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  • Una cuestión más profunda
  • “Punto vital del cristianismo”
  • Iglesia y conciencia
  • Las conciencias se enfrentan a la Iglesia
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El papa Pío XII y los nazis... un nuevo punto de vista

¿HIZO lo correcto al no hablar claro? La controversia sobre el silencio de Pío XII en cuanto a las atrocidades nazis durante la II Guerra Mundial ha rabiado intermitentemente durante tres décadas. Los críticos dicen que una protesta papal a los nazis podría haber salvado millones de vidas. Pero el papa actual, Paulo VI, insiste en que “una actitud de protesta y condenación no solo hubiera sido fútil sino nociva.”

¿Pero, por qué volver a considerar el asunto? ¿No sería desenterrar una cuestión muerta? No. El Vaticano mismo la está manteniendo viva. Los funcionarios hasta han desechado su política de aplazar cincuenta años la publicación de documentos en sus archivos. Se dan cuenta de que, a menos que la gente entienda, los críticos tienen un argumento poderosísimo para ilustrar el fracaso moral de la Iglesia.

Muchos miembros sinceros de la Iglesia quieren saber la respuesta. Saben que hasta el papa Paulo VI estuvo muy implicado en los asuntos de ese entonces como auxiliar íntimo de Pío. Así es que desde 1965 un comité jesuita ha estado publicando documentos seleccionados de los archivos del Vaticano. El último titulado “The Holy See and the War Victims,” salió en abril de 1974. ¿Suministra algún discernimiento nuevo?

Una cuestión más profunda

Informes de noticias ponen a la vista del público evidencias documentales de que el Vaticano había recibido mucha información acerca de las atrocidades nazis desde fecha muy temprana. Pero mucho más significativo es otro artículo poco notado. Muestra que uno de los auxiliares de confianza de Pío XII hizo surgir un asunto que examina el asunto más a fondo que la pregunta de por qué no habló claro el papa contra los nazis. Se informa que el “monseñor” Domenico Tardini (quien después fue cardenal) preguntó con exasperación:

“El que la Santa Sede no pueda hacer que Hitler se comporte bien, todo el mundo lo entiende. Pero el que no pueda hacer que un sacerdote se controle... ¿quién puede entenderlo?”

El debate superficial sobre cuánto bien hubiera hecho la voz de Pío XII no ha hecho más que oscurecer esta cuestión mucho más fundamental. Los cristianos honrados están obligados a enfrentarse a la pregunta: En primer lugar, ¿cómo se hubieran podido siquiera cometer las atrocidades nazis si no hubiera sido por la cooperación de la gente y de sus líderes espirituales? El noventa y cinco por ciento de los alemanes de ese entonces eran católicos o protestantes. Casi 32 millones, más del 40 por ciento, eran católicos, así como lo era casi toda la población de los aliados europeos de Alemania, a saber Austria e Italia. Aun entre los miembros de la temida SS, casi la cuarta parte todavía era católica en 1939, a pesar de las presiones de los líderes de la SS para que renunciaran.1

Pío XII mismo pone al descubierto esta mismísima cuestión en una carta privada, recientemente publicada, dirigida al sacerdote que provocó la exasperación del “monseñor” Tardini. Como presidente, el sacerdote Jozef Tisoa gobernó el protectorado nazi de Eslovaquia durante toda la guerra (1939-1945). Pío le escribió al “monseñor” Tiso que él había esperado que el gobierno eslovaco y la gente, “casi totalmente católica, nunca procedería a remover violentamente a personas pertenecientes a la raza judía,” y el hecho de que “medidas de esa índole sean llevadas a cabo entre un pueblo de grandes tradiciones católicas, por parte de un gobierno que declara ser el seguidor y custodio de ellas,” lo angustió enormemente.—7 de abril de 1943.2

Pero, ¿cómo podía siquiera ser considerada cualquier forma de cooperación con el programa de exterminio nazi por un pueblo del cual el papa mismo dijo que era ‘casi totalmente católico y de grandes tradiciones católicas? ¡Ciertamente las enseñanzas morales de la Iglesia harían inconcebible que el “monseñor” Tiso y su rebaño tuvieran cualquier participación en el genocidio! La historia nos muestra si así fue o no. Los miembros de corazón honrado de las iglesias ciertamente desean una explicación tanto de esa conducta como de la de otras naciones llamadas “cristianas” que estuvieron relacionadas con los nazis.

El propio cardenal del Vaticano Eugène Tisserantb da una razón con el candor y la franqueza de una carta privadac a un amigo. Después de la caída de Francia en 1940, le escribió al cardenal Suhard de París quejándose de que “la ideología fascista y el hitlerismo han transformado la conciencia de los jóvenes, y los que tienen menos de treinta y cinco años de edad están dispuestos a cometer cualquier crimen que sus líderes les ordenen.” Pero, ¿cómo podrían ser “transformadas” tan fácilmente esas conciencias entrenadas por la Iglesia? Después de todo, ¡Hitler solo había estado trabajando en ellas durante siete años, mientras que la Iglesia había estado entrenando a su rebaño desde hacía más de mil años!

“Punto vital del cristianismo”

Sin duda el papa Pío podía hacer algo ante esta intromisión nazi en el territorio tradicional de la Iglesia... ¡la conciencia humana! Pero el cardenal Tisserant se lamenta:

“Desde principios de noviembre [1939], le he pedido persistentemente a la Santa Sede que emita una encíclica sobre los deberes del individuo para obedecer los dictados de la conciencia, porque este es el punto vital del cristianismo.” (Bastardillas nuestras)

No obstante, la historia no revela ninguna declaración papal durante la guerra sobre este “punto vital del cristianismo.” En realidad, Tisserant pasó a hacer la melancólica predicción: “Temo que la historia pueda tener razones para reprocharle a la Santa Sede el haber ido en pos de una política de conveniencia propia y muy poco más. Esto es algo extremadamente triste.”3

Sin duda la “política” de cuidado diplomático del papa al tratar con los nazis, sí aseguró la “conveniencia” para la supervivencia del Vaticano y la Iglesia. Pío mismo aconsejó a los obispos alemanes que “el peligro de represalias y presiones,” o cosas peores, exigía “restricciones” o “limitaciones” en sus anuncios oficiales “para evitar males mayores. Este es uno de los motivos,” escribió, “de las limitaciones” que puso en sus propias declaraciones.—30 de abril de 1943.4

Esta explicación nos ayuda a entender por qué Pío se haya comportado tan cautamente. Pero deja sin explicar esto: ¿A qué se debe que los ministros, los sacerdotes y sus rebaños estuvieran listos a presenciar, cooperar, o hasta cometer las atrocidades nazis... casi hasta la última persona? ¿Qué les había sucedido a sus conciencias?

Iglesia y conciencia

La respuesta tiene que estar en el entrenamiento que recibieron esas conciencias. ¿Cómo había de entender, por ejemplo, un católico leal la propia carta pastoral de Pío XII del 8 de diciembre de 1939, Asperis Commoti Anxietatibus, dirigida a los capellanes de los diversos ejércitos de las naciones en guerra, de los cuales más de 500 servían en el ejército de Hitler? Instó a los capellanes de ambos bandos a confiar en sus respectivos obispos militares, considerando la guerra como una manifestación de la voluntad de un Padre celestial que siempre vuelve el mal en bien, y, “como luchadores bajo las banderas de su país, a luchar también por la Iglesia.”5 (Bastardillas nuestras)

Esta confusa contradicción se vuelve a mostrar en las cartas del papa a los obispos de ambos bandos. En una carta del 6 de agosto de 1940 a los obispos alemanes, Pío expresó su admiración por los católicos que “leales hasta la muerte dan prueba de su buena voluntad en compartir los sacrificios y sufrimientos de los otros Volksgenossen (compañeros alemanes).”6 Sin embargo, ¡solo nueve meses antes, el papa había dirigido un mensaje similar a los obispos franceses, aconsejándoles que tenían el derecho de apoyar todas las medidas para defender a su país contra estos mismísimos católicos alemanes “leales”!7 Los metropolitanos eclesiásticos de Italia recibieron igual consejo precisamente antes que Italia se uniera a la guerra contra los Aliados.8

Por lo tanto, cuando el cabeza de la Iglesia sí habló sobre asuntos que afectaban la conciencia, tal como hicieron casi todos sus clérigos, alabó la conciencia de los que “lealmente” servían en las fuerzas militares de cualquier bandera. De hecho, cuando el corresponsal en Berlín para el periódico oficial del Vaticano L’Osservatore Romano le preguntó una vez a Pío XII si protestaría contra el exterminio de los judíos, el papa le dijo que “no podía olvidar que millones de católicos servían en los ejércitos alemanes. ¿Debería ponerlos en conflicto de conciencia?”9

¿Eran menos responsables los eclesiásticos protestantes? Bueno, note lo que el Concilio Eclesiástico de la Iglesia Evangélica (luterana) Alemana, el más grande cuerpo protestante, le telegrafió personalmente a Hitler el 30 de junio de 1941:

“Que Dios Todopoderoso le ayude a usted y a nuestra nación contra el doble enemigo [Gran Bretaña y Rusia]. La victoria será nuestra, y obtenerla debe ser el punto principal de nuestras aspiraciones y acciones. . . . en todas sus oraciones la [Iglesia] está con usted y con nuestros soldados sin par que ahora están a punto de eliminar la raíz de esta pestilencia con golpes violentos.”10

Con esta clase de dirección de parte de sus “pastores,” ¿qué otra cosa podía hacer la grey? Lo que en realidad hicieron habla por sí mismo, ¿no es así?

¿Fue correcta la baja opinión que Hitler tenía de las iglesias allá en 1933? Se jactó desdeñosamente de que “los párrocos . . . traicionarán a su Dios por nosotros. Traicionarán cualquier cosa en favor de sus miserables empleítos e ingresos. . . . ¿Por qué deberíamos pelear? Aguantarán cualquier cosa con el fin de conservar sus ventajas materiales.”11 (El gobierno de Hitler siguió dando grandes subsidios estatales para las principales iglesias durante toda la guerra.)12

Para comprender la realidad de lo que Hitler estaba diciendo de las iglesias, lo único que uno tiene que hacer es preguntarse: “Si yo hubiera sido un miembro de iglesia sincero en Alemania, Austria o Italia durante ese período, ¿qué me hubiesen aconsejado mis guías espirituales... y qué hubiera hecho yo?” Suponga que uno dijera: “Yo no hubiese servido a Hitler.” ¿A qué se hubiera enfrentado, no de parte de los nazis, sino de parte de sus propios guías espirituales?

Las conciencias se enfrentan a la Iglesia

A pesar de mucha investigación el erudito y educador católico Gordon Zahn pudo hallar evidencias documentadas de solo uno entre 32 millones de católicos alemanes que rehusaron por razones de conciencia servir en los ejércitos de Hitler. Aparte de los eclesiásticos perseguidos por oposición política a los nazis, halló un total de siete personas entre Alemania y la Austria católica que rehusaron por razones de conciencia formular el juramento militar.13 Es probable que el lector se pregunte por qué hubo tan pocos.

Zahn contesta que sus extensas entrevistas con las personas que conocían a estos hombres produjo la “categórica seguridad expresada por casi todo informador de que cualquier católico que rehusaba efectuar servicio militar no hubiera recibido ayuda de ninguna clase de parte de sus guías espirituales.” Irónicamente, los pocos que se atrevieron a rehusar y se atuvieron a ello en realidad fueron un bochorno para sus “guías espirituales.”

Por ejemplo, al pedir clemencia al tribunal nazi para un sacerdote que rehusó, el arzobispo Konrad Gröber de Friburgo escribió que el sacerdote era “un idealista que cada vez se aparta más de la realidad. . . . que quería ayudar a sus Volk y Vaterland [a su pueblo y su patria] pero que obraba con premisas equivocadas.”14 Los capellanes de las prisiones negaban a otros la comunión por violar sus “deberes cristianos” de aceptar el juramento militar nazi.15

El caso documentado de un campesino austriaco, Franz Jägerstätter, ilustra lo que realmente le sucedió a un miembro de iglesia al enfrentarse a sus guías espirituales. Jägerstätter fue finalmente encarcelado por su posición, en Linz, Austria, y posteriormente decapitado. El capellán católico de la prisión escribe que él “había tratado de aclararle que tenía que tener presente su propio bienestar y el de su familia aun al seguir sus ideales y principios personales”... tal como argumentó el sacerdote de la aldea de Jägerstätter mucho antes de que éste fuera encarcelado. “Parecía haber llegado a entender mi punto,” dice el capellán, “y prometió seguir mi recomendación y hacer el juramento [nazi militar].”16

¿Vino este consejo de parte de un nazi? No... ¡vino de parte de un sacerdote que mantuvo su buena reputación mucho después de la guerra! Pero esa no fue la única presión de parte de los guías espirituales. El obispo Fliesser de la misma diócesis de Linz revela que él, también, había “conocido personalmente a Jägerstätter,” y que “en vano” argumentó que Jägerstätter no era responsable “por las acciones de las autoridades civiles [nazis].” El obispo manifestó que el de él fue “un caso completamente excepcional, algo que debía de asombrar en vez de ser imitado.” El obispo Fliesser le estaba escribiendo a un sacerdote después de la guerra explicando por qué se había rehusado a permitir la publicación de la historia de Jägerstätter en el periódico de la diócesis de Linz. La historia podría “crear confusión y perturbar las conciencias,” dijo él.

Así consideró el obispo Fliesser a un hombre que siguió el dictado de su conciencia como “un caso excepcional”... algo que no debía imitarse. “Considero que los mayores héroes son esos ejemplares jóvenes católicos, seminaristas, sacerdotes y cabezas de familias que lucharon y murieron en el cumplimiento heroico del deber,” continuó. Hasta el apoderado designado por la corte nazi, Feldmann, usó este argumento en un esfuerzo para hacer que Jägerstätter transigiera, haciendo notar los millones de católicos, incluso clérigos, empeñados en la lucha con una conciencia “limpia.” Finalmente, recuerda Feldmann, que lo desafió a citar un solo ejemplo en el cual un obispo desanimara de modo alguno el servicio militar nazi.17 No conocía ninguno. ¿Lo conoce usted?

Luego, volviendo al artículo rechazado, intitulado “Consistencia Heroica,” el obispo Fliesser habló injuriosamente de los “Bibelforschers [testigos de Jehová] y también de los adventistas quienes, en su ‘consistencia,’ preferían morir en campos de concentración antes que portar armas.” Dijo que estaban influenciados por una “conciencia errónea,” y que “para la enseñanza de los hombres, los mejores modelos” son los “héroes” que lucharon impulsados por una “conciencia limpia y correcta.”18

Por lo tanto, aun después de la guerra, un obispo austriaco que todavía goza de buena reputación veía como “correcta” la conciencia de los miembros de iglesias que permitieron que se les juntara a los ejércitos nazis para matar a sus compañeros miembros de iglesias. Los que se enfrentaron a la muerte en los campos de concentración antes que servir a los nazis, supone el obispo, eran cobardes equivocados. ¿Qué cree usted?

La Iglesia respaldó, con acciones, el punto de vista del obispo Fliesser acerca de estos Bibelforschers cristianos, durante el gobierno de Hitler. La gaceta diocesana católica de Passau, Alemania, del 6 de mayo de 1933 informa que la Iglesia aceptó de parte de los nazis una asignación para informar sobre cualquier testigo de Jehová de Baviera que todavía practicara su fe después de haber sido proscritos el mes anterior.19

Es significativo, que la posición denodada de estos cristianos particulares tuvo alguna influencia en el católico Franz Jägerstätter. Gordon Zahn informa que su pastor de la aldea notó que “Franz a menudo había hablado con admiración de la fidelidad de éstos,” y los aldeanos que lo conocían hablaban mucho del hecho de que “pasaba horas discutiendo sobre religión y estudiando la Biblia” con su primo Bibelforscher, la única persona que no era católica en la aldea.20

Ni los programas de difamación nazis contra los judíos acobardaba a los Testigos en su obligación de conciencia de expresar bondad cristiana para con cualquiera. El anterior redactor de Danzinger Informator, J. Kirschbaum, escribió para el diario yiddish de Nueva York, Der Tog del 2 de julio de 1939, informando que en Danzig, Polonia, “cuando como una epidemia todas las tiendas de alimento comenzaron a desplegar los bien conocidos carteles ‘Juden unerwünscht’ (No queremos judíos),” los Testigos proveyeron a sus “vecinos o simples conocidos judíos de alimentos o leche sin pedir nada a cambio.”

Este redactor judío también se maravilló de los niños alemanes Testigos que, en contraste con sus condiscípulos católicos y protestantes, “¡rehúsan, por razones de conciencia, saludar la swástica y usar el saludo ‘Heil Hitler’! y todas las amenazas contra los niños . . . son en vano. Los niños declaran de manera clara y precisa, que el único que puede ser vitoreado con ‘¡Heil!’, es Dios y no ningún hombre, puesto que tal acción es blasfemia.”

¿Por qué el contraste?

A la luz de estos hechos históricos, los cristianos pensadores deben preguntarse: ¿A qué se debe que una organización con todos los recursos y con más de mil años para entrenar la conciencia de los fieles, haya podido producir la evidencia de un solo alemán católico entre 32 millones (.000003 por ciento) cuya conciencia no le permitiera luchar por los nazis? Sin embargo entre los 19.000 testigos de Jehová alemanes que había en 1933, “la proporción de los que sufrieron alguna forma de persecución (el 97 por ciento) fue mayor que la de cualquier otra iglesia,” según el historiador J. S. Conway. Son los primeros en la “Lista de las sectas prohibidas desde 1933” puesta en circulación por el cuartel general de la Gestapo el 7 de junio de 1939.—The Nazi Persecution of the Churches 1933-45, págs. 196, 370.

¿Por qué se persiguió tanto a los testigos de Jehová? En contraste con algunos eclesiásticos perseguidos por actividad política antinazi, informa Conway que su resistencia “giró principalmente en torno a cualquier forma de colaboración con los nazis y contra el servicio militar. Basando su caso en mandato bíblico, rehusaba tomar armas aun contra los enemigos de la nación. . . . todos estaban así prácticamente expuestos a la sentencia de muerte.” (Pág. 198; bastardillas nuestras) Los nazis ejecutaron a 203 de los 253 Testigos sentenciados a muerte, 635 murieron en prisión y 6.019 recibieron sentencias de encarcelamiento por un total de más de 13.924 años.

Pero, ¿no estaban bajo el mismo “mandato bíblico” los católicos y protestantes que servían a Hitler? Sí, lo estaban, así como lo estaban los líderes espirituales en los días de Jesús que conocían la ley de Dios. Sin embargo Jesús se maravillaba: “¡Qué bien violáis el mandamiento de Dios, para conservar vuestra tradición!”—Mar. 7:9, Biblia de Jerusalén, católica.

Se puede observar personalmente ‘qué bien violan’ los guías religiosos de hoy ‘el mandamiento de Dios’ dirigiéndose a la New Catholic Encyclopedia bajo el título “Pacifismo.” Allí, entre otras cosas, esta enciclopedia afirma: “No hay ninguna contradicción intrínseca entre una guerra justa y el mandato de Cristo de amar a nuestros enemigos. Una guerra justa expresa odio por el hecho vil más bien que por el malhechor. . . . Ciertamente los católicos pueden formar su propia opinión si hay probabilidad de que las condiciones requeridas para su justificación se cumplirán en cualquier guerra futura . . . ”—Ed. de 1967, Tomo 10, pág. 856; vea también “War, Morality of.”

¿Cómo resulta en la práctica este razonamiento? Bueno, ¿cuántas guerras —prescindiendo de su causa— se pueden hallar en la historia en las que hayan estado envueltas las poblaciones católicas o protestantes que no reunieran las “condiciones requeridas para su justificación,” de modo que la grey rehusara luchar por sus amos políticos? Si las iglesias se enfrentaran hoy a las mismas circunstancias en las que estuvieron bajo los nazis, ¿se podría creer honestamente que obrarían de manera diferente? ¿Pueden sentirse seguros los católicos europeos y norteamericanos, por ejemplo, en la creencia de que los millones de católicos polacos, húngaros y checos no atacarían a sus hermanos en la fe, si hubiera una confrontación entre Oriente y Occidente? ¿O es el punto de vista más práctico el que se expresa en la revista católica, St. Anthony Messenger, de que los sacerdotes y ministros “a menudo dan la impresión de que bendecirán cualquier guerra o aventura que los líderes del estado decidan librar”?—Mayo 1973, pág. 21.

Sin embargo, Cristo Jesús, cuyos discípulos dicen ser ellos, dio esta regla del discipulado cristiano: “En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os tenéis amor los unos a los otros.” También le dijo a un discípulo que trataba de defenderlo por medio de la fuerza... ciertamente una causa “justa”: “Vuelve tu espada a su sitio, porque todos los que empuñan la espada, a espada perecerán.”—Juan 13:35; Mat. 26:52, BJ.

Por lo tanto, si a usted se le pidiera que identificara a los que hoy verdaderamente son dignos de llevar el nombre de “cristianos,” usando la guía establecida por Jesús mismo, ¿podría seleccionar honradamente a alguna de las iglesias de la cristiandad? ¿Quiénes han desplegado, en la práctica verdadera, la marca identificadora del verdadero amor establecida por Cristo mismo? ¿Quiénes ‘no aman de palabra ni de boca, sino con obras y según la verdad’? (1 Juan 3:18, BJ) La evidencia histórica habla por sí misma. Las personas honradas meditarán en ello. Muchas ahora se están valiendo de la ayuda que los testigos de Jehová ofrecen gratis para desarrollar una conciencia entrenada en la Biblia que no fallará bajo prueba.

REFERENCIAS

 1. Informe interno de la SS, Archivos Nacionales, Washington, T-580, rollo 42, archivo 245.

 2. The Vatican in the Age of Dictators, Anthony Rhodes, 1973, pág. 347.

 3. Tisserant a Suhard, junio 11, 1940 (almacenado en la Bundesarchiv de Coblenza, R 43 II/1440a).

 4. Documentation Catholique, París, feb. 2, 1964.

 5. Publicado en Seelsorge und kirchliche Verwaltung im Krieg, Konrad Hoffmann, redactor, 1940, pág. 144.

 6. Pío XII a los obispos alemanes, copia en los Archivos Diocesanos de Ratisbona.

 7. Citado en Was sagen die Weltkirchen zu diesem Krieg? Zeugnisse und Urteile, Matthes Ziegler, 1940, págs. 109-112.

 8. Mensaje del 24 de abril de 1940, citado en Der Vatikan und der Krieg, Alberto Giovannetti, 1961, pág. 300.

 9. Declaración del 11 de marzo de 1963, en Berlín, publicada en Summa iniuria oder Durfte der Papst schweigen?, Fritz J. Raddatz, redactor, 1963, pág. 223.

10. Kirchliches Jahrbuch für die Evangelische Kirche in Deutschland, 1933-1944 (Gütersloh, 1948) págs. 478, 479.

11. The Voice of Destruction, Hermann Rauschning, 1940, págs. 50, 53.

12. Artículo 17 del Concordato entre Alemania y la Santa Sede, 20 de julio de 1933, Documents on German Foreign Policy, Serie D, Tomo VIII, págs. 896f.

13. German Catholics and Hitler’s Wars, Gordon Zahn, 1962, págs. 54, 55.

14. Copia de los archivos de la cancillería archidiocesana de Friburgo.

15. Franz Reinisch: Ein Martyrer unserer Zeit, Heinrich Kreuzberg, 1953, pág. 86.

16. In Solitary Witness, Gordon Zahn, 1964, pág. 75.

17. Ibid., pág. 86.

18. Carta del 27 de febrero de 1946, en St. Radegund, Austria, parroquia “Archivo Jägerstätter.”

19. Oberhirtliches Verordnungsblatt für die Diözese Passau, Núm. 10, 6 de mayo de 1933, págs. 50-51.

20. In Solitary Witness, Gordon Zahn, 1964, págs. 108-110.

[Notas]

a “Durante toda su vida fue activo en la vida parroquial . . . condenado a muerte [después de la guerra] como el ‘Quisling’ eslovaco, y ejecutado a pesar de poderosas apelaciones por clemencia.”—New Catholic Encyclopedia (Ed. de 1967) Tomo 14, págs. 173, 174.

b Decano del Sagrado Colegio de Cardenales hasta su muerte en 1972.

c Hallada por los alemanes que saqueaban el palacio del arzobispo en París y más tarde declarada auténtica por Tisserant.

[Ilustración de la página 18]

¿Cómo es posible que hombres con conciencia entrenada por la iglesia estuvieran dispuestos a cometer cualquier crimen que sus líderes les ordenaran?

[Ilustración de la página 20]

[Post, de Nueva York, 27 de agosto de 1940, Edición final azul, pág. 15]

[Times de Nueva York, 25 de septiembre de 1939, Edición final de la ciudad, pág. 6]

[Times de Nueva York, 7 de diciembre de 1941, Edición final de la ciudad, pág. 33]

Los titulares dicen: “Ejército nazi alabado, Los obispos católicos alemanes leales”; “‘Oración de la guerra’ por el Reich, Los obispos católicos en Fulda piden bendición y victoria”; “Iglesias animan a soldados alemanes, Los protestantes y los católicos exhortan por la victoria del Reich y la justa paz.”

[Ilustraciones de la página 19]

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