Esa pequeña fruta velluda de Nueva Zelanda
Por el corresponsal de ¡Despertad! en Nueva Zelanda
LOS occidentales la llamaban actinea china, pero cuando se empezó a cultivar en Nueva Zelanda, sus promotores se aprovecharon del parecido que había entre esta fruta velluda y el famoso kiwi, un ave corredora propia de Nueva Zelanda. Por consiguiente, a esa fruta se le llegó a conocer por todo el mundo con el nombre de kiwi.
La economía de este país del Pacífico Sur había dependido por décadas de tan solo la lana, la carne y los productos lácteos. Pero ahora el kiwi se ha convertido en una importante fuente de ingresos, de hecho, en el principal cultivo hortícola de Nueva Zelanda, lo que ha hecho posible que millones de personas puedan saborearlo. Además, como se puede preparar de casi toda manera imaginable, existe una gran variedad de recetas de kiwi, todas ellas deliciosas.
Pero ¿qué es exactamente esta pequeña fruta velluda? En realidad, el kiwi (Actinidia chinensis) es una baya que crece de una planta de tallo trepador. Es una planta de clima templado, y originalmente crecía en la cuenca del río Yangtse, en el sur de China. Sin embargo, en 1934 se hizo la primera plantación comercial de kiwi en Nueva Zelanda, concretamente en Te Puke, una ciudad de 5.500 habitantes situada en la costa oriental de la isla del Norte. Poco después se empezaron a cultivar kiwis en otras partes del país también. Pero ha sido Te Puke, con sus ideales condiciones climáticas, la que ha llegado a denominarse la “capital mundial del kiwi”.
El cultivo del kiwi no es fácil. Tarda de tres a cinco años en empezar a dar fruto. Además, hay que podar constantemente las enredaderas para que llegue suficiente luz a la fruta. Y han de construirse una serie de pérgolas o emparrados a fin de sostener las enredaderas. Por último, en la época de la cosecha se necesitan centenares de trabajadores hábiles para que recojan a mano los millones de kiwis, que ya han alcanzado el tamaño de un limón o una naranja pequeña. Un kiwi grande pesa unos cien gramos, y todos los años se recogen decenas de miles de toneladas de kiwis.
Pudiera parecer que requiere mucho trabajo cultivar una fruta cuyo aspecto, según lo describió en cierta ocasión el periódico The Wall Street Journal, es más o menos el mismo que el de “una vieja pelota de tenis”. Pero no permita que las apariencias lo engañen. “Corte un kiwi por la mitad —seguía diciendo el Journal— y verá que cobra vida. De repente se percibe su intensa fragancia y salta a la vista el color verde eléctrico de la pulpa y el amarillo con rayos violetas de la sección central en forma de sol.” Si desea probarlo, tome un poco con una cuchara. Notará que su pulpa es dulce y sabrosa. Además, es una fruta altamente nutritiva. Aparte de una cantidad considerable de vitaminas C y E, un kiwi grande contiene casi el cuádruple de fibra que una taza de apio picado, más potasio que un plátano y puede aportar al organismo entre el 20 y el 70% del cromo que necesita en un día.
Debido a las múltiples maneras de prepararlo, el kiwi puede adaptarse fácilmente a una amplia variedad de menús. Suponiendo que esté disponible en su localidad, quizás le gustaría probar la siguiente receta. A lo mejor usted también se convierte en un amante de esa pequeña fruta velluda de Nueva Zelanda.
[Reconocimiento en la página 17]
New Zealand Kiwifruit Marketing Board
[Recuadro/Fotografía en la página 18]
Ensalada helada de kiwi:
1 lata (de unos 500 gramos) de lichis o de otra fruta
4 kiwis pelados
1 taza de azúcar
1 lata (de unos 250 gramos) de mandarinas en gajos
1 cucharada de licor de naranja
1 cucharada de jugo de limón
2 tazas de agua
1. Vierta el agua y el azúcar en un cazo. Mezcle a fuego lento hasta que el azúcar se disuelva y luego hágala hervir durante tres minutos para formar un almíbar. Déjela enfriar.
2. Reduzca a puré dos kiwis con una batidora.
3. Añada al almíbar los kiwis batidos, parte del jugo de la lata de mandarinas, el jugo de limón y el licor de naranja. Mézclelo todo bien. Congele la mezcla en una bandeja llana y luego rállela con un tenedor para que se formen pedacitos de hielo.
4. Enfríe los otros dos kiwis y córtelos en rodajas.
5. Rellene los lichis con los gajos de mandarina y colóquelos junto a las rodajas de kiwi en copas de coñac medianas o en platos de postre.
6. Vierta a cucharadas sobre la fruta el jugo restante de los lichis y las mandarinas.
7. Al momento de servir, adorne por encima la fruta con los pedacitos de hielo.
Salen entre cuatro y seis porciones.