Namibia... grande, solitaria, cautivadora
Por el corresponsal de ¡Despertad! en África del Sudoeste
“¡UN LEÓN! ¡Hay un león en el campamento!”
Al oír los gritos, miré por la ventana de nuestra caravana y vi a los trabajadores corriendo en todas las direcciones. Entusiasmado, llamé a mi familia, y con cuidado, con mucho cuidado, salimos de la caravana. Sí, allí estaba. Un león grande, de melena negra, que andaba silenciosamente a lo largo de la valla de seguridad, ¡pero por el lado que daba al campamento! No obstante, pronto llegaron los guardas y lo arrinconaron en un lugar donde habían hecho un agujero en la valla. Por él se metió, probablemente tan aliviado de escaparse, como nosotros lo estuvimos de verlo marchar.
Estamos en el campamento de Namutoni, en el Parque Nacional de Etosha, una gran reserva de Namibia (África del Sudoeste). Pero no es el deseo de recrear nuestros ojos en la naturaleza lo que nos ha traído a este lugar, a veces inquietante. En realidad, es la gente la que nos ha atraído aquí.
Aunque Namibia tiene una extensión tres veces mayor que la de la República Federal de Alemania, su densidad de población es una de las menores del mundo: poco más de una persona por kilómetro cuadrado. Está salpicada aquí y allá por algunos poblados aislados. Como testigos de Jehová, estábamos muy ansiosos de llegar a esas personas aisladas con el mensaje de las “buenas nuevas del reino”. (Mateo 24:14.) Durante años, mi familia y yo habíamos estado predicando a hindúes y musulmanes en Natal (República Sudafricana). Eso fue a unos mil quinientos kilómetros de distancia, en el otro lado del continente. Pero cuando nuestra hija menor terminó la escuela, aprovechamos la oportunidad para servir en una tierra donde hubiese más necesidad de predicadores del Reino.
Así fue como llegamos a esta tierra grande y solitaria. Pero pronto aprendimos que Namibia tiene una belleza singular. Por ejemplo: aquí, en Etosha, uno puede ver una sorprendente variedad fáunica: manadas de doce o más leones, bandadas de cientos de miles de flamencos, rebaños de cincuenta a cien ñus e innumerables cebras, antílopes saltadores e impalas. En una charca, vemos a tres “familias” de elefantes —madres y crías—, cincuenta y uno en total.
¡Mire allí! Detrás de esa acacia sobresale el largo y grácil cuello de la jirafa. Por ese otro lado, un guepardo se lanza en la planicie tras la presa que ha seleccionado. Un enorme kudú, de grandes y límpidos ojos, coronado con sus hermosos cuernos en espiral, asoma entre unos matorrales. Erguido, cual heráldica imagen, vemos al órix de El Cabo, con sus rectilíneos cuernos. Aquí también habita el majestuoso alce africano, el mayor antílope de la Tierra. ¡Qué contraste con el dik-dik, un antílope que parece un pequeño juguete con sus tan solo treinta centímetros de altura! Etosha también alberga a los poco comunes, pero hermosos, impalas de cara negra.
Tesoros naturales
El nombre Namibia proviene del desierto de Namib, que se extiende por la costa occidental de África a lo largo de unos mil trescientos kilómetros. Aquí se encuentran lo que en un tiempo fueron espaciosos barracones de diferentes compañías, ahora armazones llenos de arena en ciudades fantasmas que son solo reliquias de la efímera fiebre del diamante. Huesos blanqueados y barcos encallados salpican sus accidentadas costas. Sus dunas, las más altas del mundo, sufren una continua metamorfosis. Son el auténtico sueño de un fotógrafo.
Namibia está llena de tesoros naturales. Aún se encuentran grandes cantidades de diamantes debajo de las arenas de la costa. En el interior, en una hacienda llamada Hoba, se encuentra el mayor meteorito conocido: más de sesenta toneladas de hierro y níquel. En Tsumeb, hay una mina de la que se han extraído más de ciento ochenta y cuatro diferentes minerales, algunos de los cuales no se encuentran en ningún otro lugar de la Tierra.
En el sur, una planicie pedregosa se convierte de repente en el espectacular cañón del Fish River, solo superado por el Gran Cañón de Estados Unidos. Enormes rocas rosadas sobresalen de las paredes del cañón. Son afloramientos de cuarzo rosado; la cumbre de una de las colinas está compuesta enteramente de este hermoso mineral cristalino. Al sur del cañón, se encuentran otros tesoros, pero esa región es extremadamente calurosa y seca. “Los bosquimanos y los cateadores —dice la publicación Illustrated Guide to Southern Africa— son los únicos seres humanos que, sin temer siquiera a tales condiciones hostiles, se han aventurado en esa zona.”
Namibia tiene una gran variedad de tesoros, entre ellos los “diamantes negros”, nombre por el que se conoce a sus ovejas caracul. El océano Atlántico también alberga muchos tesoros. Se pescan los plateados boquerones y las sardinas, que se llevan al puerto pesquero de Walvis Bay. La langosta se procesa en Lüderitz, y se exportan anualmente miles de kilogramos a todas partes del mundo. A lo largo de la costa, se encuentran unas “islas” (plataformas de madera) donde se posan las aves y se recoge el valioso guano (estiércol), que se usa como fertilizante.
Hay muchas otras maravillas naturales y tesoros: descollantes formaciones rocosas y hermosas gemas, como la amatista, la aguamarina, la turmalina, el jaspe y el ojo de tigre. Sí, estos y otros abundantes elementos, como el uranio y el cobre, hacen de Namibia un enorme almacén de tesoros naturales.
Tesoros espirituales
Desde que mi familia y yo estamos sirviendo aquí, en Namibia, no hemos extraído ni minerales ni gemas. Pero hemos encontrado un verdadero tesoro en la gente de esta zona. Ahora vivimos en Tsumeb y formamos parte de una pequeña congregación de testigos de Jehová compuesta de nueve diferentes nacionalidades. Hablamos, entre todos, ocho idiomas. ¡Es un verdadero gozo trabajar con ellos!
Por supuesto, predicar en una tierra como esta presenta algunos problemas. Cuando trabajamos de casa en casa —o de choza en choza—, normalmente tenemos que llevar literatura bíblica en varios idiomas: inglés, alemán, portugués, afrikaans, kuaniyama, nama, donga, herero y kuangali. Esa no es una carga ligera, especialmente cuando la temperatura ronda los 38 °C (100 °F). Y la pregunta casi inevitable es: “¿No tiene usted algo en chimbundu?”.
De todos modos, ese es un inconveniente menor. Namibia está muy dividida políticamente, y como en el resto del mundo, su gente se preocupa por el futuro. Nos satisface profundamente poder llevar a esas personas el mensaje de esperanza y consuelo de la Biblia. Eso ha hecho que nos sintamos como en casa en esta tierra grande, solitaria, pero cautivadora.
[Fotografía en la página 17]
Estas plantas, exclusivas del desierto de Namib, pueden vivir dos mil años
Welwitschia mirabilis
[Fotografía en la página 18]
Las focas abundan en la costa atlántica de Namibia