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¡Despertad! 1976
g76 8/11 págs. 24-26

Una noche a bordo del “Arca”

Por el corresponsal de “¡Despertad!” en Kenia

¿LE GUSTARÍA pasar una noche en el Arca? Es una estructura de tres pisos, hecha en su mayor parte de madera. No, esta Arca no fue construida por Noé. Pero, las nociones acerca del Arca que él y su familia construyeron hace más de 4.300 años indudablemente inspiraron el diseño de esta Arca moderna.

Esta Arca del día actual descansa sobre una elevación de 2.316 metros de altura rodeada de una selva montañosa de la sierra Aberdare de Kenia. Desde el interior del Arca, los visitantes pueden observar a los animales afuera. Esto es parte del esfuerzo de Kenia para hacer posible que la gente de todo el mundo observe y estudie los animales en su medio natural, en zonas especialmente apartadas para la conservación de muchas especies salvajes amenazadas de extinción.

Hemos hecho planes para pasar una noche en el Arca, junto con algunos otros visitantes. “Pero,” pregunta usted, “¿cómo esperan poder ver a los animales en la oscuridad?” Bueno, se hace posible verlos durante toda la noche mediante poderosos reflectores. Estas “lunas” artificiales están hechas de tal manera que no sobresaltan ni indisponen siquiera al más tímido de los animales.

El viaje

Nuestro viaje comienza en Nairobi, cerca del límite del gran valle del Rift. Después del desayuno, disfrutamos de un paseo de tres horas en automóvil a través de Kikuyuland. Hacemos nuestra primera parada justamente fuera de la ciudad de Nyeri, en el club campestre de Aberdare. Este será nuestra base de operaciones. Está rodeado de colinas boscosas, profusas en árboles de flores rojas, castaños y jacarandas, bajo los cuales se pasean cigüeñas y pavos reales.

Mirando hacia las planicies del norte, se obtiene una maravillosa vista del monte Kenia a nuestra derecha, con sus picos gemelos nevados elevándose hasta alcanzar unos 5.182 metros. A nuestra izquierda está la sierra Aberdare, que alcanza una altura de más de 3.952 metros. Iremos en esa dirección después del almuerzo.

Para evitar perturbar a los animales, no se permite la entrada de automóviles particulares a esta parte del Parque Nacional. Se transporta a todos los visitantes al Arca en dos autobuses grandes. La travesía de 18 kilómetros nos lleva por los poblados y las granjas de Kikuyu adyacentes al parque.

A lo largo del camino, los colobos, monos de pelaje negro y caras blancas, retozan en los altos árboles. Allí están a salvo de los cazadores que en un tiempo los mataban para conseguir su piel que usaban para hacer túnicas ceremoniales o alfombras decorativas. Búfalos del Cabo abundan en la selva, y a veces bloquean el paso y se apartan con desgano para dejarnos pasar. Ocasionalmente se deja ver un rinoceronte, pero nunca se detiene por mucho tiempo. Tampoco han de pasarse por alto las grandes manadas de elefantes. Se ha sabido de elefantes que han lanzado ataques amenazadores en contra de un autobús, aunque nunca llegaron a dar contra él. ¡Eso verdaderamente sería una experiencia que contar a amigos y parientes!

La vista desde el Arca

Finalmente, llegamos al Arca. Al descender del autobús todos los pasajeros cruzan por un puente levadizo que los lleva a la cubierta de popa. En seguida se dirigen a pequeñas cabinas situadas en una de las tres cubiertas. Nuestra cabina tiene dos literas. Rápidamente abrimos la ventana que da a un mar de pasto verde. Nos preguntamos si algunos animales habrán llegado al cercano lamedero.

Por lo general, se puede ver a los facóqueros, una especie de jabalí sudafricano. Se mueven de un lado al otro sobre las rodillas paciendo en el claro del bosque. Si algo los asusta, huyen para hallar refugio en los arbustos circundantes, con las colas enhiestas como el mástil de un barco.

Cada vez que hemos visitado el Arca hemos visto al guib. Este antílope extremadamente elegante y delicado jamás deja de estar en guardia. ¡No es extraño! Es la presa favorita del temible leopardo. Este antílope tiene alrededor de su cuello una franja desprovista de pelo. Según la tribu kikuyu local, esto se remonta hasta los días de Noé. Su tradición dice que, para poder obligar a un guib tozudo a entrar en el arca, ¡Noé tuvo que conducirlo con una soga que le ató alrededor del cuello y que ésta le gastó todo el pelo en esa parte del cuello!

Los búfalos de cabo se pasean sin rumbo fijo en frente del Arca. A poco comienzan a revolcarse en el barro que hay alrededor del charco, y no cejan sino hasta que están cubiertos de sucio barro desde las astas hasta las pezuñas. Solo los elefantes pueden hacer que estas criaturas caprichosas abandonen el charco. Esos paquidermos de andar pesado no quieren que haya otros animales presentes cuando ellos van a beber y saborear la sal que pone el personal del Arca. Con sus fuertes trompeteos y los golpeteos de sus enormes orejas, están seguros de también espantar a la pequeña liebre africana y a la mangosta.

La mejor vista de cualesquier animales que estén en el charco es la que se obtiene desde una cámara de observación que está a nivel del suelo. Le permite a uno tener a la distancia de un brazo a los elefantes, búfalos, rinocerontes y otros animales grandes que se acercan. Se ha sabido de elefantes que han introducido sus trompas por entre las ranuras de la cámara. Afortunadamente hasta la fecha nadie ha sido arrastrado por estas aberturas.

Lo que nos impresiona en cuanto a todos estos animales de gran tamaño es la protección que brindan a sus pequeñuelos. Durante una visita previa, una gran manada de elefantes apareció ante nuestra vista. Estaban protegiendo a un elefante muy pequeño, que probablemente contaba con unas dos semanas de vida. Este pequeño no dejó ni por un momento su lugar de seguridad entre las patas de su madre. Podíamos percibir cuán nerviosa estaba toda la manada, especialmente cuando otra manada apareció en la escena. Con prontitud se hizo comprender a los recién llegados que allí no se les quería. De manera que se mantuvieron a distancia hasta que la primera manada hubo proseguido su camino.

Se aviva una excitación poco común

También ocurren momentos especiales ‘a bordo del Arca.’ En estos casos la excitación asciende a un punto culminante. Por ejemplo, los visitantes se emocionan al ver al exótico y escurridizo bongo cuyas apariciones han hecho famosa al Arca. Este animal tímido y hermoso es un antílope de gran tamaño. Pasa su vida en los bosques de las montañas y rara vez se le ve, excepto aquí, en el Arca. El bongo tiene pelaje castaño adornado con doce o trece rayas delgadas verticales a los lados. ¡Es un disfraz ideal en el bosque que es su hogar! Cuando el bongo sale de entre los árboles situados justamente enfrente del salón desde el cual se ve a los animales de presa, un silencio cae sobre los visitantes. Casi contienen la respiración por temor de espantarlo. Pero, pronto se oyen los sonidos de las cámaras, a medida que fotógrafos ansiosos se empeñan en capturar la imagen de este gracioso animal. El diario del Arca revela que por muchos meses ha habido apariciones de bongos; por lo menos una cada dos días. Cuando aparece un bongo o un leopardo, se hace sonar un zumbador por toda el Arca para avisar a los que se hayan acostado. Ciertamente no querrían perderse el acontecimiento.

Si en alguna noche fueran pocos los animales que aparecieran en el claro, a los observadores siempre les queda la posibilidad de entretenerse con las visitas nocturnas de una familia de jinetas. Se alimenta a estos gatos de huevos crudos y lonjas de carne que se han colocado con regularidad en la baranda casi desde el tiempo en que se inauguró el Arca, a fines de 1970. Ahora, la prole de la pareja original de jinetas no le tienen miedo al hombre. Se les puede inducir a que entren en el Arca misma y coman de las manos de la gente. Estos son los únicos animales a los que se recibe con gusto en el Arca, aunque a veces los monos vervet se cuelan dentro de las cabinas si las ventanas se dejan abiertas.

Si algo excitante sucede en el exterior, todos abandonan abruptamente sus comidas. Quizás un leopardo esté cazando su presa a vista de todos. O puede que dos búfalos machos rivales estén peleando para obtener la primacía sobre la manada. A veces las hienas atacan a los hijuelos desprevenidos de los búfalos o a la cría del cerdo gigante del bosque. Los gritos del pequeñuelo, combinados con los gruñidos del padre o la madre al esforzarse por detener a los atacantes, bastan para hacer que cualquier visitante se levante apresuradamente de la mesa e interrumpa su cena para echar un vistazo.

Los que están determinados a no perderse nada pueden velar toda la noche observando a los animales de presa, y en tal caso se les fortalece con bebidas calientes mientras se sientan alrededor de un fuego de leños crepitantes. No obstante, poco después del amanecer, cuando ya se pueden ver los picos nevados del monte Kenia brillando bajo el sol de la mañana, todos los pasajeros del Arca desembarcan y siguen el camino del bosque hasta salir del Parque de los Animales de Presa. De regreso a la base, suben al vehículo que los llevará de vuelta a su hogar.

Gratos recuerdos

Por mucho tiempo recordaremos nuestra noche de vigilia en el Arca. Por supuesto, estas visitas pueden tener sus momentos graciosos también. Tampoco es fácil olvidarse de éstos. Por ejemplo, al ver un grupo de cerdos gigantes de la selva, una mujer se puso a gritar de puro entusiasmo. ¡Estaba segura de haber visto por primera vez un rinoceronte! ¡Otros han confundido a la mangosta con el mono colobo, y hasta a una hiena con un leopardo!

Indudablemente, es una buena idea informarse de antemano. Es mucho lo que se puede recoger de un buen manual sobre los animales y pájaros propios de la zona que uno planea visitar. Y, ¿quién sabe? En el futuro, tal vez pueda pasar una noche fascinante a bordo del “Arca.”

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