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g80 22/5 págs. 16-19

Juan Pablo II en marcha... ¿puede él unificar su iglesia dividida?

NUNCA antes ha habido un papa que haya viajado tanto, y en tan poco tiempo. Juan Pablo II visitó a México, Polonia, Irlanda, los Estados Unidos... todo dentro del primer año desde su elección el 16 de octubre de 1978.

A juzgar por los recibimientos entusiásticos que recibió en cada país, se pudiera llegar a la conclusión de que la Iglesia Católica está disfrutando de su mejor época. En Polonia, la tierra natal del papa, le dieron una bienvenida especial. Se dice que casi la mitad de los 35 millones de personas que componen la población del país vieron al papa durante su visita de junio.

¿Refleja ese interés en Juan Pablo II una Iglesia Católica fuerte, o refleja otra cosa? ¿Qué efecto han tenido sus visitas en la gente de los países que ha visitado?

La iglesia en crisis

Más bien que estar fuerte y disfrutando de su mejor época, la Iglesia Católica está experimentando tiempos difíciles. El teólogo norteamericano Edward J. Foye escribió: “Nuestra iglesia está en condición peligrosa y enferma.” (National Catholic Reporter del 19 de octubre de 1979) “Estamos en angustia,” dijo el monseñor John Tracy Ellis, decano de los historiadores católicos de Norteamérica. “No hay un seminario conciliar que no esté dividido entre la derecha y la izquierda y el statu quo.”

Tan solo en los Estados Unidos, unos 10.000 sacerdotes han abandonado el sacerdocio desde mediados de los años sesenta, y ya pocas personas están escogiendo el sacerdocio como profesión. En 1965 había 49.000 seminaristas en los Estados Unidos; en 1978, solo había 11.200. La situación con relación a las monjas es todavía peor. En 1966 había 181.421 monjas, pero la cantidad ha disminuido en más de 50.000. Las escuelas católicas de los Estados Unidos cierran a razón de casi una por semana debido a la falta de monjas.

En otros países visitados por el papa la situación pudiera ser hasta más crítica. Informando sobre su viaje a México durante el pasado mes de enero, el Times de Nueva York hizo notar lo siguiente:

“El papa Juan Pablo II llegará a México esta semana en una delicada misión... impedir la clara desunión entre el ala conservadora y el ala progresista de la Iglesia Católica Romana en Latinoamérica. . . .

“Su decisión de ir a México refleja la gravedad de la situación . . . Desde 1968, la iglesia latinoamericana ha llegado a estar profundamente envuelta en la política, y los sacerdotes progresistas se están rebelando contra la disciplina tradicional de las obispos.”

“Profundamente conmovidas”... ¿en qué sentido?

Durante la visita del papa a esos países, los comentadores de noticias dijeron que las muchedumbres habían quedado “profundamente conmovidas.” Pero, ¿en qué sentido? El jefe de redacción del periódico londinense The Observer, Conor Cruise O’Brien, escribió:

“Si pudiera ver alguna señal de que las personas se estuvieran comportando mejor, después de haber observado y visto al papa, creería que en verdad habían quedado ‘profundamente conmovidas,’ y me regocijaría . . . Desafortunadamente, no puedo ver ninguna señal de tal mejora. . . .

“El papa condenó la violencia repetidamente y en términos enérgicos. El Ejército Republicano Irlandés [católico] entonces tuvo una conferencia de prensa en la que anunció su intención de continuar sus actividades como de costumbre.”

Seis días después que Juan Pablo II suplicó a los católicos de Irlanda ‘que se apartaran de la violencia y volvieran a los caminos de la paz,’ los terroristas asesinaron a un protestante de 38 años de edad que trabajaba en los muelles. Aparentemente en represalia, unos protestantes mataron a un católico romano el día siguiente. “Y así continúa todo, tal como sabíamos que continuaría,” dijo un párroco irlandés.

Sin embargo, fue obvio que la presencia del papa conmovió a las muchedumbres. Pero fue de manera similar a como conmueve a las muchedumbres la presencia de una famosa estrella de cine o un político. De hecho, el papa llegaría con la pompa y ceremonia coloridas de un miembro de la realeza... ¡un espectáculo digno de verse!

Obviamente, el entrenamiento del papa como actor le ayudó a cautivar la simpatía de las muchedumbres. Él había recorrido a Polonia con una compañía teatral antes de entrar en el sacerdocio. Al besar el suelo al llegar, embromar y cantar con la gente en sus propios idiomas, besar a niñitos y dar apretones de manos, el papa se convirtió rápidamente en una figura popular en los países que visitó. La revista Time señaló que el papa desplegó “facultades de tan hábil político que habría avergonzado a Lyndon Johnson,” el fenecido presidente norteamericano.

Pero a pesar de la popularidad personal del papa, la publicación U.S. Catholic de noviembre de 1979 dijo: “Ni siquiera estamos escuchando, y mucho menos estamos aplicando a nuestra vida lo que él dice.” ¿Por qué no?

Por qué no prestan atención al papa

Hay varias razones. Una razón fundamental es la pérdida de credibilidad. Un católico de Filadelfia comentó lo siguiente con relación a la visita del papa a esa ciudad:

“Fue por la ruta de la parada protegido por las armas de cientos de policías, subió por la alfombra roja hacia la cúspide de una plataforma que costó 200.000 dólares rodeado del plumaje militar de los Caballeros de Colón. Más tarde, cenó en una de las residencias elegantes más lujosas de nuestra ciudad, la casa del cardenal, aceptó de César tesoros de arte de inestimable valor y luego pidió a los seminaristas de St. Charles Borromeo que mantuvieran pura la Palabra de Dios. . . .

“Y después este hombre feliz, amigable y apacible que cautivó nuestras emociones volvió a Roma a su Castelgandolfo, a su Templo de San Pedro, a su Guardia Suiza armada y a su biblioteca y museo de tesoros de inestimable valor. . . .

“Nos habló de la gran responsabilidad que tienen las naciones ricas de redistribuir su riqueza entre los pobres. ¿No debería extenderse esa responsabilidad al Vaticano también?”—“National Catholic Reporter,” 26 de octubre de 1979.

Virginia M. Rickmeier, de Chicago, sin duda hablando por muchos católicos, dijo: “Escuchar al papa, particularmente sobre ‘asuntos del mundo,’ sería más fácil si él practicara lo que predica. Por alguna razón, a una familia que continuamente lucha por tener lo que necesita para los gastos del día se le hace difícil pensar en dar al pobre cuando el papa vive en magnificencia. ¿Cuántos legos pueden jactarse de tener una residencia veraniega? . . . ¿Cómo puede uno verdaderamente comparar al papado de hoy y toda su pompa con el humilde, pero firme y venerable San Pedro?”—U.S. Catholic, noviembre de 1979.

En verdad, ¡qué contraste hay entre el estilo de vida regio de los líderes católicos y el de Cristo y sus apóstoles! Sin embargo, no es debido a esa contradicción que la mayoría de los católicos no están prestando atención al papa.

Control de la natalidad

Quizás la razón principal por la que ellos no prestan atención al papa es por el punto de vista de él en cuanto al control de la natalidad. Como dijo alguien: “Cuando uno cree que el papa está completamente equivocado en una cuestión, como en ‘Humanae Vitae,’ es difícil poner mucha confianza en otras declaraciones.”

Hace unos 50 años el papa Pío XI afirmó en un pronunciamiento oficial que “los que se entregan [al control artificial de la natalidad] están marcados por la culpa de un gran pecado.” El papa Paulo VI no quiso poner en tela de juicio la doctrina de la Iglesia en cuanto a la infalibilidad papal. Por eso, en 1968 publicó su famosa encíclica Humanae Vitae (De la vida humana), en la cual afirmó que para los católicos “cada acto conyugal debe dejar lugar a la transmisión de la vida.”

Era esa posición la que muchos católicos esperaban que Juan Pablo II cambiara. Una encuesta cuyos resultados se dieron a conocer en la víspera de su visita a los Estados Unidos mostró que el 66 por ciento de las personas querían que él aprobara los métodos artificiales para el control de la natalidad. Pero, ¿qué sucedió? El 5 de octubre, el papa dijo a una asamblea de obispos norteamericanos en Chicago:

“Correctamente hablaron ustedes contra la ideología de la anticoncepción y los actos anticonceptivos, como lo hizo la Encíclica Humanae Vitae. Y yo mismo hoy, con la misma convicción que Paulo VI, ratifico la enseñanza de esta encíclica, la cual puso en circulación mi predecesor ‘en virtud del mandato que nos confió Cristo.’

No obstante, relativamente pocas parejas católicas concuerdan con el papa. Y puesto que muchos sacerdotes tampoco concuerdan con él, sus órdenes quedan sin ser oídas. Hace unos años una madre católica protestó: “¿Quién es el papa para que entre en mi dormitorio? Todo esto me parece un asunto de conciencia.”

Juan Pablo II hubiera hecho bien en prestar atención al consejo del apóstol Pablo en Primera a los Corintios 4:6, como lo vierte la Versión de Juan Straubinger, católica: “Para que aprendáis en nosotros a ‘no ir más allá de lo escrito.’” Al ir más allá de lo que está escrito en la Palabra de Dios, el papa ha prolongado el tremendo desacuerdo y la división que hay dentro de su Iglesia.

El celibato

El por largo tiempo existente decreto de la Iglesia que prohíbe a los miembros del clero casarse también ha hecho que muchos de ellos se hagan sordos a lo que dice el papa. Literalmente centenares de miles de sacerdotes y monjas han dejado de servir como tales desde los años sesenta, principalmente debido a ese decreto. No obstante, el 4 de octubre, en Filadelfia, Juan Pablo II reafirmó que era necesario que los sacerdotes permanecieran célibes.

Sin embargo, las Sagradas Escrituras no enseñan esto. La Biblia muestra que hasta el apóstol Pedro y otros apóstoles de Cristo estaban casados. Al día siguiente, el 5 de octubre, el columnista católico Gary Wills hizo la siguiente declaración en el SunTimes de Chicago, y citó de Marcos 1:29-31 y 1 Corintios 9:5. Entonces planteó la pregunta de por qué la Iglesia ha encubierto la existencia de la esposa de Pedro, y explicó:

“Por supuesto, la respuesta es que los sacerdotes célibes de Roma trataron de pasar por alto la prueba bíblica de que Pedro hizo su labor de apóstol como hombre casado. Ellos han supuesto o sostenido que solo un sacerdocio célibe es digno... y así han llamado indigno el sacerdocio de Pedro. Se niega la norma apostólica . . .

“Hallo extraño que el papa Juan Pablo, quien viaja como sucesor de Pedro, enfatice en los Estados Unidos la importancia de un sacerdocio célibe cuando Roma siempre enfatiza la importancia de San Pedro entre los apóstoles, aunque él ejerció aquel apostolado en compañía de su esposa.”

Por eso, debido a que se sienten injustamente obligados a someterse a una ley hecha por el hombre, muchos sacerdotes y monjas han dejado de servir en tales capacidades. Algunos han abandonado la Iglesia Católica por completo, sin duda reforzados en su decisión al descubrir la advertencia bíblica que dice: “El Espíritu dice claramente que en los últimos tiempos algunos apostatarán de la fe entregándose a espíritus engañadores y a doctrinas diabólicas, . . . éstos prohíben el matrimonio.”—1 Tim. 4:1-3, Biblia de Jerusalén, católica.

¿Un unir o un dividir?

Por supuesto, el papa esperaba que sus visitas llevaran curación y unión a la Iglesia. Pero parece que ha ocurrido lo contrario. “Estábamos empezando a hablar unos con otros y a sanar las heridas de los años sesenta,” dijo el monseñor John E. Egan, de Notre Dame. “Nuevamente estábamos comenzando a escuchar, a oír los puntos de vista de otras personas. Ahora hemos abierto las heridas otra vez. Aunque todos estamos unidos en admirar al papa, una vez más estamos divididos en cuanto a las cuestiones de la iglesia.”

Pero es más que simplemente los puntos de vista del papa en cuanto a enseñanzas religiosas lo que está causando división y preocupación. Un caso al respecto fue su manejo del escándalo en que se vio envuelto su amigo el sacerdote polaco Michael M. Zembrzuski, según informó la publicación católica National Catholic Reporter del 21 de septiembre de 1979. Zembrzuski encabezaba la orden monástica religiosa de los Padres Paulinos (Orden de San Pablo, el Primer Hermitaño) en los Estados Unidos. Pero, violando su voto de pobreza, Zembrzuski se envolvió en toda clase de transacciones financieras y derrochó, según se alega, millones de dólares en donaciones caritativas.

Para investigar la situación, el Vaticano nombró al obispo George H. Guilfoyle y al entonces cabeza de los Padres Pasionistas de Chicago, Paul M. Boyle. En una investigación, que tomó años debido a su complejidad, éstos descubrieron que el estilo de vida de Zembrzuski era “inmoral,” “insidioso” y un “escándalo.” Entre otras cosas, escribieron:

“El padre Zembrzuski recibía invitados en fiestas lujosas y gastaba enormes sumas de dinero en sí mismo y sus amigos. Su amistad con cierta mujer, a quien mantenía generosamente con fondos del monasterio, dio base a muchos rumores y acusaciones.”

En su informe final al Vaticano en febrero de 1979, Guilfoyle y Boyle enfatizaron en los términos más fuertes posibles que Zembrzuski y los sacerdotes leales a él deberían ser destituidos. Pero el papa no prestó atención a las recomendaciones. Al contrario, Zembrzuski fue honrado al ser incluido en el séquito oficial del papa en la visita de éste a Polonia en junio.

Acciones como ésas hacen que muchas personas se pregunten precisamente qué clase de hombre es realmente Juan Pablo II. Parece que es un hombre de diferentes caras, de contradicciones. Por un lado sostiene enseñanzas de la Iglesia que son impopulares y gravosas —hasta antibíblicas— y que imponen penalidades a su gente. Sin embargo, por otra parte, con las multitudes, y especialmente con los niños, parece compasivo y amoroso.

Cuando le conviene, el papa acude a la Palabra de Dios y al ejemplo de Cristo. Al exhortar a los sacerdotes de México a evitar actividades revolucionarias y subversivas, dijo que ‘los Evangelios muestran claramente que para Jesús cualquier cosa que alterara su misión de Siervo de Yahvéh [Jehová] era una tentación.’

Sin embargo, ¿practica el papa lo que predicó allí? ¿Sigue él mismo el ejemplo de Cristo? ¿Cuántas veces lo ha oído usted proclamar el nombre y los propósitos de “Yahvéh, Altísimo sobre toda la tierra”? Sin embargo, Jesús dijo a Yahvéh en oración: “He manifestado tu Nombre.”—Sal. 83:18; Juan 17:6, Biblia de Jerusalén.

El fracaso del papa en cuanto a dar a conocer el nombre de Dios y adherirse fielmente a la Palabra de Dios sugiere que Juan Pablo II nunca logrará unir su Iglesia dividida, prescindiendo de los muchos viajes que haga.

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