La epidemia pornográfica... ¡la amenaza es un hecho!
LO QUE usted tal vez lea abajo es una muestra de lo que la pornografía presenta hoy. ¿Le escandaliza? ¿Le repugna? Sin embargo, viene de publicaciones que dan una descripción leve del contenido de parte de la pornografía que circula en la actualidad. Aunque las fuentes citadas usaron lenguaje que les parecía apropiado para ser leído por el público, todavía, por consideración al lector, ¡Despertad! tuvo que alterar parte de ese lenguaje.
Por eso, el decir que ‘siempre ha habido pornografía, así que no hay razón para preocuparse’ revela que la persona que dice eso no está al tanto de un cambio significativo en el contenido de la pornografía en los últimos años. Ya no se trata solo de escenas de desnudez o relaciones sexuales. Lo de hoy día es un repugnante derrame de suciedad, perversiones y cruda violencia. Hay escenas de ultraje heterosexual y homosexual; actos sexuales entre mujeres, entre varones, orales, anales y de grupos; incesto; bestialidad; tortura, mutilación y asesinato... muchas veces con la participación de jóvenes que no han alcanzado la adolescencia. Es importante tener esto presente mientras consideramos el punto de vista de algunos de que la pornografía es inofensiva y por eso no es una amenaza para usted.
¿Dañina, o provechosa?
Hay dos teorías generales acerca del efecto de la pornografía. Una es la idea de catarsis, o “liberación”. Sus proponentes alegan que la pornografía no tiene mal efecto en las personas normales, sino que suministra un modo sano de librarse de inquietudes para las personas de agresividad sexual, y por eso es inocua y hasta puede ser provechosa. Por supuesto, los que presentan este argumento admiten así que lo que se lee o se ve sí afecta a uno. Con todo, dicen que no hay prueba sólida de un enlace entre la pornografía y las violaciones u otros actos violentos.
Pero voces que se expresan con igual vigor afirman que sí hay un enlace. Son las voces de la experiencia: de personas que tienen que tratar directamente con los efectos deprimentes de la pornografía. Estas rechazan como engañosos los muchos argumentos que exigen ‘datos científicos exactos’ para probar un enlace, e insisten en la otra teoría: que hay personas que imitan y han imitado lo que ven en la pornografía.
En una carta al periódico The New York Times, el redactor asociado de Police Times dio una lista de ejemplos de lo que convence a muchos que trabajan con la policía del hecho de que “la pornografía ayuda a crear un clima moral y social que conduce al abuso y explotación sexual”. Estos fueron algunos de los ejemplos:
● “En un estudio publicado por William Marshall sobre violadores canadienses en prisión, él informa que ‘varias formas de fantasías pornográficas pueden conducir al crimen’. De 18 violadores de mujeres, diez confesaron que la pornografía los movió a obligar a las mujeres a entrar en relaciones sexuales con ellos”.
● “Según [...] [el] fundador de Ciudadanos a Favor de la Decencia por la Ley, con base en Phoenix: ‘Escuadrones de la policía contra el vicio informan que el 77% de las personas que cometen abusos sexuales contra niños y el 87% de los que abusan de niñas confesaron que seguían el modelo de comportamiento sexual ilustrado en la pornografía’”.
● “El Departamento de la Policía de Los Ángeles señala que en los más de 40 casos de abuso sexual de niños que investigó [...] en todos se notó la presencia de fotos pornográficas”.
● “Se usa la pornografía de adultos y niños [...] para seducir a los niños y llevarlos a actos sexuales. En cierto caso una niña de 6 años testificó que su padre había usado pornografía para seducirla”.
Además, según The New York Times del 14 de mayo de 1986, tras un año de estudio la comisión sobre pornografía del Departamento de Justicia de los Estados Unidos ha llegado a la conclusión de “que hay cierta relación causal entre el mucho exponerse a materia de este tipo y el nivel de violencia sexual, coacción sexual o agresión sexual indeseada en la población expuesta”.
Es cierto que hay quienes no concuerdan con esta conclusión, pero hasta esas personas reconocen la necesidad de controlar la violencia innecesaria y el envolvimiento de niños en la pornografía, en efecto una admisión de que la pornografía en verdad afecta a sus usuarios. Debe ser obvio que hay conexión entre lo que uno ve y lee, y lo que piensa y hace.
A pesar de los astutos argumentos contra la idea de que existen enlaces, un hecho queda claro: Los pornógrafos saben con exactitud por qué producen la pornografía, y los usuarios saben con exactitud por qué la compran. Los pornógrafos confiesan su propósito: excitación sexual. Lo que tras eso sucede, sea masturbación o algo peor, no puede ser después rechazado con insensibilidad como algo que es únicamente responsabilidad del usuario. Por su mismo diseño el producto abusa del consumidor. Tanto él como los que lo proveen son tan absolutamente reprensibles como cualquier droga adictiva y los que fomentan su uso.
‘¿Y nuestros derechos?’
No obstante, hay quienes objetan contra el privar a la gente de sus derechos de poseer, leer y observar lo que se desee en el ambiente privado del hogar propio, así como de los derechos de publicar y distribuir esa materia. Se teme el abuso de la censura.
Generalmente, estas son preocupaciones válidas. Pero aunque exista libertad de expresión, no se pueden decir ni publicar cosas que difamen a otras personas, ni hacer una declaración pública falsa que ponga en peligro la seguridad y vida de otros. Ningún gobierno humano garantiza libertad absoluta. Los derechos y libertades de otros merecen consideración.
Los que preguntan: “¿Qué tiene de malo ver en privado materia pornográfica si la gente no la imita ni causa daño a otros?”, pasan por alto un aspecto importante de los derechos humanos. Puesto que la pornografía se usa para seducir a personas muy jóvenes y envolverlas en incesto y otras formas de abuso sexual de menores, y puesto que frecuentemente se obliga tanto a los adultos como a los niñitos que aparecen en fotografías y películas a participar en la producción de la pornografía, ¿cómo puede alguien negar que se les causa daño a ellos?
Además, ¿no se sufre violencia cuando se ata, tortura, mutila y somete a actos sexuales dolorosos y contranaturales a las personas a quienes se usa para producir la pornografía? ¿Y qué hay del hecho de que niños a quienes se usa después son entregados a grupos de personas que hacen negocio con ellos en su lucrativo comercio internacional? “¡Repugnante!”, dice usted. Pero ¿se consideran los derechos de ellos? ¿Es ese el precio que debe pagarse para que otros tengan derecho a “disfrutar” de la pornografía? ¿Es eso ‘hacer a otros como uno quisiera que le hicieran’? (Mateo 7:12.)
Sin embargo, muchos dicen que la respuesta al problema no es la censura. En primer lugar, para someter a juicio a los pornógrafos hay que determinar lo que es pornografía, y lo que no lo es. Pero ni siquiera los tribunales han podido hacer eso.
Lo que queda claro es que usted y su familia se enfrentan con la amenaza de esta peste pornográfica. No parece que la policía, los grupos que se oponen a la pornografía, los agentes aduanales ni los censores puedan dominar ni eliminar la epidemia. ¿Pueden de alguna manera proteger a sus amados las personas a quienes preocupa esta situación?
[Recuadro de la página 5]
“En actos sucesivos, tres hombres secuestran a una mujer, a una niña de doce años de edad y a una abuela, las golpean sin sentido, pateándolas en la cara, la cabeza y el cuerpo. Cuando las víctimas han perdido el sentido, los hombres las violan y golpean de nuevo.”
‘Cuerpos desnudos y mutilados de unas mujeres suspendidos cabeza abajo en cercas de alambre de púas, y una mujer obligada a [participar en un acto de bestialidad].’
“Niñitas [que participan en actos sexuales que envuelven el uso de la boca, y bestialidad], y niños de ocho o nueve años, víctimas de [...] sodomía.”
[Recuadro en la página 6]
Una encuesta que la Organización Gallup condujo para la revista Newsweek en marzo de 1985, en los Estados Unidos, da los siguientes puntos de vista interesantes de los estadounidenses en lo referente a la pornografía:
● Un arrollador 73% de los estadounidenses opinaron que la materia explícitamente sexual “conduce a algunos a cometer ultrajes o violencia sexual”.
● Solo el 34% opina que la pornografía suministra “un sano desfogue para personas que tienen problemas sexuales”.
● La mayoría, el 76%, creía que la materia explícita “hace que algunos les pierdan el respeto a las mujeres”.
● Más de dos terceras partes, 67%, creían que la pornografía puede “resultar en un desplome de la moralidad pública”.
● De 63 a 73%, una cantidad notable, pensaban que debería imponerse una proscripción total de vídeos, películas o revistas en que se presente violencia sexual.