‘¿Me puede decir qué hora es?’
CUANDO alguien le hace a usted esta pregunta, usted probablemente echa un vistazo a su reloj de pulsera, y contesta sin dar mucha importancia a la pregunta, y luego no piensa más sobre el asunto. Pero no siempre ha sido tan fácil saber la hora correcta.
Es cierto que Dios creó las dos grandes lumbreras, el Sol y la Luna, para que ‘sirvieran de señales y para estaciones y para días y años’ (Génesis 1:14). Pero dejó que el hombre calculara cómo dividir los días en horas y minutos. Es probable que primeramente el hombre antiguo haya hecho esto por medio de observar cómo las sombras de los árboles y otros objetos cambiaban de posición a medida que el Sol se veía progresivamente en un extremo del cielo y luego en el otro. Al estudiar el cambio de posición de estas sombras, él llegó a descubrir un medio sencillo de calcular la hora: el “reloj de sombra”. Originalmente, este consistía simplemente en un palo o pilar vertical, y la longitud de su sombra indicaba la hora.
Pero con el pasar del tiempo, los métodos que el hombre utilizaba para medir el tiempo se hicieron cada vez más complejos. Se inventó el reloj de sol, aparato que era popular aun antes del tiempo de Cristo. Pero antes de eso, los egipcios ingeniosamente inventaron un modo de calcular la hora usando un cubo del cual goteaba agua. El método era sencillo. A medida que el agua iba goteando del cubo, se iba calculando la hora por medio de observar el nivel del agua. Con todo, este no era un aparato que uno querría llevar consigo. El reloj de arena, que se originó en Europa durante el siglo XIV, representó una gran mejora. También fue una mejora el reloj lámpara, que medía la hora de acuerdo con la cantidad de aceite que se consumía.
Pero el verdadero progreso en el campo de los relojes se realizó cuando se desarrollaron los relojes mecánicos, alrededor del siglo XIV. No se sabe quién fue su ingenioso inventor, pero los expertos suponen que los primeros de tales relojes se hayan usado en los monasterios. Como sucede en el caso de la mayor parte de los grandes inventos, la idea básica tras los primeros relojes fue la esencia de la sencillez: Una pesa suspendida de una soga iba cayendo gradualmente bajo la atracción de la gravedad. A medida que la pesa iba cayendo, la soga ponía en movimiento cierta maquinaria que estaba adaptada para accionar una alarma periódicamente. La alarma recordaba al sacristán que él debía tocar la campana para señalar la hora, lo cual daba a conocer a los monjes que era la hora de orar.
Con el tiempo los artesanos resolvieran el problema de disminuir el tamaño de dichos relojes. Y alrededor de 1500, un cerrajero alemán llamado Peter Henlein contribuyó a un adelanto dramático con la invención del muelle real. Con esto desaparecieron las sogas y poleas pesadas. Simplemente se tenía que apretar o volver a poner en tensión periódicamente el muelle real que accionaba la maquinaria. Sin embargo, el primer reloj portátil no fue en realidad muy portátil. The Encyclopedia Americana dice: Medía “seis pulgadas [15,24 centímetros] de alto y estaba hecho enteramente de hierro”. Pero los relojes rápidamente se fueron haciendo cada vez más pequeños y más exactos. De hecho, ¡algunos de los primeros relojes son realmente obras de arte!
Hoy día, muchas personas llevan relojes digitales. A diferencia de los relojes mecánicos, estos utilizan la frecuencia de vibración de un cristal de cuarzo para medir el tiempo. Debido a que son poco costosos y bastante exactos, se han vuelto la última moda en el campo de los relojes. Con todo, para muchas personas los relojes digitales carecen de la gracia y la belleza del antiguo reloj mecánico artísticamente hecho, cuyo tic tac sirve de garantía de que está funcionando. Quizás sea por eso, al contrario de la opinión popular, ¡que el reloj mecánico aún esté en boga! Pero ¿son obras de arte? Bueno, pocos, si acaso algunos, de los relojes que hoy se producen en masa merecen tal distinción. Sin embargo, aún quedan algunos artesanos de antaño que se esfuerzan arduamente por conservar las antiguas tradiciones de la relojería.
Por ejemplo, considere un relojero llamado Van, que vive en la ciudad de Nueva York. Él es uno de los pocos hombres en el mundo que puede construir por completo un reloj de precisión empezando desde el mismo principio. Van nació en 1902 y vivió en un tiempo en que los relojes eran obras de amor... no aparatos electrónicos producidos en masa. Él sin duda puede contribuir mucho a nuestro aprecio del arte de la relojería, la cual va desapareciendo. Por eso lo visitaremos un rato:
Aprendiendo a tener cariño a los relojes
“¿Cómo llegó usted a ser relojero?”, preguntamos inmediatamente.
“Mi padre fue relojero —dice el señor Van—, y aprendí mucho de él. Poco después que yo nací, mi padre llegó a ser inspector de los relojes del ferrocarril. El cronometraje ha sido y es muy importante para la seguridad de los ferrocarriles. Sin embargo, en aquel entonces, los ingenieros, conductores y guardafrenos tenían que entrar en la oficina cada cierto tiempo antes de emprender un viaje. Se requería que verificaran sus relojes con el reloj oficial de la oficina y firmaran un papel indicando que lo habían hecho. Así que usted puede ver lo importante que era el trabajo de mi padre.”
“¿Pensaba usted seguir las pisadas de su padre?”
“No, yo tenía planeado hacerme músico. Pero mi padre dijo: ‘Nosotros simplemente no podemos atender todo el trabajo que hay que hacer en el taller. Necesitamos ayuda’. De modo que dentro de poco estuve ayudándole. Él desmontaba los relojes, los arreglaba, los limpiaba —era fanático en cuanto a la limpieza de los relojes— y entonces me entregaba todas las partes. Generalmente yo tenía medio día para volver a montar un reloj. De este modo aprendí mucho acerca de los relojes.”
“¿Cómo sabía si los relojes tenían la hora exacta?”
“Bueno, en aquel entonces no había radio, pero mi padre construyó un reloj que usaba como norma para verificar la hora de los relojes que arreglábamos. Decía que en el peor de los casos este reloj estaría atrasado o adelantado con tres segundos cada mes. Esto lo podíamos verificar por medio de ir a la oficina de telégrafos. A mediodía cesaba la transmisión y se daba una señal por telégrafo para anunciar la hora de acuerdo con el observatorio naval.”
“¿Cuándo hizo usted su primer reloj?”
“En 1919 trabajaba con mi padre reparando relojes del ferrocarril en Memphis, Tennessee. Fue allí donde unos años después me puse a hacer mi primer reloj... un reloj de bolsillo que yo mismo diseñé. Después de haber reunido los instrumentos necesarios, hice cada pieza. Corté los dientes y los engranajes. Hice machos de aterrajar y terrajas. Esmerilé y pulí safiros y rubíes y los coloqué en su lugar. Tenía el proyecto casi completado cuando escribí a un hombre que había escrito un artículo acerca del famoso relojero Breguet. Al enterarse de que yo también estaba construyendo un reloj que yo mismo había diseñado, él decidió venir desde la ciudad de Nueva York para verlo con sus propios ojos. ¡Quedó maravillado! Dijo que estaba seguro de que este era el trabajo de un hombre que sabía lo que estaba haciendo. El entusiasmo que él desplegó hizo que me sintiera muy contento.
”Mi nuevo amigo fue esparciendo las noticias acerca de mi reloj. Como resultado de esto, se escribieron unos artículos de periódico acerca de mí, y el trabajo empezó a entrar a raudales. Además, mi amigo el escritor me reveló su colección de aproximadamente 3.000 relojes famosos, ¡algunos de los cuales se remontaban al siglo XVII! Al hacer funcionar algunos de ellos como habían funcionado originalmente, quedé maravillado ante la precisión, la exactitud y la excelente artesanía.
”Con el tiempo, llegué a la ciudad de Nueva York, de donde provenía mucho del trabajo que yo hacía. Varias compañías de instrumentos náuticos quisieron emplearme. Y aunque ahora tengo ochenta y tantos años, sigo trabajando para una excelente compañía de relojes, al igual que atiendo a algunos clientes particulares.”
Lo que se requiere para ser relojero
Es fácil ver por qué están desapareciendo hombres como el señor Van. Considere la precisión e integridad que su trabajo requiere:
“Mi relojería —dice él a continuación— es en realidad como un taller para la reparación de máquinas en miniatura. Hago trabajos de tornear, de fresar, de serrar, de barrenar, además de otras operaciones. ¡A veces corto metales en incrementos de menos de una décima parte de una centésima parte de un milímetro! ¿Por qué tanta precisión? Recuerde que para que un reloj funcione debidamente los pivotes tienen que ser perfectamente esféricos y puntiagudos y estar perfectamente equilibrados. Por eso el relojero tiene que ser preciso, paciente... hasta artístico. Esto exige integridad. Aún recuerdo que mi padre me dijo: ‘Probablemente estás mirando al último relojero honrado que jamás hayas de ver’. ¡Con esta exageración él quiso decir que muchos relojeros están dispuestos a escatimar esfuerzo o dinero y no hacer el trabajo de la manera debida!”
Obviamente, el señor Van tampoco es alguien que escatime esfuerzos. Además, aunque él ciertamente no es el último de los relojeros honrados, él sirve de recordatorio de un tiempo pasado en que la belleza y la calidad eran más importantes que las ganancias que resultan de la producción en masa. Pues, aunque los relojes digitales de hoy tal vez representen un adelanto en la tecnología, Van discutiría con usted en cuanto a la “integridad” de dichos relojes en comparación con los que fueron hechos en el pasado.
Con todo, sea que usted lleve un reloj digital que haya costado poco o un costoso reloj hecho a mano, usted sin duda se siente feliz de no tener que ir llevando un reloj de arena o un cubo del que gotee agua. Gracias a siglos de trabajo y artesanía, ahora solo se tiene que echar un vistazo a un reloj de pulsera para contestar fácilmente la pregunta: ‘¿Me puede decir qué hora es?’.
[Fotografía en la página 26]
Reloj hecho por Van Hoesen
[Fotografía en la página 27]
Van Hoesen trabajando en su taller