¿Ha enseñado a sus hijos a trabajar?
LA RESPUESTA de Sí o No a esta pregunta puede revelar mucho más acerca de su familia de lo que usted piensa. Como padres, su respuesta puede reflejar en gran medida las circunstancias y el ambiente bajo el cual ustedes fueron criados. También puede reflejar su actual actitud hacia la vida en general, y el interés que usted tiene en el futuro de sus hijos. Sí, su respuesta puede revelar cosas, no solamente acerca de sus hijos, sino también acerca de ustedes, sus padres.
Considere este asunto de su pasado. ¿Creció usted en una granja donde toda la familia tenía que trabajar duramente? ¿O fue criado usted en una ciudad donde parecía haber poco que hacer para la gente joven? ¿Tenían sus padres que trabajar arduamente para mantenerse? Y cuando usted era niño, ¿le hacían trabajar en quehaceres domésticos? ¿O tenía usted mucho tiempo a su disposición? Estas experiencias de su niñez pueden tener una profunda influencia sobre su actitud en cuanto a enseñar a sus hijos a trabajar.
Semejantemente, la actitud que usted haya cultivado hacia el trabajo durante su vida de adulto es un factor importante. Por ejemplo, si usted vive en un país que ha adoptado muchos dispositivos para ahorrar trabajo tanto en los negocios como en la industria, esto puede influir sobre su opinión del trabajo.
Hoy más que nunca antes se pone gran énfasis en más botones eléctricos, más computadoras, más automatización, con menos esfuerzo físico y mental. Además, la mayoría de la gente desea menos horas de trabajo y menos trabajo para tener más tiempo libre. Esta forma de vida más fácil hace que algunas personas desarrollen una aversión al trabajo hasta el punto de llegar a odiarlo. Si usted es víctima de esa manera de pensar, entonces por fuerza tendrá un punto de vista negativo en cuanto a enseñar a sus hijos a trabajar.
¿Y qué hay en cuanto al futuro de sus hijos?... algo en lo cual la mayoría de los padres se interesan. Si usted cree que un niño nunca debe de hacer ‘ni una pizca de trabajo,’ entonces tratará de escudar y proteger a su hijo de más que la mínima labor y responsabilidad. Por el contrario, si usted cree que un trabajo en el cual se puede supervisar a los niños es provechoso para ellos, buscará las maneras de ocupar el tiempo y la energía de ellos con una actividad productiva.
El Creador del hombre nos estimula a tener un punto de vista positivo hacia el trabajo, porque en su Palabra, la Biblia, él hizo que se escribiera lo siguiente: “He visto que no hay nada mejor que el que el hombre se regocije en sus obras, pues ésa es su porción.” (Ecl. 3:22) La juventud es el tiempo apropiado para comenzar a cultivar ese punto de vista.
¿Cuándo empezar?
Si sus padres trabajaron duro, es muy probable que le hayan dado un buen comienzo en la vida por medio de enseñarle a trabajar. Y si usted no ha desarrollado la filosofía del haragán en esta era de las máquinas, usted sin duda está convencido de que al niño debe enseñársele a trabajar por su propio bien. La pregunta es cuándo empezar.
Comience su programa de entrenamiento cuando el niño es muy pequeño. Cuando es pequeño, es dócil, dispuesto y está ansioso por aprender. Al llegar a la edad de tres años, debe haber aprendido a guardar sus juguetes después de jugar con ellos. Por lo menos para cuando haya llegado a la edad escolar, le debe haber enseñado a bañarse y vestirse, y a poner su habitación en orden.
Estas cosas quizás parezcan triviales, pero enseñan al niño a ser ordenado y digno de confianza... cualidades que son muy esenciales para tener éxito en empresas posteriores.
Así que sus hijos parten para la escuela. ¿Pero es eso todo lo que deberían hacer en su programa diario de trabajo? El dedicar seis horas a la escuela no extenúa por completo a los niños. Especialmente cuando se considera el énfasis que se le da hoy día a los recreos, períodos de juego, deportes y la manera indiferente en que se imparte instrucción y disciplina en las aulas.
En vista de esto, cuando sus hijos vuelven de la escuela sería muy provechoso el que con regularidad se les asignara algunas tareas. Es bueno hacer un horario de antemano para que cada niño sepa por adelantado qué es lo que se espera de él. Por supuesto, estos horarios no deben ser tan inflexibles que no se puedan hacer ajustes cuando surgen circunstancias imprevistas. Aun el aprender cómo hacer estos ajustes de último momento en el horario es en sí buen entrenamiento para el niño, porque esto es lo que él frecuentemente tendrá que hacer en su vida adulta, ¿verdad?
¿Qué enseñar?
Los trabajos asignados para después de la escuela, pueden incluir varios quehaceres domésticos. Por supuesto, esto depende de la clase de hogar en que uno viva, sea en una granja o en la ciudad, sea en una casa con jardín o en un pequeño apartamento sin responsabilidades más allá de la puerta de entrada.
Pero sin importar donde viva usted, hay muchas cosas que tienen que ver con el hogar que puede enseñar a sus hijos a hacer, y a hacerlas bien. Para mencionar solo unas pocas: pasar la aspiradora y fregar el piso, despolvar y encerar los muebles, lavar y planchar la ropa, limpiar la mesa y lavar los platos de la cena, y también sacar la basura.
Todas las niñas deben saber cocinar. Enséñeles primero las tareas elementales de preparar las patatas y las cebollas. Entonces enséñeles gradualmente a hacer ensaladas, preparar distintos platos con carne y hacer sabrosos postres. Además deben saber hornear. Aun madres que no sean muy buenas cocineras pueden, con la ayuda de un libro de cocina, enseñar a sus hijas a preparar buenas comidas.
Haga que sus hijas a una edad temprana aprendan a coser botones y zurcir los agujeros de las medias. A medida que crezcan, enséñeles a usar la máquina de coser por medio de remendar la ropa de trabajo, hacer delantales y hacer el dobladillo de las toallas. Cada niña de diez años de edad debe saber tejer y hacer ganchillo... artes que son muy prácticas para entrenar los ojos y los dedos.
¿Deberían asignarse estas tareas domésticas solo a las niñas de la familia? Los padres que tienen perspicacia aprecian la sabiduría de entrenar a sus hijos también a mantener la casa ordenada y limpia. Todos los hombres deben poder cocinar y coser cuando sea necesario, y pueden aprender los rudimentos de estas habilidades si éstas se incluyen en los horarios de trabajo durante su niñez. Ciertamente es una tontería decir que enseñar a los niños a cocinar y coser los hace afeminados. La ciencia de condimentar y la química del cocinar son campos de conocimiento atractivos a niños varoniles. El hombre Jesucristo no solo fue un buen carpintero; él también sabía cocinar, como lo da a entender la Biblia en Juan 21:9-12.
Por la misma razón, es sabiduría práctica enseñar a sus hijas al igual que a sus hijos, la manera de usar herramientas tales como el martillo, el serrucho y la brocha de pintar. En toda casa, tarde o temprano, hay que reparar algo.
Deje que sus hijos aprendan haciendo esos tan necesitados estantes en el guardarropa o en el sótano, y también que los pinten. A medida que desarrollen sus habilidades podrán diseñar muebles más finos. Déjeles forrar las sillas de la cocina y retapizar los muebles de la sala. ¡En vista de los precios de muebles y accesorios hoy día, usted es sabio si deja que sus hijos aprendan a construirlos y repararlos en el hogar!
También hay muchos trabajos al aire libre que los niños pueden hacer, especialmente si viven en una granja, donde nunca se acaba el trabajo. Las oportunidades del que vive en la ciudad pueden ser algo limitadas, pero en ellas a menudo hay jardines que limpiar, césped que regar y cortar, ventanas que lavar, casas y cercas que pintar, autos que lavar y lustrar, para solo mencionar algunas. Hasta el niño que vive en un apartamento puede encontrar esta clase de trabajo en el vecindario.
Si éste está disponible, deje que sus hijos tengan una porción de terreno para que cultiven su propio jardín. Déles la ayuda necesaria, pero deje que ellos lleven la responsabilidad. Esto significará que ellos tendrán que decidir lo que han de plantar, y entonces tendrán que regar y cultivarlo, luchar contra los insectos, pájaros y animales dañinos, si es que quieren obtener algún fruto de todo su trabajo. Si algunas cosechas no dan buenos resultados los primeros años, anímelos a aprender de sus errores y a continuar mejorando su habilidad y sus métodos.
¿Cómo enseñarles a trabajar?
Muchos padres quizás piensen que el enseñar a sus hijos a trabajar es un desafío casi insuperable. ¿Es usted uno de los que alzan las manos en actitud de “para qué sirve,” solo porque tiene que repetirle a su hijo las mismas cosas vez tras vez? ¿Tiene usted que insistir o rogar para que haga esto o aquéllo?
Se requiere arte para enseñar cualquier cosa, incluso la habilidad de trabajar. La paciencia, la comprensión, la bondad y el amor son absolutamente necesarios. No grite y amenace, y no ridiculice o menosprecie su ineficacia. Por supuesto, al principio serán torpes y chapuceros. Pero, con práctica de parte de ellos, e instrucciones útiles de parte suya, mejorarán. Es en estas primeras etapas del aprendizaje en las que usted como instructor necesita ejercer paciencia, tolerancia y control de sí mismo. Recuerde que usted también fue joven, torpe e inexperto, y que le llevó muchos años desarrollar eficacia y habilidad.
¿Ha observado usted alguna vez a un niño de cinco o seis años de edad, querer ansiosamente ayudar a su papá a lavar y lustrar el auto, no más para ser ahuyentado por el padre, tal vez con una irritada orden de “vete y no estorbes”? Después cuando ese mismo niño tiene doce o quince años de edad el mismo padre no puede entender por qué el niño se rebela cuando se le dice que lave y lustre el auto de la familia. Otro padre deja que su pequeño hijo lave los tapacubos y los parachoques, y a medida que crece le permite lavar las puertas y los guardafangos. ¿Cuál de los dos padres es usted?
Esto ilustra otra regla de la enseñanza: Siempre que sea posible, trabaje junto con sus hijos hasta que el trabajo quede terminado. De esta manera usted no solo les pone un buen ejemplo, sino que también puede vigilar personalmente el trabajo y dar sugerencias provechosas a la generación siguiente. Así que cuando la tarea permita que trabajen juntos, no les diga: ‘Ahí está el trabajo, háganlo,’ sino más bien, ‘Este es el trabajo, voy a ayudarles.’
Es bueno el que usted, como maestro de niños, inculque en ellos ahínco y entusiasmo por terminar un trabajo, y hacerlo bien. Para conseguir esto tiene que explicar el valor y la importancia de cada trabajo que se les da. Entonces comprenderán por qué es necesario hacerlo, y con el tiempo hasta llegarán a asumir la responsabilidad de ver que se haga.
¿Pero qué hay si el trabajo es difícil, monótono o aburrido? ¿Cómo puede lograrse que el niño se entusiasme con semejante trabajo? Bueno, algunos trabajos son así, y son un verdadero desafío al aguante y la persistencia de uno. Es necesario dar a comprender esto al niño desde el mismo principio. En vez de tratar de desarrollar un falso entusiasmo, deje que lo vea como un desafío. De esa manera el superarlo le dará la sensación de logro, de satisfacción.
Hay otros modos de ayudar a un niño a apreciar el hacer un trabajo que sea algo desagradable. Por ejemplo, al niño que se queja de tener que lavar los platos después de la cena, se le puede recordar que en vez de quejarse debía estar muy agradecido por haber tenido una cena. Hay millones de niños que viven al borde de la inanición, que estarían muy contentos de lavar los platos y no tener que acostarse con el estómago vacío. Pero, supongamos que su hijo diga que él quisiera cambiarse por uno de estos desafortunados. Si así es, deje que varias noches vaya a la cama sin cenar hasta que desarrolle aprecio por su privilegio de lavar los platos.
Digamos que el niño rehúsa hacer ciertos trabajos, como cortar el césped o lavar el auto, alegando que cansan y hacen doler los músculos. Es posible que esto sea cierto; es el resultado de la mayoría de los trabajos. Pero, ¿acaso el jugar un partido a la pelota o el nadar o el dar una caminata no lo cansan a uno y lo dejan con los músculos doloridos? Por eso, ¿cuál es la diferencia?
La diferencia consiste en la actitud mental o punto de vista. El primero lleva un marbete con el desagradable nombre de “trabajo”; lo último, tiene la agradable designación de “evento deportivo” o “recreación.” ¿Por qué no hacer un cambio de marbetes al trabajo? ¿Por qué no hacer del trabajo algo agradable en vez de una prueba penosa? Enséñeles cómo obtener un sentido de verdadera satisfacción y placer duradero por haber realizado una tarea. Enséñeles a estar orgullosos de su trabajo.
Recompensas y beneficios
Todos esperan alguna recompensa después de haber completado una tarea. Puede ser solo la satisfacción de haberla terminado. Pero también se aprecian las recompensas, aparte de la satisfacción personal. Es por esto que los padres que son atentos y considerados reconocen los logros de sus hijos. Puede ser un simple “gracias, querido” por las cosas pequeñas o puede ser una muestra muy especial de amor por el extraordinario esfuerzo realizado por sus hijos en su trabajo.
Esas recompensas complementarias sirven de incentivo futuro para efectuar el mismo trabajo u otro distinto la próxima vez. Además, es bíblico el premiar a los hijos con un “Bien hecho.”—1 Cor. 3:8; compare con Lucas 19:12-17.
Ustedes padres quizás consideren la enseñanza de sus hijos como una tarea más pesada que el hacer el trabajo por sí mismos, y es muy posible que esto sea cierto. Pero acepten esta responsabilidad de la enseñanza como su trabajo, su labor. Entonces cumplan con él bien, y tanto ustedes como sus hijos serán ricamente recompensados. Como dice el proverbio: “¿Has contemplado a un hombre hábil en su trabajo? Delante de reyes es donde él se apostará.”—Pro. 22:29.