‘No siga a la muchedumbre para efectuar fines malos’
LAS manifestaciones públicas y las protestas en conjunto están a la orden del día, particularmente en las naciones que componen la llamada “cristiandad.” Muchas personas que normalmente son ciudadanos callados, que no son dogmáticas, y hasta los clérigos han estado promoviendo y participando en estas formas de protesta... presión por la fuerza de grupo.
No hay duda de que hay injusticias y de que un gran porcentaje de estas acciones en conjunto presentan algunas quejas válidas. A menudo los participantes piensan que éste es el único modo de lograr que se les preste atención.
Pero, ¿es prudente el que una persona participe en esas manifestaciones públicas? Muchas de éstas han comenzado muy pacíficamente. Pero han terminado en violencia o en una revuelta. ¿Por qué?
Hay una “psicología de muchedumbre” que le infunde a la gente un sentimiento de anonimidad. Debido a que la identidad de ellas no se destaca tan claramente entre una muchedumbre, las personas sienten que pueden hacer lo que quizás ordinariamente jamás hubieran pensado en hacer. Pero el que participa en las acciones de una muchedumbre participa de la culpa de cualquier cosa que haga la muchedumbre, o los individuos en ella.
El temor a la muchedumbre ha hecho que los funcionarios y los jueces también pasen por alto la ley y sus propias conciencias. Para evitar que esto ocurriera en el antiguo Israel, la ley de Dios tal como está registrada ahora en la Biblia, decía: “No debes seguir tras la muchedumbre para efectuar fines malos; y no debes testificar acerca de una controversia para desviarte con la muchedumbre a fin de pervertir la justicia.”—Éxo. 23:2.
Este mandamiento fue dirigido principalmente a los jueces y a los testigos en casos judiciales, los cuales podrían ser seducidos por la muchedumbre a dar un juicio pervertido o dar un testimonio falso. De igual modo, aplicaba a los que conspirarían juntos para presionar a los jueces o a los hombres en puestos administrativos.
Consecuencias de seguir a la muchedumbre
El más notorio caso de ‘seguir a la muchedumbre en pos de fines malos’ fue el que tuvo lugar en el juicio de Jesucristo. Los principales sacerdotes incitaron a una muchedumbre y alentaron un ardiente espíritu de odio entre el pueblo hacia Jesús. Así es que, ante el Tribunal Supremo judío, muchos estuvieron prontos a testificar falsamente para pervertir la justicia. Finalmente, Cristo fue conducido ante Pilato, quien presidió como juez con poder de vida y muerte.—Mat. 26:47, 59-61.
Pilato quería liberar a Jesús, pero la muchedumbre clamó por su muerte. (Juan 18:29-32, 38-40) Aunque los judíos en general odiaban al gobierno romano, la “psicología” de la muchedumbre hizo que fuera popular el vitorear a César como rey y clamar por la sangre de Cristo. (Juan 19:12-16) Pilato debería haberse puesto a favor de la justicia, pero debido al temor, siguió a la muchedumbre. Pero el asunto no se podía desechar u olvidar a la ligera. Todos los implicados tendrían que rendir cuentas por su culpa de derramamiento de sangre. Tan solo cincuenta y dos días más tarde, debido a la culpa nacional, muchos “se sintieron heridos en el corazón” cuando el apóstol Pedro les dijo: “Sepa con certeza toda la casa de Israel que Dios lo hizo Señor y también Cristo, a este Jesús a quien ustedes fijaron en un madero.” (Hech. 2:36, 37) ¡El peso del homicidio descansaba sobre la muchedumbre, colectiva e individualmente!
En cuanto al cobarde Pilato, más tarde fue removido de su puesto como gobernador romano y murió en el exilio. Jerusalén pagó por su culpabilidad de sangre cuando su anterior “amistad” con César demostró ser falsa, terminando en una lucha y la destrucción final de Jerusalén por los ejércitos romanos en 70 E.C.
¿Hay algún otro remedio eficaz?
Sin embargo, hay algunas situaciones completamente diferentes, como cuando un grupo sufre injusticias. ¿Cómo, entonces, pueden sus miembros lograr que se les preste atención sin recurrir a la presión de grupo? ¿Qué otro remedio hay?
En cuanto al dilema de un individuo, o de un grupo, en muchos lugares del mundo hay remedios legales que se pueden usar. Pero, ¿qué hay si los remedios legales normales no dan resultados? Tal vez los políticos no se sientan impulsados a hacer los cambios deseados y los jueces quizás no administren justicia debido a la codicia o cobardía. Entonces un grupo minoritario no recibirá lo que considera ser justo e imparcial.
Bueno, quizás el razonamiento humano considere que es mejor usar la presión de grupo. Debido a esa presión un juez o magistrado quizás crea que es conveniente seguir a la muchedumbre. Pero esas tácticas solo tienden al desmoronamiento de la ley, cometiendo por lo general una injusticia a otro sector de la sociedad.
De hecho, en la actualidad no hay perspectiva de obtener justicia total y completa en este sistema de cosas, tal como ha sucedido a través de toda la historia. ¿Cuándo han estado completamente felices los grupos minoritarios? A pesar de las protestas en grupo y de las insurrecciones, continúa el mismo viejo sistema, con sus opresiones e injusticias. Eso se debe a que el mundo fundamentalmente es inicuo, corrupto, y no de Dios. (1 Juan 5:19; Gál. 1:4) Actualmente cuando las quejas, las manifestaciones, las protestas, las huelgas, los alborotos y la violencia están en su apogeo, es hora de que Dios intervenga para enderezar los asuntos. Esto él lo ha prometido, y pronto lo cumplirá. Mientras tanto, ¿qué puede hacer la gente que está interesada en la verdadera justicia y rectitud?
Dios les dice a las personas honradas y sinceras: “Si es posible, en cuanto dependa de ustedes, sean pacíficos con todos los hombres.” (Rom. 12:18) Su mandato a los cristianos es: “Toda alma esté en sujeción a las autoridades superiores.” (Rom. 13:1) Si las autoridades existentes usan mal su poder, no es la obligación del cristiano el tratar de derrocarlas. Tampoco incumbe a los cristianos el apoyar, promover o participar en manifestaciones, protestas en grupo o huelgas.
Al adoptar este derrotero los cristianos no están actuando neciamente. Sencillamente no se desilusionan por medio de tratar lo que solo Dios puede hacer y hará. Se apegan al mandamiento de la Biblia: “Guarda silencio delante de Jehová y espéralo con anhelo. No te muestres acalorado a causa de ninguno que esté logrando éxito en su camino, a causa del hombre que esté llevando a cabo sus ideas. Depón la cólera y deja la furia; no te muestres acalorado solo para hacer mal. Porque los malhechores mismos serán cortados, pero lo que esperan en Jehová son los que poseerán la tierra.”—Sal. 37:7-9.
No es un asunto de esperar toda una vida, o —ahora— ni siquiera muchos largos años. Actualmente vemos que muchos practican la injusticia... por toda la Tierra. Esto es un precursor seguro de la acción por parte de Dios, tal como lo experimentó el mismo rey David: “He visto al inicuo hecho tirano y extendiéndose cual árbol frondoso en el terreno nativo. Y sin embargo él procedió a pasar, y allí no estaba; y seguí buscándolo, y no fue hallado.” (Sal. 37:35, 36) Así es que, en vez de usar las tácticas mundanas, espere en Dios.
Si aprendemos acerca de los propósitos, caminos y requisitos de Dios, estaremos protegidos de incurrir en el error de seguir la muchedumbre, lo cual resulta, no en alabanza de Dios, sino meramente en sumarse a los disturbios y a las dificultades en los críticos “últimos días” de este sistema de cosas.—2 Tim. 3:1-5.