¿Duda usted de la existencia de Dios? ¿Sabe por qué?
ALGUNAS personas responden con un escéptico encogimiento de hombros. Otras, con una franca negación. Así es como muchas personas reaccionan hoy día cuando se les pregunta sobre la existencia de Dios. ¿Es usted una de ellas? Si lo es, no sería de extrañar, ya que la cantidad de personas que dudan de la existencia de Dios ha estado aumentando.
Por qué rehusaban creer en Dios
Cierta joven alemana explica su situación de la siguiente manera: “Mis padres no creían en Dios ni tampoco eran religiosos, por eso crecí sin religión y sin Dios. La simple mención de religión me hacía sonreír, y no comprendía por qué había personas que creían en Dios. A la misma vez, no podía dar ninguna razón verdadera por la cual no podía creer”.
Cierto belga de 32 años de edad, al explicar su falta de fe, dice: “Aun mientras estaba en la escuela, mis padres me animaron a que ganara dinero y me esforzara por conseguir cosas materiales. Las ideas materialistas reemplazaron todo pensamiento que tuviera que ver con religión y fe”.
¿Duda usted de la existencia de Dios? ¿Sabe por qué? ¿Podría ser que sencillamente estuviera dejándose llevar por los demás? Si así es, ¿realmente conoce las “pruebas” de que disponen aquellos por quienes usted se está dejando llevar? Con toda sinceridad y seriedad, ¿ha sometido a prueba la confiabilidad de la explicación que ellos dan?
Hacen falta respuestas satisfacientes
El llegar a una conclusión definitiva sobre la existencia de Dios es más que solo un asunto de decidir quién tiene la razón y quién no la tiene. Esta es una decisión que puede afectar profundamente la vida de una persona. Es un factor clave para que hallemos respuestas satisfacientes a las preguntas sobre el significado de la vida.
Examinemos dos “pruebas” que las personas frecuentemente presentan al explicar por qué niegan la existencia de Dios.
Al principio de la era espacial, hace más de dos décadas, el periódico The New York Times informó que en cierto programa de radio de Moscú se hizo la siguiente declaración: “El hecho de que los satélites y cohetes no han descubierto al Altísimo de todo, a ángeles, y así sucesivamente, testifica contra las convicciones religiosas y fortalece el descreer en Dios”.
¿Considera usted que esto sea una prueba? Si así es, ¿está dispuesto a aceptar todas las consecuencias que implicaría tal hilo de razonamiento?
La distancia a que el hombre puede oír y ver se ha extendido a un punto muy remoto en el universo mediante telescopios gigantescos. Reduzcamos esta distancia a dimensiones que podamos comprender. Suponga que la Tierra fuera del tamaño de una manzana. A esa proporción, el universo visible tendría un diámetro de 4.700 millones de kilómetros (2.900 millones de millas). ¿Y exactamente cuánto han podido alejarse de esta “manzana” las sondas y naves espaciales con tripulantes o sin ellos? ¡Aún están muy dentro de la caja de manzanas!
Además, prescindiendo de lo lejos que pudieran aventurarse en el espacio las naves espaciales, los humanos jamás podrían esperar ver a Dios, sea con ojos literales o mediante cámaras de hechura humana. Hablan de Dios como si él fuera un hombre, hecho de carne y sangre, pero la Biblia dice: “Dios es un Espíritu”. (Juan 4:24.)
De hecho, a nuestro alrededor suceden constantemente cosas que son causadas por fuerzas que el ojo humano no puede ver. Mientras usted piensa en lo que está leyendo ahora, complejos procesos mentales están en marcha en los más de 10.000.000.000 de células nerviosas de su cerebro. El avance tecnológico puede medir las ondas cerebrales, hasta puede describirlas al ojo humano mediante proyecciones presentadas en una pantalla o en tiras de papel. Pero LO QUE usted está pensando no puede hacerse visible. Cada palabra que usted habla y cada movimiento consciente que hace son el resultado de un proceso que es invisible al ojo humano. Sobre la base de esta observación, ¿cuáles serían las consecuencias lógicas de apegarse al principio: “Creo solamente en lo que puedo ver”?
Pero muchas personas declaran lo siguiente:
En el Schweizerische Akademiker- und Studentenzeitung (Periódico académico y estudiantil suizo) se publicó un artículo que estimulaba la reflexión y trataba sobre la teoría de la evolución. Bajo el titular “¿Puede llegar a existir el orden por accidente?”, se decía: “Para arreglar una biblioteca o una colección de sellos de manera ordenada se requiere un plan, cierta medida de inteligencia y cierta cantidad de esfuerzo. Si con los ojos cerrados fuéramos sencillamente a tirar todo dentro de una habitación, con la esperanza de que la casualidad ‘arreglara las cosas’ por nosotros, pronto llegaríamos a darnos cuenta de que esa no es la manera como llega a haber orden. De hecho, sin nuestra atención continua, las cosas se pueden volver a desordenar fácilmente, como cuando los niños sacan algo de sitio y no lo vuelven a poner donde estaba, o como cuando repentinamente una ráfaga de viento ‘arregla’ nuestra colección de sellos. La experiencia diaria nos enseña que el orden no llega a existir por accidente. [...] Por otra parte, por la existencia de orden podemos deducir que se ha usado inteligencia. Por ejemplo, una biblioteca bien ordenada da testimonio de un buen bibliotecario. Como principio, lo mismo aplica a cualquier clase de orden”.
Por ejemplo, considere el cerebro. Piense en las maravillosas cosas que el cerebro puede lograr con el lenguaje. Con la ayuda de solamente de 20 a 30 letras diferentes (que componen la mayoría de los alfabetos no gráficos), nuestro cerebro puede formar un sinnúmero de palabras y expresiones y captar los diferentes pensamientos que estas quieren transmitir. Algunos idiomas tienen centenares de miles de palabras. Además, nuevas palabras y combinaciones de palabras se están formando constantemente. Todo esto se hace con solamente las pocas letras del alfabeto. Un cerebro que esté entrenado en la mecánica de la composición musical puede hacer algo similar. ¿Quién puede contar la cantidad de melodías diferentes que se han compuesto con solo siete tonos básicos del alfabeto musical?
Respecto a otras funciones maravillosas del cerebro humano, una obra de consulta habla de las “10.000 millones de células nerviosas, cualquiera de las cuales puede estar conectada con hasta otras 25.000 células nerviosas. La cantidad de interconexiones a la que esto equivale aturdiría hasta a un astrónomo... y los astrónomos están acostumbrados a tratar con cifras astronómicas”. La publicación alemana Architektur der Schöpfung (Arquitectura de la creación) añade: “Investigadores de la capacidad del cerebro humano lo han asemejado a la actividad máxima de miles de centrales telefónicas de ciudades grandes. [...] Se ha calculado que durante el proceso de unos 70 años de vida la memoria humana puede almacenar hasta 15.000.000.000.000 de experiencias individuales”.
¿Concuerdan estos hechos con la afirmación de que “todo ha llegado a existir por accidente, sin un Dios”? ¿O están más de acuerdo con el razonamiento bíblico de que “toda casa es construida por alguien, mas el que construyó todas las cosas es Dios”? (Hebreos 3:4.)
La sabiduría de llegar a una conclusión
En 1981 Hans-Jochen Vogel, el líder de la oposición en el parlamento de la República Federal de Alemania, dijo: “Creo que cada vez más personas se están haciendo temerosas de que las condiciones actuales pudieran empeorar súbitamente, sí, que hasta catástrofes de una intensidad anteriormente desconocida ya no son imposibles. Y más de unas cuantas personas consideran que el desarrollo de los asuntos en tal dirección sea ineludible y tan inevitable como un alud que ya se ha desprendido y está cobrando velocidad mientras se precipita hacia el valle”. ¿Es eso todo lo que el futuro encierra para usted?
Las personas que están convencidas de que Dios existe, y que estudian detenidamente su Palabra, están convencidas de que Dios está ejerciendo una influencia positiva en los asuntos. Basándose en la Biblia, ven que a la humanidad creyente le aguarda un futuro muy brillante, a pesar de las condiciones actuales del mundo.
En vista de lo que esto significa en su propia vida, si usted duda de la existencia de Dios, le animamos a preguntarse: “¿Qué razones tengo para ello?”. Trate de ponerlas por escrito. ¿Cuántas razones tiene? ¿Cuán satisfacientes son?
¿No será ya hora de comenzar a dar consideración a la pregunta opuesta: ¿Qué evidencia hay de que sí hay un Dios?
[Comentario de la página 9]
“Creo solamente en lo que puedo ver, y nunca he visto a Dios”
[Comentario de la página 10]
“Todo ha llegado a existir por accidente, sin un Dios”
[Ilustraciones en la página 11]
Se exige inteligencia para que haya orden, como lo muestra una biblioteca arreglada de manera sistemática
Piense en la variedad de piezas musicales que se pueden componer con solo unas cuantas notas básicas