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¡Despertad! 1980
g80 8/2 págs. 16-19

Vida en el Kalaharí

Por el corresponsal de “¡Despertad!” en Sudáfrica

“DONDE el agua se ha secado por completo”... ciertamente ése es un nombre apropiado para un desierto. Y hay quienes piensan que ése es el significado de la palabra Kgalagadi, o Kalaharí en el idioma tsuana.

“Un lugar inhabitado y carente de vida” es la descripción que quizás surja de inmediato en nuestra mente al pensar en un desierto. Pero no es así en el caso del Kalaharí, desierto que abarca gran parte de la zona de la provincia septentrional del Cabo, del África del Sur, la parte oriental del África del Sudoeste y la región central y occidental de Botswana.

Algunas partes de esta región son llanas y arenosas y están cubiertas de arbustos, grandes árboles espinosos y hierba. Otras partes, como el sector que se encuentra dentro de África del Sudoeste, consisten en kilómetros de dunas ondulantes, con más o menos la misma clase de vegetación. Algunas de estas dunas tienen más de 30 metros de altura. A diferencia de las que se encuentran en el desierto de Namib de la costa occidental de África del Sudoeste, no son puntiagudas e irregulares; son largos y redondeados cerros de arena que parecen olas gigantescas. Tramos llanos, conocidos a las personas de la localidad como “calles,” separan las dunas por una distancia de entre 100 y 300 pasos o más.

El conducir un vehículo a través de partes del Kalaharí, a menudo sobre lechos de ríos secos, es como viajar a través de un coto de caza. Aparte de los ratones, las salamanquesas y las mangostas, que continuamente cruzan enfrente de uno por el camino, uno pudiera de súbito encontrarse con una zorrita peluda con orejas como de murciélago, un chacal crinado, uno o dos guepardos, o hasta una pequeña manada de caamas o algún otro antílope. A veces uno avista varios avestruces. No se sorprenda si una de estas aves se mantiene al paso con un vehículo que se mueve a más de 56 kilómetros por hora. También hay leopardos y leones en el Kalaharí.

Testificando en el Kalaharí

El mayor gozo de los testigos de Jehová que viven en esta zona, viene de compartir la verdad bíblica con otras personas. Por lo general la gente de este lugar es muy hospitalaria y le tiene gran respeto a la Biblia. Por eso un Testigo visitante puede pasar hasta una hora o dos considerando las Escrituras con una persona en el hogar de ésta. Aunque la gente quizás discuta acaloradamente sobre algún tema bíblico con el Testigo, aun así se le invita a compartir algún alimento, si el Testigo ha visitado cerca de la hora de comer. Durante la comida la conversación se mantiene estrictamente en cuestiones de carácter general de tenor amigable. Sin embargo, después de eso se vuelve a emprender la acalorada consideración anterior con el mismo fervor.

El llegar a algunas de las fincas rústicas es una empresa de envergadura. A menudo la distancia entre las casas es de 16 a 24 kilómetros, y por lo general cada una de las fincas abarca 50 kilómetros cuadrados o más. Es preciso viajar por encima de las dunas, donde no hay verdaderos caminos, sino sencillamente las huellas que han dejado otros vehículos. Uno puede visitar solo tres o cuatro fincas rústicas en un día.

Las fincas en el Kalaharí

¿Precisamente qué clase de trabajo se realiza en las fincas de esta árida región? La mayor parte consiste en ganadería y crianza de ganado lanar. Una fuente de ingresos particularmente lucrativa es la venta de pieles de caracul o astracán. Los corderos de vellón rizado de las ovejas caracul son degollados pocas horas después de nacer. Sus pieles proveen las mundialmente famosas pieles de caracul que se usan en la fabricación de abrigos y sombreros costosos y cosas por el estilo.

Un gran problema en esta zona es obtener suficiente agua para los hombres y los animales. Por lo general se hunden barrenos en la arena, a veces hasta llegar a una profundidad de más de 300 metros. Para extraer el agua se usan molinos de viento o bombas impulsadas por motor.

Adaptación a la vida en el desierto

No hay que decir que aquí los hombres tienen que adaptarse a la vida en el desierto. Cuando estas personas se mudaron por primera vez al Kalaharí, a menudo tuvieron que morar en chozas temporáneas hechas de hierro acanalado. Estas eran insoportablemente calientes durante el día e incómodamente frías durante la noche. Pero parece que la gente se adaptó a vivir en esas condiciones. Sin embargo, en muchas fincas se han construido grandes hogares modernos. Estos parecen estar algo fuera de lugar en sus alrededores y en ellos faltan pocas conveniencias modernas.

Para los animales domésticos, la vida en el desierto presenta sus problemas. Cuando las cabras regresan de apacentar, a veces uno las ve andar sobre las rodillas en vez de sobre las pezuñas delanteras. ¿Por qué? Bueno, puesto que estos animales nunca andan sobre terreno duro, las pezuñas no se desgastan, y debido a eso crecen demasiado para el andar normal. También se desarrolla la misma condición en el ganado y en las ovejas. Por lo tanto, los moradores del Kalaharí tienen que cortarles las pezuñas de vez en cuando.

Las ovejas más viejas a menudo no tienen la fuerza que necesitarían para salir con vida del viaje diario a los terrenos de apacentamiento cuando el sol candente bate sobre ellas. Eso significa que es necesario alimentarlas en casa. Por supuesto, el comprar forraje para ellas sería muy costoso. ¿Cómo se resuelve este problema?

Los nidos abandonados de cierta clase de pájaro tejedor conocido como el “tejedor social” son una fuente ya preparada de hierba cortada con alto contenido nutritivo. Estas aves construyen sus gigantescos nidos en las ramas de árboles grandes. Veintenas de aves viven en los nidos comunales a la vez, y entran y salen constantemente a vuelo raudo por las múltiples entradas del nido. Sin embargo, con el tiempo abandonan los nidos en busca de otro alojamiento.

Ingenio en el uso de vehículos de motor

El que uno pueda mantener en movimiento su automóvil a veces puede significar la diferencia entre la vida y la muerte en la arena. No obstante, los moradores del Kalaharí a menudo muestran una alarmante indiferencia con respecto a artículos básicos de mecánica como gatos, ruedas de repuesto o equipo de poner parches. A la vez, despliegan un asombroso ingenio en lo que toca a mantener un vehículo de motor en movimiento en circunstancias insólitas.

La primera regla para conducir en la arena es mantener los neumáticos sumamente desinflados. Aunque esto es dañino para los bordes de los neumáticos, permite conducir en casi cualquier clase de arena sin hundirse en ella.

Pero, ¿qué sucede si se pincha un neumático? Sería casi imposible levantar el automóvil con un gato normal pues éste sencillamente se hundiría en la arena. La cosa obvia es siempre llevar un tablón para ponerlo debajo del gato. Pero cuando el morador del Kalaharí olvida el tablón no se desconcierta fácilmente. Puede que sencillamente eche mano de un objeto sólido, como una caja de herramientas de acero, un tocón de madera o una piedra, y ponga esto bajo el eje cerca del neumático dañado y entonces excave en la arena que está debajo del neumático. Esto le permite remover la rueda, ya sea para repararla o para reemplazarla con una rueda de repuesto. Entonces vuelve a meter a la fuerza tanta arena como puede debajo del neumático y excava en la arena debajo del objeto sólido que usó para sostener el eje; de ese modo el automóvil vuelve a quedar sobre las ruedas.

Pero, ¿qué hay si uno no tuviera ni una rueda de recambio ni equipo de poner parches? Después de remover el tubo o cámara interior de la manera normal, uno agarra firmemente entre el pulgar y el dedo índice el lugar del pinchazo y entonces aguanta el resto del tubo con su otra mano y estira la sección pinchada en sentido opuesto. Esto le permite al compañero de uno atar un pedazo de cuerda o una tirilla de cuero alrededor de la sección estirada, apretarla firmemente, y enrollarla y hacerle nudos repetidas veces. De esta manera la sección perforada queda atada y se elimina su problema. La solución, al parecer razonable, de llenar el neumático desinflado con arena es una que sencillamente no da resultado.

Cuando un vehículo comienza a tener dificultades con el motor de arranque, el ingenio de los moradores del Kalaharí pronto se manifiesta. Sobre arena, es casi imposible empujar un camión para hacer que se ponga en marcha. Al enfrentarse con este problema, un hombre levantó una de las ruedas traseras del automóvil como hubiera hecho en el caso de un neumático desinflado. Entonces conectó la corriente por medio del encendido y puso el automóvil en marcha directa. Ahora bastaba con asir firmemente el exterior de la rueda trasera libre y darle vueltas vigorosamente. Pronto el motor arrancó.

“Leyendo” huellas

Una habilidad intrigante que han desarrollado estos moradores de la arena es la de “leer” huellas. Uno de estos hombres, de edad avanzada, se detuvo a examinar ciertas huellas de un animal, y entonces dijo a los visitantes que eran huellas de chacal. Al examinar las huellas más de cerca, declaró que las huellas eran de dos animales, un macho y una hembra, y que la hembra pronto tendría cría. Los visitantes se rieron. Pero entonces el hombre razonó con ellos y les dijo: “¡Miren! Un conjunto de huellas es grande y el otro es pequeño. Es razonable suponer que un macho y una hembra corran juntos.” Los visitantes reconocieron el punto. “Pero ahora,” continuó diciendo el hombre, “si vuelven a mirar las huellas, notarán que las más pequeñas tienen mayor profundidad en la arena. Esto significa que el animal más pequeño, que obviamente es la hembra, es relativamente más pesado que el animal de mayor tamaño, lo cual sucedería si la hembra llevara dentro cachorros.” ¡Efectivamente! Tres días después de ver aquellas huellas, el hombre halló al chacal madre con los cachorros recién nacidos.

Sugerencias para subsistir

Los moradores del Kalaharí quedan asombrados cuando oyen acerca de personas que se han perdido y han sido encontradas en su automóvil en un estado de colapso debido al intenso calor y la sed. “Imagínese; casi morirse de sed con el radiador del automóvil lleno de agua,” comentan. Por supuesto, uno tendría que asegurarse de que no hubiera anticongelante tóxico en el agua.

La mejor protección contra el calor del mediodía es meterse debajo del automóvil, no quedar dentro de éste. Pero, ¿por qué no bajo un árbol que dé sombra si hay alguno cerca? Porque debajo de un árbol del Kalaharí existe el peligro de ciertos insectos, pequeños ácaros venenosos que hacen la situación insoportable debido a su aguijón punzante.

Nadie debe andar por largo tiempo durante el calor del día. Es mejor dormir durante el día y andar al anochecer o por la noche, y elegir una estrella brillante por la cual fijar uno su curso.

Recuerdos

Pocas de las personas que han pasado algún tiempo en el Kalaharí recuerdan tal experiencia sin que las invada la nostalgia. No es posible olvidar los agudos contrastes... los abrasadores días, las frías noches y las inmensas extensiones de dunas cubiertas de hierba, aparentemente desoladas, y no obstante llenas de una variedad interminable de vida.

Uno se sume en una incomparable sensación de paz a medida que el calor amaina y el Sol se hunde debajo del horizonte. Las puestas de sol son sencillamente magníficas; hay cambio constante en los matices de rojo, naranja y púrpura. Mientras tanto, el penetrante “clac, clac, clac” del reclamo del geco o salamanquesa recibe mil contestaciones de otros gecos que dan sus reclamos. El aire queda lleno de su sonido. Completan la sinfonía el balido de las ovejas, el mugido del ganado y el estridente clamor del korhaan que vuela hacia arriba y hacia abajo en un despliegue de acrobacia aérea.

Ciertamente la vida en el Kalaharí tiene sus desafíos y recompensas. Este desierto no es un páramo muerto. Es una región de vida fascinante.

[Ilustración en la página 16]

Las ovejas caracules más viejas, que no podrían sobrevivir el trayecto diario hasta los pastos, se alimentan de nidos abandonados

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