“Los pongo al cargo”
Jehová Dios le dijo al hombre que ejerciera control sobre la Tierra y la cuidara, y que estuviera al cargo de todas sus criaturas vivientes. ¿Ha cumplido bien el hombre con su encomienda?
LA GENTE observa con temor reverente los cielos estrellados. En una noche oscura el cielo parece estar atestado de estrellas, pero las pocas miles que se ven son solo una parte pequeña de los billones de astros que componen el universo. Estas miríadas de estrellas se mueven en órbitas exactas gobernadas por las leyes de movimiento que el Creador de ellas ha establecido. “En el principio creó Dios los cielos y la tierra.” Ante la inmensidad y complejidad del universo vacila la mente de los observadores humanos.—Gén. 1:1.
La Tierra es una simple motita en comparación con los cielos. Pero para nosotros es enorme y está llena de vida. Una cucharilla de tierra puede contener 5.000.000.000 de organismos vivos, y ¿quién puede siquiera imaginarse la cantidad de criaturas que hay en las “dehesas del mar”? “¡Cuántas son tus obras, oh Jehová! Con sabiduría las has hecho todas. La tierra está llena de tus producciones. En cuanto a este mar tan grande y ancho, allí hay cosas movientes sin número, criaturas vivientes, pequeñas así como grandes.”—Sal. 104:24, 25.
La coexistencia de tan vasta cantidad de criaturas sobre la Tierra pudiera ser un problema. Hay que mantener un equilibrio para que todas las especies puedan tener suficiente luz, aire, agua, alimento, espacio donde vivir y otras provisiones necesarias para la supervivencia. A esto se llama el “equilibrio de la naturaleza,” y si ocurre un desequilibrio el sistema se puede ajustar por sí solo. Jehová lo ha arreglado de tal forma. Pertenece a él: “A Jehová pertenece la tierra y lo que la llena, la tierra productiva y los que moran en ella.”—Sal. 24:1.
Jehová ha encargado la Tierra al hombre: “A Jehová pertenecen los cielos, pero la tierra se la ha dado a los hijos de los hombres.” (Sal. 115:16) La responsabilidad que se colocaba sobre las personas fue claramente explicada a la primera pareja humana: “Los creó macho y hembra, les dio su bendición, y dijo: ‘Tengan muchos hijos, de modo que sus descendientes vivan por toda la Tierra y la pongan bajo su control. Los pongo al cargo de los peces, las aves y todos los animales salvajes.’” El cuidado que el hombre habría de dar a la Tierra sería un cuidado protector: “Dios colocó al hombre en el Jardín de Edén para que lo cultivara y lo guardara.”—Gén. 1:27, 28; 2:15, Today’s English Version.
Es vital que los seres humanos cumplan con esta función de guardianes. Han de llegar a estar a la semejanza de Dios, lo cual significa que fueron creados con ciertos atributos de Jehová, como los de justicia, amor, sabiduría y poder. Estas cualidades los equipan para desempeñar su papel de guardianes de la Tierra y las plantas y animales de ella, pero si estos atributos no se aplican, o si se usan mal, también pueden dar a las personas el poder de alterar el “equilibrio de la naturaleza.” Si usan el poder que tienen de manera injusta, desamorada o imprudente, se ponen en peligro los procesos que permiten que el ambiente de la Tierra se ajuste a sí mismo.
Pautas para tratar con los animales
En armonía con el estar a la semejanza de Dios, el hombre debe mostrar un interés similar al de Dios para con los animales. Numerosos textos bíblicos sirven de pautas para tratar con los animales. Los seres humanos tienden a ir a extremos, y ciertas posiciones que se han adoptado con relación a los animales no son excepciones a esto. Algunos se dejan dominar por el sentimentalismo, otros por una cruel indiferencia. A los animales se les puede usar para hacer una amplia variedad de trabajos para la gente. Se les usa de manera apropiada como fuente de alimentos... leche, mantequilla, huevos, queso y aun carne. Además proveen ropa, que proviene no solo de su lana o pelo, sino también de sus pieles... aunque el uso del cepo de acero para cazar animales salvajes es una crueldad para con estos animales que proveen las pieles.—Gén. 3:21.
Sin embargo, se debe manifestar respetuosa consciencia de la santidad de la vida cuando se usa a los animales de estas maneras. El matarlos sencillamente por deporte demuestra una dura indiferencia para con la vida. Hasta los cazadores que mataban para obtener alimento estaban obligados a mostrar respeto a la vida: “En tal caso [él] tiene que derramar su sangre y cubrirla con polvo. Porque el alma [vida] de toda clase de carne es su sangre.” Fue la santidad de la vida lo que hizo que Dios le impusiera esta restricción al hombre: “No deben comer la sangre de ninguna clase de carne, porque el alma de toda clase de carne es su sangre.”—Lev. 17:13, 14.
Si a los animales se les puede usar como alimento para sostener la vida de la gente, parece razonable el que se les use en experimentos médicos para salvar vidas. No obstante, esto no da licencia para llevar a cabo experimentos inútiles que se efectúen repetidas veces sin ninguna restricción y que sometan a los animales a sufrimiento intenso. Muchos científicos están poniendo en tela de juicio la ética de los experimentos crueles. Hay muchas alternativas disponibles a los investigadores fuera de los torturadores experimentos con animales. El precio del conocimiento no tiene que ser crueldades como las que se describen en la tabla pertinente que acompaña a este artículo.
Destrucción de la fauna silvestre
¡Ay de los animales al cargo de los cuales se puso al hombre! La extinción de una variedad se ha hecho proverbial en algunos países, donde se dice: “Tan muerto como un dodo.” Muchas otras variedades se han extinguido. Hubo un tiempo en que bandadas de palomas silvestres oscurecían los cielos de Norteamérica. Audubon, en una ocasión, calculó que cierta bandada consistía en mil millones de aves. Una migración de ellas tomaba días para pasar. La última paloma migratoria sobre la Tierra murió en 1914. En un tiempo las planicies occidentales de América estaban llenas de bisontes. Para el 1900 se había dado muerte a unos 50 millones, pródiga y cruelmente, de modo que casi se extinguieron las manadas nativas. En la actualidad hay muchas especies salvajes en peligro. El materialismo, el yoísmo, la caza ilícita, la avaricia, la contaminación, la destrucción de los lugares donde los animales habitan, una vanidad por trofeos semejante a la de Nemrod... éstas son las causas principales de los asaltos destructivos contra la fauna silvestre.
La lista de las especies en peligro de extinción llega a centenares de miles. Se calcula que en la actualidad se pierde una especie cada día, y para el fin de los años ochenta se perderá una cada hora. En solo dos años durante los años setenta la población de elefantes de Kenia bajó de 40.000 a 20.000, la cantidad de cebras bajó de 15.000 a 1.500, y en el lago Nakuru, de Kenia, donde solían reunirse millones de flamencos rosados, solo quedan pocas de estas aves, que formaban “el más grande espectáculo del mundo en cuanto a aves.” Millones de aves han muerto o se han ido debido a la contaminación industrial del lago. Los bosques tropicales del Amazonas están siendo explotados, y, si esto continúa, centenares de miles de especies de plantas y animales se habrán perdido para el año 2000. La lista de muertes continúa, todo debido a que el hombre ha fracasado en cuanto a guardar la Tierra y la vida vegetal y animal que hay en ella.
Vano intento por pasar la culpa
Ante esta catástrofe se oyen algunas voces que gritan: “¡Dios tiene la culpa!” Un clamor de esa índole proviene del famoso historiador Arnold J. Toynbee, quien dijo que cuando Dios puso al hombre al cargo de la Tierra le dio “permiso a Adán y Eva para que hicieran lo que quisieran con ella.” Al contrario, Dios solo les dio permiso para guardarla, mantenerla, cuidarla. Pero la primera pareja humana desobedeció este mandato y los demás mandatos de Dios, tal como lo han estado haciendo desde entonces sus descendientes. Estos han alterado el “equilibrio de la naturaleza,” han contaminado el ambiente y están arruinando la Tierra como planeta habitable. Es como dice la Biblia: “La necedad del hombre le hace perder el camino, y luego el hombre le echa la culpa al Señor.” No se permitirá que continúen los actos necios y destructivos, pues de Jehová se dice: “¡Pero ha llegado el día . . . y destruirás a los que destruyen la tierra!”—Pro. 19:3; Apo. Rev 11:18, Versión Popular.
“El justo mira por la vida de su bestia; pero las compasiones de los inicuos son crueles.” (Pro. 12:10, Versión Moderna) Los inicuos serán removidos y los justos permanecerán: “Los rectos son los que residirán en la tierra . . . los inicuos, ellos serán cortados de la mismísima tierra.” La Tierra permanecerá para siempre, será habitada para siempre y será guardada como paraíso para siempre por hombres y mujeres que regresarán a la semejanza de Dios y ejercerán su poder sobre los animales de manera justa y amorosa.—Pro. 2:21, 22; Ecl. 1:4; Isa. 45:18.
Entonces, “el lobo realmente morará por un tiempo con el cordero, y el leopardo mismo se echará con el cabrito, y el becerro y el leoncillo crinado y el animal bien alimentado todos juntos; y un simple muchachito será guía sobre ellos. Y la vaca y la osa mismas pacerán; sus crías se echarán juntas. Y hasta el león comerá paja justamente como el toro. Y el niño de pecho ciertamente jugará sobre el agujero de la cobra; y sobre la abertura para la luz de una culebra venenosa realmente pondrá su propia mano un niño destetado. No harán ningún daño ni causarán ninguna ruina en toda mi santa montaña; porque la tierra ciertamente estará llena del conocimiento de Jehová como las aguas están cubriendo el mismísimo mar.”—Isa. 11:6-9.
Entonces la humanidad sostendrá la confianza que Jehová expresó hace mucho tiempo: “Los pongo al cargo.”
“En cuanto al fruto de la justicia, su semilla se siembra en condiciones pacíficas para los que están haciendo la paz.”—Sant. 3:18.
[Recuadro en la página 6]
EL INTERÉS DE DIOS EN LOS ANIMALES
DIOS SE INTERESA:
“Gorriones . . . ni uno de ellos caerá a tierra sin el
conocimiento de su Padre.”—Mat. 10:29.
EXIGE CONSIDERACIÓN BONDADOSA:
‘Trabaja seis días, y en el séptimo desiste, para que descansen
tu toro y tu asno.’—Éxo. 23:12.
“No debes poner bozal al toro mientras está trillando.”
“No debes arar con un toro y un asno juntos.”—Deu. 22:10.
“Si vieres el asno de alguien que te odia echado debajo de su
carga, . . . sin falta has de librarlo.”—Éxo. 23:5.
“¿Quién de ustedes, si su . . . toro cae en un pozo, no lo sacará
inmediatamente en día de sábado?”—Luc. 14:5.
HACE PROVISIÓN PARA LA SUPERVIVENCIA DE LA ESPECIE:
“En caso de que un nido de pájaro esté delante de ti . . . no
debes llevarte la madre junto con los hijuelos.”—Deu. 22:6.
PROVEE ALIMENTO:
“El sábado de la tierra tiene que servirles de alimenta a
ustedes, . . . y a la bestia salvaje que está en tu tierra.”
“Tú abres tu mano... ellos se satisfacen con cosas buenas.”
“Observen atentamente las aves del cielo, . . . su Padre
celestial las alimenta.”—Mat. 6:26.
PROVEE LA SABIDURÍA NECESARIA PARA SOBREVIVIR:
“Son instintivamente sabias: . . . en el verano preparan su
alimento.”—Pro. 30:24, 25.
EXIGE QUE SE MUESTRE RESPETO APROPIADO:
“No debes cocer el cabrito en la leche de su madre.”—Éxo. 23:19.
[Recuadro en la página 7]
MUESTRAS DE LA CRUELDAD DEL HOMBRE PARA CON LOS ANIMALES
EN NOMBRE DEL DEPORTE:
Hostigar al oso. Practicado en Inglaterra, del siglo 11 al 19. Un
oso encadenado, cuyos dientes han sido molidos, es atacado por
cuatro perros, mastines.
Hostigar al toro. Un toro atado es atacado por perros a los
cuales se ha entrenado para que muerdan el hocico del toro y no
suelten. Perro tras perro ataca hasta que el toro se desploma.
Corrida de toros. Un picador a caballo entierra su garrocha en la
cerviz del toro. Otros le entierran banderillas en el
cerviguillo. Después, el matador trata de dar muerte al animal
hundiéndole un estoque en la cruz. Si el toro todavía vive, se le
corta la médula espinal, lo cual produce la muerte.
Caza de la zorra. Perros de caza y jinetes persiguen y matan a
una zorra que huye aterrorizada. Se entrena a los perros para
esto por medio de hacer que maten a cachorros de zorra.
Peleas de gallos. Gallos a los cuales se añaden espuelas de acero
de hasta diez centímetros de largo pelean y a menudo mueren en
este “deporte.”
Peleas de perros. Se hace que unos cachorritos caninos den muerte
a gatitos, después a gatos y perritos, hasta que se crea en ellos
el deseo de matar. Llegan a ser los perros bulterrier de pelea
que se usan en las ilegales peleas de perros. Cubiertos de
sangre, con los ojos desgarrados, las orejas mordidas, moviéndose
sobre lo que les queda de patas rotas o desgarradas, siguen
luchando para satisfacer a amos que afirman que los aman. Miles
mueren cada año.
EN EL NOMBRE DE LA CIENCIA:
• A monos y conejos se les obliga a fumar hasta que mueren de
cáncer pulmonar.
• Se somete a animales a descargas eléctricas hasta que quedan
sin poder valerse.
• A conejos sujetados en cepos se les fijan en las orejas cajas
de moscas tse-tsé. A otros, sin protegerles los ojos, les ponen
en éstos maquillaje para los ojos y tintes para el cabello hasta
que los ojos se les ulceran.
• A monos se les deja morir de hambre, o se les obliga a correr
dentro de ruedas y se les somete a radiación. El tiempo que,
como promedio, duran en esto hasta que mueren: 37 horas.
• A gatos se les ciega y castra y se les destruye el sentido del
olfato, se les cortan nervios de los órganos sexuales, y
entonces se les somete a pruebas para ver cómo responden en
sentido sexual.
• A los animales se les destruyen las cuerdas vocales para que no
puedan gritar.
• En tan solo los Estados Unidos, 64.000.000 de animales mueren
anualmente en esos experimentos médicos.