Los jóvenes preguntan...
¿Por qué es tan difícil evitar la masturbación?
HAY un refrán que dice: “Los hábitos son como una cama blanda... es fácil acomodarse a ella, pero es difícil dejarla”. ¡Y cuán cierto es esto del hábito de la masturbación! Un hombre que tuvo esta costumbre desde la edad de diez años hasta cumplidos los cuarenta y tres confesó: “Este hábito perturba mucho más que el del tabaco, del cual me pude librar, aunque no me fue fácil”.
En un artículo anterior se consideró por qué es perjudicial la masturbación.a Sin embargo, ¿cuál es la razón por la que los adolescentes quedan atrapados tan fácilmente en esta práctica?
La flor de la juventud
Un adolescente entra en un período de su vida que la Biblia llama “la flor de la juventud”, en el que el deseo sexual se hace fuerte. (1 Corintios 7:36.) Como el cuerpo comienza a prepararse para la procreación, segrega unas poderosas hormonas cuya acción tiene efecto en los órganos sexuales. Durante este período, el adolescente toma conciencia de que estos pueden proporcionarle sensaciones de placer. A veces la curiosidad y la novedad ante unas sensaciones nuevas que causan excitación hacen que algunos jóvenes experimenten por medio de manipular intencionadamente sus órganos con el fin de conseguir aún más placer o dar salida a un estado de gran excitación sexual.
Debido a los cambios que se operan en su cuerpo, el adolescente pasa por momentos de excitación sexual aun cuando no está pensando necesariamente en el sexo. Entre los jóvenes, por ejemplo, las tensiones producidas por diversas preocupaciones, temores o frustraciones pueden afectar su sensible sistema nervioso y provocarles excitación sexual. Por otro lado, la acumulación de semen puede ocasionar emisiones nocturnas (sueños húmedos), generalmente acompañadas de sueños eróticos, o hacer que el muchacho se despierte sexualmente excitado. De manera parecida, algunas jóvenes adolescentes pueden experimentar excitación sexual por causas accidentales. Así mismo, en una mujer joven el deseo sexual puede acentuarse justo antes o después de la menstruación.
Si has experimentado ese tipo de excitación involuntaria, no debes preocuparte. Es una reacción normal y propia de un cuerpo joven. Estas sensaciones, aunque lleguen a ser muy intensas, no tienen nada que ver con la masturbación, pues son principalmente involuntarias. Según vayas haciéndote mayor y pases la “flor de la juventud”, la intensidad de estas nuevas sensaciones se irá atenuando.
“Combustible mental”
No obstante, a veces la excitación no proviene solo de la acción de las hormonas. Por ejemplo: la Biblia describe lo que le ocurre a un joven que se encuentra con una prostituta. Ella lo besa y le dice: “De veras ven [...], gocemos el uno del otro con expresiones de amor”. ¿Qué ocurre después? “De repente él va tras ella, como toro que viene aun al degüello.” (Proverbios 7:7-22.) Obviamente, la pasión de este joven fue provocada por lo que vio, oyó y experimentó, no solo por sus hormonas. De manera similar, un joven reconoció: “La raíz de todo mi problema con la masturbación arrancaba de cuantas cosas dejaba que arraigasen en mi mente. Solía ver programas televisados que incluían inmoralidad y, en algunos casos, programas de televisión por cable en los que se veían escenas de nudismo. Tales escenas son tan impactantes que se te quedan grabadas. Volvían otra vez a mi memoria, proporcionándome así el combustible mental que necesitaba para incurrir en la masturbación”.
Por consiguiente, a menudo lo que hace tan difícil evitar la masturbación es aquello que uno lee, ve o escucha para entretenerse, o lo que comenta o medita. Para romper con este hábito, es esencial que uno vigile con cuidado las cosas que deja entrar en su mente. Como reconoció una mujer de veinticinco años de edad: “Parecía que me era imposible romper con el hábito. Sin embargo, tenía por costumbre leer novelas de amor, lo cual contribuía al problema”. Ha de notarse que no eran simplemente los pensamientos impuros los que la inducían a la masturbación. De hecho, su experiencia pone de manifiesto la que tal vez sea la principal razón por la cual es tan difícil romper con este hábito.
Un “tranquilizante” emocional
La citada mujer prosiguió: “Por lo general, me masturbaba como un medio de liberarme de la presión, las tensiones o la ansiedad. Aquel placer fugaz era como el trago que el alcohólico bebe para calmar sus nervios”. Ella no es en modo alguno un caso excepcional. Los investigadores Suzanne e Irving Sarnoff escribieron: “Para algunas personas, la masturbación puede llegar a ser un hábito al que recurren a fin de consolarse cuando sufren algún desaire o se sienten intranquilos por algo. Sin embargo, hay quienes tal vez lo hagan solo ocasionalmente, cuando se hallan bajo la más fuerte tensión emocional”.
El doctor Sherwyn Woods añade: “Una proporción elevada de los actos individuales de masturbación está motivada, no tanto por necesidades eróticas, como por ansiedad general, tensión y aburrimiento, lo que la convierte en un medio de buscar sosiego”. De modo que cuando uno se siente contrariado, deprimido, solo o bajo mucha tensión, este hábito se convierte en un “tranquilizante” conveniente con el cual hacer desaparecer los problemas. (Véase Proverbios 31:6, 7.) Por lo tanto, para evitar la masturbación, se debe reconocer que es un medio inmaduro de hacer frente a los problemas y se debe estar dispuesto a...
‘Eliminar las cosas características de pequeñuelo’
El apóstol Pablo escribió: “Cuando yo era pequeñuelo, hablaba como pequeñuelo, pensaba como pequeñuelo, razonaba como pequeñuelo; pero ahora que he llegado a ser hombre, he eliminado las cosas características de pequeñuelo”. (1 Corintios 13:11.) La masturbación es una manera infantil de reaccionar ante los problemas. Cuando estas “características de pequeñuelo” se arraigan, subsisten durante la vida adulta. Un ejemplo de esto es lo que le ocurrió a un niño que, cuando tenía nueve años de edad, se enfrentó en el curso escolar con un problema matemático muy difícil. Para sosegar la mente, recurrió a la masturbación. A partir de entonces solía masturbarse siempre que se enfrentaba con un problema difícil. Ahora que es adulto, reconoce: “Aún hoy, cuando tengo que resolver un problema que requiere gran esfuerzo mental, me siento impulsado poderosamente a la masturbación. Sin ella, es difícil que pueda trabajar”.
Aunque este pudiera ser un caso extremado, existe un verdadero peligro en valerse de este “tranquilizante” con el fin de eludir situaciones emocionales difíciles. En lugar de escapar mentalmente por medio de recurrir a la masturbación, demuestra “capacidad de pensar” y ataca el problema en sí. (Proverbios 1:4.) Si los problemas y las frustraciones se hacen agobiantes, aprende a ‘echar toda tu inquietud sobre Dios, porque él se interesa en ti’ y entiende tu situación aun si ninguna otra persona pudiese. (1 Pedro 5:6, 7.) Permite que Dios te ayude a ‘ser hecho poderoso en el hombre (o mujer) que eres en el interior, con poder mediante Su espíritu’. (Efesios 3:16.) En lugar de ceder débilmente a la masturbación a modo de “tranquilizante”, se aconseja: “Pórtense como hombres [y mujeres, no como pequeñuelos], háganse poderosos”. (1 Corintios 16:13.)
En su libro Masturbation and Adult Sexuality (La masturbación y la sexualidad adulta), los Sarnoff dicen: “Prescindiendo del porqué o cómo una persona se sienta incapaz de sobreponerse, su decisión de masturbarse significa que no va a tratar de corregir tal deficiencia por medio de desarrollar una actividad social significativa. [...] Es cierto que una persona pudiera adoptar la norma de tratar de, por una parte, resolver sus problemas y, por otra, masturbarse siempre que experimentara tensión debido a ellos. Pero la tentación de escoger la segunda ‘solución’ es muy fuerte, pues el cuerpo siempre va con uno a todas partes. Por consiguiente, es mejor concentrarse en buscar y aplicar verdaderas soluciones a sus problemas”. Si al enfrentarse a un problema, la persona, en lugar de tratar de resolverlo, se masturbara, el hábito podría llegar a convertirse en una fuerza verdaderamente irrefrenable.
“Una adicción muy fuerte”
Después de luchar contra el hábito de la masturbación por más de quince años, desde los once años de edad, un hombre reconoció: “Es una adicción muy fuerte... no es algo que se deba tomar a la ligera. Tiene tanto poder de crear hábito como la droga o las bebidas alcohólicas”. En su libro Your Growing Child (El desarrollo de su hijo), Penelope Leach explica: “El placer y la relajación que él consigue de la masturbación ha llegado a ser irrefrenable debido a que otros aspectos de su vida se le hacen intolerables. Como un verdadero adicto, él siente que ha de masturbarse cada vez más y más, y al hacerlo, se priva progresivamente de otros placeres alternativos”.
La necesidad de recurrir a la masturbación por mero placer cuando las cosas no marchan bien en nuestra vida fácilmente puede hacer que uno sea un ‘esclavo insensato a diversos deseos y placeres’. (Tito 3:3.) No obstante, el apóstol Pablo dijo: “No me dejaré poner bajo autoridad por cosa alguna”. (1 Corintios 6:12.) Él no hubiese permitido que sus deseos se convirtiesen en un amo exigente. Por el contrario, Pablo escribió: “Aporreo mi cuerpo y lo conduzco como a esclavo”. (1 Corintios 9:27.) Él fue tenaz consigo mismo. Un esfuerzo similar hará posible que cualquier persona rompa con el hábito de la masturbación... prescindiendo de cuán duro sea conseguirlo.b
[Notas a pie de página]
a Véase el número del 8 de septiembre de 1987 de la revista ¡Despertad!
b En un artículo próximo se considerará cómo una persona puede luchar para librarse de este hábito.
[Fotografía en la página 18]
Contemplar escenas inmorales puede proporcionar el “combustible mental” necesario para la masturbación