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  • ¿Qué puedo hacer si soy pobre?
  • ¡Despertad! 1992
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¡Despertad! 1992
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Los jóvenes preguntan...

¿Qué puedo hacer si soy pobre?

GREGORIO, un joven de Europa Oriental, pensaba que era muy pobre. No podía comprarse ropa cara o equipos de alta fidelidad como muchos de los jóvenes occidentales. Con el tiempo, las condiciones de vida de su país le descorazonaron tanto que emigró a Austria.

A miles de kilómetros de Gregorio, en una aldea rural del África meridional, vivía en una pequeña choza con su familia un joven llamado Loyiso. Envidiaba a los jóvenes de un pueblo cercano porque disfrutaban de “lujos” maravillosos: agua corriente y electricidad.

Sin embargo, Vasco, otro joven africano, hubiese pensado que Loyiso y Gregorio eran ricos, pues él había tenido que andar muchos kilómetros a través de la peligrosa sabana africana solo para sobrevivir al acoso de la guerra civil en su localidad.

Se ve, entonces, que “pobreza” es un concepto relativo, con significados diferentes según el país y la cultura. El diccionario define “pobreza” como “escasez o carencia de lo necesario para el sustento de la vida”. Si reconoces que, sin importar lo pobre que seas, puede que haya personas con privaciones aún mayores, serás más objetivo. Aunque también es cierto que si no tienes buena ropa que ponerte para ir a clase o si careces de cosas tan comunes como el agua corriente, sirve de poco consuelo decir que otros tienen aún menos que tú.

La Biblia no idealiza la pobreza, sino más bien reconoce que “la ruina de los de condición humilde es su pobreza”. (Proverbios 10:15.) En un artículo anterior se explicó que un joven puede evitar algunos de los peligros que entraña ser pobre, como el caer en comportamientos delictivos,a y, si pones de tu parte, puedes cultivar una actitud saludable y optimista. Ahora bien, ¿qué otros medios hay para luchar contra las presiones cotidianas que ocasiona ser pobre?

La envidia es una trampa

Zanele, un joven africano de diecisiete años, dijo: “No sería tan difícil si todos fuésemos pobres, pero cuando ves en televisión o en cualquier otro lugar a personas que tienen mucho más que tú, se te hace difícil aceptar la pobreza”.

Poco sorprenden los sentimientos de Zanele si se tiene en cuenta que un inmenso abismo social y económico separa a la gente hoy día. Además, como los medios de comunicación propugnan sin comedimiento la opulencia y el materialismo, puede que te aguijonee la envidia cuando veas cómo viven los jóvenes adinerados. (Santiago 4:⁠5.) Sin embargo, un proverbio alemán advierte: “La envidia solo corroe tu propio corazón”. (Compárese con Proverbios 14:30.)

Como es lógico, no es necesariamente malo tratar de mejorar el nivel de vida, pero no hay que olvidar que solo Dios puede —y lo hará⁠— corregir las injusticias que hay en el mundo, entre ellas la pobreza, un sello inconfundible del sistema de cosas de Satanás. Si vives en un país pobre, es posible que puedas hacer muy poco para mejorar tu situación. Aun si hubiese oportunidades de mejorar el nivel económico, ten presente las palabras de Salomón en Eclesiastés 4:4: “He visto que todo trabajo y toda obra hábil que se hace, es el resultado de la rivalidad entre el hombre y su prójimo. También esto es vanidad y correr tras el viento”. (La Biblia de las Américas.)

Si tu objetivo es alcanzar riquezas a cualquier precio, es fácil que te veas tentado a sacrificar los valores morales. Por otra parte, hay circunstancias imprevistas que podrían dilapidar el dinero ganado con tanto esfuerzo, y te quedarías en la más absoluta pobreza. Por esa razón, en Proverbios 23:4, 5 se nos advierte: “No te afanes por obtener riquezas. [...] ¿Has hecho que tus ojos les echen un vistazo, cuando no son nada? Porque sin falta se hacen para sí alas como las de un águila y vuelan hacia los cielos”.

Valora lo que tienes

¿Quiere esto decir que tienes que abandonarte a la desesperanza? ¡No! Un paso positivo que puedes dar es concentrar tu atención en lo que posees, no en lo que te falta. Tal vez tengas pocas posesiones, pero, como dijo el doctor Tony Lake en su libro Relationships, “puede ser que el pobre tenga otros recursos: una familia que le ama, vecinos amigables o un lugar feliz en el que vivir”, recursos que indudablemente son más valiosos que el dinero. Un proverbio dice: “Mejor es un plato de legumbres donde hay amor que un toro cebado en pesebre y, junto con él, odio”. (Proverbios 15:17.) Los jóvenes cristianos tienen además otro recurso valioso: el apoyo de “toda la asociación de hermanos”. (1 Pedro 2:17.)

Quizás también puedas esforzarte por ver tus posesiones materiales desde un punto de vista más positivo. Es cierto que tal vez vivas en un hogar sencillo y hasta primitivo, y uses ropa vieja y con remiendos. Tal vez quisieras disfrutar de una alimentación más variada. Pero, ¿acaso necesitas ropa moderna y una casa elegante para agradar a Dios?, ¿o comidas selectas para tu sostén y buena salud? ¡Claro que no! Pablo dijo: “Si tenemos qué comer y con qué vestirnos, ya nos podemos dar por satisfechos”. (1 Timoteo 6:8, Versión Popular.)

Eldred, un sudafricano que se crió en el seno de una familia de pocos recursos, dijo: “Sencillamente asumimos que la familia tenía que vivir con un presupuesto ajustado y que no podíamos tener todo lo que queríamos”. Recuerda que cuando los pantalones que llevaba a la escuela estaban muy raídos, su madre se los remendaba, así que con el tiempo estaban llenos de remiendos y quedaba muy poco del género original. “Tenía que aguantar alguna que otra burla —reconoció Eldred⁠—, pero lo más importante es que nuestra ropa estaba limpia y era aprovechable.”

Economía doméstica

También puedes tomar algunas medidas prácticas para mejorar tu situación. La Biblia dice que “el necio gasta todo lo que tiene”. (Proverbios 21:20, VP.) Por lo tanto, sé juicioso, teniendo cuidado de no desperdiciar alimentos, dinero u otros recursos domésticos. (Compárese con Juan 6:12.) El juego, la bebida y el tabaco no solo son hábitos costosos, también resultan en la desaprobación de Dios. (2 Corintios 7:⁠1.) Si otros familiares obrasen imprudentemente en estos campos, procura darles un buen ejemplo con tu conducta. (Compárese con 1 Timoteo 4:12.)

Otra manera de contribuir al bienestar de la familia es ayudando a los padres en las tareas de la casa. Ofrécete para ayudarles en la cocina, la limpieza, las reparaciones domésticas o en la huerta. Hacerlo te dará un agradable sentido de logro.

Ingresos extra

Hay jóvenes que han podido aportar algún dinero a la familia gracias a un trabajo de media jornada. Loyiso, mencionado al principio, vendía las verduras que él mismo cultivaba detrás de su casa, y de las que también comía la familia. Proverbios 28:19 dice: “El que cultiva su propio terreno tendrá su suficiencia de pan”, palabras cuya veracidad comprobó Loyiso.

Algunos jóvenes se han puesto a vender ropa, alimentos y leña, mientras que otros se han dedicado a reparaciones domésticas sencillas, hacer recados o cuidar niños.

Escolarización y pobreza

Según el suplemento anual de la Britannica (1989), muchos jóvenes de clases pobres opinaban que “permanecer en la escuela ofrecía muy pocas ventajas”. Los centros de enseñanza de muchos países están atestados e insuficientemente equipados. Además, cuando los jóvenes contrastan las escasas perspectivas de empleo con algunos de los medios rápidos, pero ilegales, de ganar dinero, pierden todo interés por la escuela.

Sin embargo, la falta de escolarización aumenta la presión de la pobreza. Puede que exija de ti autodisciplina, pero harás bien en permanecer en la escuela. Piensa, por ejemplo, en la situación del municipio de Howrah, un barrio pobre de Calcuta (India). Allí viven unas ochocientas mil personas en la pobreza más abyecta. Aunque la mayoría de los niños tiene que ocuparse en trabajos humildes durante el día, muchos asisten a escuelas nocturnas. Así que no dejes de asistir a la escuela aunque te resulte difícil, pues puede enseñarte a comunicarte bien con otros y a desarrollar tus aptitudes mentales, cosas que algún día necesitarás para conseguir un empleo.

Qué depara el futuro

“El rico y el de escasos recursos se han encontrado. El Hacedor de todos ellos es Jehová.” (Proverbios 22:⁠2.) Esta verdad ha ayudado a miles de jóvenes testigos de Jehová a enfrentarse con éxito a la pobreza. Reconocen que la felicidad no depende de lo que se posee, sino de ganarse la amistad de Dios, que recibe a todo el que desea servirle, sea rico o pobre. Dios ofrece la esperanza de vida en un nuevo mundo por venir, libre de la opresión de la pobreza. (2 Pedro 3:13; Revelación 21:3, 4.)

Entretanto, utiliza tus recursos con prudencia. Mira hacia el futuro. Acumula tesoros espirituales. (Mateo 6:19-21.) Considera la pobreza como un desafío personal que puedes afrontar.

[Nota a pie de página]

a Véase ¡Despertad! del 8 de enero de 1992.

[Fotografía en la página 26]

No mejorarás tu situación con buenos deseos, pero sí lo lograrás si te esfuerzas en la escuela

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