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  • ¿Puede tener un defecto una ley perfecta?

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  • ¿Puede tener un defecto una ley perfecta?
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¡Despertad! 1976
g76 8/9 págs. 27-28

¿Cuál es el punto de vista bíblico?

¿Puede tener un defecto una ley perfecta?

LA LEY que Dios les dio a los israelitas fue perfecta. Con respecto a esa Ley las Escrituras nos dicen: “La Ley es santa, y el mandamiento es santo y justo y bueno.” (Rom. 7:12) Sin embargo, se pudiera preguntar: Pues ¿por qué también dice la Biblia que el pacto de la Ley tenía una debilidad, un defecto?

Leemos: “Si aquel primer pacto hubiese sido sin defecto, no se habría buscado lugar para uno segundo.” (Heb. 8:7) “Ocurre un poner a un lado del mandamiento anterior a causa de su debilidad e ineficacia. Porque la Ley no llevó nada a la perfección.”—Heb. 7:18, 19.

Para entender cómo se puede referir a una ley perfecta como ‘débil’ e ‘ineficaz,’ es preciso tener presente que la perfección puede ser relativa. Por ejemplo, una clavija perfectamente redonda es inapropiada para llenar un agujero cuadrado.

De modo similar, en el caso de la Ley, no podía hacer aquello para lo cual no estaba destinada. No obstante, era santa, justa y buena, sí, sin defecto, en cuanto al propósito de Dios respecto a ella. ¿Para qué propósito sirvió?

En respuesta a esta pregunta, el apóstol Pablo escribió: “Fue añadida para poner de manifiesto las transgresiones, hasta que llegara la descendencia . . . la Ley ha venido a ser nuestro tutor que nos conduce a Cristo.” (Gál. 3:19, 24) “La Ley tiene una sombra de las buenas cosas por venir, pero no la sustancia misma de las cosas.”—Heb. 10:1.

La Ley cumplió perfectamente su propósito de hacer manifiestas las transgresiones. Estableció límites, señalando claramente lo que Jehová Dios requería en cuanto a la conducta de su pueblo. Los israelitas por ser imperfectos, no pudieron guardar esa Ley de manera perfecta. Por ende, hizo manifiestas sus transgresiones. La Ley mostraba innegablemente que los israelitas necesitaban ser perdonados por sus transgresiones, también que se necesitaba un sacrificio que realmente pudiera expiar los pecados de ellos.

Como tutor, la Ley sirvió para preparar a los israelitas para recibir al Mesías o Cristo. En tiempos antiguos, el tutor o pedagogo no era el maestro, como lo es un maestro de escuela. Su responsabilidad era evitarle al niño daño físico y moral. Podía disciplinar al niño e instruirlo en asuntos de conducta. Pero no suministraba toda la instrucción necesaria. El tutor acompañaba al niño a la escuela, entregándolo allí al instructor.

Pues bien, la Ley sí funcionó como un tutor antiguo. Sus reglamentos estaban destinados a proteger a los israelitas de dañar su relación con Jehová Dios y perjudicarse a consecuencia de eso. Se les dijo: “En todo el camino que Jehová su Dios les ha mandado, ustedes deben andar, a fin de que vivan y les vaya bien y realmente alarguen sus días en la tierra de la cual tomarán posesión.”—Deu. 5:33.

La Ley también disponía acción disciplinaria estricta. Los malhechores no quedaban sin castigo. Con respecto a violaciones serias de la Ley, como adulterio, asesinato y secuestro, leemos: “Cualquiera que ha desatendido la ley de Moisés muere sin compasión, por el testimonio de dos o tres.” (Heb. 10:28) La ejecución veloz de los transgresores deliberados servía para llenar a los observadores de un temor saludable y obraba como una fuerza restrictiva sobre la acción desaforada.

Cuando llegó el Mesías, un resto judío arrepentido con gusto lo recibió como su instructor. En el caso de éstos, la Ley cumplió su propósito como un tutor sin defecto.

Diversos aspectos de la Ley, incluso las fiestas, el tabernáculo y los sacrificios, tenían una sombra que representaba cosas mayores por venir. Una sombra da una idea de la forma general o diseño de la realidad que la arroja. De igual modo las sombras de la Ley ayudaron a los israelitas de corazón justo a identificar al Mesías, puesto que podían ver cómo él cumplió esas sombras. El apóstol Pablo señala esto al escribirles a los cristianos de Colosas: “La realidad pertenece al Cristo.”—Col. 2:17.

Sin embargo, aunque la Ley sirvió perfectamente para el propósito de Dios, no pudo hacer lo que no se le había asignado llevar a cabo. Se necesitaba algo más para producir limpieza permanente del pecado y dar a los individuos una conciencia limpia ante Jehová Dios. El nuevo pacto, que introdujo Dios por medio de Jesucristo, fue, por lo tanto, superior al viejo pacto de la Ley. El nuevo pacto fue hecho válido, no por medio de sacrificios animales, sino por medio del sacrificio del hombre perfecto Jesucristo. Ese sacrificio humano perfecto puede purificar de los pecados y dar una conciencia limpia a los que ejercen fe en su valor expiatorio.

Los sacrificios animales que se ofrecían bajo el arreglo de la ley mosaica simplemente prefiguraron el único sacrificio de Jesucristo. Esto se aclara en Hebreos 10:1-4: “Nunca pueden los hombres con los mismos sacrificios que ofrecen continuamente de año en año hacer perfectos a los que se acercan. De otro modo, ¿no hubieran dejado de ofrecerse los sacrificios, por cuanto los que rendían servicio sagrado, habiendo sido limpiados una vez para siempre, no tendrían ya ninguna conciencia de pecados? Al contrario, por estos sacrificios se hace recordar los pecados de año en año, porque no es posible que la sangre de toros y de machos cabríos quite los pecados.”

Además del hecho de que los sacrificios animales no podían quitar los pecados, el sumo sacerdote judío era él mismo un hombre sujeto al pecado y la muerte. Haciendo un contraste entre la posición de Jesucristo como sumo sacerdote y la de los sumos sacerdotes judíos de la línea de Aarón, Hebreos 7:26-28 declara: “Tal sumo sacerdote nos era apropiado: leal, sin engaño, incontaminado, separado de los pecadores, y llegado a ser más alto que los cielos. Él no necesita diariamente, como aquellos sumos sacerdotes, ofrecer sacrificios, primero por sus propios pecados y luego por los del pueblo: (porque esto lo hizo una vez para siempre cuando se ofreció a sí mismo;) porque la Ley nombra sumos sacerdotes a hombres que tienen debilidad, pero la palabra del juramento jurado que vino después de la Ley nombra a un Hijo, que es perfeccionado para siempre.”

De modo que la Ley era ‘débil’ en el sentido de que su sacerdocio de hombres moribundos y sus sacrificios animales no podían aliviar de modo completo o perfecto a los israelitas de toda conciencia de pecado. Solamente podían llevar a cabo eso el sacrificio perfecto de Jesucristo y su sacerdocio superior.

Así las Santas Escrituras aclaran que la Ley dada a Israel fue perfecta en un sentido relativo. No tuvo defecto alguno en cuanto a cumplir el propósito para el cual se había dado. Hizo manifiestas las transgresiones, prefiguró una realidad mayor, hizo posible la identificación de esa realidad, y preparó a un pueblo para recibir al Mesías. Puesto que desempeñó un papel preparatorio, la Ley fue reemplazada por la realidad que giraba en torno de Jesucristo. Comparada con esa realidad, la Ley fue débil y tuvo un defecto. No obstante, cuando uno la considera desde el punto de vista del propósito para el cual fue provista, la Ley fue perfecta, sin defecto.

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