¿Cuáles son los valores que rigen su vida?
ANTES de responder a esta pregunta, probablemente necesite meditar en esta otra cuestión: ¿qué espera usted de la vida? ¿Riquezas, fama, emociones, aventuras apasionantes, satisfacción sexual? ¿O es su objetivo ganarse la reputación de ser una persona honrada, caritativa, compasiva, servicial y espiritual? Tanto en un caso como en otro, la siguiente regla bíblica será cierta: ‘Lo que usted esté sembrando, esto también segará’. (Gálatas 6:7.)
Si rechaza los verdaderos valores, debe estar dispuesto a aceptar las consecuencias. Paul R. Huot, juez de un alto tribunal de Estados Unidos, indica cuáles son algunas de esas consecuencias. Al comentar sobre la falta de respeto por la ley, el decoro social y la disciplina, dijo: “Las cosas ya han dejado de ser blancas o negras; ahora todo es gris. Hemos perdido los buenos modales. Hemos perdido la cortesía. Hemos perdido la decencia. Cada vez son menos las personas que reconocen la diferencia entre el bien y el mal. Hoy día ya no se considera pecado violar la ley, sino ser descubierto”.
Puesto que el conocimiento crece y el poder aumenta, se hace aún más necesario disponer de normas morales que rijan el uso de dicho conocimiento y poder. (Proverbios 24:5.) Es lamentable, pero este aumento de conocimiento y poder ha venido acompañado de un desplome moral. Con relación a esto, el historiador Arnold Toynbee comentó: “Resulta trágico pensar que aunque hemos tenido mucho éxito en el campo tecnológico, nuestro registro de fracasos morales es casi inmensurable. [...] Si la brecha moral sigue ensanchándose, preveo un tiempo en el que el ciudadano medio irá por la calle con bombas atómicas de bolsillo”.
La tendencia actual es la de devaluar los verdaderos valores y relegar el pecado al olvido. Es la misma actitud que manifiesta la adúltera de Proverbios 30:20: “Aquí está el camino de la mujer adúltera: ha comido y se ha limpiado la boca y ha dicho: ‘No he cometido mal alguno’”. Pero el pecado todavía está con nosotros, y ahora más fuerte que nunca, solo que actúa bajo los seudónimos de la amplitud de miras, la libertad, el relativismo, el esclarecimiento de los valores, la actitud de no juzgar a los demás: todo ello resumido en el concepto de “la nueva moralidad”.
Hacen que lo que está mal parezca que está bien
En realidad, la situación no ha cambiado mucho desde el tiempo de Isaías. Sus palabras siguen siendo válidas: “¡Ay de los que dicen que lo bueno es malo y lo malo es bueno, los que ponen oscuridad por luz y luz por oscuridad, los que ponen amargo por dulce y dulce por amargo!”. (Isaías 5:20.) Para dar a lo malo una apariencia de bueno, modifican la escala del termómetro, de modo que, aunque haya fiebre, parezca que la temperatura es normal.
¿Cuáles son los valores que resultan en mayor beneficio? ¿Cuáles son los que le hacen feliz, le proporcionan amigos leales y contribuyen a su propia paz y contentamiento interior? ¿Desea ganarse la reputación de ser una persona honrada, veraz y que se interesa por los demás? ¿Quiere granjearse las simpatías, el respeto y el amor de otros? ¿O valora más el poseer una inmensa cantidad de bienes, el saborear el poder que viene con las riquezas? ¿Es la satisfacción de los deseos carnales de suprema importancia para usted? ¿Considera vital el concentrarse en la realización de sus ambiciones particulares?
Las relaciones sexuales ilícitas están muy extendidas, tanto, que hasta gozan de la aprobación de los medios de información y de la sociedad en general. Pero ¡qué destructivas son para el matrimonio, la familia y el bienestar de los hijos! De esta permisividad sexual se derivan los indecentes extremos a los que han llegado las contranaturales perversiones homosexuales, perversiones muy difundidas hoy día y toleradas, e incluso aprobadas, por algunas de las principales religiones de la cristiandad. Con relación a tales prácticas, la Palabra de Dios formula una pregunta que ella misma responde: “¿Se avergüenzan cuando cometen abominaciones? Ni se avergüenzan ni conocen el sonrojo”. (Jeremías 6:15, Nueva Biblia Española, edición Latinoamericana.)
Jesús hizo hincapié en la necesidad espiritual que tenemos los humanos cuando dijo: “Felices son los que tienen conciencia de su necesidad espiritual, puesto que a ellos pertenece el reino de los cielos”. (Mateo 5:3.) Pero muchas personas dejan a un lado esta necesidad como si fuese de poco valor y no hacen nada para satisfacerla; sin embargo, las vidas que están desprovistas del factor espiritual terminan siendo superficiales. Aunque se consigan muchos logros mundanos, tales vidas siguen siendo superficiales y no gozan de verdadera felicidad y contentamiento de espíritu. Además, lamentablemente, los que tienen conciencia de esta necesidad y procuran su satisfacción en las iglesias de la cristiandad salen vacíos, pues en la cristiandad lo que hay es, como predijo el profeta Amós, “un hambre, no de pan, y una sed, no de agua, sino de oír las palabras de Jehová”. (Amós 8:11.)
Por otra parte, a muchos de los que asisten a las iglesias no les apetece la enseñanza espiritual saludable, sino que, ‘de acuerdo con sus propios deseos, acumulan para sí mismos maestros para que les regalen los oídos; y apartan sus oídos de la verdad, puesto que son desviados a cuentos falsos’. (2 Timoteo 4:3, 4.) Tanto el clero como los legos opinan lo mismo que sus semejantes del día de Isaías, quienes decían a los que veían la necesidad espiritual: “‘No deben ver’, y a los que tienen visiones: ‘No deben ver en visiones para nosotros cosas de derechura. Háblennos cosas melosas; vean en visiones cosas engañosas. Apártense del camino; desvíense de la senda. Hagan cesar al Santo de Israel simplemente a causa de nosotros’”. (Isaías 30:10, 11.)
Hay que tener profundamente arraigados los valores piadosos. Si usted ha decidido reflejar en su vida los verdaderos valores recomendados por Dios, encontrará que en su Palabra se delinea lo que debe hacer: “Desnúdense de la vieja personalidad con sus prácticas, y vístanse de la nueva personalidad, que mediante conocimiento exacto va haciéndose nueva según la imagen de Aquel que la ha creado”. (Colosenses 3:9, 10.)
Sin embargo, quizás usted no esté convencido de que la Biblia sea la Palabra de Dios. Es posible que se haya visto defraudado por doctrinas como la del tormento eterno de almas inmortales en un infierno de fuego, por el hecho de que la alta crítica juzgue la Biblia como un simple mito o por la conducta beata, ávida e hipócrita de predicadores que falsamente afirman representarla.
Si usted investiga personalmente, verá que “el salario que el pecado paga es muerte”, no tormento de fuego; que la arqueología moderna confirma que el registro bíblico es históricamente exacto, no un mito; que muchos clérigos de la cristiandad son como los clérigos falsos de tiempos bíblicos, no como los profetas y apóstoles fieles de aquellos días. (Romanos 6:23; Mateo, capítulos 5–7, 23.)
La Biblia es la fuente de los verdaderos valores. Si rige su vida de acuerdo con dichos valores, obtendrá la aprobación de Dios y podrá alcanzar la vida eterna en un nuevo mundo de justicia, donde Dios “limpiará toda lágrima de sus ojos [de la humanidad], y la muerte no será más, ni existirá ya más lamento ni clamor ni dolor. Las cosas anteriores han pasado”. (Revelación 21:4; Juan 17:3.)
Por consiguiente, deje que los verdaderos valores, realzados por la Palabra de Dios, rijan su vida, de modo que así pueda beneficiarse a sí mismo: “Yo, Jehová, soy tu Dios, Aquel que te enseña para que te beneficies a ti mismo, Aquel que te hace pisar en el camino en que debes andar. ¡Oh, si realmente prestaras atención a mis mandamientos! Entonces tu paz llegaría a ser justamente como un río, y tu justicia como las olas del mar”. (Isaías 48:17, 18.)
[Fotografía en la página 9]
Paz como un río