Cuando memorizar resulta fácil
Madre, ¿se da cuenta de la facilidad con que su hijito puede memorizar textos bíblicos?
“Cinco lobitos tiene la loba [...].” ¿Cómo sigue? Lo recuerda, ¿verdad? ¿Quién no? A todos nos enseñaron lo de los cinco lobitos cuando éramos pequeños. Lo sorprendente es que sigamos recordando ese verso infantil. Y hasta es posible que ahora les estemos contando a nuestros propios hijos que la loba criaba a sus cinco lobitos “detrás de una escoba”.
Usted ha recordado hasta hoy ese verso infantil —u otros que quizás se reciten en su país— por dos razones muy sencillas: eran fáciles de memorizar y eran entretenidos. Pero, para los niños, memorizar significa más que eso. También es algo...
Muy recomendado por los maestros
Un maestro de enseñanza primaria de niños muy dotados está plenamente convencido del valor que tiene aprender cosas de memoria. Él insiste: “Reconozcámoslo: los niños memorizan muchas cosas. Hasta los más jovencitos aprenden las palabras de docenas de canciones o un sinfín de datos sobre deportes u otras cosas por el estilo. Memorizar estas cosas no suele ser útil, y algunas veces hasta es perjudicial. Por otra parte, memorizar cosas sanas y ennoblecedoras proporciona a los jovencitos un modelo sano de pensamiento. Es una magnífica disciplina. Genera ideas, estimula la creatividad y sirve de fundamento sobre el cual edificar”.
Un profesor que enseña lengua inglesa a alumnos de los últimos grados de escuela secundaria añade: “He notado que los estudiantes que no han tenido estímulos y desafíos cuando eran muy pequeños, al empezar la enseñanza secundaria tienden a ser unidimensionales y de orientación física. A menudo no saben comunicarse con facilidad, y hasta pueden convertirse en aletargados mentales”.
Tal como le ha sucedido a usted, probablemente sus hijos también retendrán toda su vida algunas de las cosas que ahora están memorizando. De modo que, ¿por qué no enseñarles algo que puedan utilizar y que les pueda servir de ayuda mientras vivan? ¿Por qué no escoger unos cuantos versículos de la Biblia para que los memoricen? Algunas familias cristianas lo están haciendo, y derivan mucha satisfacción y grandes beneficios de ello.
Ellos pueden hacerlo, y usted también
La madre de Andrew le había ayudado a memorizar más de ochenta versículos de la Biblia palabra por palabra antes de que cumpliera los seis años.
“No íbamos a la carrera —dice ella—, lo hacíamos a un paso muy relajado y natural. De hecho, cuando alguien me preguntaba: ‘¿cuántos versículos sabe?’, tenía que detenerme y sumarlos. A Andrew le gustaba mucho ensayar los nuevos versículos que aprendía, y la lista creció rápidamente.”
Pero, ¿cómo lo hizo esta madre? ¿Qué libros tuvo que leer primero? ¿Se valió de algún truco para lograrlo?
“No, no hizo falta. Fue muy sencillo. Simplemente le leía un versículo un par de veces y luego él lo iba repitiendo después de mí, como se hace con los votos de matrimonio, dos veces más. Repetíamos este proceso dos o tres días a la semana hasta que se lo aprendía. ¡Era maravilloso ver cuánto le gustaba aprendérselos y con cuánta rapidez lo conseguía!”
“¿Es eso todo?”
“Pues sí, eso es todo. Cuando alguien me dice que soy una buena maestra, tengo que admitir que no he hecho nada especial. Solo voy poniendo versículos nuevos delante de mi hijo, y él los va asimilando como rosquillas.”
“¿Quiere usted decir que a su hijo realmente le gusta memorizar textos bíblicos?”
“No, no quiero decir que le guste, ¡le encanta! Mi esposo y yo tratamos a Andrew de manera positiva, entusiástica y animadora, y él se siente muy orgulloso de sus logros. Quizás otros niños aprendan más deprisa o más despacio que el nuestro; pero estoy segura de que todos los niños disfrutarían de pasar ratos así con su mamá o su papá.”
Piense en los beneficios que derivará su hijo
A medida que usted enseñe a su hijo lo que la Biblia dice, estará criándolo “en la disciplina y regulación mental de Jehová”. (Efesios 6:4.) Estará implantando en su mente los pensamientos de Dios de manera que, con el tiempo, el modo de pensar de Dios llegará a ser el de su hijo. Veamos cómo puede hacerse eso:
Quizás usted decida ayudar a su hijo a memorizar primero Mateo 24:14. Este pasaje les ha resultado fácil a otros niños porque posiblemente lo han oído a menudo. Al principio puede limitarse a leer el versículo y entonces ayudar a su hijo a que lo recite. Luego puede comenzar a añadir detalles para ampliar su entendimiento del texto.
Por ejemplo: después de que haya recitado Mateo 24:14, quizás podría mencionarle en una o dos frases lo que son las “buenas nuevas”. En una ocasión posterior, podría definirle brevemente lo que es el Reino de Dios. En otra ocasión, podría describirle alguna zona diferente del mundo donde los verdaderos cristianos también están predicando y explicarle cómo es la obra en ese lugar. Las sesiones pueden ser breves, informales y entretenidas. No hay necesidad de enseñar como un sargento. Mantenga un ambiente distendido y espontáneo. Y hasta podría idear sobre la marcha unos cuantos juegos de familia.
Repase con paciencia algunas veces a la semana los versículos que su hijo ha aprendido hasta que se los sepa bien. Con el tiempo, es posible que no quiera repetir ninguno de los primeros versículos que aprendió porque ya se los sepa perfectamente. Pues bien, entonces añada un par de textos nuevos para mantener vivo su interés. A estas alturas es posible que se sienta tan seguro con alguno de sus versículos favoritos, que incluso esté ansioso de recitarlo en una reunión de congregación, y quizás hasta le haga ilusión decírselo en voz alta a alguna persona con la que usted o su cónyuge hayan conversado durante su obra de predicar de casa en casa.
Pero no le presione ni le obligue. No todos los jovencitos progresan al mismo ritmo. Quizás algunos conozcan muy bien los versículos que han aprendido, pero sean más tímidos a la hora de expresarse fuera de casa. Después de todo, lo importante no es que su hijo impresione a otros, sino que usted y él pasen momentos íntimos y agradables juntos aprendiendo lo que dice la Palabra de Dios.
En otras ocasiones, podría hacerle aprender un versículo que dé la corrección o disciplina necesarias, quizás uno que resalte el respeto a los padres o el llevarse de manera pacífica con otros. También tienen su lugar los textos sobre doctrinas bíblicas básicas, como Génesis 1:1 o Revelación 21:3, 4.
A decir verdad, no hay ningún versículo del que usted y su hijo no vayan a disfrutar o derivar algún beneficio, pues “toda Escritura es inspirada de Dios y provechosa para enseñar, para censurar, para rectificar las cosas, para disciplinar en justicia”. (2 Timoteo 3:16.) Ya que memorizar textos bíblicos puede ayudar tanto a su hijo, va a ser tan fácil para usted, y tan agradable para los dos, ¿por qué no empezar en seguida?