Parte 1
En busca de vida en el espacio sideral
VIDA en el espacio sideral. ¿Qué le trae eso a la mente? ¿Piensa usted en novelas de ficción científica y en películas acerca de viajes en aviones cohetes a planetas distantes, la exploración de nuevos mundos o la comunicación con civilizaciones que se encuentran en los confines del universo?
¿O toma usted en serio la posibilidad de que haya vida más allá de la Tierra, vida extraterrestre, como se le llama? Si así es, usted tal vez esté al tanto de que algunos científicos creen que el estudio de la vida más allá de la Tierra (llamado “exobiología”) le ofrece la perspectiva de disfrutar de una vida más larga, de mejor salud, de mayor paz y de mucho más amplio conocimiento.
En la actualidad, numerosos científicos y pensadores serios están dedicados a localizar o a ponerse en comunicación con la vida que suponen que existe en el espacio sideral, en otros planetas, por ejemplo. El Comité sobre la Ciencia y la Tecnología del Congreso Estadounidense recibió un informe intitulado “La posibilidad de vida inteligente en el universo,” en el cual se declaró:
“El antiquísimo concepto de que el hombre está solo en el universo va desapareciendo gradualmente. . . . Cálculos que han hecho recientemente personas de notable autoridad sugieren que hay la probabilidad de que tan solo en la Vía Láctea existan por lo menos un millón de civilizaciones avanzadas. Ha empezado el proceso de buscar métodos de ponerse en comunicación con estas otras civilizaciones.”
¿Por qué creen estas personas que puede haber otras civilizaciones avanzadas? Algunos científicos razonan de la manera siguiente: ‘Hay millones de millones de galaxias parecidas a nuestra Vía Láctea, la cual tiene en sí unos 200.000.000.000 de estrellas similares a nuestro Sol. Por lo tanto, debe haber planetas alrededor de muchos de estos soles, y civilizaciones avanzadas en algunos de ellos.’ ¿Le parece a usted que eso sea razonable? En ciertos sectores es tan fuerte la convicción de que sí lo es, que por todo el mundo se hacen enormes esfuerzos por descubrir vida extraterrestre y comunicarse con ella.
¿Qué se está haciendo?
Si usted viajara a las montañas en la cercanía de Arecibo, Puerto Rico, encontraría en operación un gigantesco telescopio. No, no se trata de un telescopio con lentes de vidrio o espejos, ni con un ocular a través del cual se pueda mirar. Básicamente se trata de un enorme tazón de aluminio que mide 305 metros de ancho y tiene un área de recepción que mide 8 hectáreas. No es un telescopio óptico, sino un radiotelescopio. Es una antena de tipo especializado que está hecha para recoger los sonidos naturales de radio que provienen de las profundidades del espacio. Pero también podría recibir radiotransmisiones de civilizaciones avanzadas de otras partes del universo, si tales civilizaciones existieran.
Aunque el telescopio estadounidense que se encuentra en Arecibo es excepcionalmente grande, pues pesa más de 600 toneladas, no es el único aparato de esta clase. La Unión Soviética, Gran Bretaña y otras naciones también tienen “los oídos” puestos en el espacio sideral con instrumentos de esta índole. Están sintonizando el universo, en busca de mensajes inteligentes, de la misma manera que uno sintoniza un radiorreceptor portátil y da vueltas a la antena en busca de su radioemisora noticiera favorita. Lo que se espera no es solo que haya seres inteligentes en otros planetas, sino que estén enviando mensajes que podamos captar.
Costó $17.000.000 (E.U.A.) edificar el radiotelescopio de Arecibo, y cuesta más de 4.000.000 de dólares al año hacerlo funcionar. Si usted puede imaginarse el costo total de tales esfuerzos en todos los países, podrá darse cuenta de que la búsqueda de vida en el espacio es asunto serio.
Pero tales gastos son simplemente unos cuantos centavos cuando se les compara con lo que costaría el complejo sistema de radiotelescopios llamado CYCLOPS. El CYCLOPS, proyecto propuesto por científicos estadounidenses, consistiría en una hilera concentrada de unas 1.500 antenas, cada una de las cuales tendría un diámetro de 100 metros, todas ellas capaces de girar a la misma vez por medio de una computadora. Se calcula que la construcción de este proyecto, que abarcaría 65 kilómetros cuadrados, costaría hasta 20.000.000.000 de dólares, y el hacerlo funcionar costaría 100.000.000 de dólares al año.
El entusiasmo por comunicarse con seres vivientes del espacio sideral no se limita a querer escuchar. Los científicos también están diciendo con voces poderosas: ‘¡Hola, los de allá! ¿nos oyen?’ Están enviando mensajes al espacio.
Desde que hemos tenido radio y televisión, han estado filtrándose al espacio transmisiones electromagnéticas. Pero éstas han tenido como objetivo otros puntos que se hallan en la superficie de la Tierra, no en las profundidades del espacio. Por eso se opina que, aunque hubiera seres inteligentes en otros planetas o en galaxias distantes, ellos probablemente no podrían detectar ni descifrar nuestras emisiones relativamente débiles de radio y televisión. Y si se considera el contenido de muchos de los programas, difícilmente podría decirse que tales seres estarían perdiéndose algo de gran valor.
En fin, durante los últimos años se han estado haciendo esfuerzos serios por transmitir mensajes poderosos al espacio. Se sabe que es posible hacerlo, pues se ha efectuado comunicación por radio y televisión con naves espaciales estacionadas en la Luna y con aparatos de exploración que se enviaron a Venus y a Marte. El 16 de noviembre de 1974 se hizo un esfuerzo excepcional en el campo de la comunicación. El radiotelescopio de Arecibo se convirtió en transmisor radar de tamaño colosal y emitió un mensaje a Messier 13, una agrupación de estrellas cerca del borde de la Vía Láctea, a una distancia de 24.000 años luz de la Tierra. El mensaje se envió en forma de un código singular que, según los científicos, podría ser descifrado por cualquier civilización que estuviera suficientemente adelantada desde el punto de vista tecnológico como para recibir el mensaje.
Pero no han sido tan complicados todos los mensajes que se han enviado al espacio sideral. El Pioneer 10, vehículo espacial enviado hacia Júpiter y luego más allá de nuestro sistema solar, llevaba adjunta una placa que habría de proporcionar información a cualquier ser extraterrestre que la hallara. La placa tenía el dibujo de un hombre y una mujer, así como un diagrama del sistema solar, y mostraba que la nave espacial exploradora provenía de la Tierra.
Otro esfuerzo parecido se hizo cuando se envió la nave espacial llamada Voyager en un viaje a través del sistema solar con un disco fonográfico de cobre con duración de dos horas, en el cual se habían grabado “sonidos de la Tierra.” El disco contenía saludos en 50 idiomas, así como el “habla” de las ballenas, y sonidos como los de la lluvia, automóviles y volcanes. Hasta se incluyeron selecciones de música clásica, jazz y rock ’n’ roll.
Otros científicos, no queriendo esperar hasta poder comunicarse por radio con vida inteligente de más allá de la Tierra, han concentrado sus esfuerzos en el paso más fundamental, que es el de tratar de probar que tal vida existe.
Quizás usted recuerde la conmoción que hubo cuando se trajeron a la Tierra “rocas lunares.” La pregunta era: ¿Contendrían éstas evidencia alguna de materia viviente, o de vida anterior? Tristemente, la respuesta fue negativa. Entonces la atención se concentró en los planetas, particularmente en Marte.
Aunque ya hacia tiempo que científicos serios habían despedido de la mente la posibilidad de encontrar ‘hombres en Marte,’ no obstante querían buscar siquiera formas de vida microscópicas. Los vehículos Viking I y Viking II que llegaron a la superficie de Marte en 1976 contenían laboratorios especiales para analizar el terreno de Marte. Brazos mecánicos se extendieron, excavaron alguna tierra, y la introdujeron en los laboratorios. Allí se efectuaron largas y complicadas pruebas del terreno con instrumentos que podían detectar vida. Este fue un paso de importancia en la búsqueda de vida en el espacio sideral.
¿Por qué? ¿Qué significa para usted?
¿Por qué todo este gasto de dinero y todo este esfuerzo? ¿Se trata meramente de curiosidad? ‘De ninguna manera,’ tal vez respondan los astrónomos, biólogos y aun muchas personas del público en general. Según dice el astrónomo Frank Drake, que está asociado con el proyecto de Arecibo: “Lo más emocionante que la ciencia pudiera descubrir es vida en otro planeta.” De manera similar, el astrónomo y biólogo Carl Sagan —probablemente el más conocido y más celoso de los exobiólogos— exclama: “A la larga, el conocimiento científico, lógico, cultural y ético que se pudiera adquirir al sintonizar transmisiones galácticas podría ser en sí el suceso más significativo de la historia de nuestra civilización.”
Pero tal vez usted se pregunte: ¿Qué, exactamente, se habría de lograr? En su libro, Broca’s Brain (El cerebro de Broca), que fue un gran éxito de librería, Sagan sugiere que las sociedades tecnológicamente adelantadas que hubiera en otros planetas podrían ofrecernos las soluciones a los problemas de la Tierra: los problemas de la escasez de alimento, la expansión demográfica, los abastecimientos de energía, la disminución de los recursos, y los de la guerra y la contaminación. La revista Omni presenta un cuadro más optimista aún, pues tiene esta visión: “Alguna civilización avanzada pudiera instruirnos en cómo preservar la vida, cómo evitar los desastres y el suicidio que resultarían de una guerra nuclear, o de la destrucción desconsiderada del ambiente de nuestra propia nave terrestre. Hasta pudieran revelar cómo podríamos hacernos inmortales.”
Es fácil comprender por qué tales perspectivas pudieran suscitar entusiasmo. Pero, ¿son posibilidades claras que pudiéramos considerar válidamente?
Usted personalmente puede formarse su propia opinión acerca de la búsqueda de vida extraterrestre. Pero no es necesario que usted lo haga a tientas. Hay evidencia que usted puede considerar.
[Comentario en la página 6]
‘¡Hola, los de allá! ¿Nos oyen?’
[Comentario en la página 7]
Sonidos terrestres enviados en Voyager: Saludos en 50 idiomas, el “habla” de las ballenas, sonidos de automóviles, lluvia, jazz y rock ’n’ roll