El alma... ¿es usted, o está en usted?
¿CREE usted que tiene un alma inmortal que sigue viviendo cuando usted muere? La mayor parte de las personas de diversos antecedentes religiosos, ya sean cristianos, musulmanes, judíos, sintoístas, budistas o hindúes, comparten esta misma idea fundamental. Pero ¿por qué tienen dicha creencia? ¿Será porque tienen prueba de ello? ¿O porque la mayoría de las religiones siempre la han enseñado y porque es una idea popular que han conocido de oídas? ¿Cómo, en realidad, llegó a introducirse en la enseñanza “cristiana” la idea de un alma inmortal?
En el libro Death Shall Have No Dominion (La muerte no tendrá dominio), Douglas T. Holden escribe: “La teología cristiana ha llegado a estar tan fusionada con la filosofía griega que ha criado a individuos que son una mezcla de nueve partes de pensamiento griego por una parte de pensamiento cristiano”. Esto se ilustra bien en lo que toca a la tan difundida creencia de la inmortalidad del alma. Por ejemplo, Platón, filósofo griego del cuarto siglo a. de la E.C., escribió: “¡El alma es inmortal e imperecedera, y nuestra alma ciertamente existirá en otro mundo!”.
De acuerdo con Platón, ¿adónde iban dichas almas cuando el cuerpo moría? “Y las que parecen haber llevado una vida ni buena ni mala, van al río Aqueronte, [...] y allí moran y son purificadas de sus malas acciones, y una vez que han sufrido el castigo por las faltas que han cometido contra otros, son absueltas.” ¿No se parece bastante esta idea a la doctrina del purgatorio que enseña la cristiandad? ¿Y adónde van las almas de los inicuos? “A éstas se las echa en el Tártaro [para los griegos de la antigüedad, una sección del Hades reservada para el castigo de los peores delincuentes] el cual es el destino adecuado para ellos, y nunca salen de allí.” ¡Ciertamente, los griegos de la antigüedad tenían su creencia de tormento eterno en el infierno mucho antes que los teólogos de la cristiandad se apropiaran de ella!
¿Hay razón para dudar?
Si lo que escribió en su Dialogue en realidad refleja su propio pensar, Platón estaba convencido de que tenía un alma inmortal. Y pronto sus enseñanzas comenzaron a convencer a otros que lo veneraban como filósofo. Por consiguiente, hasta los escritores cristianos del segundo siglo aceptaron la filosofía platónica. En cuanto a esto la Encyclopædia Britannica declara: “Los platonistas cristianos dieron primacía a la revelación y consideraron la filosofía platónica como el mejor instrumento disponible para el entendimiento y la defensa de las enseñanzas de las Escrituras y la tradición de la iglesia. [...] Desde mediados del siglo segundo después de J.C., los cristianos que tenían algún entendimiento de la filosofía griega empezaron a sentir la necesidad de expresar su fe en los términos de ésta, tanto para su propia satisfacción intelectual como para convertir a los paganos educados. La filosofía que mejor servía sus propósitos era el platonismo”.
Sin embargo, durante el transcurso de los siglos ha habido distinguidos disidentes que han expresado su desacuerdo con los conceptos griegos de un alma inmortal. El traductor de la Biblia William Tyndale (alrededor de 1492-1536) escribió en el prefacio de su traducción: “Al colocar las almas difuntas en el cielo, el infierno, o el purgatorio se destruyen los argumentos mediante los cuales Cristo y Pablo probaron la resurrección [...] Si el alma está en el cielo, decidme, ¿para qué se necesita la resurrección?”. Ésta es una pregunta lógica. Si se vence a la muerte por medio de un alma ‘inmortal e imperecedera’, entonces, ¿para qué sirve la resurrección que Jesús enseñó y en la que creían los patriarcas hebreos? (Hebreos 11:17-19, 35; Juan 5:28, 29.)
En el libro La Agonía del Cristianismo, el escritor español Miguel de Unamuno luchó con este mismo conflicto. Escribió con relación a Cristo: “Creía [...] en la resurrección de la carne, a la manera judaica, no en la inmortalidad del alma, a la manera platónica”. Hasta pasó a decir: “La inmortalidad del alma [...] es un dogma filosófico pagano. [...] Basta leer el Fedón platónico para convencerse”.
El “alma” en la Biblia
El poeta Longfellow escribió: “La declaración polvo eres, y al polvo volverás, no se hizo con relación al alma”. (Las bastardillas son nuestras.) ¿Tenía razón? Cuando Dios dijo: “Porque polvo eres y a polvo volverás”, ¿a quién estaba hablando? Al primer hombre, Adán. ¿Aplicaba esa sentencia de muerte solamente al cuerpo de Adán? ¿O a Adán como alma que respiraba?
Génesis 2:7 dice claramente: “Y procedió Jehová Dios a formar al hombre del polvo del suelo y a soplar en sus narices el aliento de vida, y el hombre vino a ser alma viviente”. Este texto es fundamental para entender el significado de la palabra “alma”, como se utiliza en la Biblia. Dice claramente que “el hombre vino a ser [no a tener] alma viviente”. Así Dios dijo a aquella alma viviente, o criatura respiradora, Adán, que si era desobediente, positivamente moriría y regresaría a los elementos de la tierra de la cual él había sido formado. (Génesis 2:17; 3:19.)
Sírvase notar que no se menciona ningún destino alternativo para la supuesta alma del hombre. ¿Por qué no? Porque Adán, con todas sus facultades, era un alma. Él no poseía un alma. Si lugares como un infierno de fuego y el purgatorio existieran, sería en esta parte de la Biblia donde deberían haberse mencionado. Sin embargo ni siquiera se hace alusión a ellos. ¿A qué se debe esto? A que el simple castigo por la desobediencia era precisamente lo contrario a la vida de la cual Adán disfrutaba en el Paraíso... a saber, la muerte, no la vida en algún otro lugar. Por consiguiente Pablo expresa el asunto con sencillez en Romanos 6:23: “Porque el salario que el pecado paga es muerte”. (Compárese con Ezequiel 18:4, 20.) Ahí no se menciona ningún infierno de fuego ni purgatorio, solo la muerte. ¿Y no basta eso como castigo?
Otro factor que se ha de tener presente es que un sentido elemental de la justicia exige que, antes de desobedecer, el hombre haya sabido la verdadera extensión del castigo que posiblemente recibiría. No obstante, en el registro de Génesis no hay mención alguna de un alma inmortal, fuego del infierno o purgatorio. Además, si el hombre realmente había sido creado con un alma inmortal, entonces todo el conjunto de doctrinas relacionadas con la inmortalidad del alma y su destino debía haber sido parte integrante de las enseñanzas hebreas y judías desde los tiempos más remotos. Pero ése no es el caso.
Surge también otra pregunta lógica. Si el propósito original de Dios era que la humanidad perfecta y obediente viviera para siempre en una Tierra paradisíaca, ¿para qué dotaría Dios al hombre de un alma independiente e inmortal? No solo sería inmortal; ¡también sería superflua! (Génesis 1:28.)
Además, las Escrituras Hebreas claramente muestran que los hombres y mujeres fieles del pasado aguardaban una resurrección, tal como Pablo comentó en Hebreos 11:35: “Mujeres recibieron a sus muertos por resurrección [en ciertos casos milagrosos]; pero otros fueron atormentados porque rehusaron aceptar la liberación por algún rescate, con el fin de alcanzar una resurrección mejor [para vida eterna]”. Es obvio que no estaban poniendo su confianza en el mito de la “mariposa” de la filosofía humana.
Pero quizás usted pregunte, ¿qué hay de las palabras de Pablo en las que él habla acerca de la inmortalidad? Es cierto que él dice: “Porque esto que es corruptible tiene que vestirse de incorrupción, y esto que es mortal tiene que vestirse de inmortalidad. Pero cuando esto que es corruptible se vista de incorrupción y esto que es mortal se vista de inmortalidad, entonces se efectuará el dicho que está escrito: ‘La muerte es tragada para siempre’” (1 Corintios 15:53, 54). Pero de ninguna manera dan a entender estas palabras que haya un alma inmortal. Pablo habla de “vestirse de inmortalidad”. Por consiguiente, no se trata de algo inherente en el hombre, sino más bien de una creación nueva de los que reinarán con Cristo en Su Reino celestial. (2 Corintios 5:17; Romanos 6:5-11; Revelación 14:1, 3a.)
Hasta los teólogos modernos están llegando a reconocer este punto, después de la cristiandad haber enseñado por siglos la inmortalidad del alma. Por ejemplo el teólogo católico Hans Küng escribe: “Cuando Pablo habla de la resurrección, lo que él quiere decir no es sencillamente la idea griega de la inmortalidad de un alma que haya sido liberada de su prisión en el cuerpo mortal. [...] Cuando en el Nuevo Testamento se habla de la resurrección, no se refiere a la continuación natural de un espíritu-alma independiente de nuestras funciones corporales”.
El catecismo luterano alemán para adultos (Evangelischer Erwachsenenkatechismus) declara lo siguiente con relación a la división de cuerpo y alma que enseñó Platón: “Los teólogos evangélicos de tiempos modernos desafían esta combinación de conceptos griegos y bíblicos. [...] Rechazan la separación del hombre en cuerpo y alma. Puesto que el hombre en conjunto es un pecador, por lo tanto, al morir muere completamente con cuerpo y alma (muerte completa). [...] Entre la muerte y la resurrección existe una brecha; la persona continúa su existencia a lo más en la memoria de Dios”.
¡Los testigos de Jehová del día moderno han estado enseñando esto por más de cien años! Nunca se tragaron la filosofía pagana de Platón, pues sabían muy bien que Jesús había enseñado: “No se maravillen de esto, porque viene la hora en que todos los que están en las tumbas conmemorativas oirán su voz y saldrán, los que hicieron cosas buenas a una resurrección de vida, los que practicaron cosas viles a una resurrección de juicio” (Juan 5:28, 29). La mismísima expresión “tumbas conmemorativas” da a entender que Dios retiene en su “memoria” a esas personas que han muerto. Él las restaurará a la vida. He ahí la verdadera esperanza para los muertos, que se realizará cuando esta Tierra se halle bajo el pleno control del gobierno del Reino de Dios en manos de Cristo. (Mateo 6:9, 10; Revelación 21:1-4.)
[Nota a pie de página]
a Para un estudio más detallado de la doctrina del alma, sírvase ver el libro ¿Es esta vida todo cuanto hay?, publicado por la Watch Tower Bible and Tract Society.
[Comentario en la página 9]
Tyndale, traductor de la Biblia, escribió: “Si el alma está en el cielo, decidme, ¿para qué se necesita la resurrección?”
[Ilustración en la página 10]
El erudito español Unamuno escribió: “La inmortalidad del alma [...] es un dogma filosófico pagano”
[Ilustración en la página 11]
El teólogo católico Küng declaró: “Cuando Pablo habla de la resurrección, lo que él quiere decir no es sencillamente la idea griega de la inmortalidad de un alma”