El punto de vista bíblico
“¿Por qué se llevó Dios a mi hijo?”
LA MUERTE de un niño es un suceso desconsolador para cualquier padre. Es un angustioso sufrimiento que meras palabras no pueden borrar. No obstante, si usted ha sufrido esa pérdida y se pregunta por qué Dios se ha llevado a su hijo, entonces es víctima de un malentendido que solo puede incrementar su angustia. Usted necesita saber la verdad: Dios no se ha llevado a su hijo.
Sin embargo, muchas personas creen todo lo contrario. Por ejemplo, una madre miraba desconsolada el interior de un ataúd abierto donde yacía su hijo de diecisiete años, con la cabeza apenas sin pelo por causa de los tratamientos que le habían administrado y que no pudieron curar su cáncer. Ella se volvió hacia uno de los presentes y dijo con voz trémula: “Dios quería que Tommy estuviese en el cielo con Él”. Como católica romana, era lo que le habían enseñado por años cuando iba a la iglesia. Los protestantes también han culpado durante mucho tiempo a Dios por la muerte de los niños. El famoso reformador protestante Juan Calvino se lamentó con estas palabras cuando murió su propio hijo a las dos semanas de nacer: “El Señor ciertamente nos ha infligido una dolorosa herida con la muerte de nuestro hijo”.
Una antigua fábula judía explica que los hijos gemelos de un rabino murieron durante su ausencia. Cuando al regresar preguntó por ellos, su esposa le dijo: “Si te prestasen dos joyas preciosas y te dijeran que podrías disfrutar de ellas mientras estuviesen a tu cargo, ¿tendrías derecho a discutir cuando el que te las prestó te pidiese que se las devolvieras?”. Él respondió: “¡Claro que no!”. Entonces ella le mostró a sus dos hijos muertos y tan solo dijo: “Dios quería recobrar sus joyas”.
Ni consolador ni bíblico
¿Es el Creador tan cruel que dé muerte caprichosamente a los niños, sabiendo que rompe el corazón de sus padres? No, no el Dios de la Biblia. En 1 Juan 4:8 se dice que “Dios es amor”. Si se fija, no dice que tiene amor o que es amoroso, sino que es amor. El amor de Dios es tan intenso, puro y perfecto, impregna de tal manera Su personalidad y acciones, que puede decirse con razón que es la mismísima personificación del amor. Este no es un Dios que mate a los niños ‘porque quiera recobrar sus joyas’.
Por el contrario, Dios ama a los niños con intensidad y altruismo. Jesucristo, que reflejaba con su conducta y habla la personalidad de su Padre celestial, mostró interés cariñoso y personal en los niños. En cierta ocasión rodeó con sus brazos a un niñito y dijo a sus discípulos que tenían que ser inocentes y humildes como ellos. (Mateo 18:1-4; Marcos 9:36.) Siglos antes, Jehová había dicho a Su pueblo que considerasen a sus hijos como algo precioso y que por ello los adiestraran, enseñaran y cuidaran. (Deuteronomio 6:6, 7; Salmo 127:3-5.) Él desea que las familias vivan unidas, no que la muerte las separe.
“Entonces, ¿por qué murió mi hijo?”
Muchas personas opinan que como Dios es todopoderoso, debería controlar entre bastidores todo lo que sucede en el mundo, lo que comprende la muerte de niños. Pero tal punto de vista no es lógico. Cuando Job perdió a sus diez hijos en un mismo siniestro pensó que Jehová le había acarreado aquella terrible calamidad. No obstante, desconocía lo que la Biblia nos revela a nosotros, a saber: que quien en realidad estaba entre bastidores en aquel caso era un adversario sobrehumano de Dios llamado Satanás que trataba de atormentar a Job para que abandonase la fe que tenía en su Creador. (Job 1:6-12.)
Hoy día, la mayoría de las personas tampoco tienen idea del grado de influencia que Satanás ejerce en el mundo. La Biblia revela que es él, y no Jehová, el gobernante de este corrupto sistema de cosas. Como dice 1 Juan 5:19, “el mundo entero yace en el poder del inicuo”. Jehová no tiene la culpa de las tragedias de este mundo, y por lo tanto no se llevó a su hijo.
¿Significa eso entonces que se lo llevó Satanás? No directamente. Cuando el hombre se rebeló contra Dios en Edén, se sometió a la gobernación de Satanás, de modo que perdió la dádiva de vida eterna en salud para sí mismo y todos sus hijos. (Romanos 5:12.) Como resultado, hoy día vivimos en un sistema mundial alejado de Dios donde tenemos que enfrentarnos con lo que la Biblia llama “el tiempo y el suceso imprevisto”, las vueltas inesperadas, y muchas veces trágicas, que da la vida. (Eclesiastés 9:11.) Satanás está “extraviando a toda la tierra habitada”. (Revelación 12:9.) Por lo tanto, lo que más le interesa es apartar a la gente de Dios, para lo cual difunde deplorables embustes acerca de Él. Una de esas mentiras es que Dios utiliza la muerte para arrancar a los hijos de sus padres.
“¿Qué esperanza hay para mi hijo?”
En lugar de culpar a Dios, los padres que han perdido a su hijo necesitan el consuelo que Dios ofrece en la Biblia. La religión falsa ha dejado a muchas personas confundidas tocante a dónde están sus hijos muertos y en qué condición se encuentran. El cielo, el infierno, el purgatorio, el limbo... estos diversos destinos van desde lo incomprensible hasta lo realmente aterrador. Por otro lado, la Biblia dice que los muertos están inconscientes, en una condición semejante al sueño. (Eclesiastés 9:5, 10; Juan 11:11-14.) Por consiguiente, así como los padres no se preocupan cuando ven a sus hijos dormir profundamente, tampoco tienen que preocuparse por lo que sus hijos puedan experimentar después de la muerte. Jesús habló de un tiempo en el que “todos los que están en las tumbas conmemorativas [...] saldrán” a una nueva vida en una Tierra paradisiaca. (Juan 5:28, 29; Lucas 23:43.)
Es cierto que esa brillante esperanza no elimina el carácter trágico de la muerte. Por ejemplo, el propio Jesús se abatió y lloró por la muerte de su amigo Lázaro, y eso que tan solo faltaban unos minutos para que él mismo lo resucitase. Pero al menos, sabemos que la muerte no siempre es definitiva. Tanto Jesús como su Padre Jehová odian la muerte. La Biblia la llama “el último enemigo” y dice que será “reducida a nada”. (1 Corintios 15:26.) En el venidero Paraíso, cuando la gobernación de Satanás haya pasado, la muerte habrá desaparecido para siempre y sus víctimas inocentes serán reclamadas mediante la resurrección. Entonces, cuando los padres vuelvan a reunirse con los hijos que perdieron en la muerte, al fin podremos decir: ‘Muerte, ¿dónde está tu aguijón?’. (Oseas 13:14.)