El granjero y la escasez mundial de alimentos
LA MAYORÍA de la gente que trabaja en el mundo —sí, tres personas de cada cuatro— viven en granjas y a menudo son desesperadamente pobres. La gran mayoría de estos pobres están en África, Asia y la América Latina. En años buenos, logran reunir suficiente alimento para ellos mismos y sus familias. En los años malos, muchos pasan hambre.
En los sectores más industrializados del mundo un porcentaje pequeño de la gente produce los alimentos para la mayoría de la población. En un país muy productivo, los Estados Unidos, aunque hay granjas pequeñas, predominan las grandes.
En aproximadamente los cuarenta años desde la Gran Depresión, casi se ha cuadruplicado el aumento de maíz por hectárea en los Estados Unidos, subiendo de un promedio de 19 hectolitros a 73. El trigo aumentó de 11 hectolitros a 27; y el arroz, de 2.350 kilos por hectárea a 5.150, como promedio.
En 1974, con más tierra bajo cultivo que nunca antes, el granjero estadounidense produjo casi 634.300.000 hectolitros de trigo, superado solo por la Unión Soviética. En 1974 la cosecha de maíz de los Estados Unidos fue de 1.621.000.000 de hectolitros, la mayor del mundo. Y se carnearon 36 millones de cabezas de ganado, un aumento del 7 por ciento sobre 1973.
Esta colosal abundancia de alimentos se produce por solo 2.800.000 granjeros en una nación de 208.000.000 de habitantes. Eso significa que cada granjero alimenta aproximadamente a 74 norteamericanos.
Aunque este alimento se produce a un precio bastante moderado cuando se compara al de muchos otros países, las personas con ingresos fijos y las que están en los grupos económicos más bajos han estado pagando un creciente porcentaje de su dinero por el alimento. Aunque los granjeros pueden comprender las penurias de otras personas, ellos también se enfrentan a problemas económicos.
Lo que los granjeros tienen que hacer
Al granjero estadounidense le gustaría ayudar a alimentar a los pobres de todo el mundo, y ha suministrado alimento considerable para millones de personas hambrientas en otros países. Los Estados Unidos dicen que entre los años 1965 y 1972 proveyeron el 84 por ciento de las llamadas “ayudas alimenticias” del mundo. Sin embargo, solo el 20 por ciento de lo que es asignado para “ayuda alimenticia” por los Estados Unidos va a las naciones hambrientas; el resto se vende a compradores.
La ganancia se considera vital, dado que el modo en que opera la agricultura estadounidense requiere que el granjero gane dinero si quiere seguir en el negocio. Y para dar a saber que les es necesario sacar ganancias, algunos granjeros han recurrido a medidas drásticas. En varios estados mataron a cientos de becerros y los arrojaron en zanjas para que se pudrieran.
Por supuesto los granjeros quizás confiesen que esa matanza es un vergonzoso desperdicio de alimento, pero un ganadero de Motley, Minnesota, agrega: “También es una vergüenza el que un granjero trabaje un año y descubra que ha perdido 20.000 ó 30.000 dólares. . . . Pienso que ésa es una vergüenza mucho mayor que el arrojar parte de esta carne al hoyo.”
Los desenvolvimientos económicos recientes han perjudicado a muchos granjeros. Por ejemplo, a veces sucede que para criar un becerro al punto en que se puede vender como ternero, le cuesta más al granjero en grano que lo que recibe por el animal en el mercado. De igual modo, el alimento que se usa para producir cien litros de leche puede costar más que la leche misma. Como resultado, en Wisconsin recientemente se informó que cada día cierran unas diez vaquerías.
Por otra parte, a algunos granjeros les está yendo bien económicamente. Pero hasta los que han tenido un año excelente saben que su condición puede cambiar casi de la noche a la mañana. Así es que, en 1974 los cultivadores de cereales en general ganaron mucho dinero, puesto que los cereales se vendieron a precios altos. Pero muchos ganaderos que necesitaban los cereales caros quebraron.
¿Por qué esta incertidumbre y estos desequilibrios?
Problemas básicos de las granjas
Muchos granjeros consideran el tiempo como el problema número uno, y los meteorólogos expertos confirman que los recientes patrones de tiempo raro están perjudicando a los granjeros. Para considerar solo un caso: En Iowa el año pasado, lluvias fuertes, devastadoras, arrastraron mucho suelo, impidiendo plantar temprano. Entonces un julio abrasador con temperaturas de hasta 37,8 grados centígrados arruinó vastos sectores de cosechas, solo para ser seguido el 2 de septiembre por una helada temprana que batió marcas.
Un problema nuevo e importante es el enorme aumento del precio del petróleo, del cual depende la agricultura moderna. Se ha calculado que se usa el equivalente de 750 litros de gasolina para producir tan solo una hectárea de maíz. La operación del equipo de la granja así como la producción de los abonos requieren petróleo. En 1972 los abonos derivados del petróleo estaban a 65,50 dólares la tonelada; para 1974 los granjeros pagaban 175 dólares.
Además, el costo de la maquinaria agrícola ha subido por las nubes. En algunos casos un tractor que hace unos dos años costaba 7.800 dólares, ahora cuesta el doble. Y eso no es todo, a veces los fabricantes no han producido al mismo paso que la demanda y los granjeros han tenido que esperar de tres a seis meses para recibir el nuevo equipo. A veces les costó más trabajo conseguir piezas de repuesto que comprar un tractor nuevo, así es que algunos granjeros compran dos tractores o cosechadoras, aun a los precios elevados por la inflación, por si acaso se descompone uno en un momento crítico. A la larga, opinan, les cuesta menos que lo que les costaría la pérdida de las cosechas.
Los precios de las semillas también han subido vertiginosamente. El precio medio de la semilla de maíz aumentó más del 30 por ciento entre 1974 y 1975. Además, el alambre de embalar, que se usa para embalar el heno, ha aumentado más del 400 por ciento en tres años.
También está el problema relacionado con la mano de obra. Cuando el granjero se ve obligado a usar mano de obra sin experiencia para manejar su equipo, a menudo es necesario hacer muchas reparaciones. Un granjero del medio oeste, al alistar las razones por las que abandonó el negocio de granja, puso como primer punto: “La dificultad de contratar mano de obra honrada y confiable.”
Hay docenas —posiblemente cientos— de “cosas pequeñas” que parecen haber ocurrido simultáneamente para perjudicar al granjero. Sin embargo, al mismo tiempo, ha habido presión para mayor producción debido a la escasez de alimentos. Pero los costos crecientes a menudo dificultan la expansión.
Las tierras de labranza, para otro ejemplo, están aumentando de precio constantemente. En el estado de Nueva Jersey, ahora la hectárea cuesta, como término medio, ¡unos 5.000 dólares! Y, dice la revista Review de Denison, Iowa: “El alza del 31 por ciento en el valor de las tierras de labranza en todo el estado este año [1974] le está pisando los talones a un aumento del 32 por ciento en 1973.”
Por éstas y otras razones los granjeros dicen que tienen que tener precios más altos para sus productos.
Sin embargo, los granjeros dicen que están encerrados dentro de un sistema económico que no les permite fijar los precios de sus propios productos. Los granjeros alegan que tienen que aceptar el precio que les ofrecen por sus productos, el cual puede ser menos de lo que cuesta producirlos. Pero, suponga que los granjeros pudieran establecer sus propios precios. ¿Se hallaría el mundo en mejor situación?
Considere francamente: ¿Cuántos agricultores de cereales, a quienes les fue bastante bien el año pasado, compartieron sus riquezas con los no tan prósperos ganaderos? El Times de Seattle, Washington, al informar acerca de la reciente reunión de la Asociación de Cultivadores de Trigo en Spokane, dice: “Los agricultores . . . obviamente disfrutan de su prosperidad . . . Si los que cultivan trigo finalmente parecen dominar la situación, no están por disculparse por ello.”
El granjero, de hecho, es solo una parte de un sistema económico que, en realidad, exige que cada persona cuide de sí misma. Se basa en el llamado aliciente de las ganancias. Considere los efectos que este aliciente ha tenido en una época en que el mundo está clamando por más alimentos.