El aborto... ¿a qué precio?
EN GLASGOW, Escocia, dos enfermeras tuvieron “pesadillas horrorosas” y experimentaron noches de insomnio, informó The Daily Telegraph. ¿Por qué? Porque intervinieron en una operación de aborto de un niño de veinticuatro semanas, y contrario a lo esperado, siguió vivo “por un poco de tiempo”.
En Detroit, EE.UU., un feto de veintinueve semanas al que se creía que se había dado muerte dentro de la matriz de su madre mediante una inyección, fue echado en un cubo de acero inoxidable en una sala de abortos de un hospital. Pero sobrevivió. Sus llantos fueron oídos y la niñita fue llevada urgentemente a la unidad de cuidados intensivos justo a tiempo.
El aborto de fetos viables es un problema creciente según aumenta la cantidad de abortos. El avance de las técnicas médicas proporciona mejores cuidados a los niños que nacen prematuramente, de modo que actualmente es posible que un feto saludable de veintiséis semanas sobreviva, algo que hubiera sido muy difícil hace unos cuantos años. Debido a ello, en algunos países las enfermeras tienen el derecho legal de negarse a participar, por motivos de conciencia, en operaciones de aborto.
Pero, ¿y los médicos? ¿Cómo reaccionan?
El negocio del aborto
“El ser identificado públicamente como abortista es el beso de Judas”, confesó el Dr. Phillip Stubblefield en una entrevista de la revista Newsweek. De hecho, la presión pública ha resultado en que muchos médicos de los Estados Unidos dejen por completo de practicar abortos. Varias clínicas para abortos han sido destruidas por bombas, y “por todo el país tenemos clínicas que no pueden conseguir directores médicos porque los doctores tienen miedo de lo que hará la comunidad”, explicó el Dr. Stubblefield.
No obstante, la cantidad de abortos que se practican sigue aumentando. Y una de las razones quizás no sea muy difícil de deducir: es un negocio rentable.
Por ejemplo, según un informe que apareció en la revista médica Pulse de París, unos padres pagaron el equivalente a 1.000 libras esterlinas (1.400 dólares) para que a su hija adolescente se le practicara un aborto en una clínica privada. El mismo informe dice que algunas clínicas de Londres cobran hasta 2.000 libras esterlinas (2.800 dólares) por cada aborto que llevan a cabo.
En 1982 dos de las agencias para el aborto más importantes de Gran Bretaña tuvieron unos ingresos combinados de 4.500.000 libras esterlinas (6.300.000 dólares). Con respecto a esta cifra, la publicación Human Concern comenta: “El aborto es un negocio rentable”. El gobierno del Japón se niega a legalizar la píldora anticonceptiva. “La proscripción —informó The Sunday Times de Londres— se debe al cabildeo de los médicos, quienes ganan fortunas de las operaciones de aborto”. Mire donde uno mire en el mundo del aborto, lo que aflora es el dinero.
Esto no es muy sorprendente. Al encararse repentinamente a una situación traumática, como la de una adolescente soltera y embarazada, muchos padres estarán dispuestos a considerar aceptable cualquier precio para remediar la situación, especialmente si se puede practicar un aborto de un modo seguro, rápido y estrictamente reservado.
Aun así, muchos médicos se sienten cada vez más incómodos ante esta situación. Cuando comenzaba la era del aborto en Gran Bretaña, el periódico Daily Mail citó las siguientes palabras del profesor Ian Morris: “Si estuviese ahora empezando mi carrera sabiendo lo que ahora sé en cuanto a los abortos, nunca habría escogido la ginecología”, y añadió: “Detesto esa operación. Va totalmente en contra de toda mi formación médica. El entero objetivo es salvar vidas, no llevar a cabo esta forma particular de homicidio”. No cabe duda que estas son palabras fuertes, y no todos los médicos concordarán con ellas. Pero sí transmiten hasta cierto grado la repugnancia que algunos médicos instintivamente sienten con respecto al aborto.
Abortar... ¿de quién es la decisión?
Cuando una mujer se enfrenta a la cuestión del aborto, hay pocas personas, y quizás ni siquiera la misma mujer, que den consideración al padre. A menudo la decisión de someterse a un aborto la toma la mujer sola, con el apoyo de amigos íntimos y parientes. Pero “los hombres también pasan por el pesar, el sentimiento de pérdida —informa The New York Times— y también pueden experimentar mucha de la ambivalencia que experimentan las mujeres ante la perspectiva de tener un hijo”.
Algunos padres creen firmemente que también deberían tomarse en cuenta sus deseos, y que debería tener más peso su opinión antes de que la madre decida abortar a la criatura que ambos han engendrado. Después de un estudio de diez años sobre el problema, el sociólogo Arthur Shostak dijo: “Los hombres quisieran tener parte en tomar la decisión, no imponerla”. Y sin duda esta no es una actitud irrazonable.
Enfrentarse a la reacción
Sin embargo, al tomar la decisión, es la mujer, y no el hombre, quien tiene que enfrentarse a la conmoción física de todo su sistema si su gestación se interrumpe repentinamente. ¿Qué conlleva eso exactamente?
Aun después de un aborto en una etapa temprana es normal que una mujer se sienta débil y cansada. Los calambres, las náuseas y posiblemente las hemorragias también son comunes. Cuando el aborto se lleva a cabo en una etapa más avanzada, las consecuencias de la interrupción del embarazo pueden durar hasta una semana o más según disminuye el nivel hormonal. Otros factores adicionales a los que encararse son los pechos doloridos y un sentimiento de depresión. Efectivamente, el tener un aborto puede ser una experiencia dolorosa, algo que solo la mujer entiende, y raras veces es una elección fácil.
Un factor más importante aún es que, emocional y mentalmente, el efecto de un aborto puede ser devastador. El problema es que, en tanto que la reacción física puede ser inmediata y esperada, las heridas mentales y emocionales aparecen con posterioridad y tardan más en sanar, si algún día llegan a sanar. Un corresponsal del periódico londinense The Times escribe: “Hablando desde el punto de vista de alguien que de vez en cuando tiene que tratar a nivel profesional con pacientes que han tenido abortos, puedo decir que estas personas suelen estar muy perturbadas por muchos años después de la intervención”. ¿Cuán serio es este problema?
“Ahora parece que la seriedad del problema oculto es mayor de lo que anteriormente se pensaba”, comentó The Sunday Times. A menudo los efectos de la depresión y de los trastornos emocionales son tan importantes que “la mitad de las mujeres no casadas que tienen abortos por razones terapéuticas acaban necesitando ayuda siquiátrica”. Estas conclusiones han sido corroboradas por un estudio hecho en el hospital King’s College de Londres. Según el periódico The Times, este estudio revela que “las parejas que se deciden por la interrupción del embarazo pueden experimentar graves reacciones de pesar” y que su pesar es “difícil de afrontar”.
Los japoneses tienen una manera singular de enfrentarse a este problema humano. Colocan en los terrenos de los templos pequeñas figurillas hechas de plástico, escayola o piedra para representar a los niños abortados. Allí se les encomienda al cuidado de Jizo, el guardián budista de los niños. Así, cuando los padres oran a la deidad en busca de perdón pueden desahogar sus sentimientos de vergüenza, pesar y culpabilidad. Pero ellos no son los únicos que sienten esta necesidad. Consideremos las siguientes experiencias particulares.
“Pronto me sentí avergonzada”
A la edad de veintidós años Elaine había tenido ya tres abortos. “Se me había dicho que no era incorrecto ni criminal hacerlo si solo llevaba seis semanas de gestación, pues para entonces el niño todavía no estaba formado, solo sería incorrecto a partir de los tres meses —recuerda Elaine—. Después de aquello, cuando oía a las personas reprobar a las madres solteras me alegraba de haber interrumpido mi embarazo. Dos años después repetí el mismo procedimiento dos veces, y cada vez me sentía más contenta de haber encontrado la manera de no traer niños a este mundo.”
Poco después Elaine se hizo enfermera, dedicándose a la obstetricia. “Me encantaba —recuerda— ver nacer a un bebé y experimentar el gozo que produce un nacimiento en los médicos, las comadronas y los padres. Pero pronto me sentí avergonzada de mí misma por haber acabado con las vidas de tres inocentes, y me encontraba luchando contra mis sentimientos de inquietud y vergüenza. Continuamente reflexionaba en ello y contaba la edad que tendrían mis hijos y me preguntaba si hubieran sido niños o niñas o el aspecto que tendrían. Es horroroso encontrarse en tal situación.”
Janet es una madre que ahora tiene treinta y nueve años. Ella cuenta los sentimientos que experimentó después de someterse a un aborto: “De la única manera que podía enfrentarme a la situación era lavándome yo misma el cerebro para creer que aquello verdaderamente nunca me había sucedido a mí. Por muchos años me convencí a mí misma de que no era posible que yo lo hubiera hecho, de que se trataba de una horrible pesadilla”.
Karen, de diecinueve años, confiesa: “Hice lo posible para minimizar lo que había hecho, pero cuando veía un bebé o a una mujer embarazada, lloraba. ¡Me sentía tan deprimida! Entonces, como si fuera para recordármelo, mis pechos empezaron a producir leche. Las pesadillas que tenía hacían que me despertara llorando, oyendo el llanto de niños pequeños. Todo aquello me producía una gran amargura”.
El considerar un aborto como una simple operación de conveniencia es una equivocación. Una vez que se ha dado el paso es irreversible. El problema inmediato puede que desaparezca, pero, como hemos visto, sus efectos pueden ser trascendentes y duraderos. Pero, ¿qué sucede cuando es el mismo médico quien recomienda el aborto?
“Usted tiene que abortar”
Este fue el consejo franco que recibió Sue de su médico. ¿Por qué? Sue ya era madre de dos hijos pequeños, y poco después de darse cuenta de que estaba embarazada, uno de ellos enfermó de rubéola (“sarampión alemán”). “Era inevitable que yo también me contagiara, pues no la había pasado”, dice ella. Efectivamente, al poco tiempo también contrajo la enfermedad.
La experiencia médica ha demostrado que cuando una mujer contrae rubéola al principio de su embarazo es posible que el embrión se desarrolle con terribles deformidades. Fue pensando en este hecho que el médico le aconsejó el aborto. Sue recuerda: “Me dijo sin rodeos que la criatura nacería deforme y que yo nunca podría enfrentarme a la situación. Estando una vez en su clínica insistió en que si no prestaba atención a su consejo, tendría que firmar una carta exonerándole a él y aceptando yo toda la responsabilidad”. Sue la firmó. “No obstante, y en justicia, debo decir a su favor que él estaba sinceramente preocupado por mí, especialmente porque soy epiléptica”, añadió.
El marido de Sue, aunque naturalmente estaba muy preocupado, dejó que su esposa decidiera, y ella resolvió dar a luz. Al debido tiempo les nació una hija. Inmediatamente le hicieron pruebas, y aparte de una ligera anemia, estaba perfectamente bien. Sin embargo, los médicos se sorprendieron al encontrar anticuerpos en la sangre de la niña que su madre no tenía, lo cual indicaba claramente que durante su desarrollo había sido afectada por la rubéola.
Cuando hay posibilidades de que nazca deforme
Aunque el caso anterior tuvo un desenlace feliz, el hecho es que muchos niños sí nacen deformes y necesitan cuidados especiales. Es fácil decir que lo humano es evitar que vengan al mundo personas impedidas, pero ¿quién está en posición de juzgar la calidad de la vida de otra persona? ¿Acaso no hay personas en todas las comunidades con diferentes impedimentos físicos y que disfrutan de la vida en la medida que pueden, contribuyendo a su vez algo a favor de la humanidad?a
Sue opinaba de esta manera. Pero también tenía una fuente de donde derivar fortaleza: su fe. Cuando el doctor insinuó por primera vez que su hijo nacería deforme, Sue le dijo que aunque así fuese, ella sabía que podía contar con que Dios le daría fuerzas para enfrentarse a ello. Además, explicó que ella no tenía ningún derecho a privar a una criatura impedida de la “maravillosa esperanza de recibir curación de todas las enfermedades físicas en el nuevo sistema de cosas de Dios” bajo la gobernación de su Reino. (Revelación 21:1-4.) Una fe como esta tiene sus recompensas.
La decisión crucial
“¿Dar a luz o abortar?” Si usted se enfrentase ante esta disyuntiva, ¿qué decisión tomaría?
Sue razonó de la siguiente manera: “Mi hijo no había pedido ser concebido, de modo que ¿qué derecho tenía yo de terminar con su vida antes de que tuviera la oportunidad de ver la luz?”.
Su pregunta es muy sencilla. ¿Cómo la respondería usted?
[Nota a pie de página]
a Los cuidados de un niño afectado por el síndrome de Down (mongolismo) se trataron en el número del 8 de febrero de 1986 de esta revista.
[Fotografía en la página 8]
Debido a las técnicas médicas avanzadas, los niños prematuros ahora tienen posibilidades de sobrevivir
[Reconocimiento]
Justitz/Zefa/H. Armstrong Roberts
[Fotografía en la página 10]
Pocas personas piensan en los sentimientos del padre de la criatura
[Fotografía en la página 12]
Emocional y mentalmente, el efecto de un aborto puede ser devastador
[Recuadro en la página 9]
¿Lealtades en conflicto?
En septiembre de 1948 la asamblea general de la Asociación Médica Mundial adoptó en Ginebra, Suiza, la Declaración de Ginebra. Esta se basa en el antiguo juramento hipocrático. A continuación aparece un extracto de esta Declaración:
“Al tiempo de ser reconocido como miembro de la profesión médica: Me comprometo solemnemente a consagrar mi vida al servicio de la humanidad. [...] Practicaré mi profesión con conciencia y dignidad. [...] Mantendré el máximo respeto por la vida humana desde el momento de la concepción; ni siquiera bajo amenaza usaré mi conocimiento médico en contra de las leyes de la humanidad.”
¿Cómo interpretan los médicos ese juramento? Seguidamente hay dos opiniones en conflicto. ¿Con cuál se identifica usted?
DOCTOR I. M.
“Nunca puedo dejar de sentir repugnancia cuando miro los tejidos que he extirpado al interrumpir un embarazo. Puede que sea una gelatina, pero, al fin y al cabo, es una vida humana lo que estoy destruyendo.”
DOCTOR V. A.
“Yo no creo que ningún aborto esté mal. Siempre que una criatura dependa completamente de su madre, no es una persona.”
[Recuadro en la página 11]
Técnicas abortivas
Los peligros a los que se enfrenta una madre al abortar están directamente relacionados con la edad del feto. Estos no deberían ser subestimados.
Durante el primer trimestre de gestación el proceder habitual es succionar el embrión con un aspersor.b Este procedimiento suele efectuarse en una clínica en poco tiempo. Cuando el embrión ya está en el segundo trimestre de su desarrollo lo usual es desmembrarlo para extraerlo de la madre, o bien provocar el aborto mediante una inyección. Por lo general se requiere una corta estancia en un hospital. Cuando se trata del tercer trimestre es posible que la única opción sea una operación mayor como la histerotomía.c
[Notas a pie de página]
b A veces el período de nueve meses de gestación se divide médicamente en tres etapas de tres meses cada una llamadas trimestres.
c Histerotomía es una incisión practicada en el útero, o matriz, para extraer la criatura que está desarrollándose. No debe confundirse con histerectomía, lo cual es la extirpación del propio útero.