De rocas a riquezas... la historia del níquel
Por el corresponsal de “¡Despertad!” en el Canadá
DURANTE la edad media el alquimista soñaba con algún día poder cambiar el hierro en plata, y el plomo en oro. Sus herramientas eran la magia y las fórmulas secretas. Por éstas, la tecnología moderna ha sustituido la ciencia y el arrojo y ha relegado al alquimista al olvido. Al mismo tiempo la tecnología ha liberado materiales útiles y vastas riquezas de rocas que anteriormente se consideraban casi carentes de valor.
Son pocos los lugares de la Tierra, si los hay, en donde esto sea más evidente que en el distrito minero de níquel de Sudbury, en la provincia de Ontario, Canadá, uno de los más ricos depósitos minerales que el hombre conoce.
Origen de los cuerpos metalíferos
Después de años de tratar de resolver el enigma del origen de este enorme depósito de riquezas de extraordinarias formaciones geológicas e insólitos rasgos topográficos, muchos geólogos actualmente aceptan una teoría que cuenta con el apoyo del examen práctico y el análisis del laboratorio. Creen que la rica Cuenca de Sudbury, como la llaman los geólogos, en realidad es los restos de un enorme cráter abierto en la corteza de la Tierra por un meteorito gigante. Calculan que el meteorito tenía de 3 a 5 kilómetros de diámetro y que dio en la Tierra con un impacto 200.000 veces más poderoso que el ocasionado por la explosión de la bomba atómica arrojada sobre Hiroshima, Japón.
El hecho de que la Cuenca de Sudbury está completamente rodeada de fragmentos cónicos de roca tiende a apoyar la teoría del impacto. Estos rasgos son una forma peculiar de fallas cónicas ocasionadas por las tremendas ondas de choque al atravesar la roca, rasgo característico de los sitios que han sufrido el impacto de la caída de un meteorito. Los geólogos han observado que en la Cuenca de Sudbury hay más fragmentos cónicos de roca que en cualquier otro lugar de la Tierra. Este rasgo geológico es tan similar a lo que se encuentra en la superficie de la Luna que en 1971 y 1972 los astronautas de la misión Apolo de los Estados Unidos se entrenaron por cierto tiempo en la zona de Sudbury para estar preparados para examinar los rasgos geológicos cuando aterrizaran en la superficie de la Luna.
Actualmente los geólogos creen que, después del impacto producido por el meteorito, la roca fundida del manto de la Tierra fluyó hasta la corteza destrozada transportando concentraciones metalíferas de níquel y cobre. Allí, éstas se enfriaron y endurecieron, convirtiéndose en gigantes masas metalíferas que hasta hace poco permanecieron sin descubrir.
Descubrimiento por casualidad
En realidad el metal de la Cuenca de Sudbury se encontró por casualidad. En agosto de 1883 las cuadrillas que trabajaban en la construcción del ferrocarril en aquella zona se valieron de explosivos para abrir un pasaje a través de la roca sólida. Un herrero observador descubrió lo que vino a ser minerales que contenían cobre y níquel. Inmediatamente comenzaron a circular relatos periodísticos de importantes descubrimientos de cobre y los buscadores de minas se apresuraron a ir a la zona a fin de denunciar minas.
Se comenzaron varias minas, pero, según opinaban muchos, éstas no iban a durar mucho. El procedimiento de fundición que entonces se usaba no producía cobre puro de este metal, sino cobre mezclado con grandes cantidades de níquel. En ese entonces había pocos usos para el níquel y la demanda de él era pequeña. De hecho, entonces se consideraba un metal fastidioso más bien que valioso, pues la tarea de separarlo del cobre con los métodos que se conocían entonces era difícil y costosa. Interesantemente, fue este hecho lo que originalmente le ganó al níquel su nombre.
Hace más de 200 años algunos mineros de Sajonia, Europa, trataron de fundir un metal que ellos pensaban que era cobre, pero éste produjo un metal blanco desconocido en vez del cobre que ellos esperaban. Puesto que eran supersticiosos y creían en hechizos y brujería, llegaron a la conclusión de que Satanás había hechizado la mina. Por lo tanto, llamaron al nuevo metal Cobre del Diablo, o, como ellos lo pronunciaban en su lenguaje, Kupfernickel. Con el transcurso de los años se le llegó a conocer sencillamente como “níquel.”
El buen éxito de los nuevos desarrollos mineros de Sudbury parecía depender completamente de la resolución de los problemas metalúrgicos de separar el cobre del níquel de una manera económica. En aquel entonces nadie sabía mucho acerca de un procedimiento de esta índole, y había habido poco incentivo para desarrollar uno. El uso total del níquel en el mundo era relativamente insignificante, pues se le usaba casi únicamente para hacer monedas de níquel y para niquelar. Por lo tanto, el futuro de las nuevas minas no parecía brillante. Éstas contenían inmensas cantidades de mena rica en un metal para el cual no había, todavía, un método satisfactorio de fundido y separación. Además, no había un mercado substancial para el producto acabado.
Se descubre un nuevo procedimiento
Después de considerable experimentación se descubrió que, por medio de añadir bisulfato de sodio durante la fundición del metal, se podía lograr una separación económica de los dos metales. Se había resuelto el fastidioso problema. Durante muchos años éste continuó siendo el método canadiense estándar para tratar los sobresalientes metales de Sudbury. Ciertamente fue un triunfo técnico que le abrió la puerta a una industria completamente nueva que con el tiempo produciría riquezas y beneficios que ni siquiera podían imaginarse en aquel entonces.
La “industria” norteamericana del níquel entró en el siglo XX girando principalmente en torno a dos compañías, una que tenía un vasto surtido del metal en forma de material crudo y otra que tenía un método satisfactorio de separar los metales. Era obvio que necesitaban unirse.
Por medio de una serie de amalgamaciones e intercambios de acciones que comenzó en 1902, se formó el gigante complejo de corporaciones industriales que ahora se conoce como la International Nickel Company of Canada, Limited, o Inco Limited. Actualmente es la mayor empresa minera del Canadá y el mayor productor de níquel del mundo, pues despacha decenas de millones de kilos de níquel al año. Inco tiene reservas comprobadas de más de 400.000.000 de toneladas de mineral. Se recobran no menos de 15 elementos de sus complejos depósitos metalíferos, incluso cantidades apreciables de metales preciosos como el oro y el platino. Esta empresa es propietaria de 19 minas en el Canadá y tiene representaciones en casi una veintena de países.
En años más recientes otras compañías han comenzado a extraer níquel de sus minas y esto ha aumentado la producción de este metal para el uso mundial. Una de las más grandes es Falconbridge Mines, Limited, incorporada en 1928 para desarrollar una propiedad que había sido examinada años antes por el famoso inventor-científico norteamericano Tomás Alva Edison. Porque no pudo vencer ciertos problemas técnicos, él abandonó el proyecto. Pero Falconbridge tuvo éxito, y hoy día es centro de un imperio minero industrial que, al igual que Inco, tiene un campo de acción verdaderamente internacional. Como empleador ocupa el segundo lugar en el distrito de Sudbury.
La investigación da expansión al mercado
A fin de asegurar un mercado estable para su creciente productividad, los productores de níquel continúan gastando vastas sumas de dinero en investigación para hallar cada vez más usos para el níquel. Al metal que antes se consideraba como una molestia para los mineros de cobre, a menudo se le llama el “metal maravilloso” o “metal amigable.” El níquel se usa en casi toda industria que el lector pueda nombrar.
El principal valor del níquel yace en su habilidad de formar aleaciones. Por eso, raras veces se le usa en su estado puro. Por lo general, se añaden diferentes cantidades de níquel a otros metales, a fin de impartirles las sobresalientes propiedades del níquel: brillo y belleza duraderos, dureza y resistencia a la corrosión y a la temperatura elevada. En la actualidad comúnmente se usan más de 3.000 aleaciones de níquel en artículos que van de fregaderos de acero inoxidable a naves espaciales.
El viaje de pasajeros a velocidades supersónicas es posible debido al contenido de níquel de las superaleaciones que se usan en los motores de propulsión. Se usó el níquel en un buen número de componentes críticos de la nave espacial Apolo 11, contribuyendo al primer alunizaje efectuado por el hombre en 1969. Todavía está en la Luna una placa de acero inoxidable niquelado, colocada allí por los astronautas para marcar la primera visita del hombre a un cuerpo del espacio sideral.
Además, aumenta la demanda de este metal interesante en la construcción a medida que los edificios se hacen más altos. Una aleación de níquel-acero desarrollada para vigas de construcción tiene la fortaleza de las vigas convencionales pero solo pesa la cuarta parte de lo que éstas pesan.
El acuñamiento de monedas provee un ejemplo de la creciente importancia del uso del níquel en su estado puro. Por ejemplo, en el Canadá todas las monedas, a excepción de la pieza de un centavo, se hacen de níquel puro. Casi todas las otras naciones usan este metal, ya sea en forma pura o en aleación, para acuñar monedas. Una razón por la cual los países están cambiando al uso de níquel para acuñar sus monedas es que las monedas de níquel duran más tiempo... prueba de las cualidades de dureza y resistencia al desgaste del metal.
Efecto en el ambiente
Se oye a muchos visitantes de Sudbury y sus alrededores comentar acerca de lo rocosa y desolada que les parece la región. A menudo dicen que se asemeja a la superficie de la Luna. Ciertamente es “diferente” y gran parte de la superficie tiene un aspecto áspero y desolado. De modo que ha sido preciso pagar un precio a fin de buscar riquezas en las rocas de la Tierra. Sin embargo, nótese que no todo el desgaste del paisaje lo han causado las compañías mineras. Mucho antes que comenzaran a minar, la explotación de bosques desató el proceso que ha convertido las colinas forradas de bosques en tierras casi yermas. Después que los leñadores removieron los grandes bosques de pino, entraron en acción los buscadores de minas y quemaron la tala caída y la delgada capa de mantillo —a veces sin cuidado alguno— a fin de poner al descubierto la roca subyacente y facilitar su búsqueda de depósitos minerales.
Más tarde siguió el tostado al aire libre de las ricas menas de azufre cerca de aquí, en Copper Cliff, Ontario. La contaminación resultante de anhídrido sulfuroso en el aire se derramó por toda la campiña, destruyendo los árboles y la vegetación que quedaban. Para 1920 la subsiguiente erosión había terminado de devastar la región. Desde aquellos días en los que a menudo se manifestó tanta imprudencia, la tecnología mejorada y una mayor conciencia de la necesidad de proteger y preservar el ambiente han resultado en reducir la emanación de desechos nocivos. Las autoridades gubernamentales actualmente han puesto límites a dichas emanaciones.
El “supercañón de chimenea” de la Inco, que ahora domina la silueta de la zona de Sudbury, es una evidencia tangible de este interés en la protección y restauración del ambiente. El “supercañón de chimenea,” que contiene más de 16.000 metros cúbicos de hormigón y se eleva a una altura de 381 metros, representa una inversión de 25 millones de dólares. Reduce al mínimo los concentrados de anhídrido sulfuroso al nivel del suelo por medio de mantener los gases en alto durante el mayor tiempo posible y diluirlos, valiéndose de la dispersión horizontal y vertical. Los gases son conducidos al cañón de chimenea por medio de un sistema de conductos de acero que tiene casi un kilómetro de largo. Esto se efectúa a una velocidad de hasta 88 kilómetros por hora y a una temperatura máxima de 390 grados centígrados.
Se puede ver prueba de la eficacia de los diferentes esfuerzos por reducir la contaminación y restaurar las zonas dañadas en los centenares de hectáreas de hierba y centeno que ahora florecen en lo que antes eran vastas zonas donde se descargaban desechos. Los insectos y los animales están regresando, mientras que puede verse a los gansos y patos usando los pequeños estanques cercanos a las zonas de fundición. Es bueno ver que a cambio de los beneficios materiales que obtienen de las riquezas de la Tierra, los hombres estén haciendo esfuerzos por preservar la belleza natural que Dios ha dado.
El desarrollo de cada vez más minas para producir níquel y metales asociados ha tenido un gran impacto, tanto en la gente que vive aquí, como en el ambiente. La vida de millones de personas por todo el mundo ha sido enriquecida por el desarrollo de algunos de los muchos usos del níquel. ¿Quedan todavía otros secretos físicos y químicos en las rocas de la corteza terrestre? El tiempo lo dirá.