¿Deben prohibirse las visitas sin invitación?
Por el corresponsal de “¡Despertad!” en Dinamarca
¿QUÉ opina usted de las personas que visitan su casa sin invitación? ¿Le parece que ésta es una libertad que preferiría ver preservada aunque a veces le cause alguna incomodidad?
O, ¿le parece que le gustaría ver que se aprobaran leyes que prohibieran a todos el visitar sin invitación? Es verdad que el aprobar esas leyes libraría a uno de visitantes indeseables. No obstante el poner en vigor todas las consecuencias de esa proscripción hace manifiesto que no sería deseable.
Por ejemplo, quizás un vecino nos visite, sin invitación, para pedir prestado azúcar o café; pero por otra parte, quizás uno sea el que quiera pedir prestados estos artículos. Un conductor al que se le haya reventado un neumático o haya tenido un accidente quizás quiera usar nuestro teléfono; o puede ser que uno mismo necesite la ayuda. Quizás alguien del vecindario desee ayuda debido a una enfermedad, o debido a que el bebé de una madre encinta llegue antes del tiempo; o quizás sea la enfermedad de uno, o nuestro propio bebé el que llegue antes del tiempo y nos sea preciso visitar sin invitación.
¿Qué hay, también, de huéspedes inesperados, como parientes o viejos amigos que no hayamos invitado, que estuvieran de viaje y entraran de pasada para vernos por unos instantes? ¿Nunca ha hecho usted eso? También están los vendedores que ofrecen artículos que quizás necesitemos, ahorrándonos un viaje a la tienda. Otros ofrecen servicios de esta manera, hacen colectas, quizás de ropa usada, periódicos o dinero para obras de caridad. ¡Quizás hasta recibamos un visitante inesperado que nos diga que la casa se está incendiando!
De modo que uno puede ver que cuando una persona visita a otra, aun sin invitación, hay tanto ventajas como desventajas. Y aunque uno quizás piense principalmente en las desventajas cuando otros llaman a la puerta, uno debe ponerse en el lugar de ellos y acordarse de que quizás tengamos una necesidad similar en alguna ocasión. Eso ciertamente hace que veamos las cosas de un modo diferente, ¿no es cierto?
Un método antiguo
El visitar sin invitación es una costumbre antiquísima. Casi toda comunidad civilizada a través de la historia lo ha permitido. Por miles de años la gente ha visitado para pedir ayuda, para vender algo, o para llevar un mensaje... político, religioso o de otra clase.
Jesucristo también usó este método, hace más de 1.900 años. Visitaba a la gente sin invitación, animándola a escuchar el más grandioso mensaje que jamás habían escuchado los humanos sufridores. También fue el método que enseñó a sus seguidores a usar. Les mandó que abarcaran sistemáticamente las poblaciones y las aldeas al ir de casa en casa, visitando a todos los habitantes de un sector, y hacerlo sin invitación.—Mat. 10:11-14.
De esa manera, de puerta en puerta, el conocimiento del cristianismo se esparció a través de la mayor parte de la zona del Mediterráneo en el transcurso de aproximadamente una generación. Los que hospitalariamente recibieron a esos mensajeros de la libertad y la vida fueron remunerados ricamente por su hospitalidad.
De modo que cuando los testigos cristianos de Jehová visitan su hogar, están usando el método que Jesús mandó a sus seguidores que usaran.
‘Movimiento de puerta en puerta’ de Dinamarca
Recientemente el ponerse en comunicación con las personas en sus hogares ha sido puesto en primer plano de otra manera. En Dinamarca, la primera parte de 1971 vio el principio de una campaña conocida como el ‘movimiento de puerta en puerta.’
El periódico Politiken dedicó considerable espacio a este movimiento, usando titulares como “LA MANERA EN QUE TOCAREMOS EL TIMBRE DE NUESTRO VECINO,” y “50.000 UNIDOS EN ACCIONES DE PUERTA EN PUERTA.” Esta campaña está diseñada para satisfacer una necesidad definida que muchas personas tienen, particularmente en las ciudades grandes, una necesidad que por lo general no atiende la comunidad. ¿Cuál es?
Tiene que ver con las muchas personas solitarias en las ciudades grandes. En sectores urbanos aglomerados muchas personas tienden a aislarse debido a la vejez, enfermedad, timidez o por otras razones. Llegan a ser extrañas hasta para sus vecinos cercanos. Esto sucede con más frecuencia en las ciudades que en los sectores campestres o poblaciones pequeñas. En consecuencia, esas personas realmente no obtienen mucho de la vida. Tienen poca oportunidad de comunicarse con otras personas y disfrutar de la compañía de ellas.
Politiken relató un incidente para ilustrar el grado de falta de comunicación al que pueden llegar las personas. Escribió acerca de un “señor de ochenta años que sencillamente no pudo atreverse a tocar el timbre de su vecino a pesar de habérsele cerrado la puerta de la casa dejándolo afuera a una temperatura de menos doce grados. Vagó por hora y media antes de que un policía viniera a su ayuda y llamara a un cerrajero.” ¿Verdad que es triste eso?
Los miembros activos del movimiento de puerta en puerta instan a la gente a visitar a sus vecinos con más frecuencia y a ponerse en comunicación con ellos. Como declaró un miembro del movimiento: “Sé que los que viven solos en cada piso se sentirían especialmente felices de que otros se pusieran en comunicación con ellos.” Ciertamente eso es cierto de muchas personas solitarias, especialmente de los ancianos y los enfermos.
“Las puertas cerradas enferman a la gente,” alegó otro artículo que salió en Politiken durante 1971. El médico de condado Vagn Christensen declaró: “Producen niños con cansancio crónico, tan desinteresados en su ambiente que se retarda su desarrollo. . . . Las puertas cerradas pueden producir una condición enfermiza en los adultos. Al instante que uno les quita la función, el propósito y la comunicación con la gente, quedan inválidos.”
Por lo tanto, en el transcurso de unos cuantos meses unas 50.000 personas en Dinamarca se hicieron miembros del movimiento de puerta en puerta para ayudar a las personas solitarias. Algunos afirmaron que el número de miembros se aproximaba a 75.000. Una proscripción contra el visitar los hogares sin invitación obraría directamente contra el propósito de esta campaña de puerta en puerta. Obraría contra comunidades más saludables.
Algunos quieren la proscripción
En el Brønshøj-Husum News del 23 de octubre de 1969, se dieron instrucciones en cuanto a cómo los residentes podrían usar las disposiciones reglamentarias de la policía de Copenhague a fin de poner trabas a los visitantes. Hizo notar que uno podría poner un letrero en la puerta que dijera: “¡PROHIBIDAS las visitas sin invitación!”
Sin embargo, algunos quisieran dar otro paso y hacer que el gobierno expida una ley específica que prohíba las visitas a los hogares. Alegan que esas visitas violan la paz de ellos y su derecho a la vida privada. Pero tocante a esto, el párrafo 263 del código penal de Dinamarca declara: “Se castiga con multa o encarcelación si se viola la paz ajena 1) abriendo una carta u obteniendo de otra manera un mensaje cerrado dirigido a otra persona o impidiendo la entrega de éste, 2) obteniendo acceso a los efectos personales ajenos sin bases razonables, 3) divulgando la vida doméstica, privada ajena, 4) divulgando otras partes de la vida privada ajena,” e ideas semejantes.
El propósito de esa ley es, entre otras cosas, el proteger a la gente de que se le espíe o que las cosas que pertenecen a su vida privada sean divulgadas. Realmente no tiene nada que ver con el hacer visitas a hogares sin invitación.
Otro aspecto más de ese código penal, párrafo 264, declara lo siguiente tocante a la paz doméstica de uno: “El que viola la paz doméstica entrando por la fuerza a una casa, habitación o barco ajeno u otro lugar no públicamente accesible, será castigado con multa o encarcelación. El mismo castigo aplicará al que rehúse abandonar la propiedad ajena cuando se le pida.”
Pero esto no hace que sea una violación el que alguien visite un hogar ajeno y toque su timbre sin invitación. Solo al rehusar irse viola uno la ley.
Dictamen del comité
Lo que ahora pone en primer plano a este asunto es la recomendación de un comité nombrado por el Ministerio de Justicia danés en 1968. En su dictamen publicado en 1970, los miembros del comité sugirieron que se prohibiera mediante una ley el que personas hicieran lo que llamaron “visitas personales sin invitación a los hogares privados.”
El dictamen se dirigió primariamente a prohibir las visitas de índole comercial, para proteger a los compradores de vendedores faltos de honradez. Pero si se formula esa ley de tal manera que haga imposible, por ejemplo, la idea del movimiento de puerta en puerta para ayudar a los solitarios, entonces la ley será mucho más amplia que su propósito declarado.
Además, la ley propuesta expresa una tendencia que debería ser causa de preocupación a las personas inteligentes. En realidad dice que el gobierno debe decidir a quiénes se les debe o no se les debe permitir el visitar la casa de uno. Pero, ¿es cierto que tantas personas no pueden tomar esta decisión? ¿No pueden, como adultos, decir sencillamente a los visitantes indeseables, “No”? Y, ¿no es cierto que esa ley arroja sospechas sobre todo el que visita una casa sin invitación?
El consejo de consumidores noruegos favorece “las ventas de puerta en puerta” debido a que en la mayor parte del país las casas están muy esparcidas. ¿No aplicaría la misma cosa en ciertos sectores de Dinamarca también? ¿Y qué hay de las ventas de revistas o libros? A muchas personas les parece mucho más fácil suscribirse a una revista, o comprar libros, como un juego de enciclopedia, en casa más bien que tener la incomodidad de tener que ir a la tienda o escribir a los publicadores.
Libertades vitales puestas en peligro
Si la ley prohíbe el hacer visitas personales a las puertas de la gente sin invitación, esto podría aplicarse contra muchas cosas que pondrían en peligro la libertad. Por ejemplo, se aplicaría contra el método de predicación que usaron Jesucristo y los cristianos del primer siglo.
Por lo tanto, se podría aplicar tal ley contra los testigos de Jehová del día actual. Pero no solo contra ellos. Se podría aplicar en contra de todas las obras religiosas y benéficas que usan ese método. Afectaría a los clérigos de la Iglesia Luterana Nacional de Dinamarca que visitan los hogares. Sí, esa ley afectaría duramente la libertad religiosa. Imitaría algunos de los peores rasgos del comunismo, nazismo y fascismo.
La ley propuesta también afectaría duramente la libertad de expresión. Por ejemplo, la constitución danesa declara: “Toda persona tiene el derecho de divulgar sus pensamientos por la página impresa o escrita y verbalmente, aunque se le considera responsable jurídicamente. No pueden iniciarse de ninguna manera censura y otras restricciones preventivas.”
Pero el simplemente tener el derecho de ser oído es en vano si se quita el medio para hacerlo. Y un medio es visitando a los hogares de la gente sin invitación. De modo que, la libertad de expresión incluye el derecho de toda la gente que no puede ser oída por radio, televisión o por medio de periódicos y que tiene que hacerse oír de otra manera, de puerta en puerta. No debe negarse la libertad de expresión a los que no tienen las grandes cantidades de dinero que se necesitan para usar esos métodos de comunicación.
Con el derecho de expresarse uno libremente viene el derecho de distribuir impresos. Si una persona quiere alcanzar un gran número de personas no puede circunscribir la distribución únicamente a las librerías. Además, quizás el dueño de una librería esté predispuesto e impida que se exhiban ciertas publicaciones. Y no toda la gente entra a las librerías.
También, puesto que el publicar ese material impreso cuesta dinero, el derecho a la libertad de expresión tiene que incluir el derecho de que al publicador le sean sufragados sus gastos. Si no se concede esto, entonces la libertad de prensa se circunscribiría a los acaudalados. Es por eso que en Suecia se ha expresado la idea de que una proscripción contra las visitas personales “probablemente estaría en pugna con el estatuto de la libertad de prensa, que es de carácter constitucional.”
Contra todo esto algunas personas arguyen que si alguien desea saber acerca de ciertas cosas puede tomar la iniciativa y abordar a los publicadores. Pero este argumento no es razonable. ¿Cómo pueden estar conscientes las personas de ciertos asuntos si éstos no se les traen a su atención? ¿Cómo sabrían a dónde dirigirse para que se les esclareciera el asunto si no se les pone al tanto de ello?
Además, la ley propuesta restringiría la libertad política. Todo el que ha tenido que ver con asuntos políticos, tales como el obtener firmantes para una petición, sabe que el enfoque personal es necesario. Solo con este método se puede dar una explicación, y usar cierta cantidad de persuasión.
¿Qué puede hacer el individuo?
La libertad cuesta. Eso puede incluir alguna incomodidad. También puede incluir el riesgo de ser defraudado por un vendedor falto de honradez. Las leyes que prohíben tal fraude son necesarias, pero no pueden prohibir todas las transacciones comerciales por el simple hecho de que se hacen a la puerta.
¿Prohibiría usted todas las transacciones comerciales en las tiendas y en los mercados solo porque algunos dueños de tiendas son faltos de honradez? ¿Por qué proscribir una forma de vender y no la otra? Es obvio que una ley contra una forma y no la otra es sumamente discriminatoria y se dirije contra el mismísimo fundamento de la libertad.
Es verdad que la libertad para visitar sin invitación significa que algunas visitas pueden acontecer en ocasiones inconvenientes e interrumpir lo que uno estaba haciendo. Pero, ¿no vale la pena pagar ese precio a fin de preservar las libertades básicas? ¿Es una cosa tan tremendamente difícil el abrir la puerta y decir al que llamó: “No me es conveniente,” o, “No estoy interesado en hablar con usted”? ¿Es eso un precio muy caro que pagar por la valiosa libertad de decidir por nosotros mismos a quién recibiremos o no recibiremos a nuestras puertas?
Piense acerca de esto la siguiente vez que alguien se acerque a su puerta sin invitación. Pregúntese si no es mejor aguantar un poco de incomodidad con buen humor más bien que vivir en un país dictatorial. Debemos regocijarnos si vivimos en un país que nos da el derecho de decidir qué visita aceptaremos, así como nos da el derecho de hacer nosotros mismos esa visita.