El aborto... el conocimiento conlleva responsabilidad
¿SE PRONUNCIA usted siempre que sabe que algo es correcto? Es conveniente hacerlo, especialmente cuando está en juego el bienestar de otros. Después de leer un artículo sobre el tema del aborto en un número anterior de esta revista, una madre de Inglaterra escribió lo siguiente:
“Acabo de leer la ‘Carta de una madre cuyo niño no nació’ que aparece en el número del 22 de julio [1986] de la revista ¡Despertad!, y me ha partido el corazón.
”Yo nunca he abortado, pero cuando estaba embarazada de cuatro meses de mi primer hijo, mi cuñada estaba en el segundo mes de embarazo de su tercer hijo. Sus dos niñas acababan de empezar el colegio y ella se buscó un trabajo bien remunerado. Quería conseguir ciertas cosas: muebles, vídeos, un automóvil nuevo, plantas para el jardín. Pero otro hijo hubiera puesto fin a su empleo y, por consiguiente, a los ingresos que le permitirían comprar todas esas cosas. De modo que decidió abortar.
”A medida que se acercaba el día del aborto, se sentía entusiasmada. Pero a mí me daba cada vez más repugnancia solo pensarlo. Para entonces yo ya empezaba a notar las pataditas del hijo que llevaba dentro, y solía pensar en el niño que mi cuñada llevaba en su vientre, y que también estaba creciendo.
”Llegó la víspera del aborto y yo continuaba esperando que mi cuñada cambiara de opinión. Podía imaginarme a su hijito, cómodo y seguro en su vientre, escuchando los latidos suaves y relajantes del corazón de su madre. Pero me horrorizaba pensar que aquel niñito iba a ser arrancado de su pequeño y seguro mundo para morir sin remedio. El solo pensarlo me hacía llorar profundamente. El aborto se llevó a cabo. Mi hijita nunca conocerá al primo con el que hubiera podido crecer, siendo tan poca la diferencia de edad entre ellos.
”¿Qué pasó con mi cuñada? Perdió su empleo, pero encontró otro, y desde entonces ha tenido varios trabajos. Consiguió sus vídeos, su nuevo automóvil, sus plantas, ropa nueva, etc., pero se sumió en una depresión y dejó a su marido y a sus hijas; luego, después de unos días, regresó a casa. De todos modos, no es feliz. Cuando viene a visitarme, sus niñas juegan con la mía y con mi hijo de once meses, y de mi niña dicen: ‘¿No es encantadora, mamá? Nos hubiera gustado tener una hermanita o un hermanito’. Cuando oigo estas palabras miro disimuladamente su expresión. Siento deseos de consolarla porque cuando abortó no se daba cuenta realmente de lo que estaba haciendo. Pero mi cuñada escogió el dinero antes que la vida de su hijo, y es por esta razón que creo que ahora lo lamenta.
”Sin embargo, esto hace que me formule a mí misma una pregunta muy seria. Yo me considero testigo de Jehová, aunque todavía no estoy bautizada. Pero me doy cuenta de que todavía me falta mucho, pues los verdaderos Testigos son como Jesús, sienten amor y compasión para con todos sin importar lo que hayan sido o hayan hecho. Anhelo el día en que pueda decir que verdaderamente siento lo mismo que ellos por los demás y llevar el nombre de Jehová con orgullo. Quizás si no me hubiera quedado indecisa tanto tiempo, hubiera podido tener el valor de testificarle a mi cuñada, y su hijito pudiera haberse salvado.”
Los editores de ¡Despertad! esperamos sinceramente que esta serie de artículos ayuden a lograr ese objetivo.