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  • La asombrosa propiedad cicatrizante de la sangre

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  • La asombrosa propiedad cicatrizante de la sangre
  • ¡Despertad! 1986
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¡Despertad! 1986
g86 8/7 págs. 26-27

La asombrosa propiedad cicatrizante de la sangre

USTED se halla ocupada preparando la comida para su familia con un cuchillo en la mano. Inesperadamente se le resbala el cuchillo y... ¡ay!, se corta. Aunque tales cortaduras externas solo ocurren de vez en cuando, ¿sabía usted que cada día se producen en el cuerpo centenares de pequeñas cortaduras internas? Sin embargo no nos desangramos. ¿Por qué? Porque la sangre tiene un medio maravilloso de sellar esas pequeñas heridas.

Reparaciones menores mediante tapones

La sangre contiene todas las sustancias necesarias para efectuar reparaciones. Estas sustancias permanecen inactivas hasta que se presenta una crisis. Cuando esto ocurre, el dolor hace que reflejos nerviosos contraigan los vasos sanguíneos. Esto es una señal para que las diminutas plaquetas que se hallan en el caudal sanguíneo entren en acción. Rápidamente se dirigen a la zona afectada y se adhieren a los bordes de la brecha abierta. Las señales químicas procedentes de las plaquetas hacen que más plaquetas converjan en el mismo lugar y así se forma un tapón provisional. Generalmente esto es suficiente para sellar heridas menores.

Reparaciones mayores mediante coágulos

En heridas de mayor tamaño se necesita un parche más fuerte y duradero. Aunque es necesario que se forme un tapón de plaquetas, este ha de ser cubierto con un coágulo. Sin embargo, la formación del coágulo es una tarea complicada que envuelve docenas de sustancias y una secuencia intrincada de reacciones químicas.

Brevemente, esto es lo que sucede: En respuesta a la emergencia, las paredes de los vasos sanguíneos o los factores coagulantes de la sangre liberan una sustancia química en la corriente sanguínea. Esto hace que el fibrinógeno, una proteína inerte que se halla en el plasma de la sangre, se convierta en fibrina. La molécula de la fibrina es singular por su capacidad de enlazar, formando fibras largas que rodean y envuelven el tapón formado por las plaquetas. Las fibras actúan a modo de tela de araña, aprisionando más plaquetas, glóbulos rojos y otras sustancias con las que forman un coágulo. El 99% del coágulo gelatinoso recién formado se compone de agua. Las plaquetas liberan dos proteínas que contraen el coágulo ocasionando la salida del componente líquido. Así se forma un coágulo sólido. A la parte del coágulo que ha sido expuesta al aire, por estar en la superficie de la piel, se le llama comúnmente costra.

Una vez iniciado, se debe detener el proceso para que el coágulo no se haga tan grande que obstruya el vaso sanguíneo y obstaculice la circulación de la sangre. Pero ¿cómo se detiene? Después de haberse completado la reparación, el flujo sanguíneo regresa rápidamente a su ritmo normal y dispersa los factores coagulantes. Además, la sangre también contiene varios anticoagulantes que impiden la coagulación excesiva y la acumulación de plaquetas cuando no hay emergencia.

Cómo se disuelve el coágulo

Una vez que la herida ha sanado, se desencadena otra reacción química para deshacer las fibras de la fibrina y disolver el coágulo. Los restos del coágulo que se desprenden y se incorporan al caudal sanguíneo son devorados por los glóbulos blancos o filtrados por el hígado, el bazo o la médula ósea.

Cómo ayudar a la sangre a desempeñar su papel

Hay ciertas cosas que podemos hacer para ayudar a la sangre a desempeñar mejor este intrincado trabajo. Ejercicios, como andar a paso ligero y nadar, hacen que la sangre circule libremente. Comer alimentos ricos en lecitina, como el pan integral y el pescado rico en ácido graso, ambos hacen que las plaquetas sean menos viscosas y contribuyen a mantener la sangre libre de formaciones anómalas de coágulos. También, las verduras, los tomates y los aceites vegetales nos suministran vitamina K, la cual ayuda a mantener en buenas condiciones el mecanismo de la coagulación.

En realidad, la asombrosa propiedad cicatrizante de la sangre nos ayuda a apreciar de manera más plena la veracidad de lo que Moisés escribió: “La vida del ser mortal está en su sangre”. (Levítico 17:11, La Nueva Biblia, Latinoamérica.)

[Diagrama en la página 26]

(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)

Glóbulos rojos

Plaquetas

Vasos sanguíneos normales

Las plaquetas reparan heridas menores

Las plaquetas, los glóbulos rojos y las fibras de fibrina reparan las lesiones mayores

Fibras de fibrina atrapando un glóbulo rojo

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