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¡Despertad! 1980
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Ofreciendo el consuelo de un paraíso futuro

“ADEMÁS, hermanos, no queremos que estén en ignorancia respecto a los que están durmiendo en la muerte; para que no se apesadumbren ustedes como lo hacen también los demás que no tienen esperanza.” Eso fue lo que escribió el apóstol Pablo. Después de asegurar a sus lectores respecto a la esperanza de la resurrección, concluyó: “Por consiguiente, sigan consolándose los unos a los otros con estas palabras.” (1 Tes. 4:13, 18) El ofrecer consuelo es el principal deseo del orador en un funeral. Pero también es algo que todos nosotros podemos hacer en pro de otros que se apesadumbran porque una persona amada ha muerto. Pues bien, ¿qué podemos ofrecer a modo de consuelo?

El pesar es una reacción humana muy natural. Hay varios ejemplos en la Biblia de siervos de Dios que mostraron pesar al perder a personas amadas. Por ejemplo, las Escrituras nos dicen que “cayó José sobre el rostro de su padre [fallecido] y prorrumpió en lágrimas sobre él y lo besó.” (Gén. 50:1) También, los hijos de Israel “se pusieron a llorar a Moisés en las llanuras desérticas de Moab treinta días” después que murió. (Deu. 34:8) El hecho de que Juan 11:35 dice que el hombre perfecto Jesús “cedió a las lágrimas” en relación con la muerte de su amigo Lázaro nos ayuda a entender que el pesar no es señal de imperfección.

Los cristianos verdaderos correctamente se apesadumbran o sienten pesar cuando mueren sus parientes, amigos o vecinos. Echarán de menos a estas personas fallecidas para quienes tenían cariño. (Juan 11:36) Pero, debido a que los cristianos tienen una esperanza basada en la Biblia, ‘no se apesadumbran como lo hacen también los demás que no tienen esperanza.’ Es decir, no ceden al pesar ilimitado ni a despliegues extremos de emoción como sucede a veces con personas que no tienen conocimiento exacto acerca de la muerte y la resurrección. No obstante, los cristianos deben interesarse sinceramente en atender a los muertos de una manera decorosa y también en ofrecer consuelo a los sobrevivientes.

Un modo en que se puede hacer eso está relacionado con el funeral mismo. Si se hace la petición, el cuerpo de superintendentes de una congregación de los testigos de Jehová puede hacer arreglos para que un orador competente pronuncie un discurso funeral ya sea en la funeraria o en otro lugar adecuado o al lado del sepulcro antes del entierro. No se cobra por este servicio consolador. Y es consolador, puesto que el orador que la congregación envía es una persona bien familiarizada con la Palabra de Dios. Es un hombre que reconoce cabalmente la gravedad de la ocasión, y que no solo está capacitado para ofrecer consuelo a los que han sufrido la pérdida, sino también para edificar espiritualmente a todos los concurrentes. Hace esto por medio de explicar la maravillosa esperanza que la Biblia da, en breve, la esperanza de un paraíso futuro aquí en la Tierra en el cual podrán participar tanto los sobrevivientes vivos como los muertos resucitados.

Los funerales que los testigos de Jehová conducen pueden empezar con un cántico, si así se desea. Ésto es especialmente cierto cuando se celebran los servicios conmemorativos en los Salones del Reino. Entre los cánticos de su cancionero que frecuentemente se usan están los que llevan estos títulos: “El gozo de la resurrección” (Número 53, basado en Juan 11; 20:18; Revelación 20:13), “¡Arroja tu carga sobre Jehová!” (Número 87, que se sirve de las ideas del Salmo 55), “Bálsamo en Galaad” (Número 97, que emplea Jeremías 8:22) y “La resurrección, provisión amorosa de Dios” (Número 98, basado en las palabras de Jesús en Juan 5:28, 29).

A menudo el orador dice algunas palabras acerca del difunto. Bien puede ser que durante su vida este individuo haya sido ejemplar en su devoción cristiana, que por medio de aplicar principios bíblicos se haya enfrentado con éxito a varias pruebas, o de otras maneras haya demostrado que deseaba asegurarse de tener un buen nombre con Dios. (Ecl. 7:1) Los que asisten al funeral podrán sacar consuelo al oír comentarios calurosos de esta índole; esos comentarios también pueden serles útiles en sus esfuerzos por llevar una vida cristiana.

El orador sin duda también hablará de la esperanza para los muertos basada en la Biblia de la cual el difunto sabía, si él o ella había sido un cristiano verdadero. También puede que haga algunas observaciones atinadas para explicar que debido a que todos somos pecadores, incluso el difunto, la muerte es ineludible en el sistema actual. Es la herencia común de todos.—Rom. 5:12; 6:23.

El orador no fomenta entre los sobrevivientes la falsa esperanza de que haya modo alguno en que puedan ayudar a su persona amada por medio de pagar para que se digan misas o cosa parecida. Ninguna cantidad de ceremonia hará volver a los muertos ni cambiará la condición de uno ante el criterio de Dios. (Vea 2 Samuel 12:19-23.) ¡Pero qué consuelo es saber que los muertos están inconscientes, que no están pasando tormentos ni sufriendo! Y el saber que el futuro de una persona amada que ha muerto está en las manos de un Dios justo y amoroso, que ha dado los pasos necesarios para asegurar una resurrección, es un consuelo en sí mismo.—Ecl. 9:5, 10; Deu. 32:4.

Un texto bíblico que se citó en el discurso de funeral que se presentó en Ohlsdorf es el que se halla en el Salmo 90:10, que dice: “En sí mismos los días de nuestros años son setenta años; y si debido a poderío especial son ochenta años, sin embargo en lo que insisten es en penoso afán y cosas perjudiciales.” Las estadísticas apoyan la Biblia. Según The World Almanac (1979), la cantidad de años que se puede esperar vivir varía entre 30 y 40 años en países como Bangladesh, Benín, Chad y Malí y el máximo de un poco más de 70 (pero mucho menos de 80) en Islandia, Japón, los Países Bajos y en unos cuantos otros países.

Por consiguiente, algunos pudieran comparar su “cuenta de vida” a una cuenta bancaria, a la cual se abonan unos 25.600 días al tiempo de nacer. Cuando uno es joven, esto puede parecer como una gran cantidad de tiempo. Sin embargo, a lo más, para cuando uno tiene 25 años de edad ya ha usado como la tercera parte de sus días, como dinero que se ha gastado. Lo mismo que una cuenta bancaria que sigue disminuyendo, el tiempo que queda va reduciéndose con cada día que pasa. A los 35 años de edad en el mejor de los casos la mitad de la vida de uno ya ha pasado. Pero aun así, tal como una recesión repentina o un inesperado cambio en la marcha de sucesos puede acabar con la cuenta bancaria de uno, así circunstancias inesperadas pueden de repente agotar la “cuenta de vida” de uno. ¿Es éste el propósito o el debido programa de la vida, el que uno pase sus días así, a la vez que están llenos de “penoso afán y cosas perjudiciales”? Muchas veces la muerte de una persona amada resulta en que los sobrevivientes se pongan a pensar en este asunto serio.—Ecl. 7:2.

Sin embargo, es posible ofrecer consuelo a los que están de duelo. Se les puede explicar que el Creador del hombre vive una vida llena de propósito, y que vive para siempre. Si, como dice la Biblia, el hombre fue creado a Su semejanza, entonces ¿por qué debe ser tan corta la vida del hombre? (Gén. 1:27) Parece difícil armonizar esto con el Dios de amor acerca de quien aprendemos en la Biblia, un Dios cuyo interés en la felicidad y contentamiento de sus criaturas es tan obvio. ¡Pero qué alivio consolador puede venir de aprender y aceptar de la Biblia el hecho de que Dios puede deshacer la muerte!

Las Escrituras aseguran a los cristianos verdaderos que ellos están sirviendo al Dios “que vivifica a los muertos.” (Rom. 4:17) Jehová Dios promete eliminar la muerte por medio de vaciar el sepulcro común de la humanidad, haciendo que los muertos revivan en un paraíso terrestre. Dado que tienen una esperanza tan maravillosa, no es extraño que los siervos de Dios “no se apesadumbren . . . como lo hacen también los demás que no tienen esperanza.”—1 Tes. 4:13.

Mirando al futuro al paraíso

En un discurso de funeral, o aun cuando se está consolando personalmente a una persona afligida por la muerte de alguien, muchas veces se puede llamar la atención al propósito original de Dios para la Tierra. Ese propósito fue que se extendiera el jardín paradisíaco de Edén hasta abarcar todo el globo terráqueo. (Gén. 1:28) Podemos confiar en que el propósito de Dios no puede frustrarse, no, ni va a frustrarse. Es cierto que en su sabiduría Dios permitió que la imperfección continuara entre los seres humanos hasta que su Hijo viniera a la Tierra y ofreciera un sacrificio de rescate, y hasta que se estableciera el reino celestial. Pero podemos confiar a grado cabal en que el paraíso verdaderamente será restaurado por toda la Tierra. De modo que los muertos que salgan en la futura resurrección terrestre realmente estarán en vías de experimentar una vida mucho mejor —más pacífica y recompensadora— que la vida que tuvieron antes de morir. ¡Qué consuelo puede brindar esa seguridad apoyada por la Palabra de Dios!

Estas ideas todavía me estaban dando vuelta en la cabeza cuando me despedí de los parientes y conocidos afligidos de la difunta madre de mi amigo. Al partir del hermoso paraíso de Ohlsdorf, me regocijé en la esperanza de la otra clase de paraíso en el futuro cercano... un paraíso terrestre para los vivientes, pero uno en que hasta los muertos podrán participar.

[Ilustración de la página 9 (completa)]

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