Casamiento por mediador... ¿puede traer verdadera felicidad?
Por el corresponsal de “¡Despertad!” en el Japón
MIENTRAS le arreglaban el cabello para la ceremonia matrimonial, Hiroko lloraba. “No debes llorar en el día de tu boda,” le dijo, enojada, la peluquera.
Pero el corazón de Hiroko le decía que ella estaba enamorada de otro y no del hombre que sus padres le habían escogido como esposo. Ellos insistieron en que ella se casara con un hombre mucho mayor que ella. Hiroko aceptó la decisión de ellos como su “destino.”
Después de la luna de miel su esposo parecía tan feliz que ella decidió ocultar sus sentimientos y, por él y por los padres de ella, por lo menos aparentar estar felizmente casada.
Resulta que los padres de Hiroko habían seguido la antigua costumbre, que existe en muchos países orientales, de usar un mediador o intermediario para conseguir un cónyuge “apropiado” para su hija.
Casamiento por mediador
Ha sido solo últimamente cuando en el Japón se ha empleado a un nakōdo (intermediario) para arreglos de matrimonio, cuando los jóvenes comenzaron a contraer matrimonio fuera de sus propias aldeas. Pero para muchos el emplear a un nakōdo ha llegado a ser un símbolo de prestigio. Comúnmente se cree que cuanto más importante sea el intermediario, mayor seguridad hay de que los recién casados tengan un futuro próspero. De modo que puede ser que una persona distinguida de la comunidad participe en la ceremonia matrimonial y lleve el título de nakōdo aunque sea otra persona quien haya hecho los arreglos para el matrimonio.
La tarea del nakōdo es de ayudar a los jóvenes a conocerse. Si todo marcha bien, él también se encarga de hacer los preparativos para la boda.
Los padres de Hiroko escogieron como nakōdo a una pareja mayor, conocida en la comunidad. Esta pareja hizo los arreglos para una “entrevista matrimonial” con el novio en perspectiva, Katsumi. Después de servirse té y pasteles la pareja nakōdo y los padres salieron del cuarto, para dejar que los jóvenes se conocieran mejor. Después, los nakōdo hablaron en privado con cada uno de los jóvenes para ver si deseaban seguir conociéndose.
He aquí una ventaja de emplear a un nakōdo. Puesto que en el Japón se considera una descortesía el disentir rotundamente con alguien, a menudo se emplea un intermediario para que rehúse cortésmente como representante de la persona que está rechazando. Los padres de Hiroko la habían animado de antemano, y por eso cuando ella fue presentada formalmente a Katsumi los dos concordaron en seguir adelante con la relación por amor a sus familias.
Los jóvenes que se trasladan a las ciudades quizás hallen que se les hace difícil encontrar un cónyuge sin la ayuda de sus padres. Por lo tanto, puede que decidan pagar honorarios a un agente de matrimonios, quien revisa sus archivos en busca de un cónyuge compatible. Por ejemplo, los empleados de la compañía Mitsubishi pueden pagar 8.000 yenes ($40, E.U.A.) en honorarios y llenar una planilla, que se somete a la “intermediaria” oficial de la compañía, la computadora. ¡Hay el caso de un joven que trabajaba en una oficina en Nueva York y una joven que trabajaba en la oficina de Tokio que se conocieron por medio de la computadora “intermediaria” y se vieron por primera vez el día de su boda en Hawai!
Hoy en día es común que los jóvenes pidan ayuda a sus amistades para hallar un cónyuge. Muchas veces a representantes viajantes de los testigos de Jehová se les solicita que presenten a jóvenes de la misma creencia para que se conozcan. En algunos casos en que un joven y una joven llegan a conocerse por su cuenta y a interesarse cada uno en el otro, no es impropio el que pidan la aprobación de sus padres y luego consigan un intermediario que se encargue de hacer los arreglos para el matrimonio.
Tal vez las personas que están familiarizadas con la Biblia recuerden que el patriarca Abrahán usó a un intermediario para escoger una esposa para su hijo Isaac. El intermediario pronto encontró a una joven llamada Rebeca, que satisfacía los requisitos designados por el padre de Isaac. El relato bíblico declara: “Ella llegó a ser su esposa; y él se enamoró de ella.” (Gén. 24:67) También en el Japón a menudo el amor entre los cónyuges se desarrolla al transcurrir el tiempo después de la boda. Un dicho que resume el sentir de muchos japoneses es: “Los matrimonios que se basan en el amor comienzan candentes y se van enfriando. Los matrimonios arreglados comienzan fríos y se van calentando.”
Los preparativos para el día de la boda
La boda es un acontecimiento importante para la familia, y la mayor parte de las familias desean que haga buena impresión entre sus parientes y amistades. Por eso las bodas se están haciendo cada vez más caras. Puede ser que una pareja común gaste más de seis millones de yenes ($30.000). La ceremonia matrimonial en sí cuesta solamente como 18.000 yenes ($90), y una recepción corriente cuesta como 13.000 yenes ($65) por persona, y generalmente hay de 70 a 80 invitados. No obstante, no se considera descortesía el pedir a los invitados que paguen su propia parte. Después de la recepción, que es una comida formal, cada invitado lleva a su casa una furoshiki (bolsa de tela) grande llena de regalos que los novios han obsequiado.
La mayor parte de las parejas alquilan el atavío para la boda de una compañía que se especializa en ese negocio. Según la costumbre, la novia lleva un kimono ceremonial de mangas largas, adornado con grullas, tortugas y otros símbolos de buena suerte y longevidad. Lleva una cinta ancha bordada en realce y amarrada en forma de mariposa para simbolizar la felicidad. Lleva un tocado que se llama tsuno kakushi, o un “esconde cuernos,” y se dice que cuando se quita esto se le disipa todo celo que ella pudiera sentir por su esposo en el futuro.
Tradicionalmente el novio lleva un kimono formal negro que tiene la falda dividida y una casaca corta adornada con el signo o emblema de la familia. En la actualidad, tal vez los novios prefieran un chaqué y pantalón a rayas. Los invitados por lo general visten kimono formal.
En la ceremonia
La mayoría de las ceremonias matrimoniales se efectúan por un sacerdote sintoísta. Solamente la familia allegada y el intermediario y su esposa asisten a la ceremonia. Los novios reciben a los demás invitados después, en la recepción. El sacerdote sintoísta primero agita una rama del árbol sasaki como rito purificador. Luego, él lee el norito (una oración sintoísta), para informar a los dioses que está uniendo a estas dos personas en matrimonio.
La parte principal de la ceremonia envuelve el san-san-kudo, o las copas de los votos. Hay tres copas nupciales de diferentes tamaños y una olla que contiene saki (vino de arroz) consagrado, traído del altar. La miko (doncella del altar) primero entrega la copa más pequeña al novio y echa tres gotas de saki en la copa. El novio bebe el saki en tres sorbos y entrega la copa a la miko. Entonces ella entrega la copa a la novia, una vez más echa una gota de saki en la copa, que la novia bebe en tres sorbos. Se repite el mismo rito con las otras copas. La palabra japonesa san-san (tres-tres) también puede significar nacimiento tras nacimiento, que hace que el san-san-kudo sea algo semejante a una ceremonia o rito de fertilidad.
Por último, el novio lee un voto escrito (aunque algunas veces el intermediario tal vez lo lea) y ofrendan ramas del sagrado sasaki. A los presentes se les da una copa de saki para que hagan un brindis, como señal de la unión de dos familias por enlace matrimonial. Así concluye la ceremonia matrimonial sintoísta que dura 20 minutos.
Las bodas budistas son parecidas, aunque menos frecuentes. En el Japón también se efectúan bodas en las iglesias.
Ceremonias matrimoniales entre los testigos de Jehová
Las bodas de los testigos de Jehová son singulares en comparación con las ceremonias ya mencionadas. El auditorio está lleno de familiares y amistades. Un amigo íntimo de los novios pronuncia una conferencia conmovedora basada en la Biblia. Por lo general él explica el origen del arreglo matrimonial. Se recuerda a la pareja que una clave para un matrimonio de éxito es la cooperación total que requiere que ambos, tanto el esposo como la esposa hagan un esfuerzo sincero. No se celebran ritos, pero la pareja joven y sus invitados reciben guía práctica de la Biblia. (Un ejemplo se encuentra en Efesios 5:22-33.)
En el Japón, el estado no reconoce las ceremonias matrimoniales religiosas. A nadie se le considera legalmente casado sino hasta que tiene el Certificado de Reconocimiento de la Notificación del Matrimonio dado por la oficina del distrito o de la ciudad. Sin embargo, la mayoría de las parejas desean tener una ceremonia religiosa de alguna índole. Mientras que otras organizaciones religiosas cobran por sus servicios de bodas, entre los testigos de Jehová todos ofrecen sus servicios gratuitamente, tanto el ministro que preside como otras personas que tienen que ver con los arreglos de la boda.
Después de la boda
¿Es posible ser feliz en el matrimonio si uno ha llegado a conocer a su cónyuge por los esfuerzos de un intermediario? La mujer mencionada al principio de este artículo declara: “Yo pasé los primeros años de mi vida de casada pensando que era mi ‘destino’ y que de alguna manera tenía que hallar alguna felicidad.” Entonces hubo un cambio. Ella explica: “Cuando los dos comenzamos a estudiar la Biblia con los testigos de Jehová y nos bautizamos, verdaderamente me sentí feliz de haberme casado con el que es mi esposo.”
Pero no todas las parejas casadas experimentan esta felicidad. Desde 1963, el número de divorcios ha ido aumentando progresivamente en el Japón, aunque todavía es más bajo que en muchos otros países. Una encuesta realizada por el Servicio de Salud y Bienestar informó que el 55,3 por ciento de los divorcios fueron pedidos por la esposa, a pesar de que solo el 2,7 por ciento de ellas recibieron asistencias. Además de incompatibilidad, infidelidad y razones económicas, la falta de comunicación y de consideración se alistaron como las bases para la mayoría de los divorcios.
¿Podría la instrucción apropiada ayudar a resolver algunos de estos problemas? Una mujer que se había casado en una iglesia en el Japón declara: “En retrospección, no esperaba hallar verdadera felicidad en el matrimonio. Pensábamos que sería mostrar debilidad de nuestra parte el pedir ayuda de afuera para resolver nuestros problemas. Pero después que nació nuestra hija una testigo de Jehová se presentó a mi puerta. Cuando comencé a estudiar la Biblia con los Testigos, por primera vez aprendí lo que está envuelto en el matrimonio... que el cooperar con mi esposo es esencial para un hogar feliz. El principio de que ‘los dos llegan a ser una sola carne’ ejerció gran influencia en todo aspecto de nuestra vida familiar. Aprendí que verdaderamente hay más felicidad en dar que la que hay en recibir.” (Mat. 19:4, 5) La instrucción apropiada de la Biblia ciertamente ha ayudado a este hogar.
¿Qué hay de usted? ¿Consideraría usted el usar un mediador o intermediario para escoger un cónyuge, o esperará usted hasta que se enamore y pueda casarse con alguien que usted mismo haya escogido? Cada arreglo tiene sus ventajas, pero ninguno garantiza la felicidad. Para un matrimonio verdaderamente feliz usted necesita guía del “Dios feliz,” Jehová, el originador del arreglo matrimonial.—1 Tim. 1:11.
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Vestimenta tradicional de bodas japonesa
[Ilustración en la página 13]
Tocado “esconde cuernos”