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¡Despertad! 1971
g71 8/12 págs. 20-22

¿Cómo se forma una playa?

Por el corresponsal de “¡Despertad!” en Guatemala

PARA muchísimas personas la idea de pasar un día de agradable recreación a la orilla del océano es sumamente atractiva. Puede significar mucha diversión... nadar, asolearse, jugar y asociarse con amigos y amados al aire libre fresco, teniendo como fondo el sonido calmante del oleaje. Particularmente en el verano la playa tiene gran atracción.

Por todo el mundo las playas bordean miles de kilómetros de litoral que lindan con los océanos, mares y lagos. Constituyen campos de recreo naturales de los cuales se llega a pensar que son inmutables, de larga duración, casi permanentes. Pero a las personas observadoras que visitan la misma playa año tras año, se les hacen patentes ciertos cambios definitivos. Quizás fluctúe la cantidad de arena que hay en la playa. En algunos casos se pueden notar cambios radicales para bien o para mal.

Al disfrutar de las atracciones de la playa y notar sus transformaciones graduales, puede ser que surjan en nuestra mente algunas preguntas. ¿De dónde viene toda la arena? ¿Por qué algunas playas se desgastan y otras casi desaparecen? ¿Por qué algunas extensiones agradables casi se ven desprovistas de arena en el invierno, pero recobran su abastecimiento durante los meses del verano? Quizás nos sorprendan las respuestas a esas preguntas, especialmente si, como la mayoría de la gente, hemos tendido a dar por sentadas las playas.

No todas son iguales

Si uno no ha viajado muy lejos de casa y no ha visitado otras partes del mundo es fácil que deduzca que todas las playas son casi iguales. En realidad hay gran variación... en color, en calidad de la arena, en inclinación de la playa, etc. Por ejemplo, en las zonas volcánicas muy a menudo la playa consta de arena negra y gruesa que proviene de la lava. En otras regiones las arenas pueden ser sumamente coloridas, por estar compuestas de coral de fuera de la costa que ha sido bien molido. Otras playas pueden ser de un color blanco brillante, porque se forman de conchas rotas que se hacen polvo.

Sin embargo, la mayoría de las playas tienen arena que se compone de pequeños cristales redondos de cuarzo junto con partículas finas de muchas diferentes clases de rocas. Esta arena proviene principalmente de zonas tierra adentro, y ha sido llevada al mar por los ríos y las corrientes. Puede variar desde muy gruesa hasta muy fina.

A propósito, es esta grosura o finura de la arena lo que a gran grado determina las características de la playa. Si la arena de una playa es bastante gruesa, entonces la inclinación de la playa es relativamente empinada. Los granos de arena gruesos no llegan a estar estrechamente apretados debido a su mismísima naturaleza.

Por otra parte, la arena fina forma una clase de playa enteramente diferente. La inclinación de la playa es más gradual, el agua fuera de la costa continúa siendo somera por mayor distancia, y por esta razón también las olas rompen más afuera. Y la arena fina se aprieta muy sólidamente, de modo que se pueden conducir automóviles a salvo sobre ella. Un ejemplo sobresaliente es la playa de Daytona, en Florida, Estados Unidos.

Gobernada por leyes

Sin embargo, ¿de dónde viene toda la arena? ¿No ha tenido usted la impresión de que ha resultado del golpear del oleaje que rompe las rocas costeras? Quizás eso esté envuelto en ello, pero da cuenta de solo un pequeño porcentaje del total de arena que hay en las playas. Para la vasta mayoría de las playas del mundo la respuesta es muy diferente. No ha sido sino hasta en los últimos veinte años más o menos que los hombres han comenzado a obtener un entendimiento más claro de las fuerzas que operan sobre las playas y los efectos resultantes de esto.

A medida que los procesos comunes de desgaste por los agentes atmosféricos descomponen formaciones de roca, a menudo muy tierra adentro, las corrientes y los ríos llevan cantidades variantes de sedimento y las depositan en la desembocadura de los ríos. Los sedimentos y las arcillas más finos son arrastrados prontamente al mar, quedando atrás cantidades grandes de arena en los deltas de los ríos. Pero entonces, ¿cómo llega esa arena adonde se forman las playas? Para entender este traslado tenemos que examinar algunas de las fuerzas que operan en una playa.

Las olas que produce el viento muy mar adentro con el tiempo disipan su energía en el borde de la playa. Sin embargo, no siempre dan de frente en la playa, es decir, las olas no siempre son paralelas a la costa. Por esta razón la energía de las olas que llegan se divide en dos partes. La parte principal se dirige perpendicularmente a la playa y se disipa en el oleaje rompiente. La segunda parte, de mucho menor energía total, va dirigida en una corriente paralela a la playa y queda encerrada entre la tierra seca y la línea en que rompe el oleaje. Esta corriente podría asemejarse a un verdadero río, que tiene como una “margen” la orilla de la playa seca y como la otra “margen” la línea fuera de la costa a lo largo de la cual empieza a romper primeramente el oleaje.

Este río puede fluir costa arriba o costa abajo, dependiendo de la dirección de las olas que vienen. Este “río” costero es muy semejante a sus primos que fluyen por la tierra por la manera en que arrastra grandes cantidades de sedimento. El sedimento que lleva el “río” costero, por supuesto, es la arena que forma la playa por la que fluye.

La cantidad de arena que llevan estos “ríos” costeros puede ser grande... en algunas zonas llevan millones de toneladas de arena por año. Esto equivaldría a muchos vagones de ferrocarril llenos de arena que fueran transportados por la costa cada día del año. Sin embargo, la cantidad varía de una región a otra, pero podemos ver claramente cómo la arena traída al océano por los ríos y corrientes llega a estar distribuida a lo largo de los litorales.

Aunque este proceso de transportación de arena prosigue continuamente, hay además otro proceso en marcha. Este proceso es el que cambia la apariencia de la playa misma de una estación a otra. En la mayor parte del mundo las olas que vienen son más pequeñas y más apacibles durante los meses del verano, y más grandes y más poderosas durante el invierno. Las olas más apacibles tienden a empujar la arena playa arriba, mientras que las olas turbulentas del invierno arrastran la arena de la playa y la depositan en largos montículos paralelos a la playa. A éstos los llamamos bancos de arena. Cuando vuelven las olas más apacibles del verano, los bancos de arena tienden a desaparecer, pues la arena es empujada playa arriba de nuevo.

Si todas las arenas traídas al océano por los ríos se quedaran en las playas, con el tiempo tendríamos playas grandes y arenosas alrededor de todos nuestros continentes. Pero, según sucede, vastas cantidades de arena se pierden fuera de la costa cada año más allá del punto donde las olas puedan afectarlas.

El hombre trastorna el equilibrio

La mano del hombre, en particular durante este siglo veinte, en muchos lugares ha afectado el equilibrio natural. La construcción de puertos y rompeolas a menudo ha efectuado grandes cambios en los litorales cercanos. Entre otros efectos se puede notar la acumulación de arena en un lado de un puerto, costosas operaciones de dragado dentro del puerto mismo, y erosión de la playa en el lado opuesto. Es verdad que éste solo es uno de los costos del progreso como lo ve el hombre, pero hay otro problema que está llegando a tener complicaciones más trascendentales.

El control de las inundaciones, la conservación del agua y las instalaciones de energía hidroeléctrica han resultado en la construcción de cada vez más presas en todas partes del mundo. Estas presas reducen en gran medida la capacidad de portar sedimento de los ríos y las corrientes, reduciendo seriamente así el abastecimiento de arena destinado a formar playas. Cuando los deltas de los ríos ya no suministran cantidades suficientes de arena, las playas cercanas comienzan a desgastarse. El delicado equilibrio entre la ganancia y la pérdida de arena ha sido trastornado.

El traer arena de otras zonas y depositarla sobre una playa agotada solo puede ser una medida temporal, pues el proceso de erosión continuará llevándose la arena al mar. El costo de reemplazar artificialmente la arena podría hacerse prohibitivo.

Otro método de mantenimiento de las playas envuelve la construcción de estructuras al borde de la playa, siendo las más comunes las de la clase angosta y larga que se edifica a ángulo recto con relación a la costa y que se proyecta hacia el oleaje. Estos “espolones,” como se les llama, se pueden formar de rocas grandes o maderaje. La idea es atrapar la arena mientras se le hace pasar por la playa, para evitar erosión adicional.

La erosión de las playas es realmente un problema que crece, especialmente en las zonas densamente pobladas del mundo. La propiedad en las playas, valuada en millones de dólares, está llegando a estar en peligro serio. Los hombres, de vida efímera, con su limitada percepción del futuro, han proseguido con planes que les produzcan ganancia inmediata, financiera o de otra índole... planes que les resultan contraproducentes con resultados inesperadamente desastrosos. Así, aunque grandes secciones de la población al fin están obteniendo tiempo para recreación, las zonas naturales de recreación a lo largo de los litorales de la Tierra van desapareciendo.

El hacer una playa verdaderamente hermosa y natural está más allá de lo que la inventiva del hombre puede lograr. En contraste, las fuerzas creativas y conservadoras de Dios por muchos siglos han mantenido a las playas del mundo como lugares de refrigerio y esparcimiento.

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