En Sl 147:19, 20 se dice que Dios anunció “su palabra [...] a Israel”, algo que no había hecho “con ninguna otra nación”. Jesús también dio a entender que Dios les había confiado a los judíos el mensaje de salvación y la adoración verdadera al decir: “La salvación comienza con los judíos” (Jn 4:22; ver la nota de estudio). En Ro 3:2, Pablo confirma que Jehová les había encargado a los judíos escribir la parte hebreoaramea de las Escrituras inspiradas. También fueron judíos los discípulos de Jesús que escribieron los libros de las Escrituras Griegas Cristianas. Así que los judíos fueron los guardianes del conocimiento de la Biblia y los responsables de producir todos los libros del canon bíblico. Ver las notas de estudio del título de Lucas y de Lu 24:44, y el glosario, judío.
declaraciones sagradas. Esta expresión aparece solo cuatro veces en las Escrituras Griegas Cristianas. Es la traducción del plural del término griego lóguion, que significa ‘palabrita’ y que es un diminutivo del término lógos (“palabra”). En un principio, lóguion designaba una declaración sagrada breve, pero con el tiempo llegó a designar cualquier mensaje divino. Aquí Pablo se está refiriendo a todas las Escrituras Hebreas y puede que también a los libros de las Escrituras Griegas Cristianas que se habían producido hasta entonces. A los judíos se les encargó escribir todos estos libros, y lo hicieron por inspiración, es decir, “impulsados por espíritu santo” (2Pe 1:20, 21). La Septuaginta emplea con frecuencia la palabra lóguion para traducir expresiones hebreas que se refieren a declaraciones de Dios. Eso es lo que hace, por ejemplo, en Sl 12:6 (11:7, LXX), donde dice: “Las palabras de Jehová son puras”.
¡Claro que no! Traducción de una frase griega que Pablo usa 10 veces en su carta a los romanos (Ro 3:4, 6, 31; 6:2, 15; 7:7, 13; 9:14; 11:1, 11). Se podría traducir más literalmente como “¡Jamás suceda eso!” o “¡Que no sea así!”. Es una forma enfática de contestar con una negación a preguntas que suelen ser retóricas y de las que no se espera respuesta. Expresa un fuerte rechazo por la idea que se menciona. Es como si se dijera: “¡Ni pensarlo!” o “¡De ningún modo!”.
Dios será veraz. Al principio de este versículo, Pablo exclama: “¡Claro que no!”. Con estas palabras responde a la pregunta que planteó en el versículo anterior: “Si a algunos les faltó fe, ¿acaso su falta de fe anulará la fidelidad de Dios?”. La mayoría de los judíos de aquel tiempo demostraron falta de fe, sobre todo al rechazar las profecías de las Escrituras Hebreas que indicaban que Jesús era el Mesías (Ro 3:21). Al adoptar esta postura, estos judíos, que formaban parte del pueblo al que Dios le había confiado las “declaraciones sagradas” (Ro 3:2), daban a entender que Jehová no había sido fiel y no había cumplido sus promesas. Sin embargo, él había cumplido fielmente mediante Cristo todas sus declaraciones. Para probar que Jehová era confiable, Pablo citó de la Septuaginta (Sl 51:4 [50:6, LXX]) lo que el rey David le dijo a Dios: “Para que tus palabras demuestren que eres justo”. En ese versículo, David reconoce que cometió un error y que Dios es justo y verdadero. No trató de justificarse ni de desacreditar a Dios. Pablo usó las palabras de David para demostrar que Dios siempre es fiel y veraz, sin importar quiénes digan lo contrario ni cuántos sean.
bajo el pecado. Es decir, bajo el poder del pecado. La preposición griega hypó (“bajo”) aquí transmite la idea de estar bajo el control de algo o alguien. La Biblia habla del pecado como si fuera un tirano que tiene esclavizada a la humanidad (Jn 8:34; Ro 6:16-20; 7:14). Pablo hace algo parecido y compara el pecado a un rey (Ro 5:21).
pecado. El término griego que normalmente se usa en la Biblia para “pecado” es hamartía. Esta es la primera vez que aparece en el libro de Romanos. El verbo relacionado (hamartánō) significa literalmente ‘fallar’ en el sentido de errar el tiro o no alcanzar un objetivo. En obras no bíblicas, los escritores griegos utilizaron este verbo para hablar, por ejemplo, del soldado que no daba en el blanco al tirar la lanza. Los términos hebreos equivalentes para “pecado” (jattáʼth) y “pecar” (jatáʼ) transmiten una idea similar. Así, en Jue 20:16 se usa jatáʼ para describir a los benjaminitas que podían “lanzar una piedra con la honda y darle a un cabello sin fallar el tiro”. Tanto los términos hebreos como los griegos no se referían únicamente a no alcanzar objetivos físicos, sino también objetivos morales o intelectuales. Aun así, en la Biblia, se refieren sobre todo al pecado humano, es decir, al hecho de no vivir o actuar de acuerdo con las normas morales que fija el Creador (Gé 39:9; 1Sa 7:6; Sl 51:4; Da 9:8; Lu 15:18; Ro 2:12; 5:12). En la Septuaginta se emplea con frecuencia el verbo hamartánō para traducir el verbo hebreo jatáʼ. Ver la nota de estudio de Ro 3:23.
Así está escrito. En los versículos 10 a 18, Pablo cita varias veces de las Escrituras Hebreas para probar su afirmación de que “todos están bajo el pecado, tanto los judíos como los griegos” (Ro 3:9). En los versículos 10 a 12 cita de Sl 14:1-3 y Sl 53:1-3; en Ro 3:13 cita de Sl 5:9 y Sl 140:3; en Ro 3:14, de Sl 10:7; en Ro 3:15-17, de Pr 1:16 e Is 59:7, 8; y en Ro 3:18, de Sl 36:1. Ver la nota de estudio de Ro 1:17.
la Ley. Ver la nota de estudio de Ro 2:12.
nadie. O “ninguna carne”. La palabra griega sarx se usa aquí con el sentido de ser humano, un ser vivo de carne y hueso. Ver las notas de estudio de Jn 3:6; 17:2.
todos han pecado. Pablo hace afirmaciones parecidas en Ro 3:9, 12; 5:12. El término griego que aquí se traduce como “no alcanzan” también podría traducirse como “no consiguen llegar” o “se quedan cortos”. Dios creó a los seres humanos “a su imagen” dándoles la capacidad de reflejar su personalidad y sus cualidades (Gé 1:26, 27). Pero, cuando los primeros seres humanos, Adán y Eva, desobedecieron a Dios (Gé 2:15-17; 3:1-6), se quedaron cortos y no consiguieron reflejar “la gloria de Dios”, lo que incluye sus gloriosas cualidades. Todos los descendientes de Adán han heredado el pecado y, como resultado, la muerte. Por eso, ningún miembro de la familia humana alcanza a reflejar como es debido las elevadas cualidades de Dios.
se les esté declarando justos. En las Escrituras Griegas Cristianas, el verbo griego dikaióō y los sustantivos relacionados dikáiōma y dikáiōsis (tradicionalmente traducidos como “justificar” y “justificación”) transmiten el sentido básico de absolver a alguien de cualquier cargo, considerarlo libre de culpa y, como resultado, declararlo justo y finalmente tratarlo como justo. Por eso, el apóstol Pablo escribió que el que muere ha sido “absuelto [una forma de dikaióō] de su pecado”, porque ha pagado la pena, es decir, la muerte (Ro 6:7, 23). Aparte de este uso, estos términos griegos se emplean en la Biblia con un sentido especial. Indican que Dios considera libre de culpa a la persona imperfecta que demuestra fe (Hch 13:38, 39; Ro 8:33).
la liberación por el rescate que pagó Cristo Jesús. O “la redención que está en Cristo Jesús”, “la redención que es por medio de Cristo Jesús”. El término griego apolýtrōsis está emparentado con otros términos relacionados con el rescate. Ver la nota de estudio de Mt 20:28.
ofrenda de reconciliación. O también “ofrenda de propiciación”, “ofrenda de expiación”. Aquí se emplea la palabra griega hilastḗrion. Este término y el término relacionado hilasmós (traducido como “sacrificio de reconciliación” en 1Jn 2:2 y 4:10) pueden referirse al medio de reconciliarse o hacer las paces con alguien, un medio para apaciguar. En las Escrituras se usan estos términos para hablar de restablecer la buena relación entre Dios y el ser humano. Cuando Adán fue creado como “hijo [terrestre] de Dios”, él disfrutaba de una relación pacífica con su Creador (Lu 3:38). Pero, al desobedecer y pecar, perdió esa buena relación y su vida humana perfecta. También condenó a sus descendientes a ser esclavos del pecado y la muerte (Ro 5:12). La buena relación entre Dios y los seres humanos solo podía restablecerse cumpliendo la norma de justicia perfecta de Dios. Esto exigía pagar el precio exacto de lo que se había perdido (Éx 21:23-25; Dt 19:21). Jesús pagó este precio al sacrificar su vida humana perfecta. Así satisfizo la norma de justicia de Jehová y suministró una base justa y legítima para perdonar los pecados. A partir de ese momento, Dios puede “ser justo incluso cuando declara justo al [ser humano, pecador de nacimiento,] que tiene fe en Jesús” (Ro 3:26). El sacrificio de Jesús les dio a los seres humanos la oportunidad de reconciliarse o hacer las paces con Dios y así disfrutar de una buena relación con él (Ef 1:7). En Heb 9:4, 5, el término griego hilastḗrion se refiere a la cubierta del “arca del pacto” y se traduce como “el lugar de la reconciliación” o, como dice la nota, “la cubierta propiciatoria” o “el lugar de la expiación”.
paciente. O “tolerante”. Ver la nota de estudio de Ro 2:4.
perdonó los pecados del pasado. Jehová comenzó a perdonar los pecados aun antes de que Jesús pagara el rescate necesario para liberar (o redimir) a los descendientes de Adán de la imperfección, el pecado y la muerte. Esto fue posible desde el momento en que Jehová empezó a revelar su propósito de suministrar una “descendencia” que salvaría a los seres humanos que demostraran fe (Gé 3:15; 22:18; Is 53:5, 6, 10-12; Mt 20:28; Gál 3:19). Desde el punto de vista del Dios todopoderoso, era como si el rescate ya se hubiera pagado. Estaba absolutamente seguro de que su Hijo estaría dispuesto a ofrecerse como sacrificio (Sl 40:6-8; Heb 10:7-10). Nada podría impedir que Dios cumpliera su propósito (Nú 23:19; Is 46:10; Tit 1:2). Por eso, Jehová pudo perdonar a los pecadores arrepentidos y al mismo tiempo respetar sus propias normas de justicia (Dt 32:4; Sl 32:1, 2, 5; Is 1:18). Y, sin pasar por alto esas mismas normas, también pudo declarar justos en sentido relativo a seres humanos fieles (Gé 15:1, 6; Eze 14:14; Mt 23:35; Snt 2:23-25). Igualmente, como representante de Dios en la tierra, Jesús tenía autoridad para perdonar los pecados a las personas que demostraban fe. Aunque todavía no se había pagado el rescate, les aplicaba el valor de su futuro sacrificio (Mt 9:2-6; Lu 7:36-50; Heb 2:9). Ver glosario, rescate y justicia.