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  • Lo más pequeño
  • Declaran la gloria de Dios
¡Despertad! 1977
g77 22/1 págs. 9-11

De las estrellas a los átomos

UN ESTUDIO del universo material inspira en la mente de los hombres honrados temor reverente a su Creador. Cuando un individuo aprecia el asombroso tamaño del universo y su asombrosa complejidad, su orden y unidad, comprende su propia pequeñez y la inefable grandeza de Aquel que lo creó todo. La imagen de sí mismo se contrae hasta la insignificancia al contemplar las profundidades del espacio y darse cuenta de que la Tierra sobre la que está de pie es menor que un simple grano de arena en comparación.

Desde los muy grandes cuerpos celestes hasta las muy pequeñas partículas atómicas, afrontamos un orden y diseño tan maravillosos que muchas personas que los estudian se expresan como lo hizo un profesor de geología de Harvard, que dijo: “Vivimos en un universo, no de casualidad ni de capricho, sino de Ley y Orden. Su administración es completamente cuerda y digna del mayor respeto. Considere el maravilloso sistema matemático de la naturaleza que nos permite dar números atómicos consecutivos a cada elemento.”

El universo

Cuando los astrónomos comenzaron a hacer mapas de los cielos hace siglos, jamás soñaron lo que era su tamaño y complejidad. Lo que al principio, al mirar por sus telescopios, les pareció que eran estrellas lejanas, más tarde se supo que eran enteros “universos islas” de estrellas, llamados galaxias, donde miles de millones de estrellas están reunidas en sistemas ordenados.

Telescopios más adelantados revelaron millares, millones, sí, miles de millones de estas galaxias. Tan colosal ha resultado el tamaño de nuestro universo y tan inmensas las distancias dentro de él que los más adelantados métodos científicos solo han tocado la superficie en cuanto a entenderlo.

También se halló que los miles de millones de galaxias, cada una compuesta de un sinnúmero de estrellas, planetas y otros cuerpos, están en arreglo ordenado. Por ejemplo, nuestra galaxia, llamada la Vía Láctea, que se compone de unos 100.000.000.000 de estrellas, está asociada con otras 18 a 20 galaxias en lo que pudiera llamarse un grupo galáctico. Otros grupos galácticos se componen de centenares, o aun millares, de galaxias.

El rey David del antiguo Israel, con mucho menos conocimiento de los cielos que el que ahora tenemos, no pudo menos que exclamar: “Cuando veo tus cielos, las obras de tus dedos, la luna y las estrellas que tú has preparado, ¿qué es el hombre mortal para que lo tengas presente?”—Sal. 8:3, 4.

Distancia

A pesar de la existencia de tantos cuerpos celestes, hay poco peligro de que choquen, porque los espacios entre ellos son inmensos.

Nuestra vecina más cercana, la Luna, está a más de 384.000 kilómetros de distancia. Pero dado que hay unos 100.000.000.000 de estrellas en nuestra propia galaxia, la Vía Láctea, ¿no están algunas de ellas lo bastante cerca para poner en peligro a la Tierra? No, porque la estrella más cercana es el Sol, y está a unos 150.000.000 de kilómetros de distancia. ¡La siguiente estrella más cercana a nosotros está unas 270.000 veces tan alejada de nosotros como lo está el Sol!

Tan inmensas son las distancias en el universo que se miden por “años luz,” la distancia que viaja la luz en un año a su velocidad de 300.000 kilómetros por segundo. ¡Esto asciende a unos 9.600.000.000.000 de kilómetros al año! Aquella otra estrella más cercana después del Sol, una del grupo Alfa Centauro, está a más de cuatro años luz, o ¡a unos 40.000.000.000.000 de kilómetros de distancia!

Nuestra galaxia Vía Láctea mide unos 100.000 años luz de diámetro, lo cual ayuda a explicar por qué sus miríadas de estrellas se encuentran en poco peligro de chocar. Más allá de nuestra galaxia Vía Láctea, la más próxima galaxia parecida a ella, llamada Andrómeda, se halla a una distancia de aproximadamente 1.400.000 años luz. ¡Eso significa que si uno viajara a la velocidad de 300.000 kilómetros por segundo, necesitaría casi 1.400.000 años para llegar a esta galaxia vecina!

Estrellas

Las estrellas que componen la parte principal de estas galaxias son cuerpos que despiden luz propia, como nuestro Sol. Cada una es una inmensa esfera de gas intensamente resplandeciente. La densidad de algunas de estas estrellas es tremenda. Sin embargo, el Sol, la estrella que mejor conocemos, tiene una densidad de solo una vez y media la densidad del agua líquida.

Aunque el tamaño de nuestro Sol es impresionante, es solo de tamaño medio al compararlo con otras estrellas. Su diámetro de más de 1.390.000 kilómetros parece muy grande en comparación con el diámetro de la Tierra de 12.742 kilómetros, pero una estrella de nuestra Vía Láctea, Antares, tiene un diámetro de unos 560.000.000 de kilómetros, 400 veces el de nuestro Sol. Si un borde de Antares se colocara en nuestra Tierra, llegaría hasta el Sol y casi tres veces más allá de él.

Otro hecho que hace al entero arreglo aún más imponente para nuestra mente finita es que no puede descubrirse ningún fin para estas estrellas y sistemas de estrellas. Cada vez que instrumentos más poderosos penetran en el universo, se ve que el universo se extiende más allá de aquel nuevo límite de visión.

La entera masa gigantesca está arreglada con precisión y es exacta en sus movimientos. Día tras día, año tras año, siglo tras siglo, las estrellas y los planetas siguen su senda a través de los cielos de un modo tan ordenado, y son tan regulares en sus órbitas, que pueden pronosticarse eclipses con siglos de anticipación. Hasta podemos poner nuestros relojes más finos por sus movimientos. Tan ordenados son que los hombres no vacilan en arriesgar la vida confiando en las leyes que gobiernan su regularidad cuando los usan como ayudas para la navegación al cruzar océanos oscuros por aire y por mar. El libro The World We Live In declara: “A pesar de toda su complejidad, el sistema solar también revela un orden y armonía que siempre ha impresionado a los científicos que contemplan las leyes que gobiernan los movimientos de los cielos.”

Esta magnífica expansión vocea la gloria y poder de su Creador, de quien Isaías dijo: “Levanten sus ojos a lo alto y vean. ¿Quién ha creado estas cosas? Es Aquel que está sacando el ejército de ellas aun por número, todas las cuales él llama aun por nombre. Debido a la abundancia de energía dinámica, él también siendo vigoroso en poder, ninguna de ellas falta.”—Isa. 40:26.

Lo más pequeño

Hace aproximadamente un siglo los experimentos del físico inglés Juan Dalton demostraron que los diversos elementos se comportaban como si estuvieran compuestos de unidades menudas. Él llamó a estas unidades átomos, y creyó que eran indivisibles, partículas sólidas.

A través del siglo que siguió, experimentos adicionales revelaron que el átomo no era la unidad más pequeña. Paso a paso se descubrieron tres bloques de construcción básicos dentro del átomo: protones, neutrones y electrones. Se averiguó que en estas tres partículas rige el mismo orden que en el resto del universo. A semejanza de un sistema solar en miniatura, se descubrió que los electrones estaban moviéndose con presteza alrededor de un núcleo de protones y neutrones en un sistema observante de ley.

¿De qué tamaño es un átomo? ¡De solo millonésimos de milímetro de diámetro! La mayor parte de su masa está concentrada en el núcleo de protones y neutrones. El tamaño de este núcleo, sin embargo, es 100.000 veces más pequeño que el entero diámetro del átomo con sus electrones en órbita. Increíblemente, como en el arreglo de las estrellas y las galaxias, el átomo consta en su mayor parte de espacio entre el núcleo y sus electrones en órbita. ¡Aun con 6.000.000.000.000.000.000.000 (seis mil trillones) de átomos en una gota de agua, hay mucho más espacio que materia!

No obstante, esto no es todo. Hasta años recientes se creía que los protones, neutrones y electrones eran los más menudos bloques de construcción de la creación. Sin embargo, la investigación moderna ha puesto de manifiesto muchas otras partículas pequeñas dentro del átomo. Los científicos las numeran en más de treinta. Se cree que algunas están relacionadas con esa fuerza misteriosa que mantiene junto el núcleo del átomo, que, cuando se divide, produce las cantidades fantásticas de energía que se ven en las explosiones atómicas. También hay alguna evidencia ahora de que aun los protones y los neutrones mismos quizás sean sistemas menudos, con un corazón o núcleo central rodeado de nubes de partículas más pequeñas.

Declaran la gloria de Dios

Por eso, sea que examinemos el universo o el átomo, observamos poder asombroso, orden, unidad y complejidad mucho más allá de nuestra habilidad para comprenderlos completamente. Lo que podemos comprender es que el mismo orden y la misma armonía en ambos dan testimonio de que tienen el mismo Creador.

Como declaró un profesor de biología: “Desde la gota de agua vista a través del microscopio hasta la estrella lejana observada a través del telescopio me maravillo por el orden exacto que observo... tan exacto que se han formulado leyes para expresar su consistencia. . . . En algún lugar detrás de todo este orden tiene que haber un Ser Supremo, porque no puede haber orden y no pueden haber leyes sin una Mente Suprema.” Einstein dijo que tenía “una convicción profundamente emocional de la presencia de un poder superior de raciocinio, que se revela en el universo incomprensible.”

Desde lo grande hasta lo pequeño, desde la estrella hasta el átomo, nuestro universo demuestra notablemente el poder y la armonía de la obra de Dios y subraya la expresión del salmista que escribió: “Los cielos están declarando la gloria de Dios; y de la obra de sus manos la expansión está informando.”—Sal. 19:1.

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