Los jóvenes preguntan...
¿Por qué me abochornan mis padres?
Empiezas a encontrarte mal en plena clase de biología. Para tu desgracia, la escuela llama a tu casa y al poco tiempo aparece tu madre en zapatillas, con la cabeza llena de rulos de color rosa y con aquellos horribles pantalones de chándal rojos que suele ponerse para estar en casa. Convencida de que te encuentras muy mal, ha corrido a tu lado sin preocuparse en absoluto por su apariencia, pero tú no agradeces mucho sus esfuerzos por acudir en tu ayuda. Lo único que te pasa por la mente es lo ridícula y desaliñada que está con ese atuendo. Y cuando empieza a colmarte de mimos delante de tus compañeros de clase, querrías evaporarte. ¡Te sientes tan abochornado!
INCIDENTES como este pueden parecer graciosos cuando le ocurren a otra persona, pero tú no te ríes. La situación es tan embarazosa, sientes una presión tan grande dentro de ti que te parece que vas a morirte. De hecho, la expresión “morirse de vergüenza” refleja muy bien lo que se siente en esas circunstancias. Y tú no eres el primero que se siente así. Por ejemplo, los judíos de la antigüedad reconocían hasta tal grado el poder devastador de la vergüenza, que el Talmud hebreo asemejaba avergonzar a una persona en público con derramar su sangre.
En la vida se producen bastantes situaciones embarazosas, pero muchos jóvenes concuerdan en que no hay nada que les haga sentirse tan abochornados como sus propios padres. La lista de cosas que los padres pueden hacer para humillarte parece no tener fin: darte muestras de afecto en público, hacer alarde de tus logros, comportarse como niños delante de tus amigos, pedirte que “actúes” delante de invitados. Hasta tal vez te sientas abochornado de la apariencia de tus padres. No es de extrañar entonces que a algunos jóvenes les asuste la idea de que les vean con sus padres.
Pero, ¿por qué pueden abochornarte tanto tus padres? “¿Acaso no saben actuar de otro modo?”, quizás te preguntes.
Por qué te abochornan
Analicemos tus propios sentimientos al respecto. Por ser joven, eres particularmente vulnerable a sentirte abochornado, ya que poco a poco te has ido dando cuenta de que el mundo no solo se compone de tu familia inmediata. Quieres que los demás te acepten —en especial tus compañeros—, y procuras a toda costa obrar con “corrección”. Es natural que no quieras que el comportamiento embarazoso de tus padres eche a perder esa aceptación que buscas. Una joven llamada Linda dijo: “Si tus padres hacen algo que te abochorna, lo que te inquieta es: ‘¿Qué van a pensar de mí mis amigos?’”. En vista de esto, ¿por qué no pueden tus padres mostrar más consideración por tus sentimientos?
La psicóloga Bernice Berk explica lo que una madre le dijo a un hijo adolescente muy susceptible: “Ese es mi papel: abochornarte. Mi madre me abochornaba a mí y tú tendrás que abochornar a tus hijos”. En esta declaración un tanto brusca hay algo de verdad. No, ser abochornante no se hereda, pero lo que sí se hereda es la imperfección.
Los padres son imperfectos. (Romanos 3:23.) Por eso no se puede esperar que vistan como modelos ni que siempre sean capaces de controlar todo lo que dicen o hacen, como tampoco se espera eso de ti. Ellos también tienen el derecho de relajarse y divertirse de vez en cuando. El que en algunas ocasiones se comporten como si fueran más jóvenes —o hasta de manera verdaderamente ridícula— tal vez sea su modo de afrontar el paso de los años. Ajenos al efecto que esto produce en ti, quizás mamá te mortifique ensayando con tus amigos los pasos del último baile que ha salido o papá trate de demostrar que puede competir con los jóvenes jugando al baloncesto. ¿Te abochorna su comportamiento? Es posible, pero puedes tener la seguridad de que no era su intención herirte.
También puede darse el caso de que, debido a que les preocupa mucho tu bienestar y por su imperfección, tus padres reaccionen de manera exagerada cuando creen que te puede pasar algo. Por ejemplo, el escritor bíblico Lucas narra la ocasión cuando Jesús, a la edad de doce años, asistió con su familia a la Pascua que se celebraba en Jerusalén. Yendo de regreso a casa, sus padres se dieron cuenta de que Jesús no iba con ellos. Lo buscaron diligentemente y “después de tres días lo hallaron en el templo, sentado en medio de los maestros, y escuchándoles e interrogándolos”. Seguro que Jesús estaba disfrutando de aquella conversación con hombres mucho mayores que él. No obstante, cuando apareció su madre, ella —posiblemente delante de aquellos hombres importantes de la nación— le dijo: “Hijo, ¿por qué nos trataste de este modo? Mira que tu padre y yo te hemos estado buscando con la mente angustiada”. (Lucas 2:41-48.)
Otro factor que hay que tomar en cuenta es que tus padres tienen sus propios problemas, algunos que tú ni siquiera conoces. Cabe la posibilidad de que su comportamiento se deba a preocupaciones económicas, enfermedad u otras presiones.
Por último, la mayoría de los padres se sienten orgullosos de sus hijos. Les encanta hacer alarde de ellos. No obstante, eso puede llevar a todo tipo de situaciones embarazosas, como el que se te pida que toques el piano delante de las amigas de tu madre o que tengas que soportar oír que tu padre diga a todo el mundo delante de ti lo “brillante” que eres.
Cómo reaccionar
Una joven llamada Tonia dice que cuando sus padres la abochornan, se ruboriza mucho. Aunque esta puede ser una reacción natural, hay mejores maneras de hacer frente al problema. Tan solo recordar algunos de los puntos que se han considerado hasta aquí puede ayudarte a que en el momento no te sientas tan incómodo. (Proverbios 19:11.) Otras sugerencias que puedes tener en cuenta son las siguientes:
Deja de preocuparte: Por más que te preocupes, probablemente no podrás cambiar mucho las cosas. (Compárese con Mateo 6:27.) Al fin y al cabo, tú no eres responsable de los actos de tus padres, eres una persona aparte. ‘Cada uno debe llevar su propia carga de responsabilidad’, dice Gálatas 6:5. Además, es muy probable que la situación no sea tan difícil como piensas. La doctora Joyce L. Vedral comenta que ‘cuando un adolescente está abochornado se imagina que todo el mundo le mira’. Sin embargo, a la mayoría de las personas no les interesa tanto el asunto. Vedral añade: “La mayor parte de la gente se preocupa más por un simple grano en la nariz que por la historia de toda tu familia”. Y, por otra parte, recuerda que tus compañeros también se preocupan por la impresión que causan sus padres.
No empeores una situación que ya es difícil: Proverbios 27:12 dice: “El sagaz ve el peligro y se esconde”. (Nueva Biblia Española.) Llamar la atención exclamando: “¡Mamá, por favor!”, solo empeora la situación. Lo más sensato quizás sea ‘esconderse’ por medio de no decir nada. (Eclesiastés 3:7.)
Acepta la disciplina necesaria: Aunque es muy posible que recibir corrección en público te haga sentir abochornado, con frecuencia mereces tal disciplina y el bochorno que te pueda causar simplemente forma parte de ella. (Hebreos 12:11.) Pero, ¿y si la disciplina parece fuera de lugar? Recordemos cómo reaccionó Jesús cuando su madre le llamó la atención. Él permaneció calmado y explicó cuál era su situación. De hecho, la Biblia dice que “continuó sujeto” a sus padres. (Lucas 2:49, 51.) ¿Por qué no tratar de hacer lo mismo?
Habla con tus padres: Diles de manera bondadosa y respetuosa lo que te preocupa. ¡Surte efecto! En su caso, Rosalee descubrió que “si les dices cómo te sientes y ellos creen que es razonable, por lo general tratan de corregirse”. Una forma de ayudar a los padres a ponerse en tu lugar es preguntarles sobre las experiencias bochornosas que tuvieron de jóvenes. Es posible que eso les haga darse cuenta de cómo te sientes.
Ponte en su lugar: Piensa tan solo en todas las veces que tú has abochornado a tus padres. ¿Lo hiciste a propósito? ¡Por supuesto que no! Entonces, ¿por qué pensar que tus padres te abochornan intencionadamente?
Nunca pierdas el sentido del humor: Un adolescente admitió: “Hay que procurar reírse de algunas cosas, ya que después resultan bastante graciosas”. Sí, ¿por qué tomar tan en serio un contratiempo? Recuerda que hay un “tiempo de reír”, y a veces mostrar cierto sentido del humor hace que uno no se sienta tan humillado. (Eclesiastés 3:4.)
Sin embargo, por mucho que te esfuerces, no podrás evitar por completo el bochorno. Pero si aplicas lo que se ha considerado aquí, es muy posible que puedas cambiar tu forma de ver las situaciones calificadas de embarazosas.
Por ejemplo, la autora Jami Bernard relata: “Mi madre siempre me tomaba de la mano cuando cruzábamos la calle, incluso cuando yo ya no era tan niña. Un día le aparté la mano y, quejándome, le dije: ‘Mamá, yo ya no necesito esto’. Ella se volvió hacia mí y me dijo: ‘Yo sí’. No sé si se refería a que ella necesitaba alguien en quien apoyarse, a que echaba de menos la época cuando yo era su ‘niñita’ o a que quería estar en contacto conmigo y no sabía exactamente cómo. Sea como sea, cuando ahora la tomo de la mano para cruzar la calle, noto que me sonrojo, pero no de vergüenza, sino de cariño”. (Revista Seventeen, diciembre de 1985.)