Los jardines de Kew... un centro de trasplante para el mundo
Por el corresponsal de ¡Despertad! en Gran Bretaña
SUPERANDO su temor natural a las alturas, el horticultor londinense Simón Goodenough, se descolgaba cuidadosamente con unas sogas por la pared de un peñasco de la remota isla de Santa Elena, en el Atlántico Sur. Finalmente llegó a donde se proponía, y, con esmero, arrancó de la ladera del peñasco un espécimen solitario de una planta rara del género Olearia. Este arbusto, en peligro de extinción, emprendió el largo viaje de 11.000 kilómetros hasta Inglaterra, donde recibiría cuidados intensivos.
La planta respondió tan bien al tratamiento recibido en Inglaterra, que empezó a multiplicarse. Fue devuelta a Santa Elena, y dos años después, aquel único espécimen se había convertido en mil, y de esta manera se ayudó a contrarrestar el problema de erosión que afecta a aquella isla.
Este es tan solo uno de los muchos trasplantes efectuados con éxito por los Jardines Botánicos Reales de Kew (Londres, Inglaterra). Pero quizás usted se pregunte: “¿Por qué tuvo que enviarse tan lejos esa planta? ¿Qué tienen de especial los jardines de Kew?”.
Jardines de interés general y científico
Todos los años, más de un millón de personas acuden a Kew para visitar sus 117 hectáreas de hermosos jardines. Sin importar la estación que sea, el aire siempre está cargado de los refrescantes aromas producidos por la gran variedad de vegetación que hay allí. Su colección de más de cuarenta mil diferentes clases de plantas vivas ha hecho que algunos consideren los jardines de Kew como el mejor jardín botánico del mundo. Pero no solo es la belleza lo que caracteriza a estos jardines.
¿Sabía usted que uno de los principales propósitos de los jardines botánicos es el de ser un lugar educativo para el público? Pues bien, Kew ha sido comparado a “una universidad cuyos libros de texto son flores”. ¿Cuál es el origen de este centro botánico de erudición?
Desde mediados del siglo XVIII, cuando la princesa Augusta, viuda del príncipe de Gales, cultivaba jardines en sus terrenos de Richmond, a orillas del río Támesis, Kew ha sido un centro de interés botánico. Pero los jardines de Kew se hicieron famosos mayormente gracias a sir Joseph Banks (1743-1820). Él organizó un inmenso proyecto de recolección de plantas, de modo que hubo botánicos que partían de Londres y viajaban por todo el mundo a la búsqueda de especímenes que luego llevaban de vuelta a Kew para su clasificación. ¿En qué resultó todo aquello? Kew tiene una de las mayores colecciones del mundo de plantas secadas y prensadas, y en sus archivos se encuentran muestras de unos seis millones y medio de plantas.
Éxitos famosos
Los botánicos procedentes de Kew ayudaron a trasladar plantas de una zona del globo a otra. En 1787, David Nelson, uno de los botánicos de Kew, zarpó de Inglaterra a bordo del famoso buque Bounty, al mando del capitán Bligh. ¿Cuál era su misión? Recoger en Tahití, isla del Pacífico Sur, plantones del árbol del pan, cuyo fruto es rico en hidratos de carbono, y plantarlos en el Caribe como fuente de alimento. El desafortunado viaje terminó en un motín. Nelson, abandonado junto con el capitán y algunos hombres más, con el tiempo llegó a la isla indonesia de Timor, donde murió. Pero otros representantes de Kew volvieron a intentarlo y, finalmente, el árbol del pan llegó a su destino: la isla de San Vicente.
La botánica económica, o búsqueda de plantas útiles, se convirtió en la especialidad de Kew. Los jardines contribuyeron a la producción de una sustancia que, según opinan algunos, cambió la historia del mundo: la quinina, una potente droga antipalúdica que se extraía de la corteza de un quino —árbol siempreverde del género Cinchona— del Perú.
Un tal Clements Markham abrigaba la ambición de ayudar a controlar el paludismo que amenazaba al subcontinente indio. Acompañado de algunos botánicos de Kew, partió en 1859 para explorar Perú, Ecuador y Bolivia, a fin de recoger semillas y plantones de toda especie conocida de quino. A pesar del mal tiempo y los rigores del transbordo, algunos plantones llegaron a recibir la protección de los invernaderos de Kew. Allí, bajo los atentos cuidados de los expertos, empezaron a reproducirse, y posteriormente fueron enviados a la India. No pasó mucho antes de que en las aldeas indias pudieran conseguirse con regularidad dosis de quinina.
En una vitrina del museo de Kew se describe gráficamente otro trasplante que tuvo éxito. En ella pueden verse muestras de la colección de semillas de árboles cauchíferos (Hevea brasiliensis). Joseph Hooker, anterior director de Kew, ideó un proyecto para trasladar estas semillas de Sudamérica a Kew. A pesar de las dificultades del transporte, finalmente llegaron a Liverpool (Inglaterra) 70.000 semillas, que luego continuaron su viaje hasta Kew en un tren especial. Aunque solo se consiguió que germinasen bien 2.397, a los dos meses se enviaron en barco a Ceilán (la actual Sri Lanka) y Malaya 1.919 semillas germinadas. De estas proceden las vastas plantaciones actuales de caucho que hay en esas regiones.
Algunos otros logros del siglo XIX fueron: seleccionar árboles para que creciesen en la isla de Ascensión, anteriormente casi despoblada de árboles; enviar cactus desde los jardines de Kew a las islas Canarias para criar un insecto llamado cochinilla, que, reducido a polvo, se utiliza como colorante para cosméticos y algunas bebidas; enviar otras muchas plantas útiles a Australia, Nueva Zelanda, Sudáfrica y Estados Unidos.
¿Y en la actualidad? ¿Seguimos beneficiándonos de la experiencia de sus botánicos?
El clima terapéutico de Inglaterra
El director de los jardines considera que la misión de estos “es diseminar conocimiento sobre plantas económicas que puedan cultivarse en diferentes regiones del mundo, en particular en zonas áridas de los trópicos”. Él cree que el agotamiento de las reservas de combustible fósil, como el carbón y el petróleo, obligará a la humanidad a valerse de plantas como su principal fuente de combustible y para hacer compuestos medicinales. Algunas zonas ya han mejorado sus condiciones gracias al cultivo de plantas que, según han descubierto los estudios efectuados en Kew, tienen la facultad de proporcionar al suelo un buen mantillo.
A fin de combatir los estragos de las infecciones contraídas por las plantas, está resultando útil un sistema de “cuarentena intermedia”. Cualquier planta enferma que llega a Kew tiene que ser sometida a tratamiento durante cierto tiempo antes de proseguir su viaje hacia su nuevo destino. Para esto, el clima de Inglaterra resulta ser terapéutico. Por ejemplo: la exposición controlada al templado clima de Kew mata la infección que a veces contamina el cacao de las Antillas. Dicho tratamiento permite que las plantas, una vez sanas, reemprendan su viaje para incrementar el cultivo de África occidental.
Peligro de extinción
También existe una lucha para conservar las plantas. “De las trescientas mil especies de plantas que viven en los cinco continentes, al menos veinte mil están en peligro de extinción”, dice Peter Raven, director del jardín botánico de San Luis (Misuri, E.U.A.). La revista francesa Science et Vie (Ciencia y vida) añade: “Esta cantidad podría muy bien aumentar a cuarenta mil antes de mediados del próximo siglo. Esto significa ¡una de cada siete!”. Frente a una situación tan crítica, ¿qué se está haciendo para detener el peligro de extinción?
La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza mantiene en Kew una unidad de control. En dicha unidad hay científicos que estudian meticulosamente las semillas de plantas en peligro y observan cuáles son las condiciones óptimas para su cultivo. Con esta información, determinan el modo de simular el medio ambiente de la planta. Luego los botánicos empiezan a propagar las especies en peligro de extinción.
Otra manera de proteger a las plantas es mediante asegurarse de que todas las especies amenazadas se cultiven en más de un jardín botánico. ¿Cómo se consigue? Por el intercambio de semillas entre los jardines botánicos, lo que ha resultado en que se creen bancos de semillas. Estos bancos se consideran como una inversión para el futuro.
Quizás usted se pregunte cómo pueden justificarse los grandes esfuerzos que hacen los jardines botánicos por conservar las especies vegetales. La obra The Natural World, edición de Malcolm Coe, indica una importante razón para ello: “El perjudicar la estabilidad y la resistencia de los ecosistemas finalmente también afectará al bienestar del hombre”.
Los éxitos logrados por los jardines de Kew han sido verdaderamente impresionantes, como lo ilustra el trasplante del arbusto que ahora ayuda a combatir la erosión en Santa Elena. Pero, ¿pueden repetirse estos éxitos en otras partes? ¿Hasta qué grado podrán los trasplantes convertir en fértiles las regiones áridas? Solo el tiempo lo dirá. Pero mientras tanto, agradezcamos la labor de los botánicos y horticultores de los jardines de Kew, que consagran sus esfuerzos a ese fin. Y quizás llegue el día en que usted también tenga la oportunidad de visitar y ver con sus propios ojos este “centro de trasplante para el mundo”.
[Fotografía en la página 15]
Gigantescas hojas flotantes de nenúfar en los jardines de Kew
[Fotografías en la página 16]
Pelargonia grenada, una regia variedad de geranio de las aproximadamente doscientas cincuenta que existen
Las flores del hibisco pueden ser blancas, rosas, rojas, amarillas y anaranjadas
[Fotografía en la página 17]
En el mundo hay unas cien especies y miles de variedades de rosas
[Fotografía en la página 18]
La pagoda es una famosa imagen de los jardines de Kew