Una carrera de cantante que proporciona felicidad duradera
EMPECÉ mi carrera cuando todavía era muy joven, y con el tiempo adquirí cierta fama como cantante de fado en Lisboa. El fado es ese melancólico tipo de música característico de Portugal. Al poco tiempo empecé a actuar también en otras ciudades, así como en la Emissora Nacional, la principal emisora de radio del país.
Fue en ese entonces que mi empresario me organizó una gira por España que comprendía ciudades como Madrid, Barcelona, Zaragoza y Bilbao. Después actué en Francia, y a continuación pasé más de dos años en Angola (África). Allí canté en una ciudad tras otra, y en 1972 fui elegida “Reina del fado”.
Como era soprano, lo que en realidad me interesaba era la música clásica. Por eso, a mi regreso a Lisboa, empecé a estudiar este tipo de música. Sin embargo, a pesar de que estaba totalmente absorta en mi carrera de cantante, no me sentía verdaderamente feliz, porque sentía un vacío espiritual en mi interior; deseaba sentirme cerca de Dios, pero no sabía cómo conseguirlo.
En 1973 hice una gira por Brasil y, una noche, después de actuar en televisión, a todos los que participamos en el programa nos invitaron a un cóctel. Al poco de estar allí, la esposa de mi empresario brasileño nos preguntó lo que pensábamos de las condiciones sociales y los sucesos mundiales tan terribles. Me impresionó su franqueza cuando dijo con toda confianza que Dios podría tener una respuesta que mereciese nuestra consideración. Le dije que creía en Dios, y antes de acabar la velada, la señora me ofreció el libro La verdad que lleva a vida eterna, aunque hasta más tarde no me di cuenta de que aquella mujer era testigo de Jehová.
Mi último disco
Poco después regresé a Portugal para grabar mi tercer disco, aunque mi objetivo principal era volver a Brasil para continuar mi gira. Poco me imaginaba entonces que aquel iba a ser mi último disco.
Cuando me hallaba en Lisboa, una joven llamó a mi puerta y me habló de las bendiciones que el Reino de Dios traería a esta Tierra. Escuché con atención mientras me leía de la Biblia los cambios tan interesantes y agradables que Dios ha prometido a los que anhelan la justicia.
Lo que escuché me causó un gran impacto, pues había estado suspirando por las mismas condiciones que me estaba leyendo de la Biblia. Aquello me confortó mucho porque, aunque todavía era joven, ya estaba divorciada, y mi marido se había ido con otra mujer.
Pueden imaginarse la sorpresa que me llevé cuando a continuación me ofreció el mismo libro que me habían dado en Brasil. Las conversaciones que mantuvimos después me hicieron ver que en la vida había algo más valioso que la fama o las riquezas. Entonces, tomé la firme determinación de aprender más acerca de las maravillosas promesas registradas en la Biblia.
Una decisión importante
Mi estudio semanal de la Biblia fue una experiencia muy agradable. Pronto empecé a desarrollar una estrecha relación personal con mi Creador, Jehová Dios.
Por supuesto, cuando decidí renunciar a mi lucrativa carrera como cantante profesional, hubo momentos difíciles. Me presionaron mucho para que volviese a Brasil, y hasta me ofrecieron un contrato para actuar en Oporto, una ciudad del norte de Portugal. Pensaban que si me sacaban de Lisboa quizás cambiaría de opinión y continuaría con mi carrera de cantante.
Sin embargo, yo ya había tomado mi determinación y, para que nadie tratara de hacerme volver al mundo del espectáculo, decidí irme a Francia, a vivir con mi hermana casada. Pero resultó que mi hermana y su marido se opusieron enconadamente a mi nueva fe, y ni siquiera me permitían celebrar en su casa mi estudio semanal de la Biblia. Sin amilanarme, recorría 30 kilómetros ida y vuelta para no perderme mi estudio, hasta que finalmente, me pidieron que me fuera de su casa.
Ahora que me había quedado sola, encontré trabajo con una señora rica. Ella quería irse tres meses de vacaciones a su isla griega particular, y me invitó a que la acompañase. Pero cuando me percaté de los posibles peligros de estar aislada del pueblo de Jehová, decidí no hacer el viaje.
Lo que hice aquel verano fue asistir a las sesiones en portugués de la asamblea de distrito de 1974 que los testigos de Jehová celebraron en Toulouse (Francia). La asistencia fue de más de doce mil personas, y allí me bauticé en símbolo de mi dedicación a Jehová Dios. Aquella fue mi primera asamblea, y precisamente la última que los Testigos portugueses tuvieron que celebrar en el extranjero por estar prohibido en su país. A partir de ese año, les concedieron permiso para celebrarlas en Portugal.
Una nueva carrera
Los trabajos de preasamblea que durante un mes se llevaron a cabo en Toulouse influyeron en mí de forma poderosa. ¡Qué privilegio tan singular fue el disfrutar a diario del compañerismo cristiano con hermanos leales que habían mantenido su integridad durante años bajo la dictadura de Salazar en Portugal!
El compañerismo estrecho con los que servían en el ministerio de tiempo completo hizo que tuviera grandes deseos de llegar a ser ministra de tiempo completo como ellos. Por eso, a los seis meses de mi bautismo, empecé este ministerio en Portugal. Poco después me invitaron a servir en una asignación especial. ¿Y quién sería mi compañera? Maria Eulalia da Luz, ¡la misma Testigo que me había ofrecido el libro La verdad en Lisboa!
Un territorio revolucionario
Nuestra primera asignación especial fue en el sur de Portugal, en una región que desde la revolución de 1974 estaba dominada por el partido comunista. Por eso, cuando predicábamos en las pequeñas ciudades de la provincia de Bajo Alentejo veíamos que el espíritu de agitación estaba muy difundido, y no pasó mucho tiempo antes de que nos convirtiéramos en blanco de enconada oposición.
Para desanimarnos, los hombres solían apedrear nuestra casa, por lo que muchas noches no podíamos dormir. En cierta ocasión explotó una bomba que destrozó la cerradura de la puerta principal. Entonces, aunque parezca increíble, un hombre que había estado opuesto a nuestra obra nos alquiló una casa mejor, reconociendo que vivir tan aisladas era peligroso para nosotras. Un día, cuando no estábamos en casa, unos opositores echaron abajo la puerta principal. Imagínense la sorpresa que nos llevamos al regresar y ver a nuestro nuevo casero custodiando la casa. Dimos gracias a Jehová por Su protección. (Salmo 145:18, 19.)
A pesar de toda aquella oposición, nuestra obra resultó ser muy fructífera. Cuando tuvimos que partir de la zona, nos sentíamos felices de ver que se habían formado dos nuevas congregaciones de testigos de Jehová, cada una con un hermoso Salón del Reino.
Un verdadero desafío
En 1977 recibimos una nueva asignación en el archipiélago de Madera. Aunque los paisajes de esta región semitropical son preciosos, nos encontramos ante un terreno montañoso que nos dejaba exhaustas.
Las personas que encontrábamos en este lugar eran precisamente lo contrario de las de nuestra asignación anterior. Tenían gran devoción a los “santos”, había mucho analfabetismo y la vida de las personas estaba muy influenciada por las supersticiones. Veíamos con nuestros propios ojos los efectos de las “cargas pesadas” que los líderes religiosos falsos ponen sobre los hombros de la gente, y eso nos dió un incentivo poderoso para llevar refrigerio espiritual, a toda costa, a los ‘que se afanaban y estaban cargados’. (Mateo 11:28, 29; 23:4.)
La gente solía decirnos que, como eran católicos, no necesitaban nada más. Entonces, les preguntaba si todavía rezaban la hermosa oración del “padrenuestro” y cuando me respondían que sí, les comentaba cuánto ansiábamos todos que se hiciese la voluntad de Dios en la Tierra, en vista de que el hombre no está efectuando muchas cosas buenas hoy día. Cuando concordaban conmigo, les preguntaba si habían pensado cuál era la voluntad de Dios para nosotros. Este método a menudo captaba la atención de la gente y podíamos mantener conversaciones agradables.
Un día me encontraba hablando con una señora que mostró interés en el mensaje del Reino cuando, de repente, me sobresalté: a mi alrededor empezaron a explotar petardos. El hombre que venía hacia mí era el hijo de la señora que me atendía, muy conocido por su mal genio. Furioso, me arrojó un libro contra las piernas. Blandiendo una hoz de las que se utilizaban en la cosecha de plátanos, la levantó por encima de mi cabeza y amenazó con matarme. De pronto, salió otro hombre del platanal —la única persona a quien él respetaba y temía— que gritó con tono autoritario: “¿Qué estás haciendo?”, e impidió que aquel desalmado me atacara.
En esa asignación atentaron contra mi vida otras dos veces más, y en cada una vi cómo Jehová me protegió. (Salmo 68:19, 20.) Lo cierto es que aquel territorio fue bastante receptivo a las buenas nuevas del reino de Dios, y cuando partimos, muchas más personas asistían a nuestras reuniones.
En otra zona del archipiélago de Madera empecé a estudiar la Biblia con una señora cuyo marido no tenía una actitud favorable para con nosotras, si bien respetaba mucho la Biblia. Como era panadero y trabajaba de noche, cuando se despertaba escuchaba a escondidas sin que nosotras lo supiéramos, lo que decíamos en nuestro estudio semanal. Su interés fue aumentando con cada estudio, pero lo que le desconcertaba era que el nombre de Dios fuese Jehová.
Por eso, decidió investigar por sí mismo este tema en su propia Biblia, pero no pudo encontrarla. Quería descubrir la verdad acerca del nombre de Dios y por todos los medios deseaba encontrar su “antigua Biblia, la verdadera”, para zanjar la cuestión. Poco después, durante una limpieza a fondo que se hizo en la panadería, apareció su preciada Biblia. Buscó con afán varias referencias y allí estaba. Sin lugar a dudas, el nombre personal de Dios era Jehová. (Salmo 83:18.) En poco tiempo, progresó con rapidez, se bautizó y hoy sirve fielmente en la congregación.
La última asignación
En la actualidad sirvo en el norte de Portugal, en la ciudad de Braga, considerada por años un baluarte religioso debido a su famoso santuario católico y a su facultad pontificia de teología. Pero, quién iba a imaginarse que llegaría el día en que muchas iglesias verían declinar el número de sus feligreses. Y sin embargo, eso es lo que está sucediendo.
En este territorio encontramos a muchas personas que creen en la evolución y que abiertamente profesan ser agnósticas. La publicación La vida... ¿cómo se presentó aquí? ¿Por evolución, o por creación? presenta datos abundantes que apoyan la creación, y ha resultado ser un poderoso instrumento para derrumbar “razonamientos y toda cosa encumbrada que se levanta contra el conocimiento de Dios”. (2 Corintios 10:5.)
La mejor carrera
Al evocar los últimos quince años de mi vida, no tengo ninguna duda de que escogí la mejor carrera: utilizar mi voz para hablar a otros de las maravillosas promesas de Dios y no para entretener. Es el propio Jehová quien nos ofrece la afectuosa invitación de utilizar nuestra voz para declarar las “buenas nuevas”, y la propuesta está abierta a todos los que quieran aceptarla. (Mateo 24:14; Romanos 10:13-15.)
¡Qué magnífica oportunidad se nos ha dado de intentar llegar al corazón de los que se afanan y están cargados, animándolos a ‘venir y tomar gratis el agua de la vida’! (Revelación 22:17.) Y es el propio mensaje de la Palabra de Dios lo que toca la fibra sensible del corazón de las personas humildes. Mi compañera en el ministerio de tiempo completo y yo nos consideramos privilegiadas de seguir utilizando nuestras voces, no para conseguir fama o riqueza, sino para alabar a Dios y llevar bendiciones eternas a otros.
Siento que la carrera de “cantante” que ahora sigo es muy superior a mi ocupación anterior, pues ahora estoy haciendo lo que dijo el salmista: “Canten a Jehová, bendigan su nombre. De día en día anuncien las buenas nuevas de salvación por él”. (Salmo 96:2.)—Según lo relató Madalena Ferraz Martins.
[Fotografía en la página 24]
Madalena Ferraz Martins y su compañera en el ministerio de tiempo completo, Maria Eulalia da Luz