El arte de ser abuelos
CUANDO nuestro hijo llegó a ser padre, tuvo comienzo una nueva serie de relaciones, una que tenía que ver con padres e hijos... y no pasemos por alto a la abuela y el abuelo. El sabio dijo en Proverbios 17:6: “La corona de los ancianos son sus nietos; el orgullo de los hijos son sus padres.”—Versión Popular.
Se podía ver la aplicación práctica de este texto bíblico en uno de los principales hospitales de maternidad de Sydney, Australia. El ascensor en el que volvimos a la planta baja estaba lleno de una interesante variedad de abuelos que claramente tenían la responsabilidad de cuidar de nietos en familias a las cuales les habían llegado nuevos miembros. La paciencia, la atención y el cariño, junto con las canas, identificaban a las abuelas y los abuelos. Hoy ellos tenían a su cargo los nietos, y era obvio que esto agradaba mucho a la mayoría de ellos.
Pero el ser abuelo o abuela envuelve más que el cuidar a los niños de sus hijos de vez en cuando. Hay que tomar en cuenta la posición de los padres, así como el efecto de largo alcance que las palabras y acciones de los abuelos tendrán en los nietos. Como es cierto en el caso de todas las relaciones en esta época, las relaciones de los abuelos con el resto de la familia pueden estar acompañadas de problemas, peligros y, a veces, angustias. El ser abuelos respetados (pues no podemos ganar el amor a la fuerza) presenta un desafío.
Consideremos juntos el arte de ser abuelos.
¿Qué hay del dar regalos?
¿Cuántas veces ha oído usted decir en tono despreocupado: “Oh, sus abuelos los tienen mimados”? Deseosos de participar de la felicidad que proviene de dar, a la mayoría de nosotros los que somos abuelos nos gusta dar regalos o juguetes a los niños, pero algunos lo hacemos con demasiada frecuencia. En los países más prósperos no es nada raro entrar en el cuarto de los nietos y hallar lo que parece una verdadera juguetería de juguetes mecánicos o muñecos felposos y hasta televisores para el uso exclusivo de los niños. Más tarde tal vez haya bicicletas, velomotores y, cuando los nietos alcanzan más edad, automóviles. Con el tiempo resalta el hecho de que, aunque en muchos casos hay felicidad en dar, hay tristeza en mimar excesivamente.
Un padre hizo el siguiente comentario acerca de los regalos que sus hijos recibían de los abuelos: “Me siento avergonzado, y muchas veces hasta irritado, porque mis hijos tienden a esperar regalos cada vez que mis padres nos visitan.”
Por supuesto, la vida sin regalos sería muy vacía. Pero cuando regalamos, sería bueno tratar de escoger algo que dure, algo que contribuya al desarrollo mental o emocional del niño y, en la mayoría de los casos, algo que no sea demasiado costoso. Junto con las otras cosas, quizás sea preciso dar más de nosotros mismos y de nuestro tiempo. El hacer esto con éxito exige buena comunicación.
¿Tiene éxito usted al comunicarse?
Es necesario empezar la comunicación temprano; y eso no es difícil, puesto que no se espera mucho a modo de respuesta de los niñitos. La comunicación progresiva a través de los años de la adolescencia y hasta la edad adulta presenta un gran desafío.
El tiempo es una “dádiva” que desempeña un papel de gran importancia en la comunicación. Como abuelos, es preciso que nos demos tiempo para escuchar a nuestros nietos cuando nos relatan sus problemas y aventuras de la vida diaria. Esto es importante para el desarrollo de la personalidad de ellos y nos permite saber dónde pudiéramos brindar ayuda bondadosa. Proverbios 20:11 nos aconseja: “Aun por sus prácticas el muchacho se da a conocer en cuanto a si su actividad es pura y recta.”
Pues bien, ¿qué hay si nos enteramos de que algo que nuestro nieto o nieta ha hecho no es del todo recto? El tramar con él o ella el modo de ocultar de sus padres el suceso ciertamente no es la manera de brindar ayuda. Por otra parte, el excitarse, gritar y regañar no es buen modo de comunicarse. Su nieto va a cometer errores, así como nosotros los hemos cometido, y tal vez algunos hasta sean graves. ¿Podemos valernos de estas situaciones y convertirlas en oportunidades para razonar con nuestros nietos, para reajustar su modo de pensar, para ayudarles a crecer?
¿Cuánto éxito tiene usted en cuanto a comunicarse con sus nietos? Pregúntese: ¿Converso yo con mis nietos, o solo les hablo? ¿Se basa mi conversación principalmente en lo que se debe y lo que no se debe hacer, o escucho bien para luego dar razones y explicaciones? Según sea apropiado, ¿comparto con mis nietos las experiencias de la vida, mis fracasos, mis gozos, mi amor por ellos? ¿Hemos caminado lado a lado en el campo, a lo largo de la playa, en un parque o jardín? ¿Hemos contemplado juntos y considerado en conversación la vida silvestre, las estaciones, los peligros y las bendiciones de la vida? Estando juntos, ¿qué grado de respeto hemos manifestado para con nuestro Creador, para con nuestro semejante y el uno para con el otro?
Un suceso memorable en la vida de un abuelo aconteció durante un paseo que dio con su nieto de cuatro años de edad en un parque local. Al pie de un árbol yacía muerto un insecto alado de tamaño grande. El muchachito se atemorizó al ver el insecto. El abuelo lo recogió, y entonces emprendió una consideración sencilla del tema de la vida y la muerte.
¿Está usted buscando algo que interese a su nieto? ¿Qué muchacho no se siente atraído al cobertizo donde su abuelo tiene guardada su selección de herramientas manuales y mecánicas, las cuales ha adquirido a través de los años? Hay muchas oportunidades para participar juntos en proyectos especiales de interés mutuo. Si usted no es persona hábil con las herramientas, ¿qué hay de la lectura? ¡Qué dádiva de valor duradero resultaría ser para su nieto o nieta el que, debido a que ustedes hubieran pasado tiempo leyendo juntos, se despertará en él o ella una sed por el conocimiento y la fascinación que brindan los buenos libros!
Y no debemos olvidar el cuarto de costura y la cocina de la abuela. ¿Qué muchachita no se siente atraída por los algodones y telas de diferentes colores y no desea hacer un vestido para su muñeca y, más tarde, tal vez uno para sí misma? Andando el tiempo, tal vez abuelita pueda compartir con ella sus secretos del arte culinario.
Todos pudiéramos beneficiarnos del error que cometió un abuelo que se llevó bien con sus nietos y nietas hasta que éstos alcanzaron la adolescencia. Entonces, a medida que ellos fueron creciendo y consiguiendo una educación más amplia, a él le pareció que él ya no les hacía falta. Triste es decirlo, pero la franqueza con que antes se había comunicado con ellos se deterioró. Este abuelo permitió que la aparente madurez mental de sus nietos restara expresión a la madurez emocional que él poseía y a las lecciones de la escuela de la vida que él podía compartir con ellos. Prescindiendo de la edad que tengan nuestros nietos, nosotros los abuelos tenemos mucho que ofrecer a los más jóvenes. Pero tenemos que ser buenos oyentes también. Y cuando estemos en desacuerdo con el punto de vista que un joven exprese, hay ocasiones en que es prudente simplemente compartir nuestras ideas y luego dejar que los jóvenes piensen en el asunto. Aunque nosotros sepamos que tenemos razón, no siempre es muestra de sabiduría insistir en ello en ese preciso momento. Mantenga abierta la puerta de la comunicación.
¿Es usted paciente y tolerante?
Se ha oído decir: “No se puede poner la cabeza de un anciano sobre los hombros de un joven.” El poder resolver los problemas que surgen entre los jóvenes y las personas mayores requiere paciencia y tolerancia, cualidades que son escasas en la sociedad de hoy día.
El mundo que rodea a los jóvenes frecuentemente ejerce vigorosa influencia en ellos. Es natural que sientan el deseo de ser aceptados por sus iguales. Tal vez piensen que sus padres les impiden esto. Como abuelos, nosotros podemos ayudar. Puesto que por lo general no estamos tan directamente envueltos en los asuntos relacionados con la disciplina diaria de la familia, es posible que los nietos se sientan más inclinados a tomar a pecho lo que les digamos. Frecuentemente resulta útil relatarles algunos de los problemas parecidos a los de ellos que nosotros tuvimos en nuestra juventud.
Tal vez descubramos que en algunos casos no estamos enteramente de acuerdo con la manera en que nuestros hijos estén tratando los asuntos relacionados con los nietos. Pero es preciso recordar que, según lo indica la Biblia, los padres son quienes tienen la responsabilidad principal de criar a los hijos. (Pro. 6:20; Col. 3:20) Si nosotros los abuelos nos entremetemos en la manera en que los padres estén tratando con tales asuntos como los hábitos de comer, la disciplina, la escuela, el tratamiento médico y los modales, aunque lo hagamos con buenas intenciones, corremos el peligro de perjudicar una preciosa relación. Vale la pena considerar el siguiente comentario que hizo un padre: “No reacciono favorablemente cuando SE ME DICE cómo cuidar de mi familia. Después de todo, son mis hijos. Sin embargo, sí agradezco el que se me ofrezcan sugerencias de una manera que revele interés y tolerancia respecto a los problemas a los que nos enfrentamos mi esposa y yo como padres.”
Es verdaderamente difícil manifestar paciencia y tolerancia cuando vemos que se están desarrollando situaciones que pudieran resultar en tristeza. No obstante, si nosotros que somos abuelos queremos que se nos respete, tenemos que reconocer el papel que nos toca en relación con el círculo familiar, y no tratar de desempeñar el papel que correctamente corresponde a los padres. Por supuesto, hay ocasiones en que nosotros necesitamos que se nos trate con paciencia y tolerancia... permítanos explicar.
Cómo tratarnos a nosotros los abuelos
Las estaciones del año presentan interesantes contrastes, y hay quienes las han comparado a los cambios que ocurren en las diferentes etapas de nuestra vida. Algunas personas se adaptan a las estaciones con mayor facilidad que otras.
Pueden surgir problemas a medida que nosotros los abuelos envejecemos. Con el transcurso de los años, se hace más difícil llevarse con algunos de nosotros. Lo que hagamos quizás interrumpa los arreglos de la familia. Tal vez nos pongamos más irascibles y menos pacientes y tolerantes. Triste es decirlo, pero la senilidad afecta a algunos de nosotros, a unos más que a otros. Si, en tiempos anteriores, hemos sembrado la paciencia, la tolerancia y el amor, tenemos razón para esperar que segaremos esas cualidades de vuelta.
Prescindiendo de lo ancianos que seamos, a nosotros los abuelos nos gusta que se nos haga sentir que todavía somos parte de la familia. En realidad, una relación que se mantiene estrecha gracias a la comunicación y al reconocimiento de que las personas de edad avanzada y los jóvenes pueden enriquecerse unos a otros con las experiencias de la vida es una relación verdaderamente satisfaciente. Cuando el amor y el respeto son mutuos, las tres generaciones —abuelos, padres e hijos— pueden disfrutar, aun en un mundo turbulento, de muchas de las bendiciones que Dios tenía propuestas al instituir la familia.—Contribuido.