“Buenas nuevas”... ¿quién las quiere?
“¡NADIE pagaría para leer buenas nuevas!” “El público quiere violencia y sensacionalismo.” Se citan estas declaraciones como las “respuestas usuales” que se les dan a los que abogan por equilibrar las “buenas nuevas” con “el periodismo que constantemente sugiere que estamos al borde del Armagedón.”—Popular Photography, enero de 1978.
Es cierto, parece que algunas personas quieren “malas noticias” en vez de “buenas nuevas.” Pero, ¿no hay muchas personas que con gusto recibirían “buenas nuevas”?
¿Qué hay de los de edad avanzada?
¿No apreciarían los ciudadanos de edad avanzada del mundo el recibir buenas noticias? ¿Les gusta a ellos oír que alguna persona de edad avanzada ha sufrido una desgracia? Como caso pertinente, sírvase considerar el siguiente incidente:
Al volver a casa una tarde, una anciana de 85 años de edad estaba abriendo la puerta de su apartamento cuando tres adolescentes se abalanzaron sobre ella y la obligaron a entrar. Ataron a la señora, la golpearon y se llevaron 275 dólares. Sin embargo, antes de partir, pusieron una funda de almohada sobre el rostro de esta viejecita y abrieron todas las llaves de gas del apartamento. Sin duda eso hubiera significado su muerte. Pero de alguna manera la señora pudo desatarse y pedir auxilio.
Ciertamente a esa viejecita —y a muchos otros en circunstancias semejantes— les deleitaría recibir las buenas noticias de que esos asaltos han de terminar para siempre. Bueno, en las Escrituras, Jehová Dios da esta seguridad: “El futuro de los inicuos verdaderamente será cortado. Y la salvación de los justos proviene de Jehová . . . Les proveerá escape de los inicuos y los salvará, porque se han refugiado en él.”—Sal. 37:38-40.
Los pobres y los hambrientos
Los millones de personas de la Tierra que están afligidas por la pobreza recibirían con gusto las buenas nuevas de que tendrán alojamiento adecuado y abundancia de buen alimento. Cuando la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación inició una conferencia de 136 países en noviembre de 1977, presentó las malas noticias de que 500 millones de personas por todo el mundo son víctimas del “azote doble”... el hambre y la desnutrición.
¿No sería consolador para los pobres hambrientos el oír y aceptar las buenas nuevas de que el reino celestial de Dios eliminará la pobreza y el hambre? Lo que el salmista inspirado dijo respecto al sabio rey Salomón del Israel de la antigüedad pronto se realizará bajo el gobierno de Jesucristo, quien es mayor que Salomón: “Le tendrá lástima al de condición humilde y al pobre, y las almas de los pobres salvará. Llegará a haber abundancia de grano en la tierra; en la cima de las montañas habrá sobreabundancia.”—Sal. 72:13, 16; Mat. 12:42.
Los enfermizos también las necesitan
La enfermedad ronda por toda la Tierra, y tanto el afligido como los miembros de su familia están muy al tanto de los sufrimientos que ésta trae. Es indudable que no están deseosos de oír acerca de muertes producidas por el cáncer, las enfermedades cardiacas y otras dolencias. Les deleitaría recibir buenas nuevas confiables de que las enfermedades serán eliminadas por toda la Tierra.
Jehová Dios pronto hará precisamente eso. De hecho, él ya ha demostrado que puede quitar las enfermedades. Dios pudo ofrecer a su pueblo de la antigüedad protección de las enfermedades, con tal que le obedecieran. Por medio del profeta Moisés, el Altísimo declaró: “Ustedes tienen que servir a Jehová su Dios, y él ciertamente bendecirá tu pan y tu agua y verdaderamente apartaré yo la dolencia de en medio de ti.” (Éxo. 23:25) El escritor bíblico Isaías escribió acerca del tiempo en que “ningún residente dirá: ‘Estoy enfermo.’” Habló acerca de la curación espiritual de los ciegos, sordos, cojos y mudos, profecías que también indican que la cura física ocurriría en el futuro. (Isa. 33:24; 35:5, 6) Además, cuando Jesucristo estuvo en la Tierra, sanó a la gente espiritual y físicamente, y así dio evidencia de que bajo el gobierno del Reino la humanidad obediente disfrutará de la liberación permanente de las enfermedades, el pecado y la muerte que tuvieron su origen con el primer hombre, Adán.—Mat. 8:14-17; Rom. 5:12; Rev. 21:1-5.
Significado para hoy
¿Quién, pues, no quiere buenas nuevas? ¿No es animador oír que bajo el gobierno del reino celestial de Dios ya no habrá crímenes que amenacen a los ancianos u a otras personas? ¿No rebosan de alegría las personas pensadoras al oír que el Rey Jesucristo cuidará de los pobres y satisfará sus necesidades, incluso la de obtener alimento sano? Y, ¿a quién no le deleitaría vivir cuando la enfermedad y la muerte no existan?
Las profecías bíblicas indican que buenas nuevas de esa clase pronto se convertirán en realidad por toda la Tierra. Pero, ¿cómo puede ese conocimiento ayudar a los que están sufriendo ahora? Pues, ¡tan solo la esperanza segura de ver realizadas estas condiciones benditas es algo que anima a la víctima agobiada!
Repetidas veces, Jehová ha demostrado que él es “el Dios que da esperanza,” no una esperanza vana sino una segura. (Rom. 15:13) Por ejemplo, sírvase considerar la situación que prevalecía entre el pueblo de Dios de tiempos antiguos. Si, debido a alguna dificultad financiera, un hombre tenía que vender su posesión hereditaria —una parcela de terreno— él y su familia no perdían la esperanza de recuperarla. Se restauraba esa propiedad a la familia durante el año del Jubileo, que ocurría una vez cada 50 años. (Lev. 25:8-10, 13, 23, 24) De modo que, Jehová demostró que era un Dios que da esperanza, y cuando se aplicaba la ley del Jubileo, la familia siempre tenía un rayo de esperanza.
Este mismo Dios es quien ofrece esperanza hoy día. Además, su Palabra inspirada, la Biblia, le enseña a la gente cómo vivir ahora para que puedan mejorar sus circunstancias en la vida. Recientemente el Instituto de Vigilancia Mundial y el Programa Ambiental de las Naciones Unidas patrocinaron un estudio mundial del impacto del ambiente sobre la salud humana. En un informe que se hizo sobre este estudio, escrito por Erik P. Eckholm, se declaró que “los obstáculos verdaderos a una mejor salud . . . son los fracasos políticos,” es decir, el que las naciones no organicen los asuntos a fin de aminorar las amenazas ambientales a la salud. Según el Free Press de Detroit, otra cosa que también está relacionada es el hecho de que “los individuos no evitan los estilos de vida autodestructivos.” El informe sobre el ambiente dijo que en los países ricos “las mejoras importantes de salud necesariamente envolverían el librarse de ciertos hábitos,” el descontinuar prácticas como el fumar, el comer en demasía y el beber con exceso.
Pero los que responden con aprecio a las “buenas nuevas del Dios feliz,” Jehová, ya se están beneficiando del consejo de su Palabra. (1 Tim. 1:11) Siguen la admonición: “No llegues a estar entre los que beben vino en exceso, entre los que son comedores glotones de carne. Porque el borracho y el glotón vendrán a parar en la pobreza, y el adormecimiento vestirá a uno de meros andrajos.” (Pro. 23:20, 21) Además, los que prestan atención a las “buenas nuevas” obran para preservar la medida de salud que tienen, evitando hábitos tan perjudiciales como el fumar.—2 Cor. 7:1.
Pues bien, ¿quién quiere buenas nuevas? No todo el mundo, por supuesto. Pero si usted desea buenas nuevas en vez de las malas noticias que son tan generales hoy día, aproveche las oportunidades que tiene de escuchar el mensaje de la Biblia. Se lo traen a su casa los testigos cristianos de Jehová, “el Dios que da esperanza” y El que tiene las mejores noticias para usted.