¿Se ha preguntado usted alguna vez . . . ?
¿Hay algo malo en jugar por dinero?
LAS loterías, el apostar en las carreras de caballos y en otros tipos de carreras, los juegos de destreza y de azar... todas estas formas de jugar influyen diariamente en la vida de incontables millones de personas. Por supuesto, el jugar por dinero siempre ha estado presente en la sociedad humana. Pero hoy día desempeña un papel más importante en la vida que en años pasados.
¿POR QUÉ ES TAN POPULAR EL JUEGO HOY DÍA?
Hay varias razones fundamentales. En el siglo veinte ha aumentado mucho el énfasis que se da a las posesiones materiales, y la tecnología moderna ha hecho posible obtenerlas en variedades y cantidades nunca antes posibles. Los vuelos por avión también han hecho más fácil el viajar a lugares lejanos. Pero, para todas estas cosas se necesita dinero. El juego presenta el señuelo de dinero adquirido fácilmente, en grandes cantidades.
La promesa de premios grandes ejerce poderosa influencia. Cada año para las Navidades la lotería más grande del mundo, El Gordo, de España, distribuye £200 millones ($460 millones, E.U.A.). En 1979, miembros de una iglesia católica romana de Granollers obtuvieron una ganancia neta de £40 millones ($92 millones, E.U.A.) como resultado de la venta de algunos de estos billetes de lotería por su sacerdote. En Inglaterra se estableció una marca en febrero de 1980 cuando se pagó una suma de casi £1.000.000 ($2,3 millones, E.U.A.) a un hombre como dividendo de una quiniela o apuesta mancomunada sobre el fútbol. Mientras más grandes se hacen los premios, más fuerte se hace el incentivo.
Además, hay la excitación relacionada con el juego. En un mundo en que el peso de los problemas es abrumador, para algunos los vuelos de fantasía a un mundo de riquezas dan sabor a la vida. Después de todo, alguien tiene que ganar. “¡Bien pudiera ser yo!” opina cada jugador.
¿QUIÉN REALMENTE GANA?
Los premios pueden ser grandes o pequeños, pero es obvio que el promotor del juego siempre está del lado que gana; de otro modo, no pudiera seguir en ese negocio. El caso de un inglés sirve para ilustrar esto. Después de haber ganado miles de libras esterlinas durante una buena racha que experimentó al apostar en las carreras de caballos, quedó excluido por el resto de su vida de apostar en el sitio vecinal de apuestas. ¿Por qué? El administrador explicó: “Su negocio ha dejado de ser lucrativo para nosotros.”
“¿Qué hay de los años en que estaba perdiendo?” se lamentó el cliente. “En aquel tiempo recibían mi dinero con los brazos abiertos.” ¡Ah, pero eso es harina de otro costal!
Ni siquiera una ganancia grande es garantía de felicidad. Una vez que se difunden las noticias de que ha ganado, por lo general recibe una inundación de cartas y se le presentan “amigos” mendicantes. Cuando un matrimonio ganó el premio más grande en la historia de la Lotería Nacional Francesa, el matrimonio decidió compartir su “suerte” con su familia. Dieron una buena cantidad de dinero a cada miembro de la familia. Pero las disputas que surgieron sobre la manera en que se había dividido el dinero pronto llevaron a peleas y por fin a la disolución de la familia. Más tarde, en un esfuerzo por proteger su propiedad, el esposo empezó a dormir con un revólver debajo de la almohada. Una noche despertó y vio la silueta de una persona cerca de la ventana. Tomando a su esposa por un ladrón, hizo fuego contra ella y la mató.
“Jamás volveré a comprar un billete de lotería,” juró el viudo. El dinero no puede comprar la felicidad y la unidad familiar.
Por supuesto, no todo el que juega se convierte en jugador empedernido, pero el peligro de que eso suceda es verdadero. Como señala la organización “Jugadores Anónimos”: “Una vez que el hombre está en las garras de este vicio [el juego], ha perdido todo dominio de sí mismo, todo sentido de valores morales.” Desde todo punto de vista, la persona en esa situación es la que sale perdiendo. Considerando lo mucho que se arriesga en ello, ¡cuánto más prudente es no envolverse en el juego por dinero en primer lugar!
¿POR QUÉ ENCIERRA ESTIGMA TODAVÍA EL JUEGO?
Aunque muchas personas pudieran envidiar al que gana en los juegos, se sienten más inclinadas a respetar y confiar en el hombre que se gana el sustento con trabajo arduo. Muchas veces el punto de vista de estas personas es el resultado de la experiencia. La Biblia también recomienda el trabajo honrado en vez de confiar en la suerte. “¿Conoces a un hombre que trabaja duro? ¡Tendrá éxito y estará delante de reyes!” Eso fue lo que dijo el sabio rey Salomón al resumir el asunto.—Pro. 22:29, The Living Bible.
Similarmente, el apóstol Pablo, al escribir a los cristianos de Éfeso, aconsejó que el hombre hiciera “con las manos lo que es buen trabajo.” Así, añade Pablo, también podrá tener “algo que distribuir a alguien que tenga necesidad.” ¡Cuánto mejor es poder dar en estas circunstancias que dar del dinero que se gana al azar!—Efe. 4:28.
En muchos países el juego ha atraído a elementos criminales, y, como resultado, se ha producido mucha corrupción. Aun donde no exista esa situación, tarde o temprano suele presentarse la tentación hacia dejar de ser honrado. Como lo expresó cierto científico: ‘El defraudar en la lotería es fácil para el que tiene un poco de conocimiento científico.’ Es una realidad que dondequiera que estén envueltos la suerte y el azar, no se puede excluir la posibilidad de que alguien manipule indebidamente los resultados.
El estigma de jugar se refleja claramente en la Misnah judía. Entre las personas a quienes se consideraba incapacitadas para ser testigos o jueces estaba el que “jugaba a los dados.” ¿Por qué se excluía a éste? Simplemente porque a los hombres de esa clase se les consideraba moralmente indignos de confianza y, posiblemente, de juicio atrofiado. En la mayoría de los ramos de la sociedad, el que alguien esté envuelto en el juego todavía acarrea a esa persona cierto estigma.
¿ES EL JUGAR EMPLEAR DIGNAMENTE LOS BIENES?
“El hacerse rico de repente” puede pervertir el modo de pensar del individuo. Aunque haya más dinero, dentro de la familia suele haber dificultades.
El dinero es un bien, lo mismo que el tiempo, la salud y la destreza. Aunque la codicia no sea la fuerza impulsora y no nos parezca que el jugar haya de acarrear penalidad económica a nosotros ni a nuestras familias, todavía hay otra responsabilidad moral que merece consideración. La Biblia insta a todos a ‘trabajar en lo bueno, ser ricos en obras excelentes, ser liberales, estar listos para compartir.’ Nos recuerda que es solo de esta manera que uno puede “asirse firmemente de la vida que lo es realmente.” (1 Tim. 6:17-19) El cristiano trata de lograr cuanto bien puede mediante el uso prudente de su tiempo y del dinero que tenga. Para él, esa razón es suficiente para que él evite el juego por dinero, sea cual sea su forma, prescindiendo de lo grande o pequeño que sea lo que se pueda ganar.