La Copa Mundial de Fútbol, ¿tan solo un deporte?
“Un uruguayo de 63 años dejó momentáneamente la venta de comida en las calles de Carmelo para viajar 10.000 kilómetros [6.200 millas] a dedo durante casi un año para poder estar junto a la selección de fútbol de su país.” (El Universal, diario de México.)
Este aficionado del fútbol fue uno de los centenares de miles que asistieron a las finales de la Copa Mundial de Fútbol de 1986 en México.
EN VISTA de la fiebre mundial de fútbol que hay hoy día, la experiencia susodicha no es rara. De acuerdo con un informe, el obrero mexicano de término medio tendría que gastar el salario de cuatro meses de trabajo para asistir tan solo al partido de apertura. Sin embargo, miles de personas hicieron eso. No es de extrañar entonces que un aficionado del fútbol sufriera un ataque cardíaco al llegar al Estadio Azteca de la ciudad de México... ¡había perdido sus boletos para el juego! Pero deje que las estadísticas le muestren la popularidad del fútbol.
Los 52 partidos se celebraron en 12 estadios ubicados en nueve diferentes ciudades de México. La Copa Mundial de 1986 fue el evento de mayor audiencia en la historia. Unos 2.000 millones de hinchas del fútbol alrededor del mundo vieron el partido de apertura por televisión el 31 de mayo. Casi 3.000 millones de personas vieron el encuentro final entre Alemania y Argentina el 29 de junio. Se estimó que la audiencia combinada para los 52 partidos fue de 10.000 millones de televidentes... ¡aproximadamente el doble de la población actual del mundo!
Puesto que en muchos países las personas prefieren ver partidos de fútbol más que cualquier otra cosa, algunos políticos cuidadosamente evitaron programar reuniones o aparecer en público mientras se jugaban los partidos. Además, cuando el equipo de Iraq derrotó al de Siria para calificar para la Copa Mundial, los soldados que se hallaban en el frente en la guerra entre Irak e Irán, la cual ha durado cinco años, dispararon sus armas en celebración, iluminando el cielo con balas trazadoras. En efecto, miles de millones de personas hoy día toman el fútbol muy en serio. Rogerio Achilles, comentarista deportivo para una emisora de São Paulo, dijo lo siguiente: “El fútbol es más que un deporte, es la religión de la gente”. Pero ¿por qué es tan popular?
Un escape de la realidad
Al igual que las drogas y el alcohol, los deportes se han usado como un medio para ‘escapar de la realidad’. El sicoanalista mexicano, Armando Barriguete, se refirió a la difícil situación económica actual de México y dijo que, para los mexicanos, los juegos de la Copa Mundial servirían como ‘un escape de los problemas actuales’. El diario El Universal, de la ciudad de México, alega que la ‘televisión comercial y la gubernamental han procurado convencer a la gente de que la victoria de once jóvenes enérgicos —la selección de fútbol de México— es la venganza nacional contra tanta calamidad que nos ha caído encima’. Por lo tanto, se dice que el campeonato de la Copa Mundial ha ‘elevado la moral de un pueblo golpeado en su orgullo y en sus esperanzas’. En efecto, para muchas personas el fútbol es mucho más que un deporte... es su dosis semanal de sueños e ilusiones.
Aunque tal vez provee excitación temporal, el fútbol —al igual que las drogas y el alcohol— no puede proveer paz mental duradera. Pero ¿puede este deporte engendrar unidad internacional, como alegan algunos?
¿Unidos por un balón?
Los espectáculos deportivos a veces son empleados como un medio para promover propósitos e ideales políticos. ¿Cómo se efectuó esto durante las finales de la Copa Mundial de 1986?
El presidente de México, Miguel de la Madrid, se unió a las Naciones Unidas para “lanzar a todo el mundo un mensaje de paz”. El emblema oficial para la Copa Mundial de Fútbol de 1986 consistía en dos hemisferios con un balón entre ellos. De acuerdo con esto, Rafael del Castillo, presidente de la Federación Mexicana de Fútbol, declaró: “Nuestra nación, a través de su lema México-86, sueña y desea un mundo unido por un balón”. Pero México no fue el único país que deseaba esto. Note lo que otros comentaron:
El presidente de Argentina, Raúl Alfonsín, consideró que el Campeonato Mundial de Fútbol era “el símbolo de una búsqueda que debe llevar a nuestro ánimo la necesidad de trabajar para la convivencia, para la paz [y] para la justicia universal”.
João Havelange, presidente de la FIFA (Federación Internacional de Fútbol Asociación), el comité que organiza los encuentros de fútbol, enfatizó en su discurso inaugural que debía reinar un “espíritu de fraternidad y comprensión, todo para servir al ideal de la paz”.
Al enviar un mensaje a los participantes de las finales de la XIII Copa Mundial de Fútbol, el secretario general de las Naciones Unidas, Javier Pérez de Cuéllar, dijo lo siguiente: “En un mundo en el que coexisten una carrera desenfrenada de armamentos y condiciones de injusticia, hambre y necesidad, ustedes [...] están llamados a recordar constantemente a sus gobernantes el imperativo de la cooperación para el logro de la paz”.
Hasta el papa Juan Pablo II expresó su deseo de que los partidos del Campeonato Mundial favorecieran las ‘relaciones pacíficas y de cooperación entre las naciones y promovieran valores sociales como la comprensión, la lealtad, el espíritu de equipo, la fraternidad universal y, sobre todo, la paz mundial’.
Es cierto que muchas naciones fueron unidas por la televisión, vía satélite, por un corto período a medida que veían las finales de la Copa Mundial de Fútbol. Pero aunque estaban unidas en sus aplausos y excitación, estaban divididas por su nacionalismo e intensa competición. De modo que, ¿estaba la gente del mundo realmente ‘unida por un balón’?
¿Se realizó el sueño?
Al referirse a la importancia social del fútbol, el filósofo francés Albert Camus dijo en una ocasión: “Le debo al fútbol los conceptos más verídicos que conozco sobre la moralidad y las obligaciones del hombre”. Aunque se emplearon expresiones positivas durante la Copa Mundial de Fútbol, tales como “la familia universal del fútbol”, “juego limpio” y “caballerismo deportivo”, ¿estuvieron los partidos de fútbol a la altura de tales expectativas? ¿Puede verdaderamente producir paz, unidad y buena moralidad el fútbol, o cualquier otro deporte?
El editor de eventos deportivos, Pedro Escartín, comentó lo siguiente sobre el juego entre México y Paraguay: “Cuando el campo de fútbol se convierte en manicomio de la violencia, antifútbol, cumplir la recusable norma de ‘el balón pasa pero el hombre no’, pretender que un solo hombre, sin colaboración de jugadores y técnicos convierta el clima de violencia en muestrario de la deportividad y buenos modos, es pedir demasiado”. Y añade: “Me pregunto si en un partido donde se cometen 77 ilegalidades resulta posible hacer fútbol positivo”. Afortunadamente, no todos los partidos fueron tan violentos como ese.
A veces, durante las sesiones de entrenamiento, se cerraban las puertas hasta a los periodistas. ¿Por qué? Porque los equipos temían que espías de otros equipos tratarían de infiltrarse con la prensa y el público en un esfuerzo por descubrir algunas de sus tácticas de juego. El diario Excelsior, de la ciudad de México, dijo: “Los equipos participantes en la Copa Mundial de Fútbol, al parecer, se han vuelto paranoicos acerca de la posible presencia de espías de sus rivales. [...] El número de denuncias procedentes de las distintas delegaciones podrían llenar una novela de espionaje de John Le Carré”. Esto difícilmente ejemplifica un ambiente unidor de paz.
En otro comentario que apareció en el mismo diario se citaron las palabras del Papa: “El deporte no basta [...] Cae frecuentemente en una competencia excesiva: la rivalidad, la agresividad, la brutalidad, la deslealtad, la industrialización y la comercialización”. Este espíritu contagia a los espectadores en cuyos rostros “se puede leer la agresividad, la angustia, la cólera, el furor, la tristeza, y con frecuencia, una alegría delirante e histérica”. Estos factores, combinados con el nacionalismo ciego, a menudo han terminado en violencia y derramamiento de sangre. Además, la violencia durante los partidos de fútbol no es rara.
Para evitar tales problemas durante las finales de la Copa Mundial de Fútbol de 1986, se tomaron medidas estrictas de seguridad. Alrededor de 50.000 hombres —policías y soldados— fueron movilizados para cuidar del orden. Brigadas especializadas en desactivar bombas estuvieron presentes en caso de un ataque terrorista. Había cuatro brigadas de comandos antiterroristas altamente entrenados sirviendo en lugares estratégicos. Quince policías de la sección “Special Branch” de Scotland Yard, de Inglaterra, estuvieron presentes para proteger a los integrantes de la selección de Inglaterra. Paraguas y otros artículos “peligrosos” que podían haber sido usados en un estallido de violencia fueron confiscados a medida que el público entraba en los estadios. Hasta las bebidas se sirvieron sin cubitos de hielo. ¿Por qué? ¡Los cubitos pudieran haberse usado como proyectiles!
Si los deportes profesionales no pueden establecer paz y armonía dentro ni fuera del campo de juego, ¿cómo pueden estos ejercer una influencia duradera que conduzca a paz mundial?
Otra pregunta que surge es, ¿cuál debería ser el punto de vista de los cristianos sinceros respecto a los deportes profesionales? ¿Presentan algunos peligros a la integridad cristiana?
¿Cómo le afectan los deportes?
En vista del ejercicio implicado, el participar en juegos, tal como el fútbol, puede ser provechoso. Pero igual que en cualquier otra actividad recreativa, es necesario el equilibrio. ¿Cuánto tiempo y energía dedica usted a jugar, o hasta a observar deportes, sea en vivo o en la televisión? ¿Interfiere tal entretenimiento con actividades cristianas más importantes, como las reuniones, el estudio personal y el ministerio? (Filipenses 1:10.) La Biblia aconseja: “Los ejercicios corporales sirven para poco; en cambio la piedad es provechosa para todo, pues tiene la promesa de la vida, de la presente y de la futura”. (1 Timoteo 4:8, Biblia de Jerusalén.)
El apóstol Pablo también nos aconseja: “No nos hagamos egotistas, promoviendo competencias unos con otros, envidiándonos unos a otros”. (Gálatas 5:26.) Aunque no sea necesariamente incorrecto el que los cristianos participen en actividades deportivas con moderación, debemos guardarnos contra el espíritu competitivo de ganar a toda costa que es tan evidente en los deportes profesionales. La competencia intensa puede conducir a la violencia. (Filipenses 4:5.)
Citando del escritor Rudyard Kipling, el presidente de la Federación de Fútbol Mexicana, Rafael del Castillo, instó a los participantes de la Copa Mundial a que ‘llenaran los preciosos minutos con sesenta segundos de lucha feroz’. Esto difiere mucho del consejo del apóstol Pedro de ‘buscar la paz y seguir tras ella’. (1 Pedro 3:11.)
Otro peligro asociado con los deportes profesionales es el nacionalismo y el orgullo patriótico. Si Cristo Jesús estuviera en la Tierra hoy día, ¿por cuál nación o ciudad cree usted que él ovacionaría? ¿Israel? ¿Italia? ¿Jerusalén? ¿Roma? ¿O ninguna? ¿Deberían estar divididos los cristianos sobre actividades tan transitorias como el deporte y la recreación? (1 Corintios 1:10-13.) Más bien, los verdaderos cristianos deben estar ‘llenos de buenos frutos’, ser ‘pacíficos’ y ‘no hacer distinciones por parcialidad’, pues “en cuanto al fruto de la justicia, su semilla se siembra en condiciones pacíficas para los que están haciendo la paz”. (Santiago 3:17, 18.)
Por lo tanto, el cristiano concienzudo no se dejará absorber en una actitud fanática respecto al fútbol o cualquier otro deporte. Después de todo, es solo un deporte, un juego. Algún interés apacible o pasajero pudiera ser inofensivo. Como recreación moderada, este pudiera ser provechoso. Pero los intereses espirituales, que son de mayor importancia en la vida, tienen un valor permanente. (Mateo 6:33; 1 Corintios 15:33.)
[Comentario en la página 15]
Los 52 partidos tuvieron una audiencia combinada de unos 10.000 millones de televidentes... ¡el doble de la población mundial!
[Comentario en la página 16]
“El fútbol es más que un deporte, es la religión de la gente”
[Comentario en la página 17]
‘Llenen los preciosos minutos con sesenta segundos de lucha feroz’
[Fotografía en la página 14]
Argentina exhibe la Copa Mundial después de la victoria
[Reconocimiento]
Fotos de prensa de Reuters/Bettmann
[Fotografía en la página 15]
Evitando un bloqueo en las finales de la Copa Mundial de Fútbol
[Reconocimiento]
Fotos de prensa de Reuters/Bettmann