Lapislázuli. La gema azul de los Andes
Por el corresponsal de ¡Despertad! en Chile
DIAMANTES, esmeraldas, rubíes, zafiros... todos hemos oído hablar de estas espléndidas gemas. Pero ¿ha oído usted alguna vez el nombre “lapislázuli”? Aunque suene extravagante, denota simplemente una piedra azul.a Por su intenso color azul, salpicado a menudo de puntos brillantes de pirita dorada, se ha comparado esta gema al cielo nocturno tachonado de estrellas centelleantes.
Una larga historia
Marco Polo describió por primera vez al mundo occidental la belleza del lapislázuli en 1271. Pero la gema ya se había empleado mucho antes en la antigua Mesopotamia y en Egipto. Por ejemplo, de entre las ruinas de Ur se desenterró un collar sumerio hecho de este tipo de piedra. Los ojos y las cejas de la máscara funeraria de oro del faraón Tutankamón están hechos de lapislázuli. Los antiguos egipcios también molían esta piedra y la utilizaban como pigmento en sus pinturas y para hacer sombra de ojos. En China se empleaba para hacer sellos reales y muchos tipos diferentes de esculturas.
En el pasado, el lapislázuli se extraía principalmente en Afganistán y en Siberia, cerca del lago Baikal. Sin embargo, en los últimos años Chile se ha convertido en el proveedor más importante de esta hermosa piedra. Si usted visita Chile, verá ese nombre en muchas tiendas de recuerdos y joyerías elegantes. Pero ¿por qué no hacer un viaje al lugar de donde procede la mayor parte del suministro de este mineral?
Hacia una mina de los Andes
Solo se puede acceder a una de las minas principales a lomos de mula por un sendero estrecho y peligroso que serpentea hasta llegar al refugio árido y desolado de los cóndores, a 3.600 metros por encima del nivel del mar.
A esta altura, es fácil que quien suba por primera vez sufra dolores de cabeza y vértigo. El terreno está cubierto de nieve casi siete meses al año, por lo que, durante el corto verano, es apremiante arrancar de la mina a cielo abierto la mayor cantidad posible de material en bruto. La jornada de trabajo es larga y las condiciones son duras. En comparación con los métodos actuales, el instrumental es primitivo: picos, palas, carretillas y una barrena para colocar dinamita. Es un trabajo agotador que requiere fuerza física y resistencia.
Al declinar el día, se apaga el estruendo de las explosiones y el sonido metálico de los picos y las palas. El silencio de la noche es inmenso. Solo se escucha el aullido del viento en el cañón y el fragor remoto de las rocas que caen. Tales ruidos, sin embargo, no inquietan a los exhaustos trabajadores, que se duermen sin tardar bajo el cielo estrellado.
Como no existe ningún medio de transporte moderno, los arrieros desempeñan un papel importante. Gracias a su conocimiento de los escarpados montes y los tortuosos caminos, conducen a sus caballerías de paso firme, cargadas con sacos de piedras seleccionadas, montaña abajo hacia el valle. Desde allí, las piedras se envían por barco a Santiago o se exportan. De esta forma se extraen cada año aproximadamente veinte toneladas, que se ponen a disposición de los artesanos y joyeros de todo el mundo.
Visita a un artesano
Los artesanos chilenos transforman del 30 al 40% de las piedras procedentes de las minas en hermosos pendientes, collares, brazaletes y anillos. Las piedras de calidad superior se engastan en oro y se exportan. Las piedras de calidad secundaria se engastan en plata y las piedras de calidad inferior se transforman en figuritas con diseños originales —como elefantes, leones o tortugas—, en empuñaduras para abrecartas e incluso en pequeños tableros de mesa.
Don José es un artesano hábil. Aunque nuestra visita inesperada interrumpió su siesta, nos dio una cálida bienvenida y nos mostró el taller instalado en el patio de su casa.
“Don José, ¿qué le parecería hacernos una demostración?”, le preguntamos.
“¡Perfecto!”
En primer lugar, se ha de cortar una piedra grande que pese de dos a tres kilos con una sierra circular de dientes adiamantados. Nos explicó que el artesano debe conocer bien el material para hacer un corte preciso que elimine las vetas blancas a la vez que conserve la mayor cantidad de piedra de buena calidad.
“¿Por qué humedece la piedra?”, preguntó alguien del grupo.
“Para que el contraste entre las vetas blancas y el lapislázuli que quiero conservar sea más evidente”, respondió nuestro amigable artesano mientras cortaba la piedra en trozos más pequeños.
Entonces nos mostró el paso siguiente. Utilizando una sierra circular pequeña modeló a su gusto las piedras más diminutas. Con la destreza del experto, transformó rápidamente las piezas en cuentas, pendientes en forma de media luna, y cabujones (piezas redondas o convexas).
Acto seguido, limpió y pulió las piezas con un cepillo sintético de forma circular, para bruñirlas después con unas gotas de pasta a fin de que tuvieran más lustre. Ahora están listas para ser engastadas en un anillo o ensartadas para formar un collar. El toque final lo constituye un enjuague de agua templada con champú, a la vez que se frota con un cepillo de dientes. De hecho, don José nos recomendó este proceso para conservar la belleza de las joyas hechas con lapislázuli.
Lo cierto es que en manos de artesanos habilidosos y con talento como don José, las riquezas de la tierra pueden convertirse en obras de arte para el placer y goce de los que las contemplan o las usan. El lapislázuli, la hermosa piedra azul que se halla en las alturas montañosas de los Andes, es tan solo una de las muchas riquezas que nuestro amoroso Creador ha suministrado para nuestro disfrute y deleite.
[Nota a pie de página]
a La voz lapislázuli se deriva del latín lapis, piedra, y el persa lazward, azul.