¿Se ha preguntado usted alguna vez . . . ?
¿Por qué es tan difícil librarse de los malos hábitos?
CUANDO empieza un nuevo año, algunas personas se resuelven a dar un nuevo comienzo a su vida por medio de librarse de algún mal hábito. El hacer “resoluciones de Año Nuevo” es muy popular en algunos países. No obstante, muchas personas terminan el año haciendo resoluciones otra vez... las MISMAS. ¿Le ha sucedido esto a usted alguna vez? Sí, es difícil librarse de los malos hábitos.
¿POR QUÉ TENEMOS MALOS HÁBITOS?
Básicamente, hay dos razones: (1) la influencia de nuestro ambiente y (2) las diferentes debilidades con las cuales hemos nacido y defectos de personalidad que hemos desarrollado.
Nuestro ambiente, que incluye el lugar donde vivimos, la manera en que se nos ha criado, la clase de amigos que tenemos y hasta lo que vemos para entretenernos... todos estos factores definitivamente ejercen influencia en la clase de hábitos que adquirimos. Además, la mayoría de las personas que son honradas consigo mismas concordarán en que todos también hemos nacido con una tendencia natural a hacer lo malo. La Biblia misma dice: “La inclinación del corazón del hombre es mala desde su juventud.” (Gén. 8:21) Esta “inclinación” hace que sea fácil desarrollar malos hábitos, algunos de ellos relativamente inofensivos y otros potencialmente mortíferos.
¿QUÉ SE NECESITA PARA LIBRARSE DE LOS MALOS HÁBITOS?
Hay que tener una razón poderosa —un incentivo— para librarse de ellos. Varias cosas pueden proveer la motivación. A veces basta con la perspectiva de recibir una recompensa. Se ha comprobado que el prometer a una niña un hermoso traje nuevo o un nuevo par de patines a cambio de que deje el mal hábito de comerse las uñas ha producido resultados asombrosos.
El interesarse uno en su propio bienestar puede ser un incentivo poderoso. Una persona pudiera saber que el fumar es malo para su salud y todavía no dejar de hacerlo. Pero cuando comienza a tener dificultades al respirar, y además siente extraños dolores en el pecho, y su médico le dice que eso se debe a que fuma, el amor de ella a sí misma puede proveer el incentivo necesario.
El amor a otros también puede suministrar motivación. Por ejemplo, un joven soltero que malgasta su dinero en el juego tal vez esté dispuesto a privarse del alimento y la ropa adecuados. Pero si se casara y tuviera hijos, uno de éstos que hubiera quedado desatendido pudiera suplicarle: “Papi, ¡tengo hambre, y no hay comida en la casa!” El amor a su familia pudiera impulsar al hombre a dejar de jugar. Este interés en otros es lo que pudiera estimular a alguien a dejar un hábito que esa persona sabe que causa molestia a otros, un hábito que tal vez haya adquirido del ambiente en que ha vivido antes, o en el que se ha criado.
No obstante, a veces fracasa el amor de uno a sí mismo y a otros. Sin embargo, hay otra clase de amor que ha suministrado un incentivo aún mayor.
¿CUÁL ES EL INCENTIVO MÁS PODEROSO?
Esta clase de amor puede ilustrarse por las palabras que una madre pronunció al dirigirse a su hijita. Anteriormente, la niña había tenido grandes deseos de aprender a tocar el piano, pero ahora se quejaba y decía: “¡Cómo odio estar siempre practicando!” La madre respondió: “¡Piensa en lo deleitable que será el que pronto puedas entretener a tu padre cuando él llegue cansado de la oficina! Tú sabes cuánto le encanta la música. Por eso, mantén el ánimo, hijita, por el bien de tu padre.” La niña nunca olvidó esas palabras: “por el bien de tu padre.” Le dieron a ella el incentivo adicional que necesitaba para hacer lo que ya estaba en su corazón. ¡Ella amaba a su padre!
De la misma manera, el amor a nuestro Padre celestial puede suministrarnos el incentivo más poderoso para librarnos de hábitos que le desagradan. Tal proceder regocija su corazón. La Biblia explica: “Esto es lo que el amor de Dios significa: que observemos sus mandamientos.”—1 Juan 5:3.
Una joven que por meses había tratado de dejar de fumar explicó que esta clase de amor realmente dio resultados en su caso: “En oración le admití a Jehová que me gustaba fumar, pero que quería dejar de hacerlo para agradarle. Luego, por medio de pensar constantemente en agradar a Dios, pude librarme del hábito.”
Sin embargo, la Biblia es un libro muy apegado a la realidad al reconocer que no es fácil librarse de los malos hábitos. Un fiel escritor bíblico clamó: “Porque lo bueno que deseo no lo hago, mas lo malo que no deseo es lo que practico. . . . ¡Hombre desdichado que soy!” (Rom. 7:18-24) Puesto que el librarse de los malos hábitos es una tarea tan difícil, aun teniendo la motivación correcta:
¿DÓNDE PODEMOS EMPEZAR?
Puesto que el ambiente tiene gran efecto en nosotros, debemos esforzarnos por cambiarlo. Esto no significa necesariamente que tengamos que mudarnos, sino que tenemos que ejercer cuidado en cuanto a lo que permitimos que influya en nuestra mente. ¿Hay en nuestro hogar artículos que pudieran estimularnos a continuar practicando el mal hábito? ¡Tenemos que librarnos de ellos!
O tal vez a algunos se les haga difícil corregir el hábito perjudicial del mal genio. La Biblia nos recomienda: “No tengas compañerismo con nadie dado a la cólera.” ¿Por qué? “Para que no te familiarices con sus sendas.” (Pro. 22:24, 25) ¿No es cierto que cuando uno está rodeado de personas rudas uno tiende a veces a hablar ásperamente? Por otro lado, si uno está rodeado de personas tranquilas que tienen dominio de sí mismas, estas cualidades también se nos “pegan.” Además, si uno leyera libros o viera espectáculos o películas de televisión en los que resaltara la violencia, ¿sería más fácil o más difícil dejar el mal genio?
Muchas personas han hallado un ambiente que contribuye a cultivar buenos hábitos al asistir a las reuniones de los testigos de Jehová y asociarse con ellos. Los Testigos han estado dispuestos a ayudarlas gratuitamente por medio de un estudio personal de la Biblia que les haga conocer mejor a Dios, lo cual acrecienta su amor a él.
Sin embargo, puesto que todavía hay que luchar constantemente cuando uno quiere librarse de los malos hábitos, muchas personas tal vez se pregunten: ¿Llegará el día en que puedan vencerse completamente los malos hábitos? ¿Serán completamente removidas hasta las debilidades con las que hemos nacido, que son tan difíciles de controlar? Felizmente, la respuesta es: “Sí.” ¿Por qué no lee el artículo “La vida óptima... pronto vendrá,” que se encuentra en esta revista, para obtener una explicación satisfaciente de por qué decimos esto?