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¡Despertad! 1981
g81 22/10 págs. 12-15

Las microondas... ¿cuán peligrosas son?

POR largo tiempo se ha sabido que, al igual que las microondas de un horno pueden cocer la carne de res, también pueden cocer el tejido humano. Esto ocurre si el tejido se expone a una intensidad de microondas suficientemente elevada, por un espacio de tiempo suficientemente largo, y a ciertas frecuencias que son particularmente penetrantes.

Por ejemplo, el cristalino del ojo es particularmente sensible al calor debido a que le falta un sistema circulatorio eficiente que le baje la temperatura. Por lo tanto, el calor excesivo de las microondas puede cocer la proteína del cristalino del ojo de la misma manera que hace que se coagule la clara del huevo.

El estómago, los intestinos y la vejiga también son excepcionalmente susceptibles al daño que provoca el calor producido por altos niveles de microondas. Lo mismo puede decirse en cuanto a los testículos, puesto que el semen puede formarse solamente a temperaturas más bajas que la del cuerpo mismo. Altas dosis de microondas pueden resultar en muerte, quemaduras dolorosas. ceguera, esterilidad y problemas gastrointestinales.

Cómo se miden las microondas

Los científicos miden las microondas según las intensidades de potencia de éstas, es decir, según la cantidad de energía que fluye cada segundo a través de cierta medida de espacio. Los científicos de Occidente opinaban que heridas graves causadas por el calor podían ocurrir solamente a densidades de potencia de 100 milivatios (100.000 microvatios) o más por centímetro cuadrado. Se formuló la teoría de que una décima parte de esa cifra, o 10 milivatios (10.000 microvatios) por centímetro cuadrado, debía representar una densidad de potencia libre de peligro. Por lo tanto, a mediados de los años cincuenta en los Estados Unidos se adoptó la densidad de 10.000 microvatios por centímetro cuadrado como norma recomendada de seguridad en los lugares de empleo. El Canadá, el Reino Unido, la República Federal de Alemania, Los Países Bajos, Francia y Suecia también aceptaron esta norma, con pequeñas modificaciones.

En 1971, la norma que se estableció por ley en los Estados Unidos para el escape de radiación que se permitiría en el caso de los hornos de microondas fue de 1.000 microvatios por centímetro cuadrado a una distancia de cinco centímetros al tiempo de venderse el horno, y de 5.000 microvatios por centímetro cuadrado mientras durara el horno. Estas normas se basaron en la creencia de que las microondas eran peligrosas para alguien solo si la persona se exponía a ellas a altas intensidades capaces de producir calor excesivo.

Investigaciones en la Unión Soviética

Mientras los científicos de Occidente estaban estudiando los efectos de calor producidos por niveles muy intensos de microondas, países de Rusia y Europa Oriental empezaron a informar acerca de los efectos acumulados de la exposición frecuente a niveles bajos de microondas, niveles que en Occidente se consideraban libres de peligro. La Unión Soviética en particular tomó la delantera en llevar a cabo investigaciones al respecto, pues empezó a estudiar el asunto en los años treinta.

Los investigadores soviéticos hallaron que las microondas no solo podían causar daño por generar calor excesivo, sino que también producían efectos que no podían atribuirse tan solo al calor. Además, estos efectos podían notarse cuando a un sujeto se le exponía a 10.000 microvatios o menos por centímetro cuadrado, el nivel que en los Estados Unidos se había recomendado como norma de seguridad para los lugares de empleo. Los soviéticos concluyeron que la cifra que se había establecido como norma de seguridad en Occidente, la cual tomaba en cuenta únicamente efectos relativos al calor, era demasiado alta, por mucho, para que se dijera que no encerraba peligro.

Por eso, tanto la Unión Soviética como otros países europeos establecieron directivas estrictas para proteger a las personas que trabajaban con microondas. Por ejemplo, en la Unión Soviética la norma para los lugares de empleo es de 10 microvatios en el transcurso de un día de trabajo que dure ocho horas, o hasta 100 microvatios durante el espacio de dos horas. En cambio, ¡en los Estados Unidos la norma permite que el obrero esté expuesto a 10.000 microvatios! En Rusia se requiere que los obreros usen gafas de protección en toda ocasión en que estén temporalmente expuestos a un nivel de radiación de microondas que alcance 1.000 microvatios por centímetro cuadrado, el nivel de radiación que comúnmente se permite que escape de los hornos de microondas en los Estados Unidos. En Polonia no se permite que las mujeres encintas estén expuestas a las microondas en sus lugares de empleo, pues se teme que esto pudiera causar defectos congénitos.

Por años, investigaciones que se han efectuado en estos países han demostrado que la gente ha experimentado cambios funcionales en los sistemas nervioso, cardiovascular y sanguíneo al estar expuesta a niveles muy bajos de radiación de microondas. Estos efectos se llaman colectivamente “enfermedad de microondas,” y se aceptan como una entidad clínica distinta. Entre los síntomas de esta enfermedad pueden hallarse dolores de cabeza, dolor de los ojos, irritabilidad, mareos, ansiedad, inestabilidad emocional, sueño intranquilo, fatiga, depresión, tendencia a olvidar las cosas, disminución en la eficiencia al desempeñar tareas, pérdida del apetito, dificultad en concentrarse, cambios cardiovasculares tales como palpitación más lenta o irregular del corazón, pérdida del cabello, cambios en la presión sanguínea, dilatación del tiroides, disminución de las funciones endocrinas, mayor susceptibilidad a las enfermedades contagiosas, palpitaciones y falta de aliento, además de temblores en los brazos y en las piernas.

Experimentos hechos con animales expuestos a niveles bajos de microondas confirman que hay peligros potenciales. Estos estudios han revelado que la exposición a niveles bajos de microondas disminuye la resistencia física, hace que se requiera más tiempo para aumentar de peso, provoca cambios en la presión sanguínea y en el ritmo del latido del corazón, altera las reacciones de inmunidad, disminuye la secreción de jugos gástricos y causa muerte a los fetos y graves defectos congénitos.

Países de Occidente vuelven a examinar sus normas

En general, en Occidente se hizo caso omiso de estos informes hasta mediados de los años setenta. Entonces los Estados Unidos empezaron a hacer un esfuerzo sistemático por imitar los experimentos que se habían llevado a cabo en la Unión Soviética y en Europa Oriental para determinar si era razonable o no fijar la norma de seguridad al nivel de 10.000 microvatios y para ver si se hallaba que niveles bajos de radiación de microondas producían los mismos efectos que sus colegas de Oriente decían que habían observado.

Aunque no se han completado todas las investigaciones, los informes indican que se han corroborado suficientes datos como para justificar el que se pongan en tela de juicio las normas de seguridad establecidas en Occidente. Recientemente varios países, entre ellos Suecia, han hecho más estrictas sus normas, y otros países están pensando seguir este ejemplo. Se espera que los Estados Unidos pronto emitan normas más severas.

El Times de Nueva York del 26 de febrero de 1980 llevó el siguiente encabezamiento: “Peligro de microondas retrasa la torre de televisión en el Centro Comercial.” El artículo ilustró la controversia que hay en cuanto a las normas de seguridad con relación a las microondas, como sigue:

“Son motivo de preocupación los 1,5 millones de personas que visitan el piso de observación que se halla en la segunda torre . . . y los oficinistas que habrían de ocupar los últimos nueve pisos superiores . . .

“La tarea de la Autoridad Portuaria se ha hecho más complicada debido a la diversidad de opiniones que hay dentro de la comunidad científica en cuanto a lo que constituye un nivel aceptable de transmisiones de microondas. El resultado es que hasta la fecha no se han establecido normas federales ni municipales para casos de esta índole.

“Pruebas que se han llevado a cabo durante las últimas semanas han mostrado que los pisos superiores estarían expuestos a más de 360 microvatios —es decir, a 360 millonésimos de un vatio— de presión de microondas por centímetro cuadrado . . . Cierta agitación diplomática se produjo hace dos años cuando el personal de la Embajada Estadounidense en Moscú protestó debido a que el equipo soviético de espionaje había estado exponiéndolos hasta a 18 microvatios de radiación.

“La Administración para la Seguridad y la Salubridad en los Lugares de Empleo ha recomendado que los empleados industriales no sean expuestos a más de 10.000 microvatios, pero varias agencias federales están estudiando el asunto y los científicos, tanto gubernamentales como particulares, esperan que se fijen niveles mucho más bajos, especialmente en lo que tiene que ver con la cantidad de radiación a la que se expone el público.”

A continuación, el artículo hizo mención de un científico que recomendó que se disminuyera hasta menos de 100 microvatios la cantidad máxima de radiación a la que se expone el público, y de otro científico que recomendó que se disminuyera hasta menos de 50 microvatios.

Varios laboratorios estadounidenses han informado acerca de los efectos que han experimentado ciertas personas al ser expuestas a niveles bajos de microondas. Se presentan algunos de sus hallazgos, junto con información adicional acerca de los efectos de la exposición a las microondas, en la página siguiente, bajo el encabezamiento: “Lo que están descubriendo los científicos.” Vale la pena examinar estos puntos cuidadosamente.

¿Qué significa todo esto?

Es considerable la cantidad de controversia que hay en cuanto a cómo deben interpretarse los resultados de estos experimentos. No obstante, hay una cosa que ahora se sabe con certeza: las microondas producen efectos no relacionados con el calor tanto en el caso de los animales como en el de los humanos cuando se expone a éstos a niveles de radiación que en un tiempo se consideraban insignificantes en países de Occidente. Causa preocupación el que una parte considerable de la población del mundo tal vez ya esté siendo expuesta diariamente a estos niveles de radiación de microondas.

La controversia surge respecto al grado de peligro que representan estos efectos no relacionados con el calor. Ciertos científicos indican que hay gran diferencia entre un efecto biológico y un peligro biológico. Es decir, que se puede observar que niveles bajos de microondas afectan tanto a animales como a humanos; por ejemplo, inhabilitan hasta cierto grado en cuanto al desempeño de tareas. Pero, ¿cuán grave es este efecto?

Según hace notar un portavoz del gobierno estadounidense, “nadie debe exponerse innecesariamente a la radiación. El problema es que los hornos de microondas, los transmisores de televisión y otros artículos de esta índole —que transmiten mucha de la radiación a la que se exponen las personas— son todos ellos aparatos que desempeñan funciones muy útiles, los cuales permiten a las personas hacer lo que desean hacer y les ahorran el trabajo de hacer lo que no quieren hacer ellas mismas.”

Pero, ¿son realmente peligrosos los riesgos que uno corre al exponerse por largos períodos a niveles bajos de microondas? Científicos rusos y de Europa Oriental que han estudiado el asunto por mucho más tiempo que los científicos de Occidente ya opinan que el exponerse a niveles bajos de microondas produce efectos que van acumulándose. Además, opinan que estos efectos tal vez no sean reversibles si uno sigue exponiéndose por un período mayor de dos a seis años.

Ahora, también, científicos estadounidenses están muy preocupados por los peligros potenciales de las microondas. “En realidad no se sabe cuánta de la población puede hallarse en peligro,” se admite en un informe sobre las microondas emitido por el gobierno estadounidense. “Tal vez se trate de grupos especiales; tal vez sea la población entera.” El científico estadounidense que en los años cincuenta originalmente propuso 10.000 microvatios como norma de seguridad para los lugares de empleo ha admitido desde entonces que “urge refinar” esta norma, pues “se fijó con poco conocimiento de todos los factores.”

El Dr. Milton M. Zaret, profesor de oftalmología del Centro Médico de Bellevue, de la Universidad de Nueva York, quien ha estudiado por largo tiempo los efectos biológicos de las microondas, da la siguiente advertencia: “No hay exageración al señalar los peligros, pues en la mayoría de los casos los daños causados por la radiación no ionizante ocurren disimuladamente y por lo general no se manifiestan sino hasta después que han estado latentes por períodos de años, y, cuando estos efectos sí se manifiestan, rara vez son reconocidos como tales.”

Entonces, ¿cuáles son los niveles de microondas a los cuales las personas pueden exponerse sin peligro? Zaret mismo admite: “No tengo idea alguna de lo que pueda constituir un nivel libre de peligro. No creo que haya persona alguna en el mundo que sepa lo que es un nivel seguro.”

Por lo tanto, es sensato ejercer cuidado al estar cerca de fuentes de emisión de microondas.

[Ilustración en la página 13]

La torre de TV de 107 metros sobre un edificio del World Trade Center... ¿peligro de microondas?

[Recuadro en la página 15]

LO QUE ESTÁN DESCUBRIENDO LOS CIENTÍFICOS

● La armada estadounidense declara que “la exposición a radiación de microondas constituye un problema agudo en el caso del personal de la armada” y que “aun dosis pequeñas pueden disminuir la eficiencia del personal que ocupa puestos cuya función es vital.”

● En un estudio que llevó a cabo la Armada de los EE.UU. se notó que a los voluntarios humanos se les hizo significativamente más difícil efectuar sumas sencillas cuando se les expuso a niveles bajos de microondas.

● En un estudio se entrenó a unas ratas a empujar unas palancas para conseguir alimento. Después de seis meses de entrenamiento. pudieron empujar las palancas correctamente el 80 por ciento de las veces. Entonces se les expuso a microondas a un nivel de 5.000, 10.000 y 15.000 microvatios por centímetro cuadrado por unos 30 minutos. Como resultado de esto, las ratas no pudieron empujar debidamente las palancas en más del 50 por ciento de las veces. Cuando cesó su exposición a las microondas, pudieron nuevamente pasar la prueba de las palancas con el mismo grado de eficiencia que antes.

● La Universidad John Hopkins, de los EE.UU. ha investigado si hay relación entre la radiación de microondas y el cáncer en los humanos. Hay quienes creen que pudiera ser que hubiera tal relación. El Dr. James M. Sontag del Instituto Nacional del Cáncer, de Bethesda, Maryland (E.U.A.), dice: “No me burlaría de esta posibilidad. Es verdad que las microondas no son ionizantes y, por lo tanto, se supone que no pueden producir cáncer. Pero la luz ultravioleta tampoco es ionizante y sí puede causar cáncer,” indica él. “Es la causa del cáncer de la piel en la gente.”

● El profesor Carpenter, de la Universidad Tufts, escribió: “Hemos demostrado claramente que la radiación de microondas produce en el ojo un efecto dañino que va acumulándose, de modo que, aunque el exponerse una sola vez a la radiación no sea en sí dañino, puede hacerse verdaderamente peligroso si se repite con suficiente frecuencia.”

● Varios veteranos de las fuerzas armadas estadounidenses han presentado demandas para compensación por incapacidad física, afirmando que han padecido de cataratas y de otros defectos del cristalino del ojo debido a haber estado expuestos frecuentemente a niveles bajos de microondas (entre 1.000 y 10.000 microvatios por centímetro cuadrado) mientras estuvieron en el servicio militar. Algunas de las demandas fueron rechazadas, pero varios casos se decidieron a favor de los veteranos.

● “En las oficinas del ‘Times’ de Nueva York, dos redactores jefes que trabajaban con terminales de representación visual desarrollaron cataratas a una edad notablemente temprana (29 y 35 años de edad),” informa el “New Times” del 6 de marzo de 1978.

● Se ha demostrado que el exponerse a la radiación no ionizante altera la actividad eléctrica del cerebro.

● En un experimento con voluntarios humanos en la Armada de los EE.UU., los triglicéridos del suero de la sangre aumentaron a niveles anormalmente altos en 9 de cada 10 voluntarios después que ellos estuvieron expuestos por un solo día a un campo magnético de frecuencia extremadamente baja.

● En un boletín emitido por la Fuerza Aérea de los EE.UU. se declara que “de vez en cuando pueden experimentarse incomodidad epigástrica y/o náuseas a tan solo de cinco a diez milivatios por centímetro cuadrado.”

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