Una interesante gira por el Vaticano
USTED está a punto de visitar una colina que en un tiempo estuvo asociada con adivinos. Aquí se dice que Numa Pompilio —el legendario segundo rey de Roma— les declaraba a los habitantes su vaticinia, supuestos pronunciamientos de sus deidades. En siglos posteriores, no muy lejos de este sitio los espectadores fueron testigos de las horribles muertes de los cristianos en el circo de Nerón.
Esos adivinos han desaparecido. Y también el populacho que se deleitaba en el salvaje espectáculo circense. Hoy la Colina del Vaticano es ocupada por el Estado más pequeño del mundo. Completamente rodeada por Roma casi totalmente amurallada, la Ciudad del Vaticano abarca solo unas 25 hectáreas y su población, que en su mayor parte no reside en ella, no llega a un millar. No obstante, el Vaticano domina las vidas de más de 577.600.000 católicos romanos por toda la Tierra.
El Tratado de Letrán de 1929 hizo provisión para el establecimiento de la Ciudad del Vaticano como un estado soberano separado que tiene al papa como su gobernante. Benito Mussolini firmó por el rey de Italia, Víctor Manuel III, y el cardenal Gasparri lo hizo por el papado.
Se ha dicho que un visitante puede andar por la Ciudad del Vaticano en unos ocho minutos, pero no podría contemplar todos sus tesoros de arte y del saber durante una vida. Puesto que el papa Paulo VI ha declarado a 1975 un “Año Santo,” sin duda millones de personas esperan visitar el Vaticano. Pero supongamos que nosotros lo hacemos ahora, y al hacerlo, nos detenemos lo suficiente para reflexionar en algunas de las características que un peregrino tímido pudiera perderse.
La plaza de San Pedro
Nos encaminamos hacia el oeste del río Tíber y entramos en el Vaticano entre los elevados brazos gemelos de la cuádruple columnata de 284 columnas 88 pilastras de Giovanni Bernini. Las cuatro filas de columnas forman una elipse que circunda la plaza de San Pedro. Arriba de la columnata hay 140 estatuas de “santos” y mártires.
Toda la plaza rodea un obelisco de granito rojo, ¡de más de 24 metros de altura y que pesa casi medio millón de kilos! ¿Cuál es su origen? Fue saqueado por Calígula de la antigua Heliópolis y erigido en el circo que completó Nerón. El obelisco muestra inscripciones dedicatorias a los emperadores romanos Augusto y Tiberio. A la sombra de este pilar egipcio, los cristianos encontraron una muerte prematura hace diecinueve siglos. ¿Entonces cómo llegó aquí a la plaza de San Pedro?
Fue mudado por mandato del papa Sixto V y fue erigido en el Vaticano el 14 de septiembre de 1586, un miércoles, día que Sixto siempre consideraba como “día de suerte.” Esta también era la Fiesta de la Exaltación de la Cruz. En vista de sus conexiones paganas, el papa trató de hacer exorcisar el espíritu pagano del monolito.
La basílica de San Pedro
Según la tradición católica, el apóstol Pedro sufrió martirio y fue enterrado en Roma. Por otra parte las Sagradas Escrituras no dicen ni literal ni implícitamente que el apóstol estuviera alguna vez en esa ciudad.a No obstante, alrededor de 325 E.C. el emperador romano Constantino empezó a construir una gran basílica sobre la supuesta tumba de Pedro.
En 1506 el papa Julio II decidió reedificar la basílica. Donato Bramante fue el primero de los muchos arquitectos de la iglesia, entre los que se encontró Miguel Ángel. Cuando fue finalmente dedicada por Urbano VIII en 1626, la basílica tenía la forma de una cruz latina. De unos 185 metros de largo, con un área total de más de 15.000 metros cuadrados, se calcula que el edificio puede acomodar unas 80.000 personas. Sí, es colosal... la iglesia más grande del mundo.
Elevándose más de 130 metros sobre el piso de la basílica (donde se cruzan el brazo largo y el corto de la estructura semejante a cruz) está el gran domo de mosaico y oropel. Tiene alrededor de 42 metros de diámetro. Dieciséis paneles separados representan a Jesucristo, su madre María, los apóstoles y los “santos.”
Debajo del enorme domo de la basílica está el altar mayor. Aquí solamente el papa (o un cardenal a quien él designa en su lugar) puede celebrar misa. Por encima del altar hay un baldaquín que ideó Bernini, empleando láminas de bronce que el papa Urbano VIII tomó del bien conservado Panteón de Roma, un templo pagano.
¿Por qué tal enorme y opulento edificio como la basílica de San Pedro? Arrojando alguna luz sobre esto, André Biéler escribió: “Maderno había de transformar el plan [original] de una cruz griega en una cruz latina, y Bernini había de completarla introduciéndole embellecimientos ostentosos y agrandando el plan con los dos inmensos brazos de la gran columnata. Estaban muy interesados en probar al mundo, a despecho de la Reforma, que Roma, la poderosa y magnífica cabeza de la cristiandad, una vez más resplandecía brillantemente. La basílica de San Pedro tenía que expresar ‘la grandiosidad, el poder, la fuerza, en una palabra la majestad de la Iglesia Católica’. Podemos hallar en la mismísima ejecución material de este santuario la continuidad esencial entre la ostentación romana y el protocolo ostentoso del paganismo.”—Architecture in Worship (La arquitectura en la adoración).
Sobresalientes obras de arte
Se encuentran numerosas obras de arte en la basílica. Por ejemplo, nos detenemos para contemplar la renombrada Piedad de Miguel Ángel, una escultura del cuerpo muerto de Jesús sobre las rodillas de su madre María. Originalmente serviría para adornar la tumba de un cardenal francés. Incidentalmente, después de oír a ciertos peregrinos adjudicar esta obra a Cristoforo Solari, de noche Miguel Ángel agregó una cinta en la que inscribió su propio nombre. Esta banda corre del hombro izquierdo de María a su cadera derecha, atrayendo indiscutiblemente la atención al escultor.
Dentro de una caja ornada de bronce hecha por Bernini hay una reliquia usada por los papas por siglos durante ceremonias especiales, y que ha sido venerada por mucho tiempo como la silla de “San” Pedro. Su frente tiene dieciocho paneles de marfil, que representan las doce obras del mitológico Hércules, así como seis monstruos que pueden ser signos del zodíaco. En realidad, Pedro nunca ocupó ese asiento. La prueba del carbono 14 señala al siglo IX E.C., unos 700 años después de la muerte de Pedro, como la fecha de su construcción. Sobre un listón de marfil hay un busto de Carlos el Calvo, emperador romano y rey de los francos occidentales. Probablemente este trono de roble fue traído a Roma para la coronación de Carlos por el papa Juan VIII, en diciembre de 875 E.C. Sin embargo, varios años después que el Vaticano reconoció su origen (en noviembre de 1969), este sillón medieval aún ocupaba un lugar honorable en la basílica de San Pedro.
Su interés es atraído ahora por una estatua de bronce de “San” Pedro, sentado en un trono, con un halo sobre su cabeza y el pie derecho extendido. En 1857 Pío IX concedió una indulgencia de cincuenta días al que besara el dedo gordo de ese pie sin vida. Muchos peregrinos lo besan, luego hacen la señal de la cruz. Los dedos del pie izquierdo no besado están bien definidos. Pero los del pie derecho están gastados, aparentemente por los besos y caricias de los miles de reverentes. En el día de fiesta de Pedro esta estatua es adornada con mitra y vestidura papal llena de piedras preciosas. Lo que vemos nos hace recordar el salmo inspirado que habla de los ídolos silentes, ciegos y sordos, que “tienen manos y no palpan, tienen pies y no caminan.”—Sal. 115:4-8 Biblia de Jerusalén.
Según la tradición, esta estatua fue forjada en el siglo cuarto o quinto E.C., aunque también ha sido adjudicada al siglo trece. Sin embargo, otros la consideran de un modo diferente. Por ejemplo, concerniente a esto, Practical Guide to the Principal Sights of Rome (Guía práctica a los sitios interesantes de Roma) de R. C. Wyndham declara: “La estatua fue originalmente la de Júpiter en el Templo de Júpiter Capitolino, pero fue convertida a un propósito más santo por el papa.”
Más importante que el incierto origen de esta estatua es la reverencia que se le da. ¿Aprobaría Pedro esa veneración? Cuando el centurión italiano Cornelio cayó prostrado a los pies de este humilde apóstol, Pedro no adelantó ningún pie para ser besado o acariciado. ¡Ciertamente que no! Las Escrituras nos dicen: “Pedro le levantó diciéndole: ‘Levántate, que también yo soy un hombre.’”—Hech. 10:25, 26, BJ.
La capilla Sixtina
Nuestra gira nos lleva a la capilla Sixtina, llamada así en honor al papa Sixto IV. Edificada entre 1475 y 1481 por su mandato, esta estructura tiene 40 metros de largo por 13,70 de ancho, con una altura de más de 20 metros. En realidad la capilla papal privada, ha sido escena de varias ceremonias y asambleas para elegir papas.
La capilla Sixtina ya contenía obras de otros artistas en 1508, cuando Julio II comisionó a Miguel Ángel para que aplicara sus habilidades artísticas al cielo raso. Al terminarse, los frescos resultantes contenían 343 figuras. En su mayor parte las escenas representan la creación, la caída del hombre y el Diluvio. Pero las pinturas también incluyen antepasados de Cristo, así como profetas bíblicos y profetisas paganas, o sibilas.
¿Sibilas? Sí, y entre ellas la sibila de Delfos. Según Orígenes, se decía que el “espíritu profético de Apolo entraba en sus partes pudendas,” después de lo cual pronunciaba oráculos en un estado de locura. Estaba bajo la influencia demoníaca. (Compare con Hechos 16:16-18.) Guide to the Vatican, (Guía al Vaticano de 1973) dice: “Miguel Ángel quiso pintar el viejo mundo hebreo y pagano mientras esperaba al Mesías.” Sin embargo, lo cierto es que Dios no envió ningún mensaje a profetisas paganas. Además, ¿no es extraño que fueran representadas junto con profetas bíblicos, en vista de que había profetisas de Dios esperando al Mesías, mujeres como Míriam, Débora, Hulda y Ana?—Éxo. 15:20, 21; Jue. 4:4-7; 2 Rey. 22:14-20; Luc. 2:36-38.
Años después (1534-1541), Miguel Ángel pintó el “Juicio final” en la pared detrás del altar en la capilla Sixtina. En este fresco se muestra a los muertos convocados a juicio por un airado Jesucristo, que condena a muchos a un infierno de tormento. ¡La obra de arte, sin embargo, está en conflicto directo con la Biblia, que muestra que el infierno es la sepultura común de la humanidad, donde los muertos no están conscientes de nada y no pueden experimentar ningún dolor! ¡Y la idea de que Jesús será un juez cruel, airado no viene de las páginas de la Biblia! (Ecl. 9:5, 10; Isa. 11:1-5) Sin embargo, se informa que al ver el “Juicio final,” el papa Paulo III, que tenía dos amantes y era padre de cuatro hijos ilegítimos antes de entrar al sacerdocio, cayó sobre sus rodillas y rogó: “Señor, no tengas en cuenta mis pecados cuando Tú vengas en el Día de Juicio.”
En esta época en que la pornografía está tan desenfrenada, con todos sus efectos hediondos en las personas, no podemos pasar totalmente por alto la desnudez de muchos individuos pintados en el cielo raso de la capilla Sixtina. En un tiempo los desnudos que aparecían originalmente en el “Juicio final” levantaron tantas quejas que, después, por mandato papal la desnudez de ciertas figuras fue cubierta.
Jardines, museos y una notable biblioteca
El Vaticano es también un lugar de hermosos jardines, varios museos y galerías dignas de atención. En el Museo Pío Clementino, un altar que presenta bajorrelieves muestra la Victoria que lleva un escudo con la inscripción: “El Senado y pueblo de Roma han dedicado este altar al emperador Augusto, hijo del deificado César, en su capacidad de Sumo Pontífice.” Este título (que significa literalmente “El más Grande Hacedor de Puentes”), que en un tiempo usaba el cabeza del sacerdocio pagano de Roma y después usaron sus emperadores, fue rechazado por el emperador Graciano como indigno de un cristiano. No obstante, el papa Damaso I del siglo IV gustosamente lo asumió y sigue como título papal hasta el día de hoy.
Un tesoro valioso de manuscritos y libros... eso es la biblioteca del Vaticano. Además de alrededor de 1.000.000 de libros impresos, es el depósito de más de 90.000 manuscritos. Entre éstos está el Manuscrito Vaticano Núm. 1209, un valioso códice bíblico griego del siglo IV E.C.
¿“No tengo plata ni oro”?
Como visitante del Vaticano, bien puede que uno se impresione por los costosos edificios, artículos religiosos incrustados en joyas, renombradas obras de arte y así por el estilo. El papado ha recibido muchas donaciones sinceras, pero ésa no es toda la historia. Concerniente a la extremadamente costosa basílica de San Pedro, se ha dicho: “El diseño ganador de Donato Bramante hizo surgir oposición tormentosa... así como lo hicieron los impuestos que Julio [II] y papas posteriores exigieron para solventar la obra.” (Great Ages of Man, Renaissance [Grandes edades del hombre: El Renacimiento], por John R. Hale y Los Editores de los Libros Time—Life) La recolección de fondos para la construcción de la basílica, llevada a cabo en Alemania por medio de la venta de indulgencias por parte del monje dominico Johann Tetzel, fue una causa de la Reforma encabezada por Lutero.
La Iglesia Católica Romana alega haber sido fundada sobre Pedro, un humilde pescador y apóstol de Jesucristo. Pero muchas personas no pueden reconciliar tan grande riqueza con las palabras de Pedro a un hombre cojo que buscaba algunos dones materiales: “No tengo plata ni oro; pero lo que tengo, te doy: en nombre de Jesucristo Nazareno, ponte a andar.” Y el hombre caminó. Sí, Pedro puso énfasis en el elemento humano, y en los valores espirituales, pero una gira por el Vaticano revela un énfasis en las cosas materiales.—Hech. 3:1-26, BJ.
[Nota]