Italia vota por el divorcio
Por el corresponsal de “¡Despertad!” en Italia
‘SABÍA que estaba lloviendo, pero no pensé que sería el diluvio.’ Ese fue el comentario del cardenal italiano Poletti después que millones de italianos asestaron una resonante derrota a la Iglesia Católica Romana. Votaron en contra de la Iglesia en conexión con la ley de divorcio de Italia.
Desde el 1 de diciembre de 1970 se ha permitido el divorcio por ley. En ese tiempo la Iglesia no pudo reunir suficiente apoyo dentro impedir que la ley fuera aprobada. De modo que la Iglesia hizo una campaña para un voto especial con el fin de que el pueblo italiano revocara la ley.
Por medio de apelar directamente al pueblo italiano, la Iglesia pensó que la ‘mayoría silenciosa’ de italianos sería leal a la Iglesia y votaría en contra del divorcio. Así es que la Iglesia se esforzó por obtener, y obtuvo, la cantidad de firmas requeridas (500.000) para que el gobierno autorizara la votación.
Esta votación especial (un referéndum) se celebró el 12 y 13 de mayo de 1974. Más de 32.000.000 de italianos fueron a las urnas. ¿Apoyó la mayoría de ellos a la Iglesia? ¡No! Al contrario, cerca del 60 por ciento de ellos —más de 19.000.000— votaron a favor de mantener la ley de divorcio! Aproximadamente 6.000.000 más de los que votaron para revocar la ley.
El resultado escandalizó y anonadó a las autoridades eclesiásticas. También fue desalentador para los funcionarios gubernamentales que habían apoyado la posición de la Iglesia.
Sin embargo el resultado del referéndum va más allá de una sencilla elección a favor o en contra del divorcio. El hecho de que una mayoría tan grande de italianos votaran en contra de la Iglesia implica mucho más. Muchos piensan que es un anticipo de las cosas por venir. ¿A qué se debe esto? Un breve examen de la relación entre el gobierno italiano y la Iglesia Católica Romana es útil para entender el porqué.
El Concordato
Antes de la ley de divorcio de 1970, los asuntos relacionados con el matrimonio se trataban en armonía con los términos del acuerdo firmado entre la Iglesia y el Estado en 1929. Este pacto (o Concordato) se hizo entre el gobierno de Mussolini y el Estado del Vaticano. Dio a la Iglesia muchas ventajas especiales a cambio de su apoyo a ese gobierno.
Bajo los términos del Concordato, el clero católico recibía ayuda financiera del Estado. En las escuelas públicas se debía enseñar la religión católica y ninguna otra. Y se eximió a la Iglesia de los impuestos. Esos privilegios especiales le dieron a la Iglesia un lugar dominante, lo cual le permitía ejercer gran influencia sobre el pueblo.
Concerniente al matrimonio, el Concordato apoyaba las opiniones de la Iglesia. Aunque el acuerdo permitía el reconocimiento de los casamientos civiles, le dio a la Iglesia Católica la prerrogativa única en cuanto a terminar los matrimonios. Y la posición de la Iglesia era que solo la muerte podía disolver un matrimonio. Esto pasaba por alto la posición que el mismo Jesucristo adoptó en este asunto. Él permitió el divorcio bajo ciertas circunstancias.—Mat. 19:9.
Sin embargo, había una “escapatoria” en la afirmación eclesiástica de que no podía haber divorcio. Esta permitía la “anulación” del matrimonio. En otras palabras, aunque no podía haber divorcio, la Iglesia podía asegurar que, por varias razones, se había ingresado al matrimonio bajo circunstancias que la Iglesia no aprobaba. Por lo tanto, se podía declarar al matrimonio como inexistente. Esto permitía a la persona cuyo matrimonio era “anulado” volver a casarse.
El costo de este procedimiento era elevado. Debido a esto, solo una pequeña cantidad de personas podían lograr que sus matrimonios fueran anulados. Por lo general eran actores del teatro y del cine, líderes políticos, industriales, y otras personas acaudaladas. Los pobres no podían costearlo, así es que no se preocupaban. A menudo los que dejaban a sus cónyuges sin obtener la anulación se ponían a vivir con alguna otra persona, en adulterio. Algunos cálculos dicen que aproximadamente 5 millones de personas vivían en esta condición de concubinato. Pero al hacer esto al padre le era imposible reconocer legalmente como suyos a los hijos nacidos de tal unión. Esto resultaba en la pérdida de ciertos beneficios.
Comprendiendo que había muchas irregularidades en relación con el matrimonio y el divorcio, con el transcurso de los años varios miembros del parlamento italiano trataron de que se aprobaran proyectos de ley que permitieran el divorcio. Pero jamás se aceptó alguno, hasta el 1 de diciembre de 1970. En esa fecha un proyecto de ley presentado por los diputados Fortuna y Baslini se convirtió en ley. Por fin, se permitía en Italia el divorcio si los cónyuges habían estado separados por lo menos por cinco años. Si una de las partes se oponía al divorcio, entonces después de seis o siete años de separación la otra parte podía solicitarlo. La ley contenía provisiones especiales para ayudar a los hijos y a la esposa.
El referéndum
La ley de 1970 no se aprobó sin oposición. Y esta oposición persistió. Provenía tanto de adentro del gobierno como de afuera... especialmente de la Iglesia Católica Romana. Esta oposición culminó cuando las fuerzas en contra del divorcio ganaron el derecho de que se celebrara un referéndum.
Muchos líderes políticos se opusieron al referéndum. Temían que resultaría en una crisis política debido a que quebrantaría el delicado equilibrio de alianzas de partidos que se había logrado después de arduos esfuerzos. Pero a pesar de este temor, las fuerzas en contra del divorcio prosiguieron en su empeño.
Un resultado fue que ciertamente se produjo una clara división entre los partidos políticos. El partido de la mayoría (los Demócratas Cristianos) favoreció la abolición de la ley del divorcio. Los otros partidos importantes (el Comunista y el Socialista) favorecieron el mantener la ley del divorcio.
Mientras esta polarización se llevaba a cabo en el campo político, ¿qué estaba sucediendo dentro de la Iglesia Católica Romana?
Actitud de la Iglesia
La posición oficial de la Iglesia se expresó en febrero por medio de la conferencia italiana de obispos. Llanamente declararon su apoyo a las fuerzas en contra del divorcio.
Los obispos enviaron la notificación de este punto de vista oficial a todos los sacerdotes para que ésta fuera leída en todas las iglesias locales. Una interpretación del punto de vista de ellos vino de monseñor Gaetano Bonicelli, quien declaró que “los católicos, o mejor aun los que profesan ser católicos, que voten por la continuidad de la ley de divorcio, no podrán considerarse a sí mismos como ‘católicos.’”
Sin embargo, dentro de la misma Iglesia pronto surgió la oposición. En algunas ciudades, tal como en Milán, hubo sacerdotes parroquiales que decidieron ni siquiera leer la notificación en sus iglesias. Otros sacerdotes hablaron abiertamente en contra de la opinión de la Iglesia. Cuarenta y cuatro sacerdotes venecianos, en un documento a los obispos y sacerdotes de su zona, expresaron su intención de votar en pro de mantener la ley del divorcio. Aun otros sacerdotes trataron de mitigar la opinión oficial por medio de declarar que el voto era un asunto de conciencia personal.
Muchos laicos católicos reaccionaron adversamente a las tácticas de la Iglesia. En Mantua un grupo de católicos salió de la Iglesia durante la celebración de la misa cuando el clérigo comenzó a leer la notificación de los obispos acerca del referéndum. En otras ciudades, hubo manifestaciones en contra de la posición de la Iglesia. Estos sucesos dentro de las filas de la Iglesia hicieron decir a una señora católica: “Este referéndum, más bien que separar a los católicos de los enemigos del catolicismo, está desgarrando, y quizás más allá de toda reparación, el mundo de la Iglesia. ¿Se dan cuenta de esto los que están patrocinando el referéndum?”
En su documento Mi Reino no es parte de este mundo, el abad benedictino Giovanni Battista Franzoni declaró que, contrario a la afirmación eclesiástica de que el matrimonio es indisoluble, de hecho la Iglesia había admitido el divorcio con su famoso “privilegio paulino.” Según esta práctica, un converso al catolicismo que ya estaba válidamente casado podría bajo ciertas circunstancias despedir a su cónyuge ‘no cristiano’ y volver a casarse en la Iglesia. Pero hasta la New Catholic Encyclopedia admite acerca de este “privilegio paulino”: “El término se basa en la suposición de que San Pablo concede este privilegio en 1 Cor. 7.12-15, pero en realidad es un privilegio que la Iglesia concede por medio de una interpretación más amplia del texto paulino que lo que éste en sí mismo concede.”
Así es que la posición de la Iglesia suscitó creciente oposición entre los católicos. Esto se reconoció en un artículo publicado el 25 de abril en el periódico del Vaticano L’Osservatore Romano. Este decía: “Los católicos instruidos y hasta los sacerdotes jóvenes, algunos no tan jóvenes, contradijeron y rechazaron abiertamente las instrucciones impartidas por el episcopado italiano.” La posibilidad de una guerra religiosa apareció en el horizonte, advirtió un sacerdote: “Si no tenemos cuidado, nos arriesgamos a encontrarnos en el centro de un tifón.”
Por supuesto, la oposición también abundó fuera de la Iglesia. El periódico socialista ¡Avanti! acusó a la Iglesia de “interferir onerosamente en los asuntos internos del Estado italiano.” Y, según se esperaba, L’Unita, un periódico comunista, llamó a la “movilización del clero” una “inadmisible interferencia en la esfera civil.”
Todos estos sucesos condujeron a los esperados días del 12 y 13 de mayo. Entonces se celebró el referéndum... y se descargó el golpe.
Aplastante derrota
Para el desaliento de la Iglesia, y otras fuerzas en contra del divorcio, el pueblo de Italia votó abrumadoramente a favor de continuar la ley de divorcio. El resultado fue una aplastante derrota para la Iglesia. El papa Paulo VI expresó el sentimiento general de los líderes de la Iglesia al decir del resultado del voto: “Esto nos asombra y nos causa dolor.”
La victoria hizo algo más. Abrió el camino para otros referéndums populares. Y los partidos a favor del divorcio de hecho están consiguiendo firmas para que el pueblo italiano se pueda expresar acerca de otras cuestiones. Una de éstas concierne al mismísimo Concordato entre la Iglesia y el Estado italiano y el estado legal privilegiado que éste le confiere al Vaticano.
La Iglesia había contado con el apoyo de la llamada ‘mayoría silenciosa’ de católicos. Pero esa ‘mayoría silenciosa’ resultó ser solo una minoría. Así es que, la Iglesia calculó muy mal el ánimo italiano. Por esto ha pagado un alto precio... una derrota humillante a manos del mismísimo pueblo que reclama como suyo propio. Y se ha abierto el camino para más dificultades en el futuro cercano.